BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • g98 8/2 págs. 25-28
  • El Ecuador: a caballo entre los dos hemisferios

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • El Ecuador: a caballo entre los dos hemisferios
  • ¡Despertad! 1998
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • Diversidad de colores
  • Variedad climática
  • Los colibríes y el cóndor
  • Plantas con poder curativo
  • Los mercados de las montañas
  • Las montañas en medio de la neblina
  • Sombras sobre la pluviselva
    ¡Despertad! 1997
  • Se ofrecieron de buena gana para servir en el Ecuador
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 2012
  • Sorprendentes descubrimientos en el ecuador terrestre
    ¡Despertad! 2005
  • Los beneficios de las pluviselvas
    ¡Despertad! 1998
Ver más
¡Despertad! 1998
g98 8/2 págs. 25-28

El Ecuador: a caballo entre los dos hemisferios

COMO turistas europeos, lo primero que nos llamó la atención a mi mujer y a mí acerca del Ecuador fue la línea ecuatorial, que, si bien no es visible, influye sobre el país de forma notoria.

Uno pudiera pensar que esta línea, que dio nombre a la nación, también regula su clima. Sin embargo, a poco de llegar descubrimos que la diferencia entre el calor y el frío depende más de la elevación del terreno que de la ubicación geográfica. Puesto que en estas latitudes el sol brilla en el cielo durante casi todo el año, la altura sobre el nivel del mar es uno de los mejores indicadores de qué ropa convendrá usar.

Si bien es cierto que la República del Ecuador recibe el nombre de la línea geográfica, el carácter se lo otorgan los Andes. Esta cordillera, que atraviesa el país como una espina dorsal, brinda una inmensa variedad de paisajes.

Diversidad de colores

La riqueza cromática fue el segundo rasgo que nos impresionó del Ecuador. Una mañana, poco después de nuestra llegada, nos sentamos a la sombra de unos árboles grandes. Allí nos dieron la bienvenida los trupiales (oropéndolas americanas) con su serenata de aflautados sonidos; los chochines, con sus constantes disputas, y los atrevidos hormigueros tororois, con su estridente coro. Sin embargo, más llamativos que los gorjeos eran los colores.

Como una ráfaga carmesí, un tirano bermellón se abalanzó desde donde estaba posado y atrapó un mosquito. Una bandada de periquitos de color verde brillante se convirtió en centro de atención al chillar a un zopilote cabecirrojo que sobrevolaba la zona. Los brillantes trupiales, de tonos amarillos y negros, así como la mariposa del género Morpho, con su iridiscente azul, aportaban sus notas de color a la inolvidable escena.

Al recorrer el territorio, advertimos que la deslumbrante policromía de las aves y mariposas se plasmaba en la vestimenta y la artesanía de los ecuatorianos. Al rojo rubí del tirano, por ejemplo, correspondía el escarlata de las polleras (faldas) de las indígenas de Cañar; y daba la impresión de que los llamativos tapices de los indios otavalos capturaban todo el arco iris que ofrece el Ecuador.

Variedad climática

La línea ecuatorial y los Andes se aúnan para producir un clima variado en el Ecuador. En un radio de varios kilómetros, los que recorre el cóndor que pasa, el clima cambia del calor húmedo tropical del Amazonas a la nieve de las cumbres andinas.

Cierto día viajamos desde las estribaciones de los cerros cercanos al alto Amazonas hasta las elevadas montañas que rodean Quito. A medida que ascendíamos, observamos el cambio gradual de pluviselva tropical a selva nebulosa, y luego a páramo. El drástico cambio del panorama nos daba la impresión de haber viajado desde el África ecuatorial hasta las tierras altas de Escocia en unas pocas horas.

Muchos pueblos y ciudades están situados en valles rodeados por montañas que gozan de una eterna primavera. Sin embargo, las poblaciones de las alturas andinas pueden experimentar cualquiera de las estaciones del año de forma repentina, en ocasiones las cuatro el mismo día. Como lo expresó un viajero avezado, “lo más predecible del clima del Ecuador es su carácter impredecible”.

