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Ayuda para entender la Biblia
ad págs. 178-181

BABILONIA

(“Confusión”).

l. Nombre que posteriormente se le dio a Babel. Esta famosa ciudad estaba situada a lo largo del río Éufrates, en la llanura de Sinar, que luego fue llamada también Babilonia, a aproximadamente 870 Km. al E. de Jerusalén y a unos 80 Km. al S. de la moderna Bagdad. (Véase NÚM. 2.)

Nemrod, que vivió a finales del tercer milenio antes de la era común, fundó Babilonia como la capital del primer imperio político de la humanidad. Sin embargo, la construcción de esta ciudad se detuvo al confundirse el lenguaje. (Gén. 11:9.) Posteriores generaciones se fueron sucediendo en la construcción de la ciudad. Hammurabi agrandó y reforzó la ciudad, convirtiéndola en la capital del imperio babilonio semita.

Durante la hegemonía de la potencia mundial asiria, Babilonia figuró en diversas luchas y revueltas. Luego, con la decadencia de este segundo imperio mundial, el caldeo Nabopolasar fundó una nueva dinastía en Babilonia, alrededor de 645 a. E.C. Su hijo, Nabucodonosor II, quien completó la restauración y condujo la ciudad a su máxima gloria, se jactó así: “¿No es esta Babilonia la Grande, la cual yo mismo he construido?”. (Dan. 4:30.) La ciudad continuó con este esplendor como la capital de la tercera potencia mundial bajo los reinados sucesivos de Evil-merodac (Awel-Marduk), hijo de Nabucodonosor, de Neriglisar, su yerno, de Labashi-Marduk, hijo de Neriglisar, y finalmente de Nabonido, otro yerno de Nabucodonosor. Belsasar, hijo de Nabonido, reinó como corregente con su padre hasta la misma noche del 5 al 6 de octubre de 539 a. E.C. (calendario gregoriano), cuando Babilonia cayó ante las fuerzas invasoras de medos, persas y elamitas bajo el mando de Ciro el Grande.

Aquella noche decisiva Belsasar celebró en Babilonia un banquete para mil de sus grandes. Nabonido no estaba allí para ver la portentosa escritura que apareció sobre la pared: “MENÉ, MENÉ, TEQUEL y PARSÍN”. (Dan. 5:5-28.) Los registros históricos relatan los sucesos de aquel entonces. Tras una derrota anterior sufrida a manos de los persas, Nabonido se había refugiado en la ciudad de Borsippa, al SO. Aquella noche, del 5 al 6 de octubre, el ejército de Ciro no estaba durmiendo en su campamento, alrededor de los inexpugnables muros de Babilonia. Para ellos era una noche de mucha actividad. Los ingenieros del ejército de Ciro, con brillante estrategia, desviaron el poderoso río Éufrates de su curso a través de la ciudad de Babilonia. Entonces los persas avanzaron por el lecho del río y tomaron la ciudad por sorpresa a través de las puertas que había en el muelle. Se adentraron rápidamente por las calles y mataron a los que se resistían, capturando el palacio y dando muerte a Belsasar. Todo había terminado. En una sola noche Babilonia había caído, y este acontecimiento señalaba el fin de siglos de supremacía semita. Babilonia pasó a poder de los arios, y se cumplió la palabra profética de Jehová. (Isa. 44:27; 45:1, 2; Jer. 50:38; 51:30-32; véase CIRO.)

Desde aquella fecha memorable, 539 a. E.C., Babilonia fue decayendo y su gloria se desvaneció. En dos ocasiones se rebeló contra el emperador persa Darío I (Histaspes), y en la segunda de ellas fue arrasada. La ciudad, parcialmente restaurada, se rebeló contra Jerjes I (c. 482 a. E.C.), y fue saqueada. Alejandro Magno pretendía hacer de Babilonia su capital, pero murió de repente en 323 a. E.C. Nicátor conquistó la ciudad en 312 a. E.C. y transportó una gran parte de sus materiales a las orillas del Tigris con el fin de usarlos en la construcción de Seleucia, su nueva capital. Sin embargo, la ciudad —con una colonia de judíos— aún subsistía en tiempos cristianos primitivos, por lo que el apóstol Pedro, como indica en una de sus cartas, visitó Babilonia. (1 Ped. 5:13.) Las inscripciones allí encontradas muestran que el templo babilonio de Bel todavía existía en 75 E.C. No obstante, parece ser que para el siglo IV E.C. la ciudad había dejado de existir. De la ciudad tan solo quedaron “montones de piedras”. (Jer. 51:37.) Hoy, hasta aquellas piedras se han desmoronado y no queda nada, excepto montones de tierra y ruinas, un verdadero yermo donde no crece nada. Como comenta André Parrot, conservador jefe de los museos nacionales franceses, que visitó las ruinas varias veces entre 1930 y 1950: “La impresión que siempre me causó fue de completa desolación”. (Prólogo del libro Babylone et l’ancien testament.) Sin duda, su condición desolada confirma el cumplimiento total de profecías como Isaías 13:19-22; 21:9; 47:1-3; 48:14; Jeremías 50:13, 23 y 51:41-44, 64.

