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¡Despertad! 1998
g98 8/1 págs. 24-25

Conozca al ave de las pestañas

DE NUESTRO CORRESPONSAL EN SUDÁFRICA

“ES MUY probable que nunca nos haya conocido. Somos aves, y la gente nos llama por el nombre de cálaos terrícolas de África.

”Además de tener un aspecto impresionante, poseemos otras características interesantes de las que nos gustaría hablarle. Por un lado, como nuestro nombre indica, pasamos gran parte del tiempo en el suelo. Somos casi del tamaño de un pavo y, a semejanza de este, en realidad no volamos mucho.

”Con nuestro distintivo y pesado andar, como el del pato, recorremos las regiones del centro y sudeste de África. Si algún día nos encontramos, nos reconocerá fácilmente por las bolsas escarlata en la garganta, los parches en los ojos y, por supuesto, nuestras hermosísimas pestañas largas.

”Los cálaos somos tímidos reproductores: cada seis años criamos, como promedio, un polluelo hasta que esté listo para volar. Durante la época de cría, los machos nos suministran abundantes hojas secas para revestir los nidos, los cuales normalmente construimos en troncos huecos y en cavidades de las rocas. A continuación, las hembras incuban los huevos por espacio de cuarenta días. Junto con otros miembros del clan familiar, corremos de aquí para allá para suministrar constantemente gusanos, larvas y otros manjares a la ‘futura mamá’. Todos sentimos una gran alegría cuando, al cabo de tres meses de haber eclosionado, los nuevos miembros abandonan el nido y se unen al resto de la familia.

”Nuestro recorrido hacia la madurez es lento, pues tardamos por lo menos seis años en alcanzar la edad adulta, y puede llevarnos aún más tiempo fundar con éxito nuestra propia familia. Claro que como somos aves longevas (muchas vivimos treinta años), disponemos de suficiente tiempo para transmitir nuestros genes a otras generaciones.

”Como puede ver, concedemos gran importancia a la familia y vivimos y trabajamos en grupos de no más de ocho pájaros. Cada familia ocupa un territorio de alrededor de 100 kilómetros cuadrados de sabanas, bosques y praderas africanas. En algunas partes del sur de África, hemos perdido hasta el 70% de nuestro hábitat a causa de la agricultura y la construcción de viviendas humanas.

”Defendemos a ultranza nuestros territorios y patrullamos con frecuencia nuestras fronteras. No compartimos el alimento —serpientes, larvas, tortugas e insectos—, ni siquiera con los cálaos de otras familias. En nuestra agresividad contra los intrusos, a veces hacemos el ridículo. ¿Cómo? Cuando vemos nuestra propia imagen reflejada en el cristal de una ventana, acometemos contra ella confundiéndola con un intruso. Inevitablemente, el impacto de nuestro largo y duro pico hace añicos el cristal. Debido al gran número de ventanas rotas, algunas personas las cubren con malla metálica, lo cual les agradecemos mucho.

”Desgraciadamente, existen amenazas mortales que nos preocupan. Algunas personas nos desplazan de nuestro hábitat; otras nos disparan con armas de fuego. Los granjeros acostumbran dejar carnadas envenenadas para los chacales y otros animales considerados indeseables; pero ¿cómo saber que la carnada está envenenada? Algunos granjeros a veces entierran el veneno, al parecer para protegernos; sin embargo, como normalmente escarbamos en la tierra con nuestro largo pico en busca de comida, cavamos nuestras propias tumbas, por así decirlo, cuando desenterramos alimento envenenado.

”Existen personas que están esforzándose por protegernos de estos peligros. Esperamos no correr la misma suerte de nuestra ave hermana el dodo, es decir, la extinción. Cuando por casualidad esté en la región donde habitamos y escuche nuestra retumbante llamada, du-du-dududu du-du-dududu, venga a vernos. Parpadearemos con nuestras largas pestañas y le daremos la bienvenida al reino del cálao.”

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