ASCENSIÓN
La ascensión de Jesucristo al cielo fue un acontecimiento de máxima importancia de cuantos ocurrieron después de su resurrección.
Según Hechos 1:3-9, su ascensión aconteció cuarenta días después de su resurrección. Por consiguiente, transcurrió un lapso de tiempo entre los hechos citados en Lucas 24:1-49, acaecidos el día de la resurrección de Jesús, y su ascensión, según se describe en el versículo 51 de ese mismo capítulo. También ha de mencionarse que las palabras “comenzó a ser llevado arriba al cielo”, que aparecen en ese versículo, no se incluyen en algunos manuscritos antiguos y, por lo tanto, se han puesto entre corchetes en algunas traducciones modernas. (GR, SA, ed. 1975.) No obstante, sí aparecen en el Manuscrito Alejandrino y en el Manuscrito Vaticano Núm. 1209, así como en otros manuscritos antiguos.
El escenario de la ascensión de Jesús fue el monte de los Olivos (Hech. 1:9, 12), cerca de Betania (Luc. 24:50), localidad emplazada en la ladera oriental del mencionado monte. Solo un grupo limitado, sus apóstoles fieles, fueron testigos de la ascensión. (Hech. 1:2, 11-13.) El registro declara que “estando ellos mirando, fue elevado, y una nube se lo llevó” de su vista. Ellos continuaron mirando a lo alto hasta que los ángeles les advirtieron: “Este Jesús que fue recibido de entre ustedes arriba al cielo, vendrá así de la misma manera como lo han contemplado irse al cielo”. (Hech. 1:9-11.)
Parece ser que la ascensión se efectuó de manera tal que capacitaría a los apóstoles para servir de testigos de ese hecho, así como lo eran de la resurrección de Jesús. (Hech. 1:3.) En consecuencia, él no ‘desapareció’ simplemente de delante de ellos como lo había hecho antes de delante de los dos discípulos en Emaús, ni como lo había hecho el ángel que se apareció a Gedeón y que “desapareció de su vista”. (Luc. 24:31; Jue. 6:21, 22) En cierto modo, su ascensión se asemejó más a la del ángel que se apareció a Manóah y a su esposa, el cual hizo que ellos prepararan un sacrificio y “al ascender la llama de sobre el altar hacia el cielo, entonces el ángel de Jehová ascendió en la llama del altar mientras Manóah y su esposa estaban mirando”. (Jue. 13:20, 21.)
EFECTO EN LOS DISCÍPULOS
Hasta el día de la ascensión de Jesús los discípulos todavía pensaban en términos de un reino terrestre gobernado por él, como se desprende de su declaración en Hechos 1:6. Al iniciar su ascensión de manera visible y al permitir que sus discípulos fueran testigos de la parte inicial de esta, Jesús hizo obvio para ellos que su reino era celestial y que, a diferencia de David, que “no ascendió a los cielos”, la posición de Jesús desde entonces en adelante estaría a “la diestra de Dios”, como Pedro denodadamente testificó en el día del Pentecostés. (Hech. 2:32-36.)
Asimismo, dicha acción les haría recordar y comprender muchas de las declaraciones previas de Jesús que aludían a tal posición celestial. Él había escandalizado a algunos al decir: “¿Qué hay, pues, si contemplaran al Hijo del hombre ascender a donde estaba antes?” (Juan 6:62); igualmente había dicho a los judíos: “Ustedes son de las regiones de abajo; yo soy de las regiones de arriba”. (Juan 8:23.) En la noche de su postrera reunión con sus apóstoles, les dijo que ‘proseguía su camino al Padre para prepararles un lugar’ (Juan 14:2, 28); de igual manera, al orar en medio de ellos en su última noche de vida como humano, informó a su Padre que había ‘terminado la obra sobre la tierra’ que le había sido asignada, y oró para ser glorificado “al lado de ti mismo con la gloria que tenía al lado de ti antes que el mundo fuera”, diciendo además: “Yo voy a ti”. (Juan 17:4, 5, 11.) Al ser arrestado, dio una indicación similar ante el Sanedrín. (Mat. 26:64.) Después de su resurrección, dijo a María Magdalena: “Deja de colgarte de mí. Porque todavía no he ascendido al Padre. Pero ponte en camino a mis hermanos y diles: ‘Asciendo a mi Padre y Padre de ustedes y a mi Dios y Dios de ustedes’”. (Juan 20:17.) No obstante, a pesar de todo ello, es evidente que los apóstoles no llegaron a entender claramente el significado de estas declaraciones hasta el momento de la ascensión. Más tarde, Esteban tuvo una visión de Jesús a la diestra de Dios (Hech. 7:55, 56), y Pablo experimentó el efecto de la gloria celestial de Jesús. (Hech. 9:3-5.)
