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INMORTALIDAD

(gr. a·tha·na·sí·a).

El término griego se forma con el prefijo negativo a seguido de una forma de la palabra “muerte” (thá·na·tos). En consecuencia, el significado básico es “imperecedero”.

Las expresiones “inmortal” o “inmortalidad” no aparecen en las Escrituras Hebreas. Sin embargo, estas muestran que Jehová Dios, como la Fuente de toda vida, no está sujeto a la muerte; por lo tanto, es inmortal. (Sal. 36:7, 9; 90:1, 2; Hab. 1:12.) Este hecho también lo subraya el apóstol cristiano Pablo al referirse a Dios como el “Rey de la eternidad, incorruptible”. (1 Tim. 1:17.)

Tal como se explica en el artículo ALMA, las Escrituras Hebreas también establecen claramente que el hombre no es inherentemente inmortal. Son numerosas las referencias a que el alma humana (heb. né·fesch) muere, se encamina a la tumba y es destruida. (Gén. 17:14; Jos. 10:32; Job 33:22; Sal. 22:29; 78:50; Eze. 18:4, 20.) En armonía con las Escrituras Hebreas, las Escrituras Griegas Cristianas también contienen referencias con relación a la muerte del alma (gr. psy·kjé). (Mat. 26:38; Mar. 3:4; Hech. 3:23; Sant. 5:20; Rev. 8:9; 16:3.) Por consiguiente, las Escrituras Griegas Cristianas no contradicen o alteran la enseñanza inspirada que se halla en las Escrituras Hebreas: que el hombre, el alma humana, es mortal. Sin embargo, las Escrituras Griegas Cristianas contienen la revelación del propósito de Dios de conceder la inmortalidad a algunos de sus siervos.

INMORTALIDAD DE CRISTO

El primero al que se describe en la Biblia siendo recompensado con el don de la inmortalidad es Jesucristo. Él no poseía inmortalidad antes de que Dios le resucitase, como puede verse por las palabras inspiradas del apóstol en Romanos 6:9: “Cristo, ahora que ha sido levantado de entre los muertos, ya no muere; la muerte ya no es amo sobre él”. (Compárese con Revelación 1:17, 18.) Por esta razón, cuando se dice de él en 1 Timoteo 6:15, 16 que es “el Rey de los que reinan y Señor de los que gobiernan como señores”, se ve que Jesús difiere de todos los otros reyes y señores en el sentido de que es “el único que tiene inmortalidad”. Los otros reyes y señores, por ser mortales, mueren, tal como los sumo sacerdotes de Israel. Sin embargo, el glorificado Jesús, el sumo sacerdote nombrado por Dios a la manera de Melquisedec, tiene “vida indestructible”. (Heb. 7:15-17, 23-25.)

En este pasaje, la palabra “indestructible” se traduce de la palabra griega a·ka·tá·ly·tos, que significa básicamente “indisoluble”. La palabra se compone del prefijo negativo a al que le siguen otras palabras que tienen que ver con “aflojar”, tal como en la declaración de Jesús concerniente al aflojamiento o derribo de las piedras del templo de Jerusalén. (Mat. 24:1, 2.) Otro ejemplo es la referencia de Pablo a la disolución de la “tienda” terrestre de los cristianos, es decir, de su vida terrestre en cuerpos humanos. (2 Cor. 5:1.) Por lo tanto, la vida inmortal otorgada a Jesús al tiempo de su resurrección no es meramente una vida sin fin, más bien, se trata de una vida que no puede sufrir ningún tipo de deterioro y que está más allá de toda destrucción.

A LOS HEREDEROS DEL REINO SE LES OTORGA INMORTALIDAD

A los cristianos ungidos llamados a reinar con Cristo en los cielos (1 Ped. 1:3, 4) se les promete que participarán con Cristo en la semejanza de su resurrección. (Rom. 6:5.) Así pues, como en el caso de su Señor y cabeza, los miembros ungidos de la congregación cristiana que mueren en fidelidad reciben una resurrección a vida inmortal espiritual, de esa manera “esto que es mortal tiene que vestirse de inmortalidad”. (1 Cor. 15:50-54.) Como en el caso de Jesús, la inmortalidad de ellos no significa simplemente vida eterna o el hecho de no morir. El que a ellos también se les otorgue el “poder de una vida indestructible” como coherederos con Cristo puede verse por la relación que el apóstol Pablo establece entre la incorruptibilidad y la inmortalidad que ellos alcanzan. (1 Cor. 15:42-49.) Sobre ellos “la muerte segunda no tiene autoridad”. (Rev. 20:6.)

El que se les otorgue inmortalidad a los herederos del Reino es aún más trascendental y notable al tener en cuenta que incluso los ángeles de Dios son mortales, a pesar de que no poseen cuerpos carnales, sino espirituales. Es evidente que los ángeles pueden morir, en vista del juicio de muerte pronunciado contra el hijo espiritual que llegó a ser el adversario de Dios, o Satanás, y en contra de todos los otros ángeles que siguieron este derrotero satánico y “no guardaron su posición original, sino que abandonaron su propio y debido lugar de habitación”. (Jud. 6; Mat. 25:41; Rev. 20:10, 14.) Por consiguiente, al otorgarles “vida indestructible” (Heb. 7:16) o “vida indisoluble” a esos cristianos que obtienen el privilegio de reinar con el Hijo de Dios en el reino celestial, Dios demuestra maravillosamente la confianza que tiene en ellos. (Véanse ANGEL; CIELO [El camino a la vida celestial]; VIDA.)

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