AVIDEZ
Ansia y deseo vehemente; codicia. La avidez también puede manifestarse en el amor al dinero, el deseo de poder o ganancia, la voracidad por el alimento y la bebida, el sexo, u otras cosas materiales. Las Escrituras advierten a los cristianos contra este rasgo degradante, y ordenan no asociarse con nadie que llamándose “hermano” cristiano estuviese dominado por la avidez. (1 Cor. 5:9-11.) Tales personas están clasificadas junto con los fornicadores, idólatras, adúlteros, hombres que se tienen para propósitos contranaturales, ladrones, borrachos, injuriadores y los que practican extorsión. De hecho, las personas dominadas por la avidez por lo general practican algunas de estas cosas. Si un individuo no se vuelve de su avidez, no heredará el reino de Dios. (1 Cor. 6:9, 10.) Al condenar el habla necia y el bromear obsceno, el apóstol Pablo manda que la fornicación y la inmundicia o la avidez “ni siquiera se mencionen entre ustedes”. Esto habría de significar que tales prácticas no solo no deberían darse entre los cristianos, sino que ni siquiera deberían ser tema de conversación, con el fin de obtener placer de ello. (Efe. 5:3; compárese con Filipenses 4:8.)
La avidez de ganancia falta de honradez descalificaría a un hombre de ser siervo ministerial en la congregación cristiana. (1 Tim. 3:8.) Ya que tales hombres tienen que estar ante la congregación como ejemplos, se desprende que el principio debe aplicar a todos los miembros de la congregación. (1 Ped. 5:2, 3.) Que esto es así se ve, particularmente, por la declaración de Pablo de que las personas dominadas por la avidez no heredarán el Reino. (Efe. 5:5.)
En las Escrituras Griegas Cristianas las palabras griegas usadas para “avidez” y “codicia” están estrechamente relacionadas. Jesucristo declaró que la codicia contamina al hombre (Mar. 7:20-23), y advirtió contra ella. Él reforzó esta advertencia con la ilustración de un hombre rico y codicioso que, al morir, ya no tuvo más beneficio o control de su riqueza, encontrándose, además, en la lamentable condición de no ser “rico para con Dios”. (Luc. 12:15-21.) A los cristianos se les dice que su vida está “escondida con el Cristo” y que por lo tanto deben amortiguar los miembros de su cuerpo en lo que toca a codicia, deseo perjudicial y toda clase de inmundicia. (Col. 3:3, 5.)