LÁMPARA
Vasija usada para producir luz artificial. Tiene una mecha para quemar líquidos inflamables, como el aceite, que, por atracción capilar, absorbe el fluido y alimenta la llama. Las mechas estaban hechas de lino (Isa. 42:3; 43:17; Mat. 25:1-4), junco pelado o cáñamo. Normalmente el fluido que se quemaba en las lámparas antiguas era aceite de oliva (Éxo. 27:20), aunque igualmente se usaba el aceite de terebinto.
Las lámparas caseras estaban hechas generalmente de barro, a pesar de que también se han descubierto en Palestina lámparas de bronce. La lámpara común cananea tenía la forma de un platillo, con una base redondeada y un borde vertical. Su borde estaba ligeramente acanalado por un lado, formando un pico donde descansaba la mecha. En algunas ocasiones, las cuatro esquinas estaban acanaladas, proveyendo así cuatro lugares para mechas. Incluso se han descubierto lámparas cuyo borde superior presentaba siete hendiduras.
Las lámparas que se utilizaban en los hogares y en otros edificios se colocaban normalmente en un nicho en la pared, o sobre una repisa que salía de una pared o de una columna. También se colgaban del techo por medio de una cuerda, y a veces se ponían sobre estantes hechos de barro, madera o metal. Tales lámparas iluminaban toda la habitación. (2 Rey. 4:10; Mat. 5:15; Mar. 4:21.) En las excavaciones de Meguidó se han hallado lámparas de bronce que tenían trípodes sobre los cuales colocarse. Algunas lámparas israelitas de barro tenían un pedestal como base.
JEHOVÁ ES UNA LÁMPARA Y UNA FUENTE DE LUZ
Jehová es la Fuente suprema de luz y guía. David, después de ser liberado de la mano de Saúl y de sus enemigos, dijo: “Tú eres mi lámpara, oh Jehová, y es Jehová quien hace brillar mi oscuridad”. (2 Sam. 22:29.) En los Salmos se usa una expresión ligeramente diferente: “Tú mismo encenderás mi lámpara, oh Jehová”, representando así a Jehová como el que encendía la lámpara que David llevaba para iluminar su camino. (Sal. 18:28.)
JESUCRISTO
En la Nueva Jerusalén de los cielos, según la vio el apóstol Juan en visión, “no existirá noche”, aunque la luz de la ciudad n o proviene del Sol ni de la Luna. La gloria de Jehová Dios ilumina directamente la ciudad, tal como la nube de luz que los hebreos llamaban Shekinah iluminaba el Santísimo del antiguo tabernáculo y templo. (Lev. 16:2; compárese con Números 9:15, 16.) Y el Cordero Jesucristo es su “lámpara”. Esta “ciudad” arrojará su luz espiritual como guía para las naciones, es decir: los habitantes de la “nueva tierra”. (Rev. 21:22-25.)
REYES DEL LINAJE DE DAVID
Jehová Dios estableció al rey David sobre el trono de Israel, y este demostró ser para la nación un guía y caudillo sabio bajo la dirección de Dios. Por eso se le llamó “la lámpara de Israel”. (2 Sam. 21:17.) En su pacto del reino con David, Jehová prometió: “Tu mismísimo trono llegará a ser un trono firmemente establecido hasta tiempo indefinido”. (2 Sam. 7:11-16.) Por consiguiente, la dinastía o linaje familiar de gobernantes procedentes de David por medio de su hijo Salomón fue como una “lámpara” para Israel. (1 Rey. 11:36; 15:4; 2 Rey. 8:19; 2 Cró. 21:7.)
Cuando el rey Sedequías fue destronado y llevado cautivo a Babilonia para morir allí, parecía que la “lámpara” se había extinguido; no obstante, Jehová no había abandonado su pacto: simplemente mantenía pendiente la gobernación sobre el trono “hasta que venga aquel que tiene el derecho legal”. (Eze. 21:27.) Jesucristo—el Mesías y el “hijo de David”—es heredero de ese trono para siempre, por lo que la “lámpara” de David nunca se apagará. Al poseer el Reino para siempre, Jesús es una lámpara eterna. (Mat. 1:1; Luc. 1:32.)
LA PALABRA DE DIOS
Puesto que “no de pan solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de Jehová” (Mat. 4:4), sus mandamientos son como una lámpara, iluminando el camino del siervo de Dios en la oscuridad de este mundo. El salmista declaró: “Tu palabra es una lámpara para mi pie, y una luz para mi vereda”. (Sal. 119:105.) El rey Salomón dijo: “Porque el mandamiento es una lámpara, y una luz es la ley, y las censuras de la disciplina son el camino de la vida”. (Pro. 6:23.)