LA RELIGIÓN DE BABILONIA

Babilonia era un lugar muy religioso. Se han descubierto restos de por lo menos cincuenta y tres templos. El dios de la ciudad imperial era Marduk, cuyo templo era llamado Esagila (“Casa Elevada”) y su torre, Etemenanki (“Casa del Fundamento del Cielo y de la Tierra”). Algunas autoridades identifican al dios Marduk —llamado en la Biblia Merodac— con Nemrod, pues era una antigua costumbre el que una ciudad deificara a su fundador. En la religión de Babilonia también eran prominentes las tríadas de deidades. Una de estas, compuesta por dos dioses y una diosa, la formaban Sin (el dios-luna), Shamash (el dios-sol) e Istar; a los cuales se les consideraba los gobernantes del zodíaco. Otra tríada estaba compuesta por los demonios Labartu, Labasu y Akhazu. La idolatría estaba presente por doquier. A todas luces, Babilonia era “una tierra de imágenes esculpidas” y de “ídolos estercolizos” inmundos. (Jer. 50:1, 2, 38.) Los babilonios creían en la inmortalidad del alma humana. Nergal era el dios del mundo subterráneo o reino de los muertos, la “tierra sin retorno”, y su esposa, Ereshkigal, la soberana.

Los babilonios desarrollaron la pseudociencia de la astrología queriendo descubrir en las estrellas el futuro del hombre. (Véase ASTRÓLOGOS.) En su religión, la magia, la hechicería y la astrología desempeñaban un papel muy importante. (Isa. 47:12, 13; Dan. 2:27; 4:7.) Muchos cuerpos celestes —por ejemplo, los planetas— recibieron el nombre de dioses babilonios. En el siglo IV E.C., Epifanio opinaba que fue ‘Nemrod quien estableció las ciencias de la magia y la astronomía’. La adivinación continuó siendo un componente básico de la religión de Babilonia en los días de Nabucodonosor, quien se sirvió de ella para tomar decisiones. (Eze. 21:20, 22.)

ANTIGUA ENEMIGA DE ISRAEL

La Biblia hace muchas referencias a Babilonia, empezando con el registro de Génesis sobre Babel, la ciudad original. (Gén. 10:10; 11:1-9.) Entre el despojo que Acán tomó de Jericó había “un vestido oficial de Sinar”. (Jos. 7:21.) Después de la caída del reino norteño de Israel en 740 a. E.C., los israelitas llevados cautivos fueron reemplazados con habitantes de Babilonia. (2 Rey. 17:24, 30.) Ezequías cometió el error de enseñar a los mensajeros de Babilonia los tesoros de su casa. Más tarde, tanto estos tesoros como algunos de los “hijos” de Ezequías fueron llevados a Babilonia. (2 Rey. 20:12-18; 24:12; 25:6, 7.) El rey Manasés (716-661 a. E.C.) también fue llevado cautivo a Babilonia, pero debido a que se humilló, Jehová le restauró a su trono. (2 Cró. 33:11.) Bajo Nabucodonosor, Babilonia fue una “copa de oro” en la mano de Jehová para derramar indignación contra las infieles Judá y Jerusalén. El rey Nabucodonosor se llevó los utensilios preciosos de la casa de Jehová a Babilonia, junto con miles de cautivos. (2 Rey. 24:1-25:30; 2 Cró. 36:6-20; Jer. 25:17; 51:7.)

En el libro de Daniel se relatan las experiencias del propio Daniel y de sus tres compañeros durante su cautiverio en Babilonia. El libro recoge la interpretación de los sueños del rey y varias visiones. Los libros de Esdras y Nehemías relatan cómo casi 50.000 hombres regresaron del cautiverio con Zorobabel y Jesúa (Josué) en 537 a. E.C., y aproximadamente otros 1.800 con Esdras en 468 a. E.C. Los utensilios del templo fueron devueltos a Jerusalén. (Esd. 2:64-67; 8:1-36; Neh. 7:6, 66, 67.) En 455 a. E.C., el rey persa Artajerjes I, también llamado “el rey de Babilonia”, comisionó a Nehemías para ir a Jerusalén como gobernador y reedificar sus muros. (Neh. 2:7, 8.) Mardoqueo era descendiente de un benjaminita que había sido llevado cautivo a Babilonia. (Est. 2:5, 6.)

