JUDÁ, DESIERTO DE
La ladera oriental yerma y por lo general deshabitada de las montañas de Judea. (Jue. 1:16.) Esta región desértica, cuya anchura oscila entre los 15 y 25 Km., empieza en las proximidades de la parte oriental del monte de los Olivos y se prolonga por unos 80 Km. a lo largo de la costa occidental del mar Muerto. Consta principalmente de colinas áridas, lisas y redondeadas de creta blanda, separadas por valles torrenciales y barrancos. Cerca ya del mar Muerto, las redondeadas colinas dan paso a cañones rocosos y enfrente mismo del mar hay un muro de riscos dentados. Al descender unos 1.200 m. en 24 Km., este desierto está protegido de los vientos del oeste portadores de lluvia, y por esta razón únicamente recibe una cantidad limitada de precipitaciones. Al mismo tiempo, está a merced de los vientos secos que soplan desde el este. No obstante, cuando llueve, el agua se precipita por los valles torrenciales, que de otra manera estarían secos, y por unas pocas semanas durante la estación lluviosa el desierto produce algo de vegetación.
David se refugió en el desierto de Judá cuando huía de Saúl y lo describió como “una tierra seca y agotada, donde no hay agua”. (Sal. 63:1 y encabezamiento.) No hay ninguna corriente de agua que se origine en el corazón de esta región árida, ni tampoco fluyen por allí ningún tipo de aguas superficiales. En marcado contraste, la corriente que procedía del templo que Ezequiel vio en visión fluía por este desierto y mantenía una abundancia de árboles a lo largo de sus orillas. (Eze. 47:1-10.)
Es probable que fuese al desierto de Judá donde se enviaba el ‘macho cabrío para Azazel’ el Día de Expiación anual, después de haber sido conducido allí desde el templo de Jerusalén. (Lev. 16:21, 22.) En el primer siglo de la era común, Juan el Bautista empezó su ministerio en esta región, al norte del mar Muerto. (Mat. 3:1-6.) Al parecer, Cristo Jesús fue tentado por el Diablo en algún lugar de este mismo desierto. (Mat. 4:1.)
[Imagen de la página 955]
Es muy apropiada la descripción que hace David del desierto de Judá como “una tierra seca y agotada, donde no hay agua”. Sus cuevas han ocultado tanto a fugitivos como valiosos manuscritos bíblicos