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PACTO

(heb. beríth; gr. di·a·thé·ke).

Acuerdo entre dos o más personas para emprender cierta acción o retenerse de llevarla a cabo; convenio; contrato.

APLICACIÓN DE LA PALABRA

Los pactos siempre incluían a dos o más partes. Podían ser unilaterales (donde solo una de las partes tenía la responsabilidad de cumplir los términos) o bilaterales (donde ambas partes tenían términos que cumplir). Además de los pactos en los cuales Dios es una de las partes, la Biblia registra la formulación de pactos entre hombres, tribus, naciones o grupos de personas.

Quebrantar un pacto era un pecado grave. (Eze. 17:11-20; Rom. 1:31, 32.) Al convenio matrimonial se le llama pacto. (Mal. 2:14.) “Pacto” es un término que se aplicaba a un decreto invariable, por ejemplo: el concerniente al pan de la proposición (Lev. 24:8) o a la creación de Dios gobernada por sus leyes, tales como la inalterable sucesión del día y la noche. (Jer. 33:20.) También se usa figurativamente, como en la expresión ‘pacto con la Muerte’. (Isa. 28:18.) Asimismo, Jehová habla de un pacto con relación a las bestias salvajes. (Ose. 2:18.) La expresión “dueños (amos) del pacto” tiene el sentido de “confederados”, como en Génesis 14:13.

En realidad, cualquier promesa hecha por Jehová es un pacto, pues su realización es segura, y se puede confiar plenamente en su cumplimiento. (Heb. 6:18.) Un pacto está en vigor mientras sus términos estén vigentes y la obligación de cumplirlo descanse en una o ambas partes. Los resultados o las bendiciones producidas por el pacto pueden continuar, incluso, para siempre.

MÉTODOS DE RATIFICAR O CONFIRMAR UN PACTO

A menudo se invocaba a Dios como testigo. (Gén. 31:50; 1 Sam. 20:8; Eze. 17:13, 19.) Un voto se ratificaba con un juramento. (Gén. 31:53; 2 Rey. 11:4; Sal. 110:4; Heb. 7:21.) En ocasiones se convenía en una señal o evidencia testimonial, como un regalo (Gén. 21:30), una columna o majano (Gén. 31:44-54), o el darle nombre a un lugar. (Gén. 21:31.) En una ocasión Jehová se sirvió del arco iris. (Gén. 9:12-16.) Un método era matar y dividir animales; luego cada uno de los que integraban el pacto pasaba entre los pedazos. (Gén. 15:9-11, 17, 18; Jer. 34:18, 19.) A veces una alianza iba acompañada de una fiesta. (Gén. 26:28, 30.) En ciertas ocasiones se podía participar de una comida de comunión, como se hizo cuando fue inaugurado el pacto de la Ley. (Exo. 24:5, 11.) El pactante de más entidad podía regalar al otro armas o alguna pieza de su indumentaria. (1 Sam. 18:3, 4.)

La Biblia usa la expresión “pacto de sal” para indicar la permanencia e inmutabilidad de un pacto. (Núm. 18:19; 2 Cró. 13:5; Lev. 2:13.) Entre los pueblos antiguos, el comer sal juntos era una señal de amistad e indicaba fidelidad y lealtad duraderas. El comer sal con los sacrificios de comunión simbolizaba lealtad perdurable.

LA PROMESA EDÉNICA

Como se registra en Génesis 3:15, Jehová Dios declaró proféticamente su propósito en el jardín de Edén en presencia de Adán, Eva y la “serpiente”.

Con respecto a la identidad de los que estaban incluidos en esta promesa y profecía, la visión dada al apóstol Juan en Revelación 12:9 nos informa que la “serpiente” es Satanás el Diablo. La evidencia indica que la “descendencia” de la “mujer”, durante tanto tiempo esperada por hombres justos, se identifica con la “descendencia” de Abrahán: Jesucristo. (Gál. 3:16; Mat. 1:1.) La “descendencia” tenía que ser magullada en el talón por la serpiente. Jesucristo fue muerto; sin embargo, esta herida no resultó ser permanente, ya que Dios lo levantó de la muerte. Pero, a su vez, la “descendencia” tiene que magullar la cabeza de la serpiente, derrotándola permanentemente. (Véase DESCENDENCIA, SEMILLA.)

Los términos de la promesa implican un lapso de tiempo durante el cual la “serpiente” habría producido una “descendencia” y se habría desarrollado una enemistad entre las dos ‘descendencias’. Ya han pasado unos seis mil años desde la declaración de la promesa. Justamente antes del reinado milenario de Cristo la “serpiente” será arrojada al abismo de inactividad y después del fin de los mil años será aniquilada para siempre. (Rev. 20:1-3, 7-10; Rom. 16:20.)

