GRAN PACIENCIA
El significado literal de la expresión hebrea que se traduce “gran paciencia” y “tardo para la cólera” es: “largura de rostro o de ventanas de la nariz [donde se enciende la cólera]”, mientras que las palabras griegas equivalentes significan “grandeza de ánimo” o “longánimo”, “largura de [tardo en manifestar] pasión, indignación o ira”. Tanto en hebreo como en griego la expresión denota paciencia, longanimidad, ser tardo para la cólera o la venganza. La palabra española “paciencia”, que forma parte de la expresión “gran paciencia”, tiene el sentido de “aguantar, permitir, tolerar, mantener la calma, retener o demorar”. “Gran paciencia” significa más que simplemente aguantar cosas molestas, envuelve reprimirse deliberadamente, la capacidad de padecer sin rebelarse o sin desesperarse.
Las Escrituras revelan cómo Dios evalúa la gran paciencia e indican la tontedad y los malos resultados de no mantener “grandeza de ánimo”. La persona que muestra gran paciencia puede parecer débil, pero en realidad manifiesta discernimiento. “El que es tardo para la cólera abunda en discernimiento, pero el que es impaciente está ensalzando la tontedad.” (Pro. 14:29.) La gran paciencia es mejor que el poder físico, y logra más. “El que es tardo para la cólera es mejor que un hombre poderoso, y el que controla su espíritu, que el que toma una ciudad.” (Pro. 16:32.)
El hombre que no tiene ‘grandeza de ánimo’, sino que estalla sin reprimirse, está expuesto a que le invadan todo tipo de pensamientos y acciones impropios, pues: “Como una ciudad en que se ha hecho irrupción, que no tiene muro, es el hombre que no tiene freno para su espíritu”. (Pro. 25:28.) “Todo su espíritu es lo que el estúpido deja salir, pero el que es sabio lo mantiene calmado hasta lo último.” (Pro. 29:11.) Por estas razones, el sabio aconseja que no tengamos un espíritu irascible: “No te des prisa en tu espíritu a sentirte ofendido, porque el ofenderse es lo que descansa en el seno de los estúpidos”. (Ecl. 7:9.)
El que tiene gran paciencia aguanta pacientemente el mal o la provocación, y no renuncia a la esperanza de lograr una mejora en la relación que ha sido turbada. Por lo tanto la gran paciencia tiene un propósito, particularmente con vistas al bienestar del que provoca la situación desagradable. Sin embargo, no significa condonar el mal. Cuando su propósito se realiza, o cuando ya no hay razón para aguantar más la situación, la gran paciencia termina. Termina, ya sea con buenos resultados para los que han provocado la situación desagradable, o tomando acción contra los malhechores. En cualquier caso, el que ejerce gran paciencia no se desalienta.
LA GRAN PACIENCIA DE JEHOVÁ
Jehová tiene gran paciencia o es “tardo para la cólera”. (Éxo. 34: 5-7; Núm. 14:18; Neh. 9:17; Sal. 86:15; 103:8; Joel 2:13; Jon. 4:2; Nah. 1:3.) Aunque la gran paciencia es un atributo de Jehová, siempre se expresa en armonía con sus atributos principales: amor, justicia, sabiduría y poder. (1 Juan 4:8; Deu. 32:4; Pro. 2:6; Sal. 62:11; Isa. 40:26, 29.) La justicia se debe en primer lugar al propio nombre de Dios. Ese nombre debe ser ensalzado sobre todos los demás del universo; y esto es esencial para el bienestar de todas sus criaturas. El engrandecer su nombre es una de sus principales razones para mostrar gran paciencia, como explica el apóstol Pablo: “Pues, si Dios, aunque tiene la voluntad de demostrar su ira y de dar a conocer su poder, toleró con mucha y gran paciencia vasos de ira hechos a propósito para la destrucción, a fin de dar a conocer las riquezas de su gloria sobre vasos de misericordia, que él preparó de antemano para gloria, a saber, nosotros, a quienes llamó no solo de entre los judíos , sino también de entre las naciones, ¿qué hay de ello?”. (Rom. 9:22- 24.) Ejerciendo su gran paciencia, Dios toma de entre las naciones un pueblo para su nombre, y por medio de él está magnificándose a sí mismo por toda la Tierra. (Hech. 15:14; 1 Cor. 3:9, 16, 17; 2 Cor. 6:16.)
Dios manifestó su gran paciencia en el mismísimo comienzo de la historia humana. La rebelión de la primera pareja humana había sido una violación de su ley. Pero en lugar de ejecutarles inmediatamente, como pudo haber hecho con toda justicia, Dios, debido a su amor, desplegó gran paciencia. Esto fue por motivo de sus descendientes que todavía no habían nacido, para quienes esa gran paciencia significaba todo (su paciencia significaba salvación para muchos [2 Ped. 3: 15]). Más importante aún, Dios también tenía en mira magnificar su gloria por medio de la Descendencia prometida. (Gén. 3:15; Juan 3:16; Gál. 3:16.) Además, Dios no solo mostró gran paciencia en aquel tiempo, sino que Él sabía que tendría que soportar a la humanidad imperfecta por varios miles de años de historia, aplazando el castigo contra un mundo que estaba en enemistad con Él. (Sant. 4:4.) Hay quienes han entendido mal y han usado mal la bondad inmerecida de Dios para con ellos, dejando de cumplir su propósito por considerarla como lentitud en lugar de verla como paciencia amorosa. (Rom. 2:4; 2 Ped. 3:9.)
