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Ayuda para entender la Biblia
ad págs. 314-315

CISTERNA

Cavidad subterránea artificial normalmente usada para almacenar agua. Las cisternas, a diferencia de los pozos, que se excavan para aprovechar las aguas subterráneas naturales, por lo general están hechas para recoger y retener el agua de lluvia o la que procede de los manantiales. A diferencia de los estanques, suelen tener la parte superior cubierta. La palabra hebrea bohr, que se vierte “cisterna”, también se traduce “foso”, especialmente cuando parece no tener agua (Gén. 37:20-29; 2 Sam. 23:20), “calabozo”, cuando se usa con ese propósito (Gén. 40:15), y “hoyo”, cuando se refiere al “Seol” o se cita en paralelo a esta expresión. (Sal. 30:3; Prov. 1:12; Eze. 31:14, 16.)

Las cisternas eran vitales en la Palestina de tiempos bíblicos. Solían ser el único medio de disponer de un suministro suficiente de agua, pues en la zona montañosa los pozos y manantiales no abundaban y, de encontrarse, se secaban normalmente hacia el final del verano. Estas cisternas artificiales para agua también hicieron posible que se formaran aldeas en lugares donde de otra forma el suministro de agua era demasiado escaso, tal como en el Négueb. Para infundirles ánimo, Jehová prometió a Su pueblo que encontrarían cisternas ya excavadas cuando entraran en la Tierra Prometida. (Deu. 6:10, 11; Neh. 9:25.) Se menciona que el rey Uzías labró “muchas cisternas” por todo Judá. (2 Cró. 26:1, 10.) Desde la parte alta de Galilea hasta el Négueb, las cisternas literalmente ascendían a miles y se han descubierto gran cantidad de ellas. Hasta entre los moabitas parecía que lo conveniente para cada casa era tener su propia cisterna. Su rey Mesá, del siglo X a. E.C., según se registra en la Piedra Moabita, dijo: “No había cisterna en el interior de la ciudad en Qarhoh, por lo que dije a todo el pueblo: ‘¡Haga cada uno de vosotros una cisterna para sí en su casa!’”. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, de James B. Pritchard, pág. 249.) Senaquerib intentó atraer a los habitantes de Jerusalén por medio de prometerles que si capitulaban, “[bebería] cada cual el agua de su propia cisterna”. (2 Rey. 18:31; Isa. 36:16.)

Las cisternas se labraban generalmente en la roca. Si la roca era sólida y sin grietas, había poco problema de filtraciones, pero en la caliza porosa que cubría gran parte de Palestina era necesario impermeabilizar las paredes interiores con yeso. Las cisternas excavadas en la tierra se revestían con ladrillo o piedra y entonces se enlucían para conseguir paredes sólidas. Estas cisternas comúnmente tenían forma de pera, más anchas en el fondo y se estrechaban por la parte superior; algunas veces la boca tenía solo de 30 a 60 cm. de diámetro. Cuando se modificaban o agrandaban las cuevas naturales para que sirvieran de cisternas, se dejaba que algunas columnas de roca natural apoyaran el techo, o, como en unas descubiertas en el Négueb, se construían arcos dentro de la cisterna con el mismo propósito. El agua de lluvia se dirigía hacia el depósito subterráneo por medio de canales en las laderas de las colinas. Para ilustrar el gran tamaño de algunas cisternas, una de las varias que había en la zona del templo de Jerusalén tenía una capacidad de entre 7.500 y 11.300 m.3; tenía una profundidad de más de 12 m. y 213 m. de circunferencia, y se abastecía por medio de un acueducto desde los estanques de Salomón.

Eclesiastés 12:6 se refiere a “la rueda del agua para la cisterna”, pero generalmente el agua se sacaba por medio de jarros suspendidos de cuerdas. El que de vez en cuando se rompieran esos jarros explica los fragmentos de cerámica que se han encontrado en el fondo de la mayoría de las cisternas. La costumbre primitiva de arrojar tierra en una cisterna que tenía agua con el fin de posar el verdín del agua explica en parte por qué muchas están parcialmente llenas de tierra. Las tapas sobre las aberturas servían hasta cierto grado de protección contra la contaminación del agua, y evitaban que las personas o los animales cayeran dentro. El que un cuerpo muerto cayera accidentalmente dentro de la cisterna no hacía que las aguas fuesen inmundas ceremonialmente, no obstante, el que sacaba el cuerpo muerto sí era inmundo. (Éxo. 21:33; Lev. 11:35, 36.) Además, la tapa de una cisterna ayudaba a mantener fresca el agua y a reducir la pérdida por evaporación. (Jer. 6:7.) Algunas cisternas grandes tenían varias aberturas desde las cuales se sacaba el agua, y en cisternas de gran tamaño y profundidad había escaleras que descendían al interior hasta unos 30 m. o más.

OTROS USOS

Hay unos cuantos casos en que las cisternas se usaban para otros propósitos aparte de almacenar agua. Las cisternas que se hallaban en regiones secas, si se sellaban contra la humedad, las ratas y los insectos, eran lugares excelentes para almacenar grano, pudiéndose también camuflar fácilmente contra el robo; algunas cisternas que se han encontrado en terrenos donde no hay ninguna fuente natural de agua, por lo visto fueron construidas especialmente como graneros. Por otra parte, a veces se utilizaban cisternas vacías como prisiones. (Zac. 9:11.)

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