Los colibríes y el cóndor

La variedad de climas comporta una abundancia de fauna y flora. El Ecuador tiene más de mil quinientas especies de aves, lo que representa el doble que Estados Unidos y Canadá juntos, y una sexta parte de las especies conocidas del mundo. Todas ellas viven en un país más pequeño que Italia.

Sentimos predilección por los diminutos colibríes, que cuentan con unas ciento veinte especies en el Ecuador. La primera vez que los vimos fue muy de mañana, en los jardines de la ciudad, cuando estaban muy ocupados patrullando los arbustos en flor. Estas avecillas también se hallan presentes en la profundidad de la pluviselva amazónica e incluso en los empinados desfiladeros azotados por el viento de los Andes.

En el pueblo de Baños permanecimos una hora observando cierto colibrí (Colibri coruscans) que libaba entre las flores rojas de un hibisco. Mientras revoloteaba incansable de flor en flor, sorbiendo con destreza el preciado néctar, se fue aproximando sin apremio un competidor. Era un colibrí coludo negro, llamado así por su larga cola negra que lo asemeja a un cometa cuando recorre zumbando su territorio a fin de espantar a sus rivales. En vez de mantenerse en el aire, se posó en el tallo y perforó la flor por detrás para extraer el néctar.

No todas las aves ecuatorianas son tan diminutas. El majestuoso cóndor, la más grande de las rapaces, todavía sobrevuela los Andes, si bien en números muy reducidos. Aunque no dejamos de dirigir la vista a los elevados picos, con la esperanza de ver su inconfundible silueta, fue en vano. Igual de difícil es divisar en la Amazonia la arpía, el ave de presa más poderosa del mundo. Gran parte del día se queda posada, sin llamar la atención, sobre la rama de un enorme árbol de la tranquila pluviselva, esperando hallar desprevenido a un mono o un perezoso para abalanzarse sobre él.

Plantas con poder curativo

Muchas plantas del Ecuador son medicinales y a la vez decorativas. Cuando visitamos el Parque Nacional Podocarpus, ubicado en el sur de la república, el guía señaló a un arbolito con bayas rojas. “Es el árbol de la cascarilla”, dijo. Luego agregó: “Su corteza ha sido durante siglos la fuente de la quinina”. Hace doscientos años, en la cercana Loja, esta sustancia le salvó la vida a una dama española que se moría de paludismo. La fama del árbol, conocido por los incas desde hacía mucho tiempo, no tardó en extenderse por el mundo. Aunque este árbol parece insignificante a primera vista, el extracto de la corteza ha salvado muchas vidas.

La selva nebulosa donde medra también alberga muchos árboles añosos, cuyas retorcidas ramas se engalanan con espinosas bromelias, algunas de ellas con flores de brillantes tonos rojos. Estos apartados bosques acogen también al oso de anteojos, al ocelote y al puma, así como a incontables especies vegetales que los botánicos aún tratan de clasificar.

Los científicos estudian con detenimiento una diminuta rana del Ecuador (Epipedobates tricolor) con la esperanza de encontrar mejores calmantes. La piel de esta rana venenosa exuda un analgésico que, según se afirma, es doscientas veces más potente que la morfina.

En los Andes vimos algunas plantas que nos eran desconocidas. La puya, una bromeliácea que atrae a los colibríes, nos recuerda a una enorme escoba antigua, que aguarda a que la tomen para barrer el terreno circundante. Las hondonadas del desolado páramo resguardan bosques enanos de queñuas (en el Ecuador, quinuas), recios árboles que crecen a tanta altitud como los pinos del Himalaya. Estos frondosos árboles de solo dos o tres metros de alto, forman una espesura casi impenetrable que constituye un perfecto refugio para las aves y demás animales.

