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  • El sueño de los animales
  • ¡Despertad! 1997
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¡Despertad! 1997
g97 8/10 págs. 24-25

El sueño de los animales

POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN KENIA

DORMIDOS. Así, en este estado de sosiego, nos pasamos un tercio de la vida. Pero en vez de ser un desperdicio de tiempo, parece que el sueño satisface varias necesidades fisiológicas y psicológicas importantes. De ahí que pueda considerarse un valioso don divino. (Compárese con Salmo 127:2.)

Como cabría esperar, también desempeña una función esencial en la fauna. Es más, muchas especies tienen una forma de dormir fascinante, en ocasiones graciosa y a menudo inaudita. Veamos unos cuantos ejemplos.

Los grandes dormilones

Quien haya visto en África a un león durmiendo panza arriba al sol del mediodía, pudiera creer que el feroz felino es tan manso como un gatito. Pero las apariencias engañan. Thomas Campion, escritor del siglo XVII, dijo: “¿Quién osará provocar a un león dormido?”. Sí, hasta el rey de la selva necesita el sueño —unas veinte horas diarias— para poder dedicarse a la depredación.

Reparemos también en el tuátara, letárgico reptil neozelandés parecido a la iguana. Pasa casi medio año en estado de leve hibernación, tan amodorrado que llega a dormirse masticando. Parece, sin embargo, que todo este sueño le conviene, pues según cálculos científicos puede vivir hasta un siglo.

Al igual que la Bella Durmiente del cuento, otras criaturas también duermen durante largos períodos, lo que permite a muchas superar el crudo invierno. En preparación para esta etapa, acumulan gruesas capas de sebo, con el que se nutrirán durante el largo sueño. Ahora bien, ¿qué impide que estos dormilones mueran congelados? Como explica la obra Inside the Animal World (Interioridades del mundo animal), el cerebro desencadena cambios de orden químico en su sangre, de forma que se genera una especie de anticongelante natural. Al tiempo que la temperatura corporal desciende a escasamente unos grados sobre el punto de congelación, disminuye el ritmo cardíaco a una fracción del normal; la respiración también se aminora. Así, el animal entra en un profundo sueño que pudiera durar muchas semanas.

¿Duermen “en pleno vuelo”?

Hay seres que duermen de formas muy peculiares. Por ejemplo, el charrán sombrío. Cuando una cría abandona el nido, se dirige al mar y no deja de volar durante años. Como su plumaje no es impermeable ni tiene pies palmeados como otras especies de charrán que pueden posarse en el agua, evita sumergirse en el mar y se limita a pescar en vuelo rasante los pececillos que encuentra en la superficie.

Pero ¿cuándo duerme? “No es probable que duerma sobre el mar, pues se le empaparían las plumas. Hay científicos que apuntan la posibilidad de que duerma en pleno vuelo.” (Water, Prey, and Game Birds of North America [Aves acuáticas, de rapiña y de caza de Norteamérica].)

Siesta subacuática

¿Duermen los peces? Según The World Book Encyclopedia, de los vertebrados, “solo los reptiles, las aves y los mamíferos conocen el sueño de verdad, con cambios en los patrones de las ondas cerebrales”. Aun así, los peces sí atraviesan etapas de descanso comparables al sueño, aunque la mayoría no pueda cerrar los ojos.

Hay peces que duermen de lado, y otros, boca abajo o en posición vertical. Algunas especies planas, como la platija, viven en el lecho marino mientras están despiertas, pero cuando duermen, flotan a unos centímetros del fondo.

El multicolor pez loro tiene el peculiar hábito de ponerse el “pijama” antes de dormir. Cuando se acerca la hora de descansar, segrega una mucosidad que lo envuelve por completo. ¿Con qué fin? “Al parecer, para que no lo detecten los predadores”, señala el naturalista Doug Stewart. Al despertar sale de su viscosa cubierta.

La foca también duerme de una forma muy particular. Infla la garganta como un globo y la convierte en una especie de salvavidas natural. De este modo flota verticalmente como una botella y duerme con las fosas nasales fuera del agua para poder respirar.

Duermen “con un ojo abierto”

En la naturaleza, como es obvio, el animal está más expuesto a los predadores durante el sueño. De ahí que muchas criaturas duerman “con un ojo abierto”. Su cerebro se mantiene un tanto alerta durante el sueño, lo que les permite reaccionar ante los sonidos que presagien peligro. Otras especies sobreviven realizando inspecciones de seguridad periódicas. Por ejemplo, las aves que duermen agrupadas abren un ojo de vez en cuando y echan un vistazo para ver si hay alguna amenaza.

En África, las manadas de antílopes y cebras también cuidan de sus integrantes durante las fases de descanso. A veces todo el rebaño se recuesta en el suelo con las cabezas erguidas, en estado de alerta. Cada cierto tiempo, un animal se tumba de lado, se relaja en el suelo y entra en un sueño profundo. Unos minutos después le llegará el turno a otro compañero suyo.

Los elefantes, así mismo, también duermen en grupo. Los adultos suelen quedarse de pie y tienen un sueño ligero: abren los ojos de vez en cuando, y yerguen sus grandes orejas y las extienden para captar sonidos amenazadores. Al amparo de estos voluminosos centinelas, las crías pueden darse el gusto de acostarse de lado a dormir plácidamente. En el libro Los elefantes, la escritora Cynthia Moss relata que vio dormirse a una manada entera: “Primero los elefantes más jóvenes, y luego los [...] mayores, y, por fin, las hembras adultas se acuestan y se duermen. A la luz de la luna parecen gigantescos pedruscos negros, imagen que se ve quebrada por su profundo y apacible ronquido”.

Queda mucho que aprender sobre los hábitos de dormir de los animales. Pero al analizar lo relativamente poco que sí sabemos, ¿no nos sentimos impulsados a meditar en la asombrosa sabiduría de Quien ‘creó todas las cosas’? (Revelación [Apocalipsis] 4:11.)

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