En ninguna parte es tan evidente la gran paciencia de Dios como en sus tratos con la antigua nación de Israel. (Rom. 10:21.) Vez tras vez los volvió a aceptar después que se habían apartado, habían sido castigados y se habían arrepentido. Mataron a sus profetas y finalmente a su propio Hijo. Lucharon contra la predicación de las buenas nuevas por parte de Jesús y sus apóstoles. Sin embargo, la gran paciencia de Dios no fue en vano. Hubo un resto que demostró fidelidad. (Isa. 6:8-13; Rom. 9:27-29; 11:5.) Bajo inspiración, estos fieles fueron usados para escribir su Palabra. (Rom. 3:1, 2.) La Ley que dio mostró que todos los humanos son pecadores y necesitan un redentor, y además señaló al que daría su vida como precio de rescate y que sería ensalzado a la elevada posición de Rey. (Gál. 3:19, 24.) Se proporcionaron modelos de aquella administración del Reino y también del sacerdocio de Cristo (Col. 2:16, 17; Heb. 10:1), y se establecieron ejemplos que deberíamos seguir o evitar. (1 Cor. 10:11; Heb. 6:12; Sant. 5:10.) Todas estas cosas son esenciales para que la humanidad consiga la vida eterna. (Rom. 15:4; 2 Tim. 3:16, 17.)
Jehová no mostrará gran paciencia para siempre
Por otro lado, la gran paciencia de Dios sólo durará mientras esta esté en armonía con la rectitud, la justicia y la sabiduría. El hecho de que la gran paciencia se ejerce cuando existe una situación mala o provocativa muestra que su propósito es dar la oportunidad a los que están implicados en la mala situación para que cambien y enderecen su camino. Cuando los asuntos llegan a un punto donde se ve que no hay esperanza de que se produzca tal cambio, el seguir ejerciendo gran paciencia sería una violación de la rectitud y la justicia. Entonces Dios actúa de manera sabia para eliminar la mala situación. Su paciencia se acaba.
Un ejemplo de esta longanimidad por parte de Dios, y de que esta llegó a su fin, se halla en los tratos de Dios con los hombres por medio de su espíritu. Antes del Diluvio existía una condición deplorable, y Dios dijo: “Ciertamente no obrará mi espíritu para con el hombre por tiempo indefinido, ya que él también es carne. Por consiguiente, sus días tendrán que llegar a ser ciento veinte años”. (Gén. 6:3.) Más tarde, cuando Israel abusó de la gran paciencia de Jehová, Isaías dijo: “Pero ellos mismos se rebelaron e hicieron que su espíritu santo se sintiera herido. Ahora él fue cambiado en enemigo de ellos; él mismo guerreó contra ellos”. (Isa. 63:10; compárese con Hechos 7:51.)
Por estas razones se insta a los cristianos a que “no acepten la bondad inmerecida de Dios y dejen de cumplir su propósito”. (2 Cor. 6:1.) Se les aconseja: “No estén contristando [entristeciendo] el espíritu santo de Dios”. (Efe. 4:30, Kingdom Interlinear Translation.) También: “No apaguen el fuego del espíritu”. (1 Tes. 5:19.) De otra manera puede que continúen hasta el punto de pecar y blasfemar contra el espíritu de Dios, de hecho, ultrajándolo con desdén, en cuyo caso no hay arrepentimiento ni perdón, solo les espera destrucción a tales personas. (Mat. 12:31, 32; Heb. 6:4-6; 10:26-31.)
JESUCRISTO
Jesucristo fue un ejemplo sobresaliente de gran paciencia. (Isa. 53:7.) Él toleró las debilidades de sus apóstoles y los insultos y groserías con que le colmaron sus crueles y maliciosos enemigos. Sin embargo, él no devolvió mal por mal, ni de palabra ni por obra. (Rom. 15:3.) Cuando el apóstol Pedro actuó insensatamente al cortar la oreja de Maleo, Jesús le reprendió con las palabras: “Vuelve tu espada a su lugar, [...] ¿crees que no puedo apelar a mi Padre para que me suministre en este momento más de doce legiones de ángeles? En tal caso, ¿cómo se cumplirían las Escrituras en el sentido de que tiene que suceder de esta manera?”. (Mat. 26:51-54; Juan 18:10, 11.)
LOS CRISTIANOS
De lo susodicho es evidente que la gran paciencia se origina en Jehová Dios. Es un fruto de su espíritu. (Gál. 5:22.) El hombre, hecho a la imagen y semejanza de Dios, tiene una medida de esta cualidad y puede desarrollarla al obedecer la Palabra de Dios y la dirección de su espíritu santo. (Gén. 1:26, 27.) Por lo tanto a los cristianos se les manda que cultiven y desplieguen esta cualidad (Col. 3:12), pues es una marca identificadora de un ministro de Dios. (2 Cor. 6:4-6.) El apóstol Pablo dice: “Tengan gran paciencia para con todos”. (1 Tes. 5:14.) Él indica que es esencial ejercer esta cualidad para agradar a Dios. Pero uno no demuestra tener gran paciencia genuina si refunfuña y se queja. Pablo muestra que lo encomiable es “[ser) sufridos con gozo”. (Col. 1:9-12.)
A todas las personas que cultivan la gran paciencia y la mantienen en armonía con el propósito de Dios les espera una gran recompensa. (Heb. 6:1 1-15.) Tienen la satisfacción de imitar esta cualidad de Dios, de hacer su voluntad y de tener su aprobación. Además, su gran paciencia tendrá como resultado el ayudar a otros a conocer a Dios y a conseguir la vida eterna. (1 Tim. 4:16.)