PACTO CON NOÉ

Jehová Dios hizo un pacto con Noé—quien representaba a su familia—con respecto al propósito de Jehová de destruir el mundo inicuo de aquel día. (Gén. 6:17-21; 2 Ped. 3:6.) Noé había empezado a tener hijos después de llegar a los quinientos años de edad, en 2470 a. E. C. (Gén. 5:32.) Cuando Dios reveló su propósito a Noé, sus hijos eran adultos y se habían casado. Noé, por su parte, tenía que construir el arca e introducir en ella a su familia, animales y alimento. De esta forma, Jehová conservaría sobre la tierra alguna carne tanto de hombres como de animales. El que Noé cumpliese obedientemente los términos del pacto resultó en que Jehová conservase la vida humana y animal. El pacto se cumplió completamente en el año 2369 a. E.C., después del Diluvio, cuando tanto el hombre como los animales pudieron otra vez vivir sobre el suelo y reproducir su especie. (Gén. 8:15-17.)

PACTO DEL ARCO IRIS

El pacto del arco iris se hizo entre Jehová Dios y toda carne—representada por Noé y su familia—en las montañas de Ararat, en noviembre del año 2369 a. E.C. Jehová declaró que nunca más volvería a destruir a toda carne por medio de un Diluvio. El arco iris se dio entonces como señal del pacto, pacto que durará mientras la humanidad viva sobre la tierra, es decir, para siempre. (Gén. 9:8-17; Sal. 37:29.)

PACTO CON ABRAHÁN

Al parecer, el pacto con Abrahán entró en vigor cuando Abrán (Abrahán) cruzó el Éufrates y llegó a Canaán. Cuatrocientos treinta años después se llevó a cabo el pacto de la Ley. (Gál. 3:17.) Cuando Abrahán vivía en Mesopotamia, en Ur de los caldeos, Jehová le dijo que viajase al país que Él le había de mostrar. (Hech. 7:2, 3; Gén. 11:31; 12:1-3.) Éxodo 12:40, 41 (Versión de los Setenta) dice que Israel salió de su esclavitud en Egipto al final de cuatrocientos treinta años de residir en aquel país y en la tierra de Canaán, “en este mismo día”. El día que iniciaron su marcha desde Egipto fue el 14 de Nisán de 1513 a. E.C., después de haber celebrado la Pascua la noche anterior. (Fue en el mismo día puesto que los judíos contaban el día desde el atardecer hasta el atardecer.) (Éxo. 12:2, 6, 7.) Esto indicaría que Abrahán entró en Canaán el 14 de Nisán del año 1943 a. E.C.; entonces empezó a regir el pacto abrahámico. Dios se le apareció de nuevo a Abrahán una vez que este hubo viajado hasta Siquem, en Canaán, y le dio más detalles sobre la promesa, diciendo: “A tu descendencia voy a dar esta tierra”, relacionando, por lo tanto, este pacto con la promesa de Edén, y revelando que la “descendencia” tendría un desarrollo humano, es decir, que vendría a través de una línea de descendencia humana. (Gén. 12:6, 7.) Como se registra en Génesis 13:14-17; 15:18; 17:2-8, 19, y 22:15-18, Jehová revelaría más tarde detalles adicionales.

Las promesas del pacto pasaron a la estirpe de Abrahán por medio de Isaac (Gén. 26:2-4) y de Jacob. (Gén. 28:13-15; 35:11, 12.) El apóstol Pablo dice que Cristo (como el principal), y aquellos que están en unión con él, son la verdadera “descendencia”. (Gál. 3:16, 28, 29.)

Dios reveló el propósito y las consecuencias del pacto abrahámico, diciendo: que la descendencia prometida vendría por medio de Abrahán, que esta descendencia poseería la puerta de sus enemigos, que la descendencia de Abrahán por medio de Isaac sería muy numerosa e incontable para el hombre en aquel tiempo, que el nombre de Abrahán sería hecho grande, que la descendencia poseería la Tierra Prometida y que todas las familias de la Tierra se bendecirían por medio de la descendencia. (Véanse los textos de Génesis citados anteriormente.) Hubo un cumplimiento literal de estas cosas que tipificaron uno mucho mayor por medio de Cristo. Pablo añade más información en cuanto a la naturaleza simbólica y profética de los términos de este pacto cuando dice que Abrahán, Sara, Isaac, Agar e Ismael representaron un drama simbólico. (Gál. 4:21-31.)

