Se salvaron de un diluvio
De nuestro corresponsal en Suiza
EN OCTUBRE del año 2000 se escucharon noticias de inundaciones ocurridas en varios puntos del planeta. Las lluvias torrenciales saturaron las laderas y provocaron deslizamientos que arrastraron toda clase de escombros e incluso árboles enteros.
El cantón de Valais, en el sur de Suiza, fue una de las zonas damnificadas. La región está dividida longitudinalmente por el Ródano, río que fluye desde el glaciar que lleva el mismo nombre —ubicado en los Alpes Centrales— hasta el lago de Ginebra, a unos 170 kilómetros hacia el oeste. La escorrentía que baja de las cordilleras que flanquean dicho río forma los numerosos arroyos de diversos tamaños que en él desembocan. Las aguas de la cuenca del Ródano suelen descender con normalidad, pero cuando llueve en exceso, sobreviene el desastre.
Eso fue precisamente lo que sucedió en Gondo —aldea de montaña de 150 habitantes situada en la frontera con Italia— cuando una avalancha de lodo y piedras arrasó gran parte de la población. Al poco tiempo, otras zonas del cantón de Valais fueron anegadas por las fuertes lluvias. Las carreteras y las líneas férreas quedaron bloqueadas, y las casas empezaron a llenarse de lodo y piedras. En ciertos lugares, el fango tenía cuatro metros de espesor. Una mujer vio avanzar directamente hacia su pueblo una avalancha de lodo de 30 metros de altura que arrastraba enormes rocas y árboles enhiestos.
Markus y su esposa, Tabitha, residían en Mörel cuando ocurrió el desastre. “Poco después de las seis de la mañana nos despertó el sonido sordo de un golpe y un temblor —recuerda Markus—. Salí con una linterna a ver qué ocurría y me quedé estupefacto. Grandes rocas habían destrozado varias casas y puentes, y un automóvil había chocado contra la vivienda de un vecino. Más abajo encontré a un matrimonio atrapado en su casa, a quienes ayudé a salir por una ventana. Cuando regresé a nuestro hogar, Tabitha y yo tuvimos el tiempo justo para recoger algunas pertenencias y marcharnos.”
Markus y Tabitha, que son testigos de Jehová, hallaron refugio con unos compañeros de fe fuera de la zona de peligro. “Aunque sobrevivimos —dice Markus—, mi esposa estuvo varios días traumatizada.” ¿Qué la ayudó a soportar la terrible experiencia? “La compañía y el apoyo de nuestros hermanos cristianos —contesta Tabitha—, así como el interés de muchos de nuestros vecinos.”
Lo sucedido le recordó a esta pareja las palabras de Proverbios 18:24: “Existe un amigo más apegado que un hermano”. ¡Qué valiosos son tales amigos cuando azota la calamidad!
[Mapa de la página 20]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Zona de la catástrofe
Gondo
[Ilustración de la página 20]
Markus y Tabitha
[Reconocimiento de la página 20]
Por gentileza de www.crealp.ch