Las Escrituras Griegas Cristianas indican que Jeconías (Joaquín), que había sido llevado prisionero a Babilonia, fue un eslabón en el linaje de Jesús. (Mat. 1:11, 12, 17.) La primera carta canónica del apóstol Pedro fue escrita desde Babilonia (1 Ped. 5:13), la ciudad que se hallaba sobre el Éufrates, y no Roma, como algunos afirman. (Véase PEDRO, CARTAS DE.)

Entre los simbolismos del libro de Revelación se encuentra “Babilonia la Grande”, descrita como “la madre de las rameras y de las cosas repugnantes de la tierra” (17:5) y la que hace que ‘todas las naciones beban del vino de la cólera de su fornicación’ (14:8). Se le da “la copa del vino de la cólera” de la ira de Dios (16:19); su juicio viene “en una sola hora” (18:10); los diez cuernos de la bestia salvaje de color escarlata sobre la cual cabalga, la derriban, hacen que quede desnuda, se comen sus carnes y la queman por completo con fuego (17:16). Es arrojada hacia abajo con lanzamiento veloz, como una gran piedra de molino (18:21). Así, la desolación de “Babilonia la Grande” llega a ser tan completa como la de la inicua ciudad a las orillas del río Éufrates. (Véase BABILONIA LA GRANDE.)

2. La antigua región que se encontraba en la parte baja del valle mesopotámico y que estaba regada por los ríos Tigris y Éufrates. Esta región corresponde en la actualidad a la parte SE. de Iraq. Se extendía unos 50 Km. al O. del Éufrates, donde comenzaba el desierto de Arabia. Al E. del Tigris lindaba con las colinas persas; y al SE., con el Golfo Pérsico. Al N., una notable elevación del terreno, cerca de la Bagdad moderna, constituía su límite natural. Aquí, al N., los ríos Tigris y Éufrates están separados tan solo por unos 40 Km. La llanura tiene unos 400 Km. de N. a S. y alcanza una anchura máxima de 160 Km. Esta zona de 20.700 Km.2 aproximadamente tiene una extensión semejante a la del moderno estado de Israel. Es tan llana que desde los límites septentrionales hasta el golfo Pérsico los ríos solo tienen un desnivel de 38 m.

Los historiadores a veces subdividen Babilonia en dos zonas: la septentrional, Akkad (Acad); y la meridional, Sumer o Caldea. En un principio en las Escrituras a este territorio se le denominaba “la tierra de Sinar”. (Gén. 10:10; 11:2.) Más tarde, cuando gobernantes poderosos hicieron de Babilonia su capital, dieron a esta región el mismo nombre. Ya que en algunas ocasiones el dominio fue ejercido por dinastías caldeas, esta zona también fue conocida como “la tierra de los caldeos”. (Jer. 24:5; 25:12; Eze. 12:13.) Entre las antiguas ciudades de Babilonia estaban Adab, Akkad, Babilonia, Borsippa, Erec, Kis, Lagash, Nippur y Ur.

Debido a las inundaciones de los dos grandes ríos, el suelo estaba formado de depósitos aluviales, por lo que la tierra era bastante fértil. Un extenso sistema de canales, tanto para riego como para drenaje, posibilitaba la recogida de abundantes cosechas de cebada, maíz, dátiles, higos y granadas.

Excavaciones arqueológicas hechas aquí, en la cuna de la civilización, han sacado a la luz muchos hechos interesantes en cuanto a los pueblos del pasado y su modo de vivir. El descifrar miles de tablillas de barro y otras inscripciones ha revelado que los habitantes de aquel tiempo hacían contratos, firmaban alquileres y comerciaban con otras naciones. Tenían un sistema de pesas y medidas y amplios conocimientos matemáticos. Por medio de la astronomía, a pesar de ser mal utilizada por los astrólogos adoradores de demonios, podían medir el tiempo y seguir el movimiento de los cuerpos celestes, lo cual les facilitó el desarrollo de útiles calendarios.