En la pluviselva del Amazonas, en cambio, los árboles son altos y exuberantes. Durante una visita a la estación biológica Jatun Sacha, estuvimos bajo uno de los gigantes del bosque, que superaba con creces los 30 metros de altura. De repente, un leve movimiento cerca de las enormes raíces que lo soportaban nos asustó. Entonces comprendimos que una de las grietas era el hogar de una familia de pequeños murciélagos. Este encuentro nos hizo recordar que el bosque depende de muchas relaciones simbióticas como esta. Los murciélagos, grandes distribuidores de semillas y polinizadores de las pluviselvas, son importantes aliados de los árboles, que les ofrecen protección.

Los mercados de las montañas

Alrededor del cuarenta por ciento de la población del Ecuador pertenece a tribus indígenas. En la mayoría de los valles andinos viven diferentes grupos étnicos, cada uno con su indumentaria distintiva. Con frecuencia veíamos a las indias subir por los pasos escarpados de las laderas, hilando lana de oveja mientras caminaban. Parecía que ninguna ladera era demasiado empinada como para no cultivarla. Observamos un maizal cuya inclinación era de por lo menos 45°.

Las ferias del Ecuador, como la de Otavalo, se han hecho famosas. Son centros donde los lugareños compran y venden animales y productos del campo, así como tejidos y otros tipos de artesanía. Dado que van a los mercados con sus trajes típicos, la ocasión es un espectáculo que atrae a muchos turistas. Los testigos de Jehová también aprovechan los días de mercado para dar a conocer el mensaje de la Biblia.

Entre los atractivos de la artesanía textil figuran la antigüedad de la técnica y la profusión de colores y motivos tradicionales. Los pueblos andinos tejían sus famosos ponchos mucho antes de la llegada de los españoles. Aunque han modernizado sus técnicas, los artesanos indígenas siguen elaborando hermosos artículos de punto y tapices.

Las montañas en medio de la neblina

Conducir a través de los Andes no es recomendable para quien se maree. Los serpenteantes caminos suben y bajan pegados a las laderas de los intrincados valles. El viajero intrépido recibe como recompensa un cambiante panorama que es sencillamente sobrecogedor.

La primera vez que ascendimos por carretera a los Andes, la neblina, compañera muy habitual, envolvía nuestro vehículo. A veces, cuando emergíamos de ella y podíamos ver, se extendía a la distancia un valle tras otro cubiertos por el blanco manto. Durante el viaje por la cordillera andina parecía que la neblina jugaba con nosotros. En cuestión de un minuto cubría el pueblo que acabábamos de dejar atrás. Minutos más tarde, la próxima aldea estaba bañada en un sol radiante.

A veces la neblina se arremolinaba hasta subir a la cúspide; otras, rodaba desde los picos de las montañas hacia abajo. Aunque en ocasiones era una lástima que ocultase una hermosa vista, también confería esplendor y misterio a los elevados picos que descollaban. Y, lo que es más importante, da vida a la selva nebulosa, pues le proporciona humedad.

La neblina se desvaneció la última mañana que estuvimos en el Ecuador. Durante varias horas tuvimos una vista magnífica del Cotopaxi, un cono casi perfecto cubierto de nieve. Este volcán activo, el más alto del mundo, se ha convertido en la atracción principal de un parque nacional. Cuando nos aproximábamos a la cima, quedamos estupefactos al ver un gran glaciar que descendía con lentitud por una de sus laderas superiores. A una altitud cercana a los 6.000 metros, logra superar el poder del sol ecuatorial.

Al día siguiente, cuando dejábamos el país para volver a casa, tuvimos nuestra última vista del Ecuador desde el avión. Con la temprana luz del amanecer vimos el Cayambe, otro volcán nevado, que emergía entre la neblina y refulgía como el oro bajo los rayos del sol. Este volcán, ubicado casi exactamente sobre la línea del ecuador, parecía un símbolo adecuado de despedida del fascinante país que habíamos visitado. Al igual que el Cayambe, el Ecuador se asienta majestuosamente sobre los dos hemisferios.—Colaboración.

[Ilustraciones de la página 25]

Paisaje andino, con el volcán Cotopaxi al fondo

Florista indígena

[Ilustraciones de la página 26]

1. Heliconia.

2. Barbudo tucán

[Reconocimiento]

Foto: Zoo de Baños

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir