BONDAD
Cualidad de bueno, excelencia moral, virtud. En la verdadera bondad no existe ningún vestigio de maldad o corrupción. Es una cualidad positiva, una inclinación natural a hacer el bien, un interés activo en el bienestar de otros. Jehová Dios es el mejor ejemplo de bondad, y la muestra de muy diferentes maneras, incluso a los desagradecidos e inicuos, animándoles así al arrepentimiento. (Luc. 6:35; Rom. 2:4; 11:22; Tito 3:4, 5.) De igual manera, la bondad es una característica sobresaliente de Cristo Jesús. (2 Cor. 10:1.)
LA BONDAD DE JEHOVÁ
Jehová Dios es total y absolutamente bueno. Las Escrituras dicen: “Bueno y recto es Jehová” (Sal. 25:8), y exclaman: “¡Oh cuán grande es su bondad!”. (Zac. 9:17.) Aunque Jesucristo tenía esta cualidad de excelencia moral, no quiso aceptar el título de “bueno”. Cuando alguien se dirigió a él como “Buen Maestro”, respondió: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino uno solo, Dios”. (Mar. 10:17, 18.) De esta manera reconoció a Jehová como el modelo supremo de lo que es bueno.
Cuando Moisés pidió ver Su gloria, Jehová respondió: “Yo mismo haré que toda mi bondad pase delante de tu rostro, y ciertamente declararé el nombre de Jehová delante de ti”. Jehová resguardó a Moisés para que no viese su rostro, pero según pasaba, declaró (evidentemente por medio de su representante angélico [Hech. 7:53]): “Jehová, Jehová, un Dios misericordioso y benévolo, tardo para la cólera y abundante en bondad amorosa y verdad, que conserva bondad amorosa para miles, que perdona error y transgresión y pecado, pero de ninguna manera dará exención de castigo”. (Éxo. 33:18, 19, 22; 34:6, 7.)
De esto se desprende que la bondad es una cualidad que está a favor de la verdad y de lo que es recto y limpio, que muestra consideración para los que desean bondad y justicia, pero que no tolera la maldad ni coopera de ninguna manera con ella. Sobre esta base, David pudo orar a Jehová para que perdonase sus pecados ‘por causa de la bondad de Jehová’. (Sal. 25:7.) Jehová mostró su bondad y su amor al entregar a su Hijo como un sacrificio por los pecados. De esta manera Él proveyó un medio para ayudar a los que quisieran lo que verdaderamente es bueno, y al mismo tiempo condenó la maldad y colocó la base para satisfacer la justicia y la rectitud. (Rom. 3:23-26.) “El amor es [...] bondadoso.” (1 Cor. 13:4.)
UN FRUTO DEL ESPÍRITU
La bondad es un fruto del espíritu de Dios y de la luz que proviene de su Palabra de verdad (Gál. 5:22; Efe. 5:9), una cualidad de la que el cristiano tiene que vestirse. (Col. 3:12; Efe. 4:32.) De este modo se recomienda a sí mismo como ministro de Dios. (2 Cor. 6:4-6.) La bondad crece a medida que se obedecen los mandamientos de Jehová, pues ningún hombre tiene bondad por su propio mérito. (Rom. 7:18.) El salmista apela a Dios como la Fuente de la bondad: “Enséñame bondad, la sensatez y el conocimiento mismos, porque en tus mandamientos he ejercido fe”, y: “Tú eres bueno y estás haciendo el bien. Enséñame tus disposiciones reglamentarias”. (Sal. 119:66, 68.)
LA BONDAD REPORTA BENEFICIOS
La bondad también puede significar beneficencia, es decir, el dar cosas buenas a otros. Jehová desea expresar bondad a su pueblo, como se desprende de la oración del apóstol Pablo a favor de los cristianos de Tesalónica: “Siempre oramos por ustedes, que nuestro Dios los considere dignos de su llamamiento y ejecute completamente todo lo que le agrade de la bondad y de la obra de la fe con poder”. (2 Tes. 1:11.) Son muchos los ejemplos de la abundante bondad de Dios para con los que acuden a Él. (1 Rey. 8:66; Sal. 31:19; Isa. 63:7; Jer. 31:12, 14.) Por otra parte, “Jehová es bueno para con todos, y sus misericordias están sobre todas sus obras”. (Sal. 145:9.) Él es bueno para con todos con un propósito: que Su bondad impulse a muchos a servirle, y de este modo consigan la vida. De igual manera, cualquier persona que demuestre bondad es una bendición para los que están con ella. (Pro. 11:10.)