El pacto abrahámico es “un pacto hasta tiempo indefinido”. Sus términos exigen que se extienda hasta que se haya consumado la destrucción de todos los enemigos de Dios y la bendición de las familias de la tierra. (Gén. 17:7; 1 Cor. 15:23-26.)

PACTO DE LA CIRCUNCISIÓN

El pacto de la circuncisión se hizo en el año 1919 a. E. C., cuando Abrahán tenía noventa y nueve años de edad. Jehová lo hizo con Abrahán y su descendencia natural. Todos los varones de la casa, incluyendo a los esclavos, tenían que circuncidarse; cualquiera que rehusase hacerlo tenía que ser cortado de su pueblo. (Gén. 17:9-14.) Más tarde, Dios declaró que el residente forastero que quisiera comer la Pascua (que deseara unirse a Israel como adorador de Jehová) tenía que circuncidar a los varones de su casa. (Éxo. 12:48, 49.) La circuncisión sirvió como sello de la justicia que Abrahán tuvo por fe mientras estaba en su estado incircunciso y como una señal física de la relación de pacto de los descendientes de Abrahán a través de Jacob con Jehová. (Rom. 4:11, 12.) Dios reconoció la circuncisión hasta el fin del pacto de la Ley, en el año 33 E.C. (Rom. 2:25-28; 1 Cor. 7:19; Hech., cap. 15.) Aunque la circuncisión física se llevaba a cabo bajo la Ley, Jehová repetidas veces mostró que a él le interesaba más su significado simbólico, pues aconsejó a Israel que ‘circuncidase el prepucio de sus corazones’. (Deu. 10:16; Lev. 26:41; Jer. 9:26; Hech. 7:51.)

PACTO DE LA LEY

El pacto de la Ley entre Jehová y la nación del Israel natural se celebró el tercer mes después de salir de Egipto, en el año 1513 a. E.C. (Éxo. 19:1.) Fue un pacto nacional: aquel que nacía israelita natural estaba bajo el pacto de la Ley por nacimiento y, por lo tanto, se encontraba en esta relación especial con Jehová. La Ley, dada a manera de código, estaba dispuesta de una forma ordenada, con sus estatutos agrupados. Fue transmitida a través de ángeles por mano de un mediador, Moisés, y se puso en vigor en el monte Sinaí por medio del sacrificio de animales. (Gál. 3:19; Heb. 2:2; 9:16-20.) En aquel entonces Moisés roció la mitad de la sangre de los animales sacrificados sobre el altar, luego leyó el libro del pacto al pueblo, el cual estuvo de acuerdo en obedecer y, por último, roció la sangre sobre el libro y sobre el pueblo. (Éxo. 24:3-8.)

Los términos del pacto de la Ley consistían en que si los israelitas guardaban el pacto, entonces serían un pueblo para el nombre de Jehová, un reino de sacerdotes y una nación santa, y tendrían su bendición (Éxo. 19:5, 6; Deu. 28:1-14), en tanto que si violaban el pacto, serían malditos. (Deu. 28:15-68.) Los propósitos del pacto eran: poner de manifiesto las transgresiones (Gál. 3:19), conducir a los judíos a Cristo (Gál. 3:24), servir como sombra de las buenas cosas por venir (Heb. 10:1; Col. 2:17), salvaguardar a los judíos de la religión falsa, pagana, y preservar la adoración verdadera de Jehová, así como proteger la línea de la descendencia prometida. Junto con el pacto abrahámico (Gál. 3:17-19), organizó a la nación-descendencia natural de Abrahán por medio de Isaac y Jacob.

El pacto de la Ley extendió sus beneficios a otros que no eran del Israel natural, puesto que podían hacerse prosélitos, circuncidarse y así recibir muchos de los beneficios de la Ley. (Éxo. 12:48, 49.) El pacto de la Ley se hizo “anticuado” y fue anulado sobre la base de la muerte de Cristo en el madero de tormento (Col. 2:14), siendo reemplazado por el nuevo pacto. (Heb. 7:12; 8:1, 2, 13; 9:15; Hech. 2:1-4.)

PACTO CON LA TRIBU DE LEVÍ

Jehová hizo un pacto con la tribu de Leví: la entera tribu tenía que ser puesta aparte para constituir la organización del servicio del tabernáculo, incluyendo el sacerdocio. Esto sucedió en el desierto de Sinaí, en el año 1512 a. E.C. (Éxo. 40:2, 12-16; Mal. 2:4.)

