ANIMALES
Jehová Dios hizo a todos los animales, cada familia genérica con progenitores originalmente creados, pues el registro bíblico afirma que Dios hizo a cada uno “según su género”. (Gén. 1:25.) En este artículo se va a tratar particularmente de los animales terrestres.
En vista de que Dios le concedió al hombre perfecto el dominio o mayordomía sobre las diversas criaturas de la Tierra, era muy apropiado que Adán tuviera el privilegio de dar nombre a estas criaturas. (Gén. 1:26; 2:19, 20.) Por este dominio sobre los animales el hombre siempre tendría que dar cuenta a Dios. (Luc. 12:48.)
Los animales fueron creados de tal modo que tuvieran temor y terror del hombre como alguien superior. (Gén. 9:2, 3.) Según los naturalistas, las criaturas salvajes, tales como el leopardo y la cobra real, normalmente prefieren retirarse de la presencia del hombre, aunque atacan cuando son provocadas, heridas, acorraladas o cogidas por sorpresa. También existe la opinión de que, por ejemplo, los tigres “devoradores de hombres” se han visto obligados a ello por diversas circunstancias, como: vejez o heridas serias que limitan de modo importante sus posibilidades de conseguir su caza normal, y la disminución de esta por las cacerías del hombre.
Ya antes del Diluvio el hombre mataba animales para hacerse ropa y ofrecer sacrificios. (Gén. 3:21; 4:4.) Sin embargo, no fue sino hasta después del Diluvio que Noé y su familia recibieron permiso de Jehová para incluir la carne en su alimentación, aunque se les estipuló que debían desangrarla. (Gén. 9:3, 4.) Esta concesión hizo permisible matar animales para alimento, no obstante, no se dio autorización para la matanza innecesaria por la mera emoción de cazar o afán de ostentación, como evidentemente fue el caso de Nemrod, “poderoso cazador en oposición a Jehová”. (Gén. 10:9.)
Se ha dicho que la presencia de animales en islas remotas tales como Australia y Nueva Zelanda es una indicación de que no perecieron en el Diluvio todos los animales terrestres que se quedaron fuera del arca. Sin embargo, los hallazgos de los oceanógrafos indican que hay base para creer que en un tiempo había cordilleras de tierra seca que conectaban lo que ahora son zonas de tierra aisladas. Por ejemplo, los estudios oceanográficos sobre los que informó el Dr. René Malaise cuentan de hallazgos que indican que la dorsal media del Atlántico, la cual cruza longitudinalmente ese océano, antiguamente afloraba por encima de su superficie, como posiblemente lo harían también otras cordilleras. De modo que los animales pudieron haber emigrado por estas cordilleras antes de que se sumergieran en el océano. Otros estudios oceanográficos han hallado indicaciones de que en un tiempo existió un enorme continente en el Pacífico Sur que abarcaba Australia y muchas de las islas de Oceanía. En tal caso, los animales no habrían tenido ninguna dificultad en emigrar a estas tierras.
ANIMALES LIMPIOS E INMUNDOS
En las instrucciones que Dios le dio a Noé se observa una diferenciación entre los animales que tenía que introducir en el arca: siete ejemplares de cada bestia limpia y dos de cada bestia inmunda. (Gén. 7:2, 3, 8, 9.) Puesto que todavía no se había autorizado el comer carne, esta diferencia entre lo limpio y lo inmundo probablemente estaba en función de lo que era aceptable a Jehová como sacrificio. Por lo tanto, al salir del arca, Noé supo qué criaturas eran limpias y apropiadas para ofrecer sobre el altar. (Gén. 8:20.) Cuando Dios les autorizó a incluir carne en su dieta, no existía ninguna restricción con respecto a la clase de animales que Noé y su familia podían comer, pues Jehová dijo: “Todo animal moviente que está vivo puede servirles de alimento”. (Gén. 9:3.)
Posteriormente, la ley que Dios dio a los israelitas introdujo una nueva diferenciación al especificar que ciertos animales eran apropiados para comer mientras que otros eran inmundos y prohibidos. La Ley especificaba: “Toda criatura que tiene pezuña partida y hendidura formada en las pezuñas y que rumia entre las bestias, eso es lo que podrán comer”. (Lev. 11:3.) Y también: “No debes comer cosa detestable de clase alguna. Esta es la clase de bestia que ustedes podrán comer: el toro, la oveja y la cabra, el ciervo y gacela y corzo y cabra montés y antílope y oveja salvaje y gamuza; y toda bestia de pezuña partida y que tiene formados con la hendidura dos pesuños, que rumia entre las bestias”. (Deu. 14:3-6.)