Como siervos de Dios e imitadores de Él, a los cristianos se les manda que prueben lo que es la buena voluntad de Dios para ellos (Rom. 12:2); tienen que adherirse a lo que es bueno (Rom. 12:9); hacer el bien (Rom. 13:3); obrar lo que es bueno (Rom. 2:10); seguir tras ello (1 Tes. 5:15); ser celosos por lo que es bueno (1 Ped. 3:13); imitarlo (3 Juan 11); y vencer el mal con el bien. (Rom. 12:21.) Los cristianos han de hacer el bien especialmente a los que están relacionados con ellos en la fe cristiana, aunque también deben practicar la bondad para con todos los demás. (Gál. 6:10.)
TÉRMINOS RELACIONADOS
Existe otro término, ka·lós, que es similar a la palabra griega para bueno (a·ga·thós) y denota lo que es intrínsecamente bueno, hermoso, bien adaptado a sus circunstancias o fines (como suelo o terreno excelente, Mat. 13:8, 23), y lo que es de excelente calidad, incluyendo lo que es éticamente bueno, recto u honorable (como el nombre de Dios). (Sant. 2:7.) Es sinónimo de ‘bueno’ y puede traducirse como “excelente”, “correcto”, “digno”, “honrado”, “hermoso” o “bien”.
De otro término griego relacionado, kjre·stós, se deriva el sustantivo kjre·stó·tes, vertido en la traducción NM en la mayoría de los casos “bondad” y una vez “benignidad”, en Gálatas 5:22.
LA BONDAD AMOROSA DE DIOS
Tanto en las Escrituras Hebreas como en las Escrituras Griegas Cristianas se hace mención a menudo de la bondad. La palabra hebrea jé·sedh, se usa con relación a la bondad más de 240 veces. Esta palabra proviene del verbo ja·sádh que, según algunos eruditos, significa “doblarse” o “inclinarse”, y aunque abarca sentimientos que se derivan del amor, como la tierna consideración o la bondad, tiene un significado más amplio. La bondad se adhiere amorosamente a algo o a alguien hasta que llega a realizarse el propósito pretendido. Por lo tanto, jé·sedh puede verterse con mayor claridad “bondad amorosa”, o, debido a que comporta fidelidad y lealtad, otra traducción apropiada sería “amor leal”. En plural puede verterse: “bondades amorosas”, “actos de amor leal”, “la plena bondad amorosa” o “el pleno amor leal”. (Sal. 25:6; Isa. 55:3; notas al pie de la página.)
La bondad amorosa es una preciosa cualidad de Jehová en la que Él se deleita, y la manifiesta en todos sus tratos con la humanidad. (Sal. 36:7; 62:12; Miq. 7:18.) De no haber sido así, la humanidad habría perecido hace mucho tiempo. (Lam. 3:22.) En consecuencia, Moisés pudo suplicar a favor del Israel rebelde sobre la base del gran nombre de Jehová y por ser Él un Dios de bondad amorosa. (Núm. 14:13-19.)
La bondad amorosa o el amor leal de Jehová, como muestran las Escrituras, se manifiesta de diversas maneras y en diferentes circunstancias: al librar y preservar a sus leales (Sal. 6:4; 119:88, 159), al ser para ellos salvaguarda y protección (Sal. 40:11; 61:7; 143:12), y quien les trae alivio de sus problemas. (Rut 1:8; 2:20; Sal. 31:16, 21.) Debido a esta cualidad, uno puede recobrarse del pecado (Sal. 25:7) y ser sostenido por Jehová. (Sal. 94:18; 117:2.) Por medio de la bondad amorosa Dios ayuda a sus escogidos. (Sal. 44:26.) La bondad amorosa de Dios se manifestó de manera especial en los casos de Lot (Gén. 19:18-22), Abrahán (Miq. 7:20) y José. (Gén. 39:21.) También se reconoció su influencia en la elección de esposa para Isaac. (Gén. 24:12-14, 27.)
Al formarse la nación de Israel y más tarde en su desarrollo posterior, Jehová siguió mostrando bondad amorosa debido al pacto que había hecho con su pueblo. (Éxo. 15:13; Deu. 7:12.) La misma actitud manifestó hacia David (2 Sam. 7:15; 1 Rey. 3:6; Sal. 18:50), y hacia Esdras y sus compañeros (Esd. 7:28; 9:9), así como “para miles” de otras personas. (Éxo. 34:7; Jer. 32:18.) En apoyo del pacto para el reino que había hecho con David, Jehová continuó expresando su bondad amorosa incluso después de la muerte de Jesús, ya que resucitó a este “leal” en cumplimiento de la profecía: “Les daré las bondades amorosas para con David, que son fieles”. (Sal. 16:10; Hech. 13:34; Isa. 55:3.)
