HITITAS
Pueblo que descendió de Het, el segundo hijo de Canaán que se menciona por nombre. (Gén. 10:15.) Por lo tanto, los hititas eran de origen camítico. (Gén. 10:6.)
Abrahán tuvo algunos tratos con los hititas, los cuales residían en Canaán antes de que él se trasladase allí en 1943 a. E.C. Cuando su esposa Sara murió, él negoció con Efrón, el hijo de Zóhar el hitita, en la puerta de la ciudad de Hebrón a fin de conseguir la cueva de Macpelá que estaba en el campo de Efrón. Como este rehusó vender la cueva sola, Abrahán tuvo que comprar todo el campo. (Gén. 23:1-20.) Anteriormente Jehová había prometido dar a la descendencia de Abrahán la tierra de Canaán, la cual estaba habitada por varias naciones, una de las cuales era la hitita. Sin embargo, Jehová le dijo a Abrahán que “todavía no [había] quedado completo el error de los amorreos [un término que a menudo se usa para referirse a todas las naciones de Canaán en general)”. (Gén. 15:16.) Por lo tanto Abrahán respetó el derecho de propiedad que tenían los hititas. (Gén. 15:18-21.)
Debido a que los hititas descendieron de Canaán, llegaron a estar bajo la maldición que Noé pronunció sobre él, de modo que cuando Israel los sojuzgó, fue en cumplimiento de las palabras de Noé registradas en Génesis 9:25-27. La religión de los hititas era pagana, probablemente una forma de adoración fálica como tenían las demás religiones cananeas. El que Esaú, el nieto de Abrahán, se casara con mujeres hititas resultó ser “una fuente de amargura de espíritu a Isaac y Rebeca”, los padres de Esaú. (Gén. 26:34, 35; 27:46.)
En los días de Josué, los hititas habitaban la tierra abarcada “desde el desierto y este Líbano hasta el gran río, el río Éufrates, es decir, toda la tierra de los hititas”. (Jos. 1:4.) Por lo visto vivían principalmente en las regiones montañosas del Líbano y, posiblemente, de ciertas zonas de Siria. (Núm. 13:29; Jos. 11:3.)
DESTRUCCIÓN DECRETADA
Los hititas eran una de las siete naciones a las que se nombra como merecedoras de ser dadas por entero a la destrucción. Estas naciones fueron descritas como “más populosas y más fuertes” que Israel. De manera que en aquel tiempo las siete naciones deben haber ascendido a más de tres millones de personas, y los hititas serían un enemigo temible en las montañas, su baluarte. (Deu. 7:1, 2.) Cuando supieron que Israel había cruzado el Jordán y destruido las ciudades de Jericó y Hai, evidenciaron su enemistad al unirse a las otras naciones de Canaán para luchar contra Israel (dirigido por Josué). (Jos. 9:1, 2; 24:11.) En vista de eso, las ciudades de los hititas debieron ser destruidas y sus habitantes barridos para que no se pusiese en peligro la lealtad de Israel a Dios, incurriendo así en su desaprobación. (Deu. 20:16-18.) Pero Israel no cumplió a cabalidad el mandamiento de Dios. Después de la muerte de Josué, los israelitas fueron desobedientes y no echaron a estas naciones, de modo que llegaron a ser para ellos “como espinas en sus costados” y un hostigamiento constante. (Núm. 33:55, 56.)
HISTORIA POSTERIOR
Debido a que Israel no obedeció a Dios destruyendo por completo a las naciones cananeas, Dios declaró: “Por lo tanto, yo, a mi vez, he dicho: ‘No los expulsaré de delante de ustedes, y tendrán que llegar a ser lazos para ustedes, y sus dioses les servirán de señuelo’”. (Jue. 2:3.) Parece ser que aquellos cananeos que quedaron en Israel fueron tolerados y, en algunas ocasiones excepcionales, incluso recibieron posiciones de respeto y responsabilidad. Hubo dos hititas que eran soldados en el ejército de David, y posiblemente hasta oficiales: Ahimélec y Urías. También parece ser que de las naciones cananeas solo los hititas mantuvieron prominencia y poder como nación. (1 Rey. 10:29; 2 Rey. 7:6.)
El rey Salomón ‘hizo leva de hombres’ hititas para trabajos forzados. (2 Cró. 8:7, 8.) Sin embargo, sus esposas extranjeras, entre las que había mujeres hititas, hicieron que Salomón se apartase de Jehová su Dios. (1 Rey. 11:1-6.) En la Biblia se menciona que para el tiempo del reinado de Jehoram de Israel (917-905 a. E.C.), los hititas todavía tenían reyes así como medios y recursos para guerrear. (2 Rey. 7:6.) Sin embargo, las conquistas sirias, asirias y babilonias parece ser que acabaron con la potencia hitita.
Después de la restauración de Israel del exilio en 537 a. E.C., los israelitas, entre ellos algunos sacerdotes y levitas, se casaron con mujeres cananeas y dieron sus hijas a hombres cananeos. Entre esos cananeos se contaban los hititas. Aquello era una violación de la ley de Dios. Por esa razón Esdras los censuró, y los motivó a que acordaran repudiar a sus esposas extranjeras. (Esd. 9:1, 2; 10:14, 16-19, 44.)
USO FIGURATIVO
Al hablar a Jerusalén en la profecía de Ezequiel, Jehová usó el término “hitita” en un sentido figurado diciendo: “Tu origen y tu nacimiento fueron de la tierra del cananeo. Tu padre era el amorreo, y tu madre era una hitita”. Cuando Israel entró en aquella tierra, Jerusalén, la capital de la nación sobre la cual Jehová había colocado su nombre, era una ciudad ocupada por los jebuseos. Pero ya que las tribus cananeas más prominentes eran los amorreos y los hititas, al parecer se hace mención de ellos como representantes de las naciones cananeas, entre las que estaban los jebuseos. Así, parece ser que Jehová se refería a que la ciudad había tenido un origen modesto, pero que Él había hecho que fuese hermoseada de tal modo que la fama de esta se extendió a todas las naciones, por medio del rey David, quien se sentó sobre el “trono de Jehová” (1 Cró. 29:23), el arca del pacto sobre el monte Sión y, finalmente, el glorioso templo edificado por Salomón, el hijo de David. Pero Jerusalén, como las naciones cananeas de su alrededor, se hizo corrupta e inmoral, y por ello finalmente Jehová causó su desolación. (Eze., cap. 16.)
SE LES INTENTA IDENTIFICAR EN LA HISTORIA SEGLAR
Los historiadores y arqueólogos han intentado relacionar a los hititas de la Biblia con un pueblo homónimo de la historia seglar. La base principal para tal relación ha sido lingüística, la comparación de palabras que aparentemente tienen un sonido o deletreo similar.
Cualquier supuesta identificación de los hititas de la Biblia con el “imperio hitita” que tenía su capital en Hattusas (Asia Menor) es simple conjetura y no ha sido probada. Debido a ello, las referencias que se hacen en esta publicación a los “hititas” de la historia seglar se suelen escribir entre comillas para recordar al lector que tal identificación no está probada, y que no creemos que la evidencia sea lo suficientemente convincente como para considerarla definitiva.