INAUGURACIÓN NO FÍSICA DE UN “CAMINO NUEVO Y VIVO”
Si bien Jesús inició su ascenso en forma física para hacer posible que le vieran sus apóstoles, no hay base para concluir que él siguió reteniendo una forma material después que la nube se interpuso. El apóstol Pedro declara que Jesús murió en la carne pero que fue resucitado “en el espíritu”. (1 Ped. 3:18.) Pablo declara la siguiente regla: “Carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios”. (1 Cor. 15:50; compárese también la declaración de Jesús en Juan 12:23 y 24 con 1 Corintios 15:35-45.) Pablo asemeja la ascensión de Jesús ante la presencia de Dios en los cielos a la entrada del sumo sacerdote en el compartimiento Santísimo del tabernáculo en el Día de Expiación, y especifica que en tal ocasión el sumo sacerdote llevaba solamente la sangre (no la carne) de las víctimas sacrificadas. (Heb. 9:7, 11, 12, 24-26.) Pablo entonces compara la cortina —que separaba el primer compartimiento del siguiente, el Santísimo— con la carne de Cristo. El sumo sacerdote, al entrar en el Santísimo ante la presencia típica de Dios, no llevaba la cortina consigo, sino que pasaba a través de esa barrera de manera que esta quedaba detrás de él. Así, Pablo declara que “tenemos denuedo respecto al camino de entrada al lugar santo por la sangre de Jesús, el cual él nos inauguró como camino nuevo y vivo a través de la cortina, es decir, su carne”. (Heb. 9:3, 24; 10:10, 19, 20; compárese con Juan 6:51; Hebreos 6:19, 20.)
EXACTITUD DE LA EXPRESIÓN
Algunos objetan en cuanto al relato de la ascensión, diciendo que transmite el concepto primitivo de que el cielo está “arriba” de la Tierra, lo que manifestaría ignorancia en cuanto a la estructura del universo y la rotación de la Tierra. No obstante, para satisfacer a tales críticos se requeriría, de hecho, la eliminación en el lenguaje humano de las palabras “arriba”, “encima”, etc. Aun en esta “era del espacio” todavía leemos, por ejemplo, que los astronautas que están en órbita alrededor de la Tierra han “ascendido a 739 millas náuticas [1.370 Km.]” por encima de la Tierra (Times de Nueva York, 16 de septiembre de 1966), cuando en realidad sabemos que, técnicamente, “se separaron o alejaron” de la superficie de la Tierra esa distancia. Es interesante notar que el informe de la delegación angelical que anunció a coro el nacimiento de Jesús declaró que, una vez que hubieron completado su misión, ‘los ángeles [...] partieron de ellos al cielo’. (Luc. 2:15; compárese con Hechos 12:10.) De manera que, si bien la ascensión de Jesús comenzó con un movimiento ascendente con relación a la ubicación terrestre de sus discípulos, posteriormente pudo haber tomado cualquier dirección que se requiriera para llevarle ante la presencia de su Padre celestial. Fue una ascensión no solo en sentido direccional sino, lo que es más importante, en lo que respecta a la esfera de actividad y al nivel de su existencia, a partir de entonces en la región espiritual y ante la elevada presencia del Dios Altísimo, un dominio que no se rige por el sentido de dirección y dimensión humanos. (Compárese con Hebreos 2:7, 9.)
POR QUÉ FUE ESENCIAL
La ascensión de Jesús al reino celestial fue esencial por diversas razones o propósitos. Él había declarado que le era necesario ‘seguir su camino’ para que pudiera enviar el espíritu santo de Dios como ayudante para sus discípulos. (Juan 16:7-14.) El derramamiento de ese espíritu por Jesús en el día de Pentecostés fue para los discípulos una demostración evidente de que Jesús había alcanzado la presencia de Dios y había presentado ante Él su sacrificio de rescate. (Hech. 2:33, 38.) Esta presentación del valor de su sangre también hizo que tal ascensión fuera vital, porque dicha presentación no habría de hacerse sobre la Tierra en el Santísimo del templo de Jerusalén, sino únicamente en “el cielo mismo, [...] delante de la persona de Dios”. (Heb. 9:24.) De igual manera, fue necesaria debido a que Jesús fue asignado y glorificado como el “gran sumo sacerdote que ha pasado por los cielos”. (Heb. 4:14; 5:1-6.) Pablo explica que “si estuviera sobre la tierra, no sería sacerdote”, pero que, habiéndose “sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos”, Jesús ahora “ha obtenido un servicio público más admirable, de modo que también es mediador de un pacto correspondientemente mejor”. (Heb. 8:1-6.) Debido a esto, los cristianos, al estar sujetos al pecado heredado, se sienten consolados al saber que “tenemos un ayudante para con el Padre, a Jesucristo, uno que es justo”. (1 Juan 2:1; Rom. 8:34; Heb. 7:25.)
Finalmente, la ascensión fue necesaria para que Jesús administrara el reino del cual llegó a ser heredero, con “ángeles y autoridades y poderes [...] sujetados a él”. (1 Ped. 3:22; Fili. 2:6-11; 1 Cor. 15:25; Heb. 10:12, 13; compárese con Daniel 7:14.) Habiendo “vencido al mundo” (Juan 16:33), Jesús participó en el cumplimiento de la profecía registrada en el Salmo 68:18 al ‘ascender a lo alto y llevarse cautivos’, profecía cuyo significado Pablo explica en Efesios 4:8-12.