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Ayuda para entender la Biblia
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AMABILIDAD

La amabilidad está relacionada con la humildad, la mansedumbre, la apacibilidad y el ser razonable. La “humildad” tiene que ver con el concepto que uno tiene de sí mismo, mientras que la “mansedumbre” es una condición de la persona misma que se manifiesta en su relación con Dios y el hombre. En cambio, “la amabilidad” tiene que ver con la actitud en el trato de uno hacia otros. La amabilidad, por lo tanto, es una disposición o comportamiento afable, apacible. Es lo contrario de la aspereza o dureza. La persona amable no es escandalosa, ni ruidosa ni inmoderada.

La palabra griega né·pi·oi (plural de né·pi·os), que aparece en el texto griego de Westcott y Hort en 1 Tesalonicenses 2:7, se traduce “amables” (NM). No obstante, en Mateo 21:16 se traduce “pequeñuelos”. En otros textos griegos se emplea la palabra é·pi·oi en 1 Tesalonicenses 2:7. Esta es similar a né·pi·os, y conlleva la idea de apacibilidad y afabilidad. También puede traducirse “amable”. (2 Tim. 2:24.) El Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, de W. E. Vine, dice que la palabra fue “frecuentemente usada por los escritores griegos para caracterizar a una nodriza con niños difíciles, o a un maestro con alumnos poco aplicados, o a padres hacia sus hijos”.

NO ES DEBILIDAD

Este concepto de amabilidad no implica debilidad, pues se requiere firmeza de carácter para ser amable con otros y calmar o no herir sus sentimientos, especialmente cuando se nos provoca. David, aunque era un hombre de guerra, le ordenó a Joab, por su amor paternal, que tratase “con suavidad” a su hijo rebelde Absalón. (2 Sam. 18:5; la palabra hebrea ’at, que se emplea aquí, alude a una acción suave o moderada.) Cuando el apóstol Pablo ministró a los recién convertidos de Tesalónica se describió a sí mismo y a sus compañeros como né·pi·oi, “pequeñuelos”, o como “amables en medio de ustedes, como cuando una madre que cría acaricia a sus propios hijos”. Él obró así movido por afecto verdadero y para no perjudicar el crecimiento espiritual de los tesalonicenses. (1 Tes. 2:7, 8.) Pablo no era de carácter débil. Cuando fue necesario hablar con firmeza lo hizo, como se ve en sus dos cartas canónicas a la congregación cristiana de Corinto. Pablo también señaló que la amabilidad era un requisito para un siervo de Dios, en particular para quienes sirvieran en una posición de superintendencia. (2 Tim. 2:24.)

TIENE UN EFECTO UNIFICADOR

¡Cuán agradable y conducente a la paz es la persona que habla y actúa con amabilidad! Tal persona es abordable, no es severa, y su comportamiento tiende a la edificación espiritual de otros. La aspereza, la severidad, el alboroto y la vulgaridad son actitudes que repelen y dividen. Pero la amabilidad atrae y unifica. De Jehová se dice que reúne a sus corderos y los lleva en su seno (refiriéndose a los grandes pliegues de la parte superior de las vestiduras, donde a veces los pastores llevaban a los corderos). (Isa. 40:11.)

FALSA AMABILIDAD

La amabilidad en el tono de la voz o en los modales no siempre es prueba de verdadera amabilidad. Para que esta cualidad sea totalmente genuina debe proceder del corazón, como la amabilidad natural de los pequeñuelos (término con el que suele traducirse né·pi·oi). Mientras Job, siervo de Dios, sufría a manos de Satanás una prueba de integridad a su Creador, fue atacado verbalmente por tres compañeros que le acusaron de pecados secretos, iniquidad y obstinación, insinuando además que era un apóstata y que sus hijos habían hallado la muerte a manos de Dios por haber sido inicuos. Sin embargo, uno de los tres compañeros, Elifaz, le dijo a Job: “¿Acaso las consolaciones de Dios no te bastan, o una palabra que se habla amablemente contigo?”. (Job 15:11.) Esta declaración deja entrever que por lo menos parte de su acusación fue presentada en un tono suave, sin embargo era áspera en su contenido, de ahí que no fuese verdaderamente amable.

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