Pronto acabará la pobreza
¿QUÉ quería indicar Jesús al decir: “Siempre tienen a los pobres con ustedes”? (Mateo 26:11.) ¿Que la miseria es eterna e irremediable?
Jesús sabía que mientras el hombre dominara al hombre habría indigencia, pues ninguno de sus sistemas políticos, sociales o económicos lograría erradicarla para siempre, como confirma la historia.
Aunque el ser humano ha ensayado durante miles de años de existencia todo tipo de modelos socioeconómicos, no ha eliminado las penurias. Pese a los avances en campos como la ciencia, la industria y la medicina, cada día hay más desheredados.
Jesús conocía bien las múltiples raíces de la pobreza, como el hambre, las sequías, las invasiones, la mala gestión política o económica, los abusos de los pudientes contra los desvalidos, los accidentes y las enfermedades, y la muerte de los maridos, que a veces deja en la ruina a viudas y huérfanos. Además, sabía que algunos hombres y sus familias se hallan en necesidad por culpa de vicios como la pereza, la borrachera, el juego y la droga.
Por consiguiente, cuando Jesús dijo: “Siempre tienen a los pobres con ustedes”, lo que indicó fue que no estaba en manos de ninguna institución de este mundo eliminar la miseria. Se refirió a que mientras dominara el ser humano habría desposeídos.
Pese a que las privaciones económicas son un problema muy antiguo, no hemos de pensar por ello que Jesús o su Padre celestial sean insensibles ante los menesterosos, ni deducir de las palabras de Jesús que nunca terminará su desdicha. Este hecho se desprende con claridad de lo que dice la Biblia al respecto.
La pobreza y la Ley mosaica
Tomemos como ejemplo la Ley divina otorgada mediante Moisés al antiguo Israel. Entre sus disposiciones estaba que cada familia israelita recibiese una heredad en Canaán (Deuteronomio 11:8-15; 19:14). La única excepción eran los levitas, que no obtuvieron campos porque, al dedicarse al ministerio en el templo, vivían de los diezmos de la producción del país (Números 18:20, 21, 24).
Además, las disposiciones patrimoniales de la Ley mantenían las fincas en manos de las familias o tribus titulares (Números 27:8-11). Las ventas de parcelas eran temporales, pues los terrenos acababan reintegrándose a las familias que los habían vendido.
Para quien se arruinaba, quizás por mala administración del terreno o por derroche, la Ley garantizaba el derecho a rebuscar en los campos, huertos y viñas ajenos (Levítico 23:22). Además, el israelita necesitado podía pedir préstamos sin intereses. Así pues, se encarecía la generosidad con los humildes (Éxodo 22:25).
Jesús se preocupó por los pobres
Al venir Jesús a la Tierra siglos después, siguió mostrando la misma dadivosidad que le había enseñado su Padre, Jehová. Veló por el bienestar de los indigentes. Tenía con sus discípulos un fondo común para asistir a los israelitas necesitados (Juan 12:5-8).
Tras la ejecución de Jesús, los cristianos imitaron su preocupación por los desheredados al brindarles ayuda, sobre todo a sus hermanos espirituales desamparados (Romanos 15:26). Hoy, los verdaderos cristianos se tratan con el mismo interés y amor.
Pero al tiempo que expresa compasión por los oprimidos, la Biblia censura a quien, por así decirlo, ‘está comiendo su propia carne’ por pereza (Eclesiastés 4:1, 5). Escribió el apóstol Pablo: “Si alguien no quiere trabajar, que tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10). Así mismo, los que dilapidan sus bienes en vicios como los estupefacientes, el tabaco y la adicción al alcohol pueden verse sumidos en la miseria. A consecuencia de sus malas acciones, ‘siegan lo que han sembrado’ (Gálatas 6:7).
Seguridad en la actualidad
Las Escrituras reflejan el vivo interés de Dios por la situación de quienes procuran hacer Su voluntad. Así lo indicó David en Salmo 37:25: “Un joven era yo, también he envejecido, y sin embargo no he visto a nadie justo dejado enteramente, ni a su prole buscando pan”. Aunque al hombre que ama la rectitud no se le prometen riquezas, Dios indica que se encargará de que tenga lo necesario para vivir, como confirma el versículo 28 del salmo: “Jehová es amador de la justicia, y no dejará a los que le son leales”.