Es esta bondad amorosa de parte de Jehová lo que atrae a los hombres hacia Él. (Jer. 31:3.) Ellos confían (Sal. 13:5; 52:8), esperan (Sal. 33:18, 22), oran (Sal. 51:1; 85:7; 90:14; 109:26; 119:41) y son consolados por ella. (Sal. 119:76.) Asimismo, dan gracias a Jehová por su bondad amorosa (Sal. 107:8, 15, 21, 31), le bendicen y le alaban (Sal. 66:20; 115:1; 138:2), y hablan a otras personas de ella. (Sal. 92:2.) Al igual que David, nunca deberían intentar esconderla (Sal. 40:10), pues es buena (Sal. 69:16; 109:21) y supone una fuente de regocijo. (Sal. 31:7.) En realidad, esta bondad amorosa divina es como una senda placentera en la cual andar. (Sal. 25:10.)
LA BONDAD AMOROSA DEL HOMBRE
En razón de lo que se ha dicho, es evidente que los que desean tener la aprobación de Dios deben “amar la bondad” y “[efectuar] unos con otros bondad amorosa y misericordias”. (Miq. 6:8; Zac. 7:9.) Como dice el proverbio: “La cosa deseable en el hombre terrestre es su bondad amorosa”, y esta le trae ricas recompensas. (Pro. 19:22; 11:17.) Dios recordó la bondad amorosa mostrada por el pueblo de Israel durante su “juventud” y se complació en ella. (Jer. 2:2.) Pero cuando esa consideración hacia otros llegó a ser “como las nubes de la mañana y como el rocío que se va temprano”, Jehová se disgustó, pues, como Él mismo dice: “En bondad amorosa me he deleitado, y no en sacrificio”. (Ose. 6:4, 6.) Por falta de bondad amorosa, Israel fue reprendido, y esta reprensión vino a ser en realidad una muestra de bondad amorosa por parte de Dios. (Ose. 4:1; Sal. 141:5.) A Israel también se le aconsejó que se volviese a Dios y que mostrase bondad amorosa y justicia. (Ose. 12:6.) Estas características deberían manifestarse en todo momento en el caso de aquel que quiera hallar favor a la vista de Dios y del hombre. (Job 6:14; Pro. 3:3, 4.)
Los motivos y las circunstancias que inducen a las personas a mostrar bondad o bondad amorosa son muy variados. Los actos de bondad ocasionales pueden reflejar hospitalidad o una tendencia humanitaria, pero no indican necesariamente una actitud de piedad. (Compárese con Hechos 27:1, 3; 28:1, 2.) En el caso de cierto hombre de la ciudad de Betel, la bondad que se le ofreció era realmente a cambio de favores que se esperaban de él. (Jue. 1:22-25.) Por otra parte, y ante circunstancias difíciles, alguien podría requerir actos de bondad de otra persona que en el pasado hubiese recibido sus favores. (Gén. 40:12-15.) No obstante, en algunas ocasiones las personas no pagaban tales deudas de bondad. (Gén. 40:23; Jue. 8:35.) Como muestra el proverbio, muchos hombres proclaman su propia generosidad al mostrar bondad amorosa, pero pocos son fieles en llevarla a cabo. (Pro. 20:6.) Tanto Saúl como David recordaron la bondad amorosa que otros les habían mostrado. (1 Sam. 15:6, 7; 2 Sam. 2:5, 6.) Al parecer los reyes de Israel se granjearon cierta reputación porque mostraban bondad amorosa (1 Rey. 20:31) en comparación, tal vez, con los gobernantes paganos. Sin embargo, en una ocasión la bondad manifestada por David fue rechazada debido a que interpretaron mal sus motivos. (2 Sam. 10:2-4.)
Pablo dice que la Ley no fue hecha para las personas justas, sino para las malas, que, entre otras, carecen de bondad amorosa. (1 Tim. 1:9.) La palabra griega a·nó·si·os, que se vierte aquí “faltos de bondad amorosa”, también tiene el sentido de “desleales”. (2 Tim. 3:2.)
BONDAD INMERECIDA
La palabra griega kjá·ris aparece más de 150 veces en las Escrituras Griegas y se vierte de diversas maneras dependiendo del contexto. En todas las ocasiones se mantiene la idea central de kjá·ris: lo que causa o da gozo (File. 7), es agradable (1 Ped. 2:19, 20) y está lleno de gracia. (Luc. 4:22.) Por extensión, en algunos textos este término se refiere a un don bondadoso (1 Cor. 16:3; 2 Cor. 8:19), a la manera bondadosa de dar. (2 Cor. 8:4, 6.) En otros pasajes, kjá·ris hace referencia al mérito o al agradecimiento que puede producir una acción especialmente bondadosa. (Luc. 6:32-34; Rom. 6:17; 1 Cor. 10:30; 15:57; 2 Cor. 2:14; 8:16; 9:15; 1 Tim. 1:12; 2 Tim. 1:3.)