Alrededor de la primera mitad del siglo VIII a. E.C., un rey asirio, Tiglat-piléser III (Pul), gobernó Babilonia. (2 Rey. 15:29; 16:7; 1 Cró. 5:26.) Más tarde, durante el reinado de Sargón II, Merodac-baladán, que era caldeo, se proclamó rey de Babilonia con el apoyo de Elam y algunos arameos, pero unos años después fue derribado por Sargón. Senaquerib, el sucesor de Sargón II, se enfrentó a otra revuelta en Babilonia, encabezada por Merodac-baladán. Después del fallido intento de Senaquerib por capturar Jerusalén en 732 a. E.C., Merodac-baladán envió mensajeros a Ezequías de Judá, posiblemente para pedir su apoyo contra Asiria. (Isa. 39:1, 2; 2 Rey. 20:12-18.) Años más tarde, Senaquerib derrocó a Merodac-baladán y se coronó él mismo como gobernante de Babilonia, posición que mantuvo hasta su muerte. Su hijo, Esar-hadón, reconstruyó Babilonia. A Esar-hadón le sucedió Asurbanipal, quien gobernó Babilonia por medio de un virrey. Después de la muerte de Asurbanipal, los babilonios afirmaron su adhesión a Nabopolasar y le otorgaron el trono. Este acontecimiento marcó el comienzo de la dinastía neobabilonia, dinastía que había de continuar hasta Belsasar.

En 632 a. E.C. Asiria fue sojuzgada por esta nueva dinastía caldea, con el apoyo de los aliados medos y escitas. Más tarde, en el año 625, el hijo de Nabopolasar derrotó al faraón Nekó de Egipto en la batalla de Carquemis, y en aquel mismo año tomó el mando del gobierno como Nabucodonosor II. (Jer. 46:1, 2.) En 620, obligó a Jehoiaquim a pagar tributo, pero a los dos años Jehoiaquim se rebeló. En 618, durante el tercer año de Jehoiaquim como gobernante tributario, Nabucodonosor subió contra Jerusalén. (2 Rey. 24:1; 2 Cró. 36:6.) Sin embargo, antes de que pudiera ser apresado por los babilonios, Jehoiaquim murió. Le sucedió en el trono su hijo Joaquín, quien pronto se rindió y fue llevado cautivo a Babilonia junto con otros miembros de la nobleza en 617. (2 Rey. 24:12.) Sedequías fue el siguiente rey de Judá, pero él también se rebeló. En 609, los babilonios de nuevo sitiaron Jerusalén y finalmente en 607 a. E.C. abrieron brecha en sus muros. (2 Rey. 25:1-10; Jer. 52:3-12.)

Se ha encontrado al menos una tablilla cuneiforme en la que se hace alusión a una campaña contra Egipto en el año treinta y siete del reinado de Nabucodonosor (588-587 a. E.C.). Esta puede ser la ocasión en la que el poderoso Egipto fue sometido al control de Babilonia, tal como se había predicho mediante el profeta Ezequiel probablemente en el año 591 a. E.C. (Eze. 29:17-19.) Finalmente, después de un reinado de cuarenta y tres años, en el transcurso del cual conquistó muchas naciones y llevó a cabo un importante programa de edificación en la misma Babilonia, Nabucodonosor II murió y fue sucedido por su hijo Evil-merodac (Awel-Marduk) en 581 a. E.C. Este nuevo gobernante mostró bondad para con el rey Joaquín en su cautiverio. (2 Rey. 25:27-30.) El período de la historia de Babilonia que se abre a continuación es bastante oscuro.

Sin embargo, hay disponible información histórica más completa sobre Nabonido y Belsasar, los cuales, al parecer, gobernaban como corregentes al tiempo de la caída de Babilonia.

Para este tiempo, los medos y los persas, bajo el mandato de Ciro el Grande, estaban a punto de tomar Babilonia y convertirse en la cuarta potencia mundial. En la noche del 5 al 6 de octubre de 539 a. E.C. (según el calendario gregoriano), Babilonia fue tomada y Belsasar asesinado. Antes de que transcurriesen dos años, Ciro promulgó su famoso decreto que permitía a cerca de 50.000 cautivos volver a Jerusalén. Unos doscientos años después, la dominación persa sobre Babilonia llegó a su fin cuando Alejandro Magno capturó la ciudad en 331 a. E.C. A mediados del siglo II a. E.C., los partos, bajo su rey Mitrídates I, tenían el control de Babilonia. Ya que algunas comunidades judías habían estado floreciendo en este país, Pedro, el apóstol a los judíos, fue a Babilonia y desde allí escribió al menos una de sus cartas inspiradas. (Gál. 2:7-9; 1 Ped. 5:13.) A los líderes judíos de estas comunidades orientales deben su origen el Targum Babilónico —también conocido como Targum de Onkelos— y algunos de los manuscritos de las Escrituras Hebreas. Uno de los textos orientales o babilonios más importantes es el conocido como Códice Babilónico Petropolitano, de 916 E.C., y que en la actualidad se encuentra en Leningrado (URSS). En 226 E.C., el dominio de los partos sobre Babilonia fue reemplazado por la dinastía sasánida (persa) y, alrededor del año 640 E.C., pasó a manos de los árabes musulmanes.

[Ilustración de la página 179]

Ruinas de la Puerta de Istar de la antigua Babilonia

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