LIBERTO, HOMBRE LIBRE
Durante la gobernación romana, se llamaba “liberto” a cualquiera emancipado de la esclavitud, mientras que un ‘hombre libre’ tenía esta condición desde su nacimiento, con todos los derechos de ciudadano. Un ejemplo de ‘hombre libre’ fue el apóstol Pablo. (Hech. 22:28.)
Se ha dicho que los que pertenecían a la “sinagoga de los Libertos [literalmente, Libertinos]” eran judíos que habían sido tomados cautivos por los romanos, y más tarde emancipados. Otro punto de vista es que estas personas eran esclavos libertados que habían llegado a ser prosélitos judíos. La Versión Armenia los presenta como “Libios”, es decir, naturales de Libia. (Hech. 6:9.)
Como se indica en las Escrituras, aunque un cristiano puede ser esclavo de un amo terrestre, en realidad es un liberto de Cristo, liberado de la esclavitud al pecado y la muerte. Pero habiendo sido comprado por un precio, la sangre preciosa de Jesús, un cristiano que es libre en sentido físico, es esclavo de Dios y de Jesucristo, obligado a obedecer sus mandamientos. Esto indica que para los humanos la libertad siempre es relativa, nunca absoluta. Por lo tanto, desde el punto de vista de Dios, en la congregación cristiana no hay diferencia entre esclavo y libre. Por otra parte, la libertad que posee un cristiano no le da derecho a usarla como disfraz para la maldad moral. (1 Cor. 7:22, 23; Gál. 3:28; Heb. 2:14, 15; 1 Ped. 1:18, 19; 2:16.)