El erudito R. C. Trench —en su libro Synonyms of the New Testament, reimpresión de 1961 de la octava edición, pág. 158— dice que kjá·ris alude a “un favor hecho libremente, sin exigir o esperar reciprocidad, con lo que la palabra adquiriría una nueva acepción [como se le da en los escritos cristianos], [...] para establecer la libertad completa y absoluta de la bondad amorosa de Dios para con los hombres. Por eso Aristóteles, al definir [kjáris], coloca todo el énfasis en esta misma idea: se da libremente, sin esperar una restitución, siendo el único móvil la liberalidad y generosidad del dador”. En su Léxico, J. H. Thayer dice: “La palabra [kjá·ris] encierra la idea de bondad que se muestra a alguien que no la ha merecido [...]. Los escritores del Nuevo Testamento usan [kjá·ris] predominantemente al referirse a la bondad por la que Dios otorga favores incluso a aquellos que no lo merecen y concede a los pecadores el perdón de sus ofensas, invitándoles a que acepten la salvación eterna por medio de Cristo”. (A Greek-English Lexicon of the New Testament, pág. 666.) Otra palabra griega afín a kjá·ris es kjá·ri·sma, con respecto a la cual William Barclay —en Palabras Griegas del Nuevo Testamento, pág. 49— dice: “La idea básicamente completa que encierra la palabra [kjá·ri·sma] es la de algo que nos llega gratis y sin merecerlo; de algo que se da a un hombre, pero que él no ha ganado ni ha hecho méritos por ello”.
Por consiguiente, cuando se usa kjá·ris en el sentido que ya se ha mencionado, con relación a la bondad otorgada a alguien que no la merece, como sucede con las bondades que Jehová extiende, la expresión “bondad inmerecida” parece ser un equivalente que se ajusta al significado de este término griego. (Hech. 15:40; 18:27; 1 Ped. 4:10; 5:10, 12.)
Un trabajador merece aquello por lo cual ha trabajado: su paga. Él espera su salario como un derecho, como algo que se le adeuda, y el pagarle no es una dádiva o bondad inmerecida especial. (Rom. 4:4.) Sin embargo, para los pecadores condenados a muerte (y todos hemos nacido como tales), el ser liberados de esa condenación y declarados justos sí supone en realidad bondad inmerecida en sumo grado. (Rom. 3:23, 24; 5:17.) Si se razona que los que nacieron dentro del pacto de la Ley estaban bajo una mayor condenación a muerte porque aquel pacto ponía de manifiesto sus pecados, entonces debería recordarse que mayor bondad inmerecida fue extendida a los judíos, ya que la salvación se les ofreció a ellos en primer lugar. (Rom. 5:20, 21; 1:16.)
Esta manifestación especial de bondad inmerecida por parte de Dios para con la humanidad en general era la liberación por rescate de la condenación por medio de la sangre de Cristo Jesús, el amado Hijo de Jehová. (Efe. 1:7; 2:4-7.) Es a través de esta bondad inmerecida que Dios trae salvación a toda clase de hombres (Tito 2:11), algo de lo cual ya habían hablado los profetas. (1 Ped. 1:10.) Por lo tanto, el siguiente razonamiento de Pablo tiene una argumentación bien fundada: “Ahora bien, si es por bondad inmerecida, ya no se debe a obras; de otra manera, la bondad inmerecida ya no resulta ser bondad inmerecida”. (Rom. 11:6.)
Pablo, más que cualquier otro escritor, habló de la bondad inmerecida de Dios en su predicación (Hech. 13:43; 20:24, 32), refiriéndose a ella en más de noventa ocasiones en todos sus escritos inspirados. Él siempre se refiere a la bondad inmerecida de Dios, a veces conjuntamente con la de Jesús, en el saludo de apertura, con la excepción de la carta a los Hebreos, y lo hace de nuevo en los comentarios de conclusión de todas sus cartas. De igual manera, otros escritores bíblicos en algunas ocasiones hacen una referencia similar al empezar y terminar sus escritos. (1 Ped. 1:2; 2 Ped. 1:2; 3:18; 2 Juan 3; Rev. 1:4; 22:21.)
Pablo tenía buena razón para poner de relieve la bondad inmerecida de Jehová, pues anteriormente había sido un “blasfemo y perseguidor y hombre insolente”. “No obstante —explica—, se me mostró misericordia, porque era ignorante y obré con falta de fe. Pero la bondad inmerecida de nuestro Señor sobreabundó junto con la fe y el amor que hay en relación con Cristo Jesús.” (1 Tim. 1:13, 14; 1 Cor. 15:10.) Pablo no desdeñó tal bondad inmerecida, como han hecho tontamente algunas personas (Jud. 4), sino que la aceptó con gusto y con acción de gracias, al tiempo que estimuló a otros a que también la aceptasen y a ‘no dejar de cumplir su propósito’. (Hech. 20:24; Gál. 2:21; 2 Cor. 6:1.)