JUDAS
(“Loado”). Forma griega del nombre hebreo Judá.
1. Judas el galileo, al que hizo alusión Gamaliel al dirigirse al Sanedrín. (Hech. 5:37.) En el tiempo de la inscripción que en el año 6 E.C. llevó a cabo Quirinio, gobernador de Siria, Judas encabezó una sublevación judía. Josefo hace mención de él varias veces, y declara que instaba “a sus compatriotas a resistir, diciendo que ‘serían cobardes si se sometían a pagar impuestos a los romanos, y después de solo servir a Dios aceptaran amos humanos’. Este hombre era un rabino con una secta propia”. En un pasaje de sus escritos, Josefo dijo que Judas era gaulanita, término que algunos relacionan con una zona situada al este del mar de Galilea. Sin embargo, en otros lugares el mismo historiador dice que Judas era galileo, coincidiendo así con Gamaliel. (Antigüedades Judías, Libro XVIII, cap. I, secs. 1, 6.) Estos rebeldes ansiaban la libertad, pero no pudieron conseguirla. Judas “pereció, y todos los que le obedecían fueron esparcidos por todas partes”. (Hech. 5:37.) Algunos de sus descendientes también participaron en otras sublevaciones. (La Guerra de los Judíos, Libro II, cap. XVII, sec. 8; Libro VII, cap. VIII, sec. 1.)
2. Uno de los doce apóstoles, llamado también Tadeo y “Judas hijo de Santiago”. En las listas de los apóstoles registradas en Mateo 10:3 y Marcos 3:18, a Santiago, el hijo de Alfeo, y a Tadeo se les menciona juntos; mientras que en Lucas 6:16 y Hechos 1:13 Tadeo no está incluido y en su lugar aparece “Judas hijo de Santiago”, lo cual lleva a la conclusión de que Tadeo era otro nombre con el que se conocía al apóstol Judas. Es posible que para no confundir a los dos apóstoles llamados Judas, a veces se usase el nombre Tadeo. Algunos traductores vierten Lucas 6:16 y Hechos 1:13 de la siguiente forma: “Judas hermano de Santiago”, ya que en griego no se indica el grado de parentesco. No obstante, en la Versión Siríaca Peshitta se incluye la palabra “hijo”. Como consecuencia, varias traducciones modernas dicen “Judas, hijo de Santiago” (LT, NM, BJ, Besson). La única referencia bíblica en la que aparece escuetamente el nombre de Judas es Juan 14:22. Este versículo se refiere a él como “Judas, no el Iscariote”, lo que permite distinguir al Judas del cual se habla.
En Mateo 10:3, la Versión Valera incluye antes de “Tadeo” la siguiente expresión: “Lebeo, por sobrenombre”. Esta traducción está basada en el “texto recibido”, pero se omite en el texto más reciente de Westcott y Hort, pues no aparece en algunos manuscritos, como por ejemplo el Sinaítico.
3. Judas Iscariote, hijo de Simón y apóstol infame que traicionó a Jesús. La Biblia suministra poca información directa en cuanto a su familia y a sus antecedentes. Tanto él como su padre se llamaban Iscariote. (Luc. 6:16; Juan 6:71.) Por lo general se ha entendido que este término indicaba que ellos eran de Queriyot-hezrón, un pueblo de Judea. De ser así, entonces Judas era el único de los doce apóstoles que procedía de Judea, ya que los demás eran de Galilea.
En los relatos de los evangelios la primera mención que se hace de Judas es en la lista de los apóstoles, algún tiempo después de la Pascua de 31 E.C. y alrededor de un año y medio después de que Jesús empezara su ministerio. (Mar. 3:19; Luc. 6:16.) Es lógico pensar que Judas hubiese sido discípulo por cierto tiempo antes de que Jesús le hiciese apóstol. A él se le confió el cuidado del dinero que en común tenían Jesús y los doce. Eso refleja favorablemente su confiabilidad en aquel tiempo. (Juan 12:6.) No obstante, Judas se corrompió de manera completa e inexcusable. Debe ser por esa razón que se le coloca el último en la lista de los apóstoles, y se le describe como el Judas “que más tarde lo traicionó” o “que se volvió traidor”. (Mat. 10:4; Luc. 6:16.)
SE HACE CORRUPTO
Cuando se acercaba la Pascua de 32 E.C., Judas y el resto de los apóstoles fueron enviados a predicar. (Mat. 10:1, 4, 5.) Poco después de que Judas regresase y cuando aún no había pasado un año desde que se le hiciera apóstol, fue denunciado públicamente por Cristo, aunque no dijo su nombre. Algunos discípulos dejaron a Jesús, escandalizándose de sus enseñanzas, pero Pedro dijo que los doce se adherirían a él. En respuesta, Jesús reconoció que él había escogido a los doce, pero dijo: “Uno de ustedes es calumniador [gr. di·á·bo·los, que significa “diablo” o “calumniador”]”. El relato explica que Judas ya era un calumniador y que “iba a traicionarlo, aunque era uno de los doce”. (Juan 6:66-71.)
