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ad págs. 27-28

ACAB

(“Hermano del Padre”).

Hijo de Omrí y rey del reino norteño de Israel. Gobernó en Samaria durante veintidós años, desde 940 hasta 919 a. E.C., y fue sucedido por su hijo Ocozías. (1 Rey. 16:28, 29; 22:40, 51.)

TOLERA LA ADORACIÓN FALSA

Acab tiene uno de los peores registros en lo que respecta a la adoración verdadera. No solo toleró que se siguiera con la forma corrompida de adoración a Jehová por medio de los becerros de oro que Jeroboán había mandado hacer, sino que además permitió que la adoración de Baal infectara a Israel a una escala sin precedentes como consecuencia de su matrimonio con Jezabel, la hija de Etbaal, rey de Sidón. Citando al historiador Menandro de la antigüedad, Josefo se refiere a Etbaal como Itobalo, y dice que fue sacerdote de Astarté antes de ascender al trono, lo cual consiguió asesinando al rey. (Contra Apión, Libro I, sec. 18.) Acab permitió que su esposa pagana Jezabel lo indujera a adorar a Baal, a construir un templo a Baal y a erigir un poste sagrado en honor a Astoret (Astarté). (1 Rey. 16:30-33.) En poco tiempo ya había cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y cuatrocientos profetas del poste sagrado, todos los cuales comían de la mesa real de Jezabel. (1 Rey. 18:19.) Mataron a espada a los profetas verdaderos de Jehová, pero gracias a la acción de Abdías, hombre de fe que llevaba los asuntos de la casa de Acab, se preservó la vida de cien de ellos, pues los escondió en cuevas donde subsistieron a base de pan y agua. (1 Rey. 18:3, 4, 13; 19:10.)

Por haberse vuelto a la adoración de Baal, Elías le informó a Acab que vendría una severa sequía, la cual, según Lucas 4:25 y Santiago 5:17, duró tres años y seis meses. (1 Rey. 17:1; 18:1.) Únicamente volverían las lluvias ‘por orden de la palabra’ de Elías y, a pesar de que Acab lo buscó en todas las naciones y reinos circundantes, Elías se mantuvo fuera de su alcance hasta el tiempo debido. (1 Rey. 17:8, 9; 18:2, 10.) Entonces Acab trató de culpar a Elías por la sequía y el hambre, acusación que Elías refutó, mostrando que la verdadera causa era la adoración de Baal que Acab patrocinaba. Una prueba que se llevó a cabo en la cima del monte Carmelo demostró que Baal era una nulidad, y puso de manifiesto que Jehová era el Dios verdadero. Los profetas de Baal fueron muertos por mandato de Elías y poco después cayó un aguacero que puso fin a la sequía. (1 Rey. 18:17-46.) Acab regresó a Jezreel, donde estaba su esposa, y le informó de las actividades de Elías contra la adoración de Baal. Jezabel reaccionó profiriendo una violenta amenaza contra Elías, lo que resultó en que él huyera al monte Horeb. (1 Rey. 19:1-8.)

CONSTRUCCIÓN DE LA CAPITAL Y VICTORIAS SOBRE SIRIA

Se cree que entre las obras de construcción de Acab estuvo el terminar las fortificaciones de la ciudad de Samaria que, según las excavaciones arqueológicas, consistían en tres muros inmensamente fuertes y muy bien construidos. También se descubrió una plataforma palaciega que medía unos noventa y seis metros de norte a sur, en cuyas paredes hay evidencias de haber estado revestidas de mármol blanco. Se encontraron numerosos paneles de marfil para decorar muebles y paredes, lo cual quizás guarda una relación con “la casa de marfil” de Acab que se menciona en 1 Reyes 22:39. (Compárese con Amós 3:15; 6:4.) Pero la riqueza de la ciudad y su fortaleza fueron pronto puestas a prueba: el rey sirio Ben-hadad, a la cabeza de una coalición de treinta y dos reyes, sitió Samaria. Aunque en un principio Acab asintió sumisamente a las demandas de su agresor, luego dejó de someterse para impedir lo que hubiera significado el saqueo completo de su palacio. Las negociaciones de paz fracasaron y Acab, por dirección divina, empleó una estratagema de batalla que tomó al enemigo desprevenido; hubo una gran matanza, pero Ben-hadad logró escapar. (1 Rey. 20:1-21.)

