GRASA
La palabra española grasa se usa para traducir diversos términos hebreos que aplican no solamente a la substancia llamada “grasa”, sino también a todo aquello que es carnoso y gordo. Estos términos también se pueden utilizar en sentido figurado para referirse a lo que es rico o fértil, o para dar la idea de insensibilidad de la mente y el corazón.
LA LEY SOBRE LA GRASA
En el tercer capítulo de Levítico, Jehová dio instrucciones a los israelitas sobre el uso de la grasa en los sacrificios de comunión. Al ofrecer reses vacunas o cabras, habrían de hacer que la grasa que estaba alrededor de los lomos y de los intestinos y sobre los riñones humeara sobre el altar. En el caso de las ovejas, había de ofrecerse igualmente la cola grasa entera. (Las ovejas de Siria, Palestina, Arabia y Egipto tienen colas gordas que a veces pesan hasta 4,5 kg. o más.) La Ley decía específicamente: “Toda la grasa pertenece a Jehová. [...] No deben comer grasa alguna ni sangre alguna”. (Lev. 3:3-17.)
La grasa ardería rápidamente y se consumiría por completo sobre el altar. No habría de dejarse hasta la mañana siguiente nada de la grasa que se hubiera ofrecido sobre el altar; existía la posibilidad de que se echara a perder y se volviera ofensiva... algo absolutamente impropio para cualquier cosa que formara parte de las ofrendas sagradas. (Éxo. 23:18.)
Razón por la que se dio esta ley
Bajo el pacto de la Ley se consideraba que tanto la sangre como la grasa le pertenecían exclusivamente a Jehová. La vida está en la sangre, y tan solo Jehová es quien puede dar esta vida; por lo tanto, a Él le pertenece. (Lev. 17:11, 14.) La grasa era considerada la parte más sabrosa de la carne del animal. Al ofrecer la grasa del animal, el adorador reconocía que las “primeras” o mejores partes le pertenecen a Jehová, quien provee abundantemente, y esto sería una demostración de su deseo de ofrecer lo mejor a Dios. Debido a que la ofrenda simbolizaba que los israelitas le entregaban lo mejor a Jehová, se decía que humeaba sobre el altar como “alimento” y como “un olor conducente a descanso” para Él. (Lev. 3:11, 16.) Por consiguiente, comer la grasa era apropiarse ilegalmente de lo que estaba santificado a Dios, usurpar los derechos de Jehová. Estaba castigado con la pena de muerte. No obstante, a diferencia de la sangre, la grasa podía usarse para otros propósitos, por lo menos en el caso de un animal que muriese o fuese muerto por otra bestia. (Lev. 7:23-25.)
Alcance de la aplicación de la ley
Debido a este último texto, muchos comentadores han intentado limitar la prohibición de Levítico 3:17 solamente a la grasa de aquellos animales aptos para ser ofrecidos en sacrificio, tales como los toros, las ovejas y las cabras. La enseñanza judía rabínica está dividida acerca de este asunto. No obstante, el mandato acerca de la grasa que se da en Levítico 3: 17 está enlazado con la ley sobre comer sangre, en la cual claramente incluía la sangre de todos los animales. (Compárese con Levítico 17:13; Deuteronomio 12:15, 16.) En consecuencia, parece más lógico que la ley acerca de la grasa aplicase a todos los animales, incluso a aquellos que los israelitas matasen para su uso corriente.
El hecho de que la prohibición aplicase a toda la grasa no se contradice con el texto de Deuteronomio 32:14, donde se dice que Jehová dio a Israel “grasa de carneros” para comer. Esta es una expresión figurativa que hace referencia a lo mejor del rebaño o, tal como vierte la frase la Versión Popular, “lo mejor de los corderos”. (Véase también la Versión Moderna.) Este sentido poético se indica además en las declaraciones que vienen a continuación en este mismo versículo, que hablan de “la grasa de los riñones del trigo” y la “sangre de la uva”. Lo mismo sucede en Nehemías 8:10, donde se le manda al pueblo: “Vayan, coman las cosas grasas”, y por esta declaración no podemos concluir que consumieron literalmente grasa. “Las cosas grasas” es una expresión que hace referencia a las porciones suculentas, a las cosas que no estaban desprovistas de carne o eran secas, sino, más bien, sustanciosas y entre las cuales estaban los platos sabrosos que se preparaban con aceites vegetales. Por esta razón, la Nueva Biblia Española vierte este pasaje: “Coman buenas tajadas”, y la Versión Popular dice: “Vayan y coman de lo mejor”.
La ley mosaica no impedía que tanto las ovejas como las reses destinadas a la mesa fuesen alimentadas o engordadas. Así, el registro habla del “torillo cebado” que se mató para el hijo pródigo. (Luc. 15:23.) El alimento de Salomón incluía “cuclillos engordados” y “reses vacunas gordas “. (1 Rey. 4:23.) La palabra hebrea mar·béq, que se traduce “becerro engordado” en 1 Samuel 28:24, significa literalmente “un becerro del pesebre (o: del amarradero)”; los términos mé·aj y merí’ hacen referencia a un ‘[animal] cebado’ o a un ‘animal bien alimentado’. (Isa. 5:17; Eze. 39:18; véanse también Proverbios 15:17; Jeremías 46:21.) No obstante, esto no significa que se ‘engordara’ en estos casos a los animales con el propósito de producir sebo o capas de grasa, sino, más bien, que se hicieron robustos, fuertes, no flacos. (Compárese con Génesis 41:18, 19.)