PACTO CON ISRAEL EN MOAB

Poco antes de que Israel entrase en la Tierra Prometida, en el año 1473 a. E.C., Jehová hizo un pacto con el Israel natural en Moab. (Deu. 29:1; 1:3.) Podría llamársele ‘el pacto de la Ley repetida’, porque allí Moisés repitió gran parte de la Ley. El propósito del pacto era fomentar la lealtad a Jehová, así como hacer ajustes y establecer ciertas leyes necesarias para los israelitas, ya que iban a abandonar una vida nómada para establecerse en la tierra. (Deu. 5:1, 2, 32, 33; 6:1; compárese Levítico 17:3-5 con Deuteronomio 12:15, 21.) Este pacto terminó cuando se abolió el pacto de la Ley, pues era parte integral de esta.

PACTO CON EL REY DAVID

El pacto con David se hizo, durante su reinado en Jerusalén (1070-1037 a. E.C.), entre Jehová y David, como representante de su familia. (2 Sam. 7:11-16.) Los términos de este pacto eran que un hijo de la línea de David poseería el trono para siempre y que este hijo edificaría una casa para el nombre de Jehová. El propósito de Dios con este pacto era dotar a los judíos de una dinastía real y darle a Jesús, como heredero de David, el derecho legal al trono de este, “el trono de Jehová” (1 Cró. 29:23; Luc. 1:32), así como identificar a Jesús como el Mesías. (Eze. 21:25-27; Mat. 1:6-16; Luc. 3:23-31.) Este pacto no incluyó ningún sacerdocio; el sacerdocio levítico servía conjuntamente con los reyes de la línea de David. Bajo la Ley, el sacerdocio y la gobernación estaban estrictamente separados. Puesto que Jehová reconoce esta gobernación y actúa a través de ella para siempre, el pacto tiene duración eterna. (Isa. 9:7; 2 Ped. 1:11.)

PACTO CON CRISTO PARA SER SACERDOTE A LA MANERA DE MELQUISEDEC

Este pacto se expresa en el Salmo 110:4 y el escritor del libro bíblico de Hebreos lo aplica a Cristo en Hebreos 7:1-3, 15-17. Es un pacto hecho por Jehová únicamente con Jesucristo. Por medio del juramento de Jehová, Jesucristo, el hijo celestial de Dios, llegaría a ser sacerdote a la manera de Melquisedec. Melquisedec era rey y sacerdote de Dios en la Tierra; Jesucristo había de ocupar ambos puestos—rey y sumo sacerdote—no en la Tierra, sino en el cielo. Con ese propósito fue instalado permanentemente en su puesto después de su ascensión al cielo. (Heb. 6:20; 7:26, 28; 8:1.) El pacto está en vigor para siempre, puesto que Jesús actuará bajo la dirección de Jehová como rey y sumo sacerdote perpetuamente. (Heb. 7:3.)

NUEVO PACTO

Jehová profetizó el nuevo pacto por medio del profeta Jeremías en el siglo VII a. E.C., diciendo que no sería como el pacto de la Ley, el cual quebrantó Israel. (Jer. 31:31-34.) La noche antes de su muerte, el 14 de Nisán del año 33 E.C., cuando estableció la celebración de la Cena del Señor, Jesucristo anunció el nuevo pacto, que sería validado por su sacrificio. (Luc. 22:20.) El día quincuagésimo desde su resurrección, diez días después de que hubiese ascendido a su Padre, derramó sobre sus discípulos reunidos en un aposento superior de Jerusalén el espíritu santo que había recibido de Jehová. (Hech. 2:1-4, 17, 33; 2 Cor. 3:6, 8, 9; Heb. 2:3, 4.)

Las partes componentes del nuevo pacto son Jehová y el “Israel de Dios”, es decir, los ungidos por espíritu en unión con Cristo, que forman su congregación o cuerpo. (Heb. 8:10; 12:22-24; Gál. 6:15, 16; 3:26-28; Rom. 2:28, 29.) El nuevo pacto s e pone en vigor por la sangre derramada de Jesucristo, el sacrificio de su vida humana. (Mat. 26:28.) Cuando uno es escogido por Dios para la llamada espiritual o celestial (Heb. 3:1), Dios lo introduce en su pacto sobre la base del sacrificio de Cristo. (Sal. 50:5; Heb. 9:14, 15, 26.) Jesucristo es el mediador del nuevo pacto (Heb. 8:6; 9:15) y el principal de la descendencia de Abrahán. (Gál. 3:16.) Debido a la mediación de Jesús en el nuevo pacto, él ayuda a los que se encuentran en dicho pacto a llegar a formar parte de la verdadera descendencia de Abrahán (Heb. 2:16; Gál. 3:29) por medio del perdón de sus pecados. Jehová los declara justos. (Rom. 5:1, 2; 8:33; Heb. 10:16, 17.)