Los que estuvieran bajo el pacto de la Ley no podían comer animales que no tuvieran las dos características antes mencionadas. Entre los animales prohibidos estaban: el damán, la liebre, el cerdo y el camello. También estaban prohibidas las criaturas ‘que andan sobre sus garras’, descripción que indudablemente abarcaba a animales como el león, el oso y el lobo. (Lev. 11:4-8, 26, 27; Deu. 14:7, 8.)
Estas limitaciones alimentarias solo aplicaban a los que estuvieran bajo la ley mosaica, pues la declaración registrada en Levítico 11:8 dice: “Son inmundos para ustedes”, es decir, para los israelitas. Con la derogación de la Ley sobre la base de la muerte sacrificatoria de Cristo Jesús se canceló la prohibición, y una vez más los humanos podían considerarse bajo la misma provisión amplia anunciada después del Diluvio. (Col. 2:13-17; Gén. 9:3, 4.)
Dado que la restricción con respecto a los alimentos inmundos fue abolida junto con el resto de la Ley, puede preguntarse por qué Pedro, unos tres años y medio más tarde, no había comido todavía ninguna criatura “inmunda”. (Hech. 10:10-15.) Debe recordarse que la derogación de la Ley resultó en grandes cambios en el modo de vivir de los seguidores de Cristo, y lógicamente les tomó algún tiempo comprender el alcance de esos cambios.
USO SIMBÓLICO
Los escritores de la Biblia hacen referencia a los rasgos distintivos de los animales para simbolizar diversas cualidades y también gobiernos. Las características animales pueden representar cualidades excelentes, tanto divinas como humanas. (Eze. 1:10, 11; Rev. 4:6, 7.) También se utiliza a algunos animales para representar a potencias gobernantes salvajes y bestiales que oprimen y aplastan a los pueblos. (Dan. 7:2-7; 8:5-8, 20, 21; Rev. 13:1-17.)
USO APROPIADO Y PUNTO DE VISTA EQUILIBRADO DE LA CREACIÓN ANIMAL
Con relación a la adoración bajo la ley mosaica, las reses vacunas, las ovejas y las cabras estaban entre las criaturas aceptables para los sacrificios. Tales animales debían estar sanos, y no era admisible ningún animal castrado. (Lev. 22:23-25.) Estaba prohibido usar sangre animal para alimento o para cualquier otro propósito que no fuera el de presentarla en sacrificio. (Lev. 17:13, 14.) También estaba estrictamente prohibido adorar a cualquier representación de un animal o de otra cosa creada. (Éxo. 20:4, 5.)
La Biblia dice que se debe tratar a las criaturas inferiores de manera justa y misericordiosa. Jehová habla de sí mismo como el que provee amorosamente las cosas necesarias para la vida y el bienestar de estas criaturas. (Pro. 12:10; Sal. 145:15, 16.) La ley mosaica exigía que se cuidara apropiadamente a los animales domésticos. Si alguien encontraba un animal doméstico extraviado, debía devolverlo sano y salvo a su dueño; si estaba siendo aplastado bajo una carga, lo tenía que liberar. (Éxo. 23:4, 5.) Había que tener consideración al hacerlos trabajar. (Deu. 22:10; 25:4.) Al igual que el hombre, los animales domésticos debían beneficiarse de los descansos sabáticos. (Éxo. 20:10; 23:12; Deu. 5:14.) Sin embargo, los animales que eran peligrosos debían ser controlados o muertos. (Gén. 9:5; Éxo. 21:28, 29.) Otro estatuto era: “No debes aparear tus animales domésticos de dos tipos para producir híbridos”. (Lev. 19:19.)
Los hombres temerosos de Dios consideran los animales como parte de la generosa provisión de Dios para el bienestar humano. Los animales han servido al hombre como portadores de carga, como fuente de alimento y vestido, como agentes de saneamiento y como ayudantes en los indispensables trabajos de arar y cosechar. Su variedad de forma y color ha sido un deleite para la vista; sus hábitos e instintos han suministrado, y todavía suministran, un extenso campo para la investigación de las maravillas del poder creativo de Dios. Aunque los animales mueren del mismo modo que los hombres, no comparten la esperanza de la resurrección. (2 Ped. 2:12; véanse los respectivos animales según sus nombres; véanse también BESTIAS SIMBÓLICAS; INSECTOS; PÁJAROS; PECES.)