En relación con este incidente, Juan dice: “Jesús supo desde el principio […] quién era el que lo traicionaría”. (Juan 6:64.) Cristo sabía, por las profecías de las Escrituras Hebreas, que sería traicionado por un asociado íntimo. (Sal. 41:9; 109:8; Juan 13:18, 19.) Debido a su presciencia, Dios había visto que tal persona se volvería traidora; pero no concuerda con las cualidades de Dios y con sus tratos en el pasado pensar que Judas tenía que fallar, como si estuviese predestinado. (Véase PRESCIENCIA, PREDETERMINACIÓN.) Antes bien, al principio de su apostolado Judas era fiel a Dios y a Jesús. Por consiguiente, cuando Cristo dijo que él lo reconoció “desde el principio”, se refería al tiempo en el que Judas comenzó a andar mal y a ceder a la imperfección y a las inclinaciones pecaminosas. (Juan 2:24, 25; Rev. 1:1; 2:23.) Judas debió saber que él era el “calumniador” al cual Jesús había hecho alusión, pero continuó viajando con Jesús y con los apóstoles fieles sin hacer ningún cambio.
La Biblia no habla con detalle de los motivos de su proceder corrupto, pero un incidente que ocurrió el 9 de Nisán de 33 E.C., cinco días antes de la muerte de Jesús, aclara este aspecto. En Betania, en la casa de Simón el leproso, María, la hermana de Lázaro, ungió a Jesús con un aceite perfumado valorado en trescientos denarios, aproximadamente el salario de un año para un trabajador. (Mat. 20:2.) Judas comentó vehementemente que el aceite podía haber sido vendido y el dinero “dado a los pobres”. Por lo visto, otros apóstoles simplemente asintieron a lo que parecía ser una razón válida, pero Jesús los reprendió. La verdadera razón de Judas para presentar su objeción era que él cuidaba de la caja del dinero y “era ladrón […] y se llevaba el dinero” que se ponía en la caja. De manera que, para aquel entonces, el codicioso Judas ya había hecho del robo una práctica. (Juan 12:2-7; Mat. 26:6-12; Mar. 14:3-8.)
EL PRECIO DE LA TRAICIÓN
Sin duda Judas se sintió herido por la reprensión de Jesús en cuanto al uso del dinero. En ese momento, “Satanás entró en Judas”, probablemente en el sentido de que el apóstol traidor cedió a la voluntad del Diablo, aceptando ser un instrumento para llevar a cabo los designios de Satanás a fin de truncar el cometido de Cristo. Aquel mismo día, Judas fue a los principales sacerdotes y los capitanes del templo para ver cuánto le pagarían por traicionar a Jesús, mostrando de nuevo su avaricia. (Mat. 26:14-16; Mar. 14:10, 11; Luc. 22:3-6; Juan 13:2.) Al parecer Judas tuvo que viajar unos tres kilómetros desde Betania a Jerusalén para encontrarse con los principales sacerdotes que se habían reunido aquel día con los “ancianos del pueblo”, los hombres influyentes del Sanedrín. (Mat. 26:3.) Es posible que los capitanes del templo hubieran sido llamados debido a su influencia y con el fin de dar una apariencia legal a cualquier arresto que se planeara contra Jesús.
El precio ofrecido fue treinta piezas de plata. (Mat. 26:14, 15.) Parece ser que la cantidad fijada por los líderes religiosos tuvo como propósito mostrar su desprecio por Jesús, considerándolo como de poco valor. Según Éxodo 21:32, el precio de un esclavo era treinta siclos. Es así que se le pagaron a Zacarías “treinta piezas de plata” por su trabajo como pastor del pueblo. Jehová despreció esta cantidad por lo escasa que era, y consideró el salario que se le dio a Zacarías como un exponente del aprecio que el pueblo infiel sentía por Dios mismo. (Zac. 11:12, 13.) Por consiguiente, al ofrecer tan solo treinta piezas de plata por Jesús, los líderes religiosos dieron a entender que no valía mucho. Al mismo tiempo estaban cumpliendo Zacarías 11:12, tratando a Jehová como de poco valor al hacer esto con el representante que había enviado para pastorear a Israel. El corrupto Judas “consintió [en el precio], y se puso a buscar una buena oportunidad para traicionarlo [a Jesús] a ellos sin que estuviera presente una muchedumbre”. (Luc. 22:6.)