Estos hermanos de Cristo, ungidos y engendrados por espíritu llegan a ser sacerdotes bajo el Sumo Sacerdote, y constituyen “un sacerdocio real”. (1 Ped. 2:9; Rev. 5:9, 10; 20:6.) Efectúan un trabajo sacerdotal, un “servicio público” (Fili. 2:17), y se les llama “ministros de un nuevo pacto”. (2 Cor. 3:6.) Estos llamados deben seguir los pasos de Cristo con sumo cuidado y atención, fielmente, hasta que terminen sus vidas en la muerte. Entonces, Jehová los constituye un reino de sacerdotes, haciéndolos partícipes de la naturaleza divina y recompensándolos con inmortalidad e incorrupción como coherederos en los cielos con Cristo. (1 Ped. 2:21; Rom. 6:3, 4; 1 Cor. 15:53; 1 Ped. 1:4; 2 Ped. 1:4.) El propósito del pacto es sacar un pueblo para el nombre de Jehová como parte de la “descendencia” de Abrahán. (Hech. 15:14.) Este pueblo llega a ser la “novia” de Cristo, el cuerpo de personas a las que él introduce en un pacto para el Reino con el fin de que reinen con él. (Juan 3:29; 2 Cor. 11:2; Rev. 21:9; Luc. 22:29; Rev. 1:4-6; 5:9, 10; 20:6.) El propósito del nuevo pacto exige que este continúe en vigor hasta que todos los del “Israel de Dios” sean resucitados a inmortalidad en los cielos.

‘PACTO PARA UN REINO’ DE JESÚS CON SUS SEGUIDORES

En la noche del 14 de Nisán de 33 E.C., después de celebrar la Cena del Señor, Jesús hizo este pacto con sus once apóstoles fieles, prometiéndoles que se sentarían sobre tronos. (Luc. 22:28-30; compárese con 2 Timoteo 2:12.) Posteriormente mostró que esta promesa se extendería a todos los ‘vencedores’ ungidos por espíritu. (Rev. 3:21; véase también Revelación 1:4-6; 5:9, 10; 20:6.) En el día del Pentecostés inauguró este pacto con ellos por medio de ungir con espíritu santo a aquellos discípulos presentes en el aposento de arriba en Jerusalén. (Hech. 2:1-4, 33.) Aquellos que se adhiriesen a él a través de pruebas, sufriendo su misma clase de muerte (Fili. 3:10; Col. 1:24), reinarían con él, compartiendo su gobernación real. Este pacto entre Jesucristo y sus reyes asociados está en vigor para siempre. (Rev. 22:5.)

OTROS PACTOS

a) Josué y los principales de Israel hicieron un pacto con los habitantes de la ciudad de Gabaón a fin de permitirles seguir viviendo. A pesar de que los cananeos habían sido maldecidos y los israelitas los tenían que destruir, se consideraba que un pacto imponía una obligación tan ineludible que se permitió a los gabaonitas permanecer vivos; la maldición se satisfizo por medio de hacerlos recogedores de leña y sacadores de agua para la asamblea de Israel. (Jos. 9:15, 16, 23-27.) b) Poco antes de su muerte Josué hizo un pacto con Israel para servir a Jehová. (Jos. 24:25, 26.) c) Los hombres de mayor edad de Galaad hicieron un pacto con Jefté en Mizpá para nombrarle cabeza sobre los habitantes de Galaad si Jehová le daba la victoria sobre los ammonitas. (Jue. 11:8-11.) d) El pacto entre Jonatán y David. (1 Sam. 18:3; 23:18.) e) Jehoiadá, el sacerdote, con los jefes de la guardia de corps caria y de los corredores. (2 Rey. 11:4; 2 Cró. 23:1-3.) f) El pacto de Israel con Jehová para despedir a las esposas extranjeras. (Esd. 10:3.) g) El que Jehová hace para dar a su siervo como pacto del pueblo o para el pueblo. (Isa. 42:6; 49:8.) h) El pacto de David en Hebrón con todos los hombres de mayor edad de Israel. (1 Cró. 11:3.) i) Un pacto del pueblo, durante el reinado de Asá, para buscar a Jehová con todo su corazón y toda su alma. (2 Cró. 15:12.) j) El pacto de Josías con Jehová para guardar sus mandamientos de acuerdo con la Ley. (2 Cró. 34:31.) k) Jehová habló de los “fanfarrones” que gobernaban Jerusalén creyendo, equivocadamente, que estaban seguros en un “pacto con la Muerte”. (Isa. 28:14, 15, 18.)

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