Convencido de que Jehová era solamente un “Dios de montañas”, Ben-hadad regresó al año siguiente con una fuerza militar igualmente numerosa, pero se formó para la batalla en Afeq, en el valle de Esdrelón, en vez de avanzar hacia la región montañosa de Samaria. Afeq estaba cerca de Jezreel, el lugar de residencia preferido de Acab y donde también tenía un palacio. (1 Rey. 21:1.) Las fuerzas israelitas avanzaron hacia el lugar de la batalla, pero parecían como “dos rebañuelos de cabras” en comparación con el imponente campamento sirio. Jehová prometió que demostraría que su poder no estaba controlado por condicionamientos geográficos. Con esta garantía las fuerzas de Acab infligieron una aplastante derrota al enemigo. (1 Rey. 20:26-30.) No obstante, de manera muy similar a como actuó el rey Saúl con Agag el amalequita, Acab perdonó la vida a Ben-hadad y celebró un pacto con él mediante el cual las ciudades capturadas serían devueltas a Israel y Acab podría asignarse ciertas calles en Damasco, probablemente para establecer en ellas bazares o mercados con el fin de fomentar su comercio en la capital siria. (1 Rey. 20:31-34.) Al igual que en el caso de Saúl, Jehová condenó a Acab por ello y predijo calamidad futura para él y su pueblo. (1 Rey. 20:35-43.)

ASESINATO DE NABOT Y SUS CONSECUENCIAS

Durante un intervalo de paz de tres años, Acab se interesó en adquirir la viña de Nabot de Jezreel, una porción de tierra que Acab deseaba mucho debido a que lindaba con los terrenos del palacio donde residía. Cuando Nabot rehusó acceder a esta petición sobre la base de la ley de Dios concerniente a la inviolabilidad de las posesiones hereditarias, Acab, malhumorado, se retiró a su casa y se echó en su lecho de cara a la pared, rehusando comer. Al enterarse de la causa de su abatimiento, la pagana Jezabel planeó el asesinato de Nabot so pretexto de someterlo a un juicio por blasfemia, usando para ello cartas escritas en nombre de Acab. Cuando Acab fue a tomar posesión de la codiciada porción de terreno, Elías se encontró con él allí y lo denunció con severidad diciéndole que era un asesino y que se había vendido para hacer lo malo ante el apremio constante de su pagana esposa. Así como los perros habían lamido la sangre de Nabot, del mismo modo lamerían la de Acab, y Jezabel misma y los descendientes de Acab serían comidos por los perros y las aves de rapiña. Estas palabras afectaron mucho a Acab, quien, sintiendo profundo pesar, ayunó vestido de saco, ora sentándose, ora andando desalentadamente. Sobre esta base se le extendió una medida de misericordia con relación al tiempo en que le acaecería dicha calamidad a su casa. (1 Rey. 21:1-29.)

Las relaciones de Acab con Judá, al sur, se fortalecieron mediante una alianza matrimonial entre la hija de Acab, Atalía, y Jehoram, el hijo del rey Jehosafat. (1 Rey. 22:44; 2 Rey. 8:18, 26; 2 Cró. 18:1.) En una visita de cortesía que Jehosafat efectuó a Samaria, Acab le indujo a apoyarle para reconquistar Ramot-galaad a los sirios, quienes, al parecer, no habían cumplido totalmente con los términos del pacto que Ben-hadad había hecho. En tanto que un grupo de profetas falsos aseguraban a coro el éxito, a instancias de Jehosafat fue llamado el profeta Micaya, odiado por Acab, y predijo calamidad sin paliativos. Acab ordenó testarudamente que le arrestaran y procedió al ataque, pero, aunque tuvo la precaución de disfrazarse, fue herido por un arquero sirio de modo que gradualmente murió. Su cuerpo fue llevado a Samaria para ser enterrado y cuando “empezaron a lavar el carro de guerra junto al estanque de Samaria, [...] los perros se pusieron a lamer su sangre”. Las excavaciones hechas en el lado norte del espacioso patio del palacio en Samaria pusieron al descubierto una gran cuenca artificial que bien pudo haber sido el lugar donde se cumplió la profecía. (1 Rey. 22:1-38.)

INSCRIPCIONES MOABITAS Y ASIRIAS

Durante el reinado de Acab se hace mención de la reconstrucción de Jericó, posiblemente como parte de un programa para fortalecer el control de Israel sobre Moab. (1 Rey. 16:34; compárese con 2 Crónicas 28:15.) La Piedra Moabita del rey Mesá de Moab habla de la dominación que ejercieron sobre Moab el rey Omrí y su hijo (Acab).

Las inscripciones asirias que describen la batalla librada entre Salmanasar III y una coalición de doce reyes en Qarqar mencionan el nombre de A-ha-ab-bu como miembro de la coalición. La mayoría de los doctos consideran que ese nombre se refiere al rey Acab de Israel, aunque tal identificación es cuestionable, como se muestra en el artículo SALMANASAR.

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