LA ÚLTIMA NOCHE CON JESÚS
A pesar de haberse vuelto contra Cristo, Judas continuó asociado con él. El 14 de Nisán del año 33 E.C. se reunió con Jesús y los apóstoles para la celebración de la Pascua. En el transcurso de la cena de la Pascua, Jesús ministró a sus apóstoles, lavándoles humildemente los pies. Hipócritamente, Judas también permitió que Jesús se los lavase a él. Pero Jesús dijo: “No todos ustedes están limpios”. (Juan 13:2-5, 11.) También mencionó que uno de los apóstoles que en aquellos momentos estaba allí, en la mesa, lo traicionaría. Tal vez para dar la impresión de que no era el culpable, Judas preguntó si era él. Para mayor identificación, Jesús mojó un bocado y se lo dio a Judas, diciéndole: “Lo que haces, hazlo más pronto”. (Mat. 26:21-25; Mar. 14:18-21; Luc. 22:21-23; Juan 13:21-30.)
Inmediatamente, Judas dejó el grupo. Al comparar Mateo 26:20-29 con Juan 13:21-30 se ve que él partió antes de que Jesús instituyera la celebración de la Cena del Señor. Es evidente que Lucas no presenta este incidente en estricto orden cronológico, pues Judas sin duda ya había partido para cuando Cristo encomió al grupo por haber continuado con constancia a su lado; además, esto no encajaría con Judas, ni tampoco hubiera sido introducido en el “pacto […] para un reino”. (Luc. 22:19-30.)
Más tarde, Judas halló a Jesús y a sus fieles apóstoles en el jardín de Getsemaní, un lugar que el traidor conocía bien, pues se habían reunido allí en otras ocasiones. Probablemente desde la Fortaleza Antonia condujo a una gran multitud entre la que se hallaban soldados romanos y un comandante militar. La chusma llevaba garrotes y espadas así como antorchas y lámparas por si acaso las nubes cubrían la luna llena o Jesús estaba en un lugar oscuro. Los romanos no reconocerían a Jesús, por lo que, según una señal acordada de antemano, Judas saludó a Cristo y en un acto de hipocresía “lo besó muy tiernamente”, lo cual sirvió para identificarlo. (Mat. 26:47-49; Juan 18:2-12.) Más tarde, Judas sintió la enormidad de su culpa. Por la mañana, intentó devolver las treinta piezas de plata, pero los principales sacerdotes rehusaron aceptarlas. Finalmente, Judas arrojó el dinero en el templo. (Mat. 27:1-5.)
SU MUERTE
Según Mateo 27:5, Judas se ahorcó. Sin embargo, Hechos 1:18 dice: “Cayendo de cabeza, reventó ruidosamente por en medio, y todos sus intestinos quedaron derramados”. Mateo describe más bien la manera en que intentó suicidarse, mientras que en Hechos se registra el resultado. Combinando ambos relatos, parece que Judas intentó ahorcarse sobre algún peñasco, pero la cuerda o la rama se rompió, de modo que cayó y se reventó en las rocas que había abajo. La topografía de los alrededores de Jerusalén permite esta explicación.
En lo que respecta a su muerte, también surge la pregunta en cuanto a quién compró con las treinta piezas de plata el campo donde lo sepultaron. Según Mateo 27:6, 7, los principales sacerdotes decidieron que no podían colocar el dinero en la tesorería sagrada, así que ellos lo usaron para comprar el campo. El relato de Hechos 1:18, 19, hablando de Judas dice: “Este mismo hombre, por tanto, compró un campo con el salario de la injusticia”. La respuesta parece ser que los sacerdotes compraron el campo, pero ya que Judas proveyó el dinero, se le podía atribuir el hecho a él. El doctor A. Edersheim señaló: “No era legal introducir en la tesorería del templo, para la compra de cosas sagradas, dinero que había sido conseguido de manera ilegal. En tales casos, la ley judía hacía provisión para que el dinero se devolviera al donante y, si él insistía en darlo, se le debería inducir a gastarlo en algo para el bien público […]. Por medio de un artificio legal se consideraba que el dinero todavía era de Judas, y que fue destinado por él a la compra del conocido ‘campo del alfarero’”. Esta compra sirvió para que se cumpliese la profecía de Zacarías 11:13.
Judas escogió deliberadamente su proceder, un proceder que conllevaba malicia, codicia, orgullo, hipocresía e intriga. Posteriormente sintió remordimiento bajo el peso de la culpa, como le podría suceder a un asesino ante el resultado de su crimen. Sin embargo, por propia iniciativa, Judas negoció con aquellos que Jesús dijo que hacían prosélitos que estaban sujetos al Gehena dos veces más que ellos mismos y que también estaban expuestos al “juicio del Gehena”. (Mat. 23:15, 33.) En la última noche de su vida terrestre, Jesús dijo con relación a Judas: “Le hubiera sido mejor a aquel hombre no haber nacido”. Más tarde, Cristo le llamó “el hijo de destrucción”. (Mar. 14:21; Juan 17:12; Heb. 10:26-29.)