El apóstol Pedro había visto cumplidas muchas profecías concernientes a Jesucristo y había estado presente en la transfiguración de Jesús en la montaña. En vista de todo esto, Pedro pudo decir: “Por consiguiente, tenemos la palabra profética hecha más segura; y ustedes hacen bien en prestarle atención como a una lámpara que resplandece en un lugar oscuro, hasta que amanezca el día y el lucero se levante, en sus corazones”. (2 Ped. 1:19.) Por lo tanto, se le animó al cristiano a prestar atención en su corazón a la profecía. Como Pedro indicó, debería introducir lo que la profecía dice, no solo en su mente, sino también en su corazón. Así proveería guía segura “hasta que amanezca el día y el lucero se levante”.
JUAN EL BAUTISTA
En el año 29 E.C. Juan—el hijo del sacerdote Zacarías—vino anunciando: “Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado”. (Mat. 3:1, 2; Luc. 1:5, 13.) Israel se había desviado de obedecer la Ley, y Juan fue enviado para predicar arrepentimiento y señalar al Cordero de Dios. Vino “a fin de dar testimonio acerca de la luz”. Jesucristo. (Juan 1:6, 7.) Tuvo éxito en volver a muchos de los hijos de Israel hacia Jehová su Dios. (Luc. 1:16.) Por consiguiente, Jesús dijo con respecto a Juan: “Aquel hombre era una lámpara que ardía y resplandecía”. (Juan 5:35.)
LOS SIERVOS DE DIOS
Jesús era una lámpara y una luz, y dijo a los que profesaban ser siervos de Dios: “Ustedes son la luz del mundo. No se puede esconder una ciudad cuando está situada sobre una montaña. No se enciende una lámpara y se pone debajo de la cesta de medir, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así mismo resplandezca la luz de ustedes delante de los hombres, para que ellos vean sus obras excelentes y den gloria al Padre de ustedes que está en los cielos”. (Mat. 5:14-16.) El siervo de Dios debería apreciar la razón por la que se le da la luz, y darse cuenta que sería totalmente insensato y desastroso no dejar que resplandeciera su luz, como si se tratase de una lámpara.
OTROS USOS FIGURATIVOS
Aquello de lo que uno depende para iluminar su camino está simbolizado por una lámpara. Con tal símbolo, el proverbio contrasta al justo con el inicuo, diciendo: “La mismísima luz de los justos se regocijará; pero la lámpara de los inicuos… se extinguirá”. (Pro. 13:9.) La luz del justo continuamente se hace más brillante. Sin embargo, en el caso de los inicuos, por más que dé la impresión de resplandecer su lámpara y, como consecuencia, por próspero que pueda parecer su camino, Dios hará que terminen en oscuridad, donde sus pies, con toda seguridad, tropezarán. Este es el resultado que le espera a aquel que invoca el mal contra su padre y su madre. (Pro. 20:20.)
El que se ‘extinga la lámpara’ de uno también significa que no hay ningún futuro para él. Otro proverbio dice: “No resultará haber futuro para ninguno que es malo; la mismísima lámpara de los inicuos se extinguirá”. (Pro. 24:20.)
Bildad, cuando dio a entender que Job estaba escondiendo algún secreto malo, dijo en cuanto al inicuo: “Una luz misma ciertamente se oscurecerá en su tienda, y en ella su propia lámpara se extinguirá”. Más adelante, Bildad añade a su argumento lo siguiente: “No tendrá posteridad ni descendencia entre su pueblo”. En vista de que de Salomón, hijo de David, se dijo que era una lámpara que Dios le dio a su padre, el apagar la lámpara de uno puede comunicar la idea de que tal persona no tendrá progenie para recibir su herencia. (Job 18:6, 19.)
EL OJO
De manera figurativa, el ojo de una persona es una “lámpara”. Jesús dijo: “La lámpara del cuerpo es el ojo. Por eso, si tu ojo es sencillo [o: “es sincero”, “está todo en una sola dirección”, “está enfocado”, “es generoso”], todo tu cuerpo estará brillante; pero si tu ojo es inicuo, todo tu cuerpo estará oscuro”. (Mat. 6:22, 23.) El ojo es como una lámpara porque permite al cuerpo andar sin tropezar o topar con algo. Naturalmente, Jesús pensaba en ‘los ojos del corazón’ (Efe. 1:18), como así lo muestra el contexto.
DE LA ESPOSA
A veces las lámparas se mantenían ardiendo todo el día para que se pudieran encender con facilidad los fuegos. Algunas ardían toda la noche. En Proverbios 31:18, al decir de la buena esposa: “Su lámpara no se apaga de noche”, tal vez se esté usando una expresión figurativa que significa que ella trabaja industriosamente por la noche e incluso se levanta antes del amanecer para trabajar más. (Compárese con Proverbios 31:15.)
EL ALIENTO DE UNA PERSONA
Según Proverbios 20:27, “el aliento del hombre terrestre es la lámpara de Jehová, y escudriña cuidadosamente todas las partes más recónditas del vientre”. Lo que una persona “exhala” o expresa públicamente, sea bueno o malo, revela o arroja luz sobre su personalidad o lo más recóndito de ella. (Compárese con Hechos 9:1.)
[Imagen de la página 981]
Dos vistas de una antigua lámpara hallada en Tell en-Nasbeh