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Ayuda para entender la Biblia
ad págs. 474-475

EDÉN

(“Placer; Deleite”).

Región en la que el Creador dispuso un parque o jardín como hogar original para la primera pareja humana. El que se diga que el jardín estaba “en Edén, hacia el este”, debe indicar que ocupaba solo una porción de la región llamada Edén. (Gén. 2:8.) Sin embargo, después se le llama “el jardín de Edén” (Gén. 2:15), y, en textos posteriores, se habla de él como “Edén, el jardín de Dios” (Eze. 28:13) y “el jardín de Jehová”. (Isa. 51:3.)

La Versión de los Setenta tradujo la palabra hebrea para “jardín” (gan) por la palabra griega pa·rá·dei·sos, a su vez tomada de pairidaeza, del antiguo persa, que significaba “recinto” y, posteriormente, “parque” o “tierra de placer”. A este hecho se debe la asociación de la palabra española “paraíso” con el jardín de Edén.

Génesis 2:15 dice que “Jehová Dios procedió a tomar al hombre y a establecerlo en el jardín de Edén”. Esto no significa que la creación del hombre se efectuó fuera del jardín, sino que simplemente Dios ‘tomó’ al hombre en el sentido de que le formó y creó de los elementos de la tierra, dejándole entonces en el jardín en el que tendría que vivir. La asignación de trabajo del hombre era cultivar y cuidar del jardín. Entre los árboles y las plantas de Edén se hallaban todas aquellas especies que embellecían el paisaje, así como las que proveían alimento en amplia variedad. (Gén. 2:9, 15.) Este hecho, de por sí, es indicación de que el jardín debió abarcar un área de tamaño considerable.

La fauna del jardín era muy variada. Dios trajo ante Adán “todos los animales domésticos y [...] las criaturas voladoras de los cielos y [...] toda bestia salvaje del campo”, y una de las primeras tareas para Adán consistió en poner nombre a todos ellos. (Gén. 2:19, 20.) El suelo de Edén se regaba, no por medio de la lluvia, sino por las aguas del río “que procedía de Edén” y por medio de una “neblina” que subía de la tierra. (Gén. 2:5, 6, 10.) El hecho de que el hombre estaba desnudo permite suponer que el clima era suave y agradable. (Gén. 2:25.)

ACONTECIMIENTOS EN EDÉN

El hombre podía comer de todos los árboles frutales de Edén “hasta quedar satisfecho”. (Gén. 2:16.) Pero había un árbol, el “del conocimiento de lo bueno y lo malo”, que estaba ‘acotado’ para la pareja humana. Eva mencionó la prohibición que Jehová había impuesto a su esposo, entendiendo que esta incluía aun el ‘tocar’ el árbol, lo cual resultaría en la pena de muerte por falta de respeto y violación de la ley divina. (Gén. 2:17; 3:3; véase ÁRBOLES.)

Aunque a algunos críticos modernos les choca la sencillez del relato edénico, debería ser obvio que las mismas circunstancias requerían y hacían más apropiada una prueba simple. La vida del hombre y la mujer recién creados era sencilla, no estaba complicada y sobrecargada con todos los problemas complejos, situaciones difíciles y perplejidad que la desobediencia a Dios ha traído desde entonces a la raza humana. No obstante, a pesar de su sencillez, la prueba expresa de manera concisa y admirable la verdad universal de la soberanía de Dios, así como la dependencia y deber del hombre para con Él. Y hay que decir que, aunque sencillo, el relato de los acontecimientos en Edén habla a un nivel infinitamente más elevado que aquellas teorías que colocan el comienzo del hombre, no en un jardín, sino en una cueva, representándole como un bruto carente de sentido moral. La sencillez de la prueba en Edén ilustra el principio declarado milenios más tarde por el Hijo de Dios: “La persona fiel en lo mínimo es fiel también en lo mucho, y la persona injusta en lo mínimo es injusta también en lo mucho”. (Luc. 16:10.)

Sin embargo, es obvio que el árbol prohibido de Edén no tenía el propósito de servir como una ‘espina en la carne’ para la pareja humana, ni fue designado así con el fin de plantear un problema o para servir de objeto de controversia. Al simplemente reconocer la voluntad de Dios en el asunto y respetar sus instrucciones, su hogar jardín continuaría como lugar de placer y deleite, sin tacha. El registro muestra que fue el adversario de Dios quien impuso ante la humanidad la cuestión y la controversia sobre el árbol, junto con la tentación de violar el mandato de Dios. (Gén. 3:1-6.) El hacer uso de su voluntad como personas con libre albedrío para rebelarse contra la legítima soberanía de Dios les llevó a la pérdida de su hogar paradisíaco y la bendición de vivir dentro de sus confines. Como consecuencia aún más grave, perdieron la oportunidad de comer de otro de los árboles de Edén, el que representaba el derecho a la vida eterna. (Gén. 3:22-24.)

UBICACIÓN DE EDÉN

La ubicación original del jardín de Edén es conjetural. El medio principal de identificar su emplazamiento geográfico es la descripción del río “que procedía de Edén”, y que más tarde se dividía en cuatro “cabeceras” dando lugar a los ríos llamados Éufrates, Hidequel, Pisón y Guihón. (Gén. 2:10-14.) El Éufrates (heb. Peráth) es bien conocido, e “Hidequel” es el nombre que se usaba para el Tigris en las inscripciones antiguas. (Compárese también con Daniel 10:4.) Sin embargo, los otros dos ríos, el Pisón y el Guihón, no han sido identificados.

El que el arca con sus sobrevivientes llegase a descansar sobre “las montañas de Ararat” (Gén. 8:4) apoya la idea de que Edén estaba situado en una región montañosa. Ya que el arca no estaba impulsada sino que meramente flotaba, es razonable que se estableciese de nuevo en la misma zona general en la que las aguas del Diluvio la levantaron. Es posible que Edén haya estado rodeado por una barrera natural, tal vez montañas, pues el registro indica que se colocaron querubines únicamente al este del jardín, por donde habían salido Adán y Eva. (Gén. 3:24.) Por consiguiente, se ha creído por mucho tiempo que el jardín de Edén estuvo situado en una región a unos 225 Km. al SO. del monte Ararat y a unos kilómetros al S. del lago Van, en la parte oriental de la moderna Turquía.

Después del destierro de Adán del jardín paradisíaco, se supone que creciera en él abundante vegetación y estuviera habitado solo por animales al no haber nadie que “lo cultivase y lo cuidase”. Unos 1.656 años más tarde, las agitadas aguas del Diluvio hicieron desaparecer el jardín de Edén, por lo que su ubicación llegó a ser desconocida, quedando constancia de su existencia únicamente por el registro divino.

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