SU SUSTITUCIÓN
Entre la ascensión de Jesús y el día del Pentecostés de 33 E.C. Pedro explicó a un grupo de unos ciento veinte discípulos que estaban reunidos, que parecía apropiado seleccionar un sustituto para Judas, aplicando la profecía del Salmo 109:8. Se propusieron dos candidatos y se echaron suertes, resultando escogido Matías “para que tome el lugar de este ministerio y apostolado, del cual Judas se desvió para ir a su propio lugar”. (Hech. 1:15, 16, 20-26.)
4. “Esclavo de Jesucristo, pero hermano de Santiago.” Esta es la manera en que el escritor de la carta inspirada que lleva su nombre se introduce a sí mismo. Al parecer, no era la misma persona que “Judas hijo de Santiago”, uno de los once apóstoles fieles de Jesucristo. (Luc. 6:16.) Él habla de sí mismo como un “esclavo” de Jesucristo, no como un “apóstol”; también se refiere a los apóstoles en tercera persona como “ellos”. (Jud. 1, 17, 18.)
Aunque las Escrituras Griegas Cristianas hablan de otros Judas, este escritor bíblico se distingue de los demás al mencionar el nombre de su hermano. De ahí se puede deducir que su hermano Santiago era muy conocido entre los cristianos. Únicamente una persona con ese nombre parece haber sido notablemente prominente. El apóstol Pablo se refirió a este Santiago como una de las “columnas” de la congregación de Jerusalén y como “el hermano del Señor”. (Gál. 1:19; 2:9; véase también Hechos 12:17; 15:13-21.) Por lo tanto, Judas debió ser uno de los cuatro medio hermanos de Cristo Jesús. (Mat. 13:55; Mar. 6:3.) Sin embargo, humildemente, no intenta aprovecharse de su relación carnal con el Hijo de Dios, sino que se llama a sí mismo un “esclavo de Jesucristo”.
Casi no se sabe nada en cuanto a la vida de Judas. Al principio del ministerio de Cristo Jesús puede que Judas estuviera entre los que decían: “Ha perdido el juicio”. (Mar. 3:21.) En cualquier caso, Judas y sus otros hermanos en aquel entonces no ejercían fe en Cristo Jesús. (Juan 7:5.)
Sin embargo, Jesús, después de su resurrección, se apareció a su medio hermano Santiago. (1 Cor. 15:7.) Sin duda este acontecimiento tuvo mucho que ver en que no solo Santiago, sino también Judas y sus otros hermanos se convencieran de que Jesús era en realidad el Mesías. Por consiguiente, ya antes del Pentecostés de 33 E.C. ellos persistían en la oración con los once apóstoles fieles y otros discípulos en un cuarto superior en Jerusalén. Parece ser que ellos también se hallaban entre las ciento veinte personas reunidas en la ocasión en que Matías fue escogido por medio de echar suertes para reemplazar al infiel Judas Iscariote. (Hech. 1:14-26.) De ser así, esto indicaría que ellos recibieron el espíritu santo el día del Pentecostés. (Hech. 2:1-4.)
5. Judas, llamado también Barsabás, fue uno de los dos discípulos enviados por el cuerpo gobernante, ubicado en Jerusalén, para acompañar a Pablo y Bernabé cuando ellos llevaron la carta relacionada con el asunto de la circuncisión (49 E.C.). Tanto Judas como su compañero Silas eran considerados “varones prominentes entre los hermanos”. (Hech. 15:22.) La carta fue dirigida a “los hermanos de Antioquía y Siria y Cilicia”. Tan solo se dice que Judas y Silas llegaron a Antioquía, y no hay registro de que fueran más allá. Tenían que confirmar de palabra el mensaje expresado en la carta. Judas era un ‘profeta’, y, como orador que visitaba a la congregación, dio muchos discursos a los hermanos en Antioquía, animándolos y fortaleciéndolos. (Hech. 15:22, 23, 27, 30-32.)
Hechos 15:33 indica que Judas y Silas volvieron a Jerusalén después de haber “pasado algún tiempo” con los cristianos de Antioquía. Ciertos manuscritos (como el Códice Ephraemi y el de Beza) contienen el versículo 34, que dice: “Pero a Silas le pareció bien permanecer allí más tiempo”. Sin embargo, este versículo lo omiten los manuscritos antiguos más confiables (Sinaítico, Alejandrino, Vaticano Núm. 1209). Es probable que se tratase de una nota marginal que intentaba explicar el versículo 40 y que, con el tiempo, fuese introducida en el texto principal.