En su interés por los desfavorecidos, Jesús no se limitó a darles ayuda material cuando estuvo en la Tierra, sino que les garantizó que, siempre que lucharan por hacer la voluntad divina, Dios cubriría sus necesidades básicas presentes y futuras. Dijo Jesús:
“Observen atentamente las aves del cielo, porque ellas no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; no obstante, su Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas? [...] También, en cuanto al asunto de [la] ropa, ¿por qué se inquietan? Aprendan una lección de los lirios del campo, cómo crecen; no se afanan, ni hilan; pero les digo que ni siquiera Salomón en toda su gloria se vistió como uno de estos. Pues bien, si Dios viste así a la vegetación del campo, que hoy está aquí y mañana se echa al horno, ¿no los vestirá a ustedes con mucha más razón, hombres de poca fe? Por eso, nunca se inquieten y digan: ‘¿Qué hemos de comer?’, o ‘¿qué hemos de beber?’, o ‘¿qué hemos de ponernos?’. [...] Pues su Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas.” (Mateo 6:26-32.)
Jesús concluyó exhortando a sus discípulos: “Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de Dios, y todas estas otras cosas les serán añadidas” (Mateo 6:33). ¡Cómo animan sus palabras a quien no tiene mucho, pero trata de hacer la voluntad divina! Observemos también que, según indicó Jesús, el Reino de Dios debe ser primordial en la vida de sus seguidores. Él sabía que se eliminaría la miseria única y exclusivamente cuando el Reino celestial de Dios asumiera el control absoluto del planeta.
No los tendremos siempre con nosotros
Así pues, Jesús nos dio una maravillosa esperanza para el porvenir. De modo que al decir: “Siempre tienen a los pobres con ustedes”, se refería al régimen actual, en el que domina el hombre, y no a la vida futura bajo el Reino celestial de Dios. Como predice la Biblia: “No siempre será olvidado el pobre, ni perecerá jamás la esperanza de los mansos” (Salmo 9:18). En el Reino de Dios, el Rey Jesucristo no consentirá que haya explotadores ni opresores.
El eje de la enseñanza de Jesús fue el Reino celestial de Dios (Mateo 4:17), gracias al cual la Tierra reflejará las condiciones del cielo. Por ello enseñó a sus seguidores a pedir a Dios: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra” (Mateo 6:10).
¿Cómo se logrará lo anterior? El designio de Dios es borrar de la Tierra la administración humana y sustituirla por la de su Reino celestial. Dice la profecía de Daniel 2:44: “En los días de aquellos reyes [que dominan hoy,] el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo [pues no habrá más gobiernos humanos]. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos [de la actualidad], y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos”.
Tras esto, en el nuevo mundo gobernado por el Reino de Dios se transformará la Tierra en un paraíso de abundancia, exento de pobreza. Fijémonos en varias profecías bíblicas relativas a las condiciones que imperarán entonces:
“Jehová de los ejércitos ciertamente hará para todos los pueblos [...] un banquete de vino mantenido sobre las heces, de platos con mucho aceite, llenos de médula.” (Isaías 25:6.) “Llegará a haber abundancia de grano en la tierra; en la cima de las montañas habrá sobreabundancia.” (Salmo 72:16.) “Lluvias fuertes de bendición resultará haber. Y el árbol del campo tendrá que dar su fruto, y la tierra misma dará su producto, y realmente resultarán estar en su suelo en seguridad.” (Ezequiel 34:26, 27.) “La tierra misma ciertamente dará su producto; Dios, nuestro Dios, nos bendecirá.” (Salmo 67:6.) “El desierto y la región árida se alborozarán, y la llanura desértica estará gozosa, y florecerá como el azafrán.” (Isaías 35:1.)
Además, Miqueas 4:4 promete: “Realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar”. Todos poseerán un hogar: “Ciertamente edificarán casas, y las ocuparán [...] No edificarán y otro lo ocupará” (Isaías 65:21, 22). No es de extrañar que Jesús hiciera esta promesa a cada persona que creyese en sus doctrinas: “Estarás conmigo en el Paraíso” (Lucas 23:43).
Así pues, la Palabra inspirada de Dios enseña con claridad la eliminación definitiva de la miseria, lo que está cada vez más cerca, pues de acuerdo con las profecías bíblicas, el mundo actual se halla en los “últimos días”, en “tiempos críticos, difíciles de manejar” (2 Timoteo 3:1-5, 13). Pronto se borrará para siempre el sistema de cosas actual y se acabará con las carencias materiales, pero no por la intervención del hombre, sino la de Dios. El Rey Jesucristo “librará al pobre que clama por ayuda, también al afligido y a cualquiera que no tiene ayudador. Le tendrá lástima al de condición humilde y al pobre, y las almas de los pobres salvará” (Salmo 72:12, 13).
[Ilustración de las páginas 8 y 9]
En el nuevo mundo de Dios todos tendrán buenas casas y comida en abundancia
[Ilustraciones de la página 10]
En el nuevo mundo no habrá niños hambrientos