ANCIANO
(heb. za·qén; gr. pre·sbý·te·ros).
Este término no se usa solamente para referirse a personas de edad avanzada (Gén. 18:11; Deu. 28:50; 1 Sam. 2:22; 1 Tim. 5:1, 2), o de más edad que otras (Luc. 15:25), sino que también aplica de manera especial a aquellos que tienen una posición de autoridad y responsabilidad en una comunidad o nación. Es en este último sentido que con mayor frecuencia se utiliza este término tanto en las Escrituras Hebreas como en las Griegas.
En tiempos antiguos el hombre de edad avanzada era tenido normalmente en alta estima, y era respetado por su experiencia y conocimiento, así como por la sabiduría y el juicio sano que estas cualidades pueden aportar. (Job 32:6, 7; compárese con Job 12:12, 20.) En el pacto de la Ley, Dios dio el mandato: “Ante canas debes levantarte, y tienes que mostrar consideración a la persona del envejecido, y tienes que estar en temor de tu Dios. Yo soy Jehová”. (Lev. 19:32; compárese con Proverbios 20:29.) De Jehová Dios mismo se habla como el “Anciano de Días”, pues, aunque Él no tiene edad por ser eterno, ha vivido más que cualquier otro ser en el universo. (Dan. 7:9, 13, 22; Sal. 90:2; Hab. 1:12.)
Reconociendo la ventaja del anciano sobre el joven, en muchas naciones los habitantes se han sometido a la dirección de sus ancianos, ya fueran los miembros de más edad de algunos linajes o los que se destacaban por su conocimiento y sabiduría. Como resultado, la expresión “anciano” tenía un doble significado: tanto podía aplicar en sentido físico como designar un puesto o cargo. Por consiguiente, la palabra árabe scheikj (“jeque”), la latina senator (“senador”) y la anglosajona alderman (“concejal”) significan básicamente “anciano”, pero se usaron no solo según su significado habitual, sino también como designaciones de los que ejercían la jefatura entre el pueblo. Asimismo, el contexto en la Biblia indica que las referencias a los “ancianos [“funcionarios que tenían autoridad”, VP] de la tierra de Egipto”, “los ancianos de Moab y los ancianos de Madián”, no incluían a todos los varones de edad avanzada de esas naciones, sino que aplicaban a aquellos que servían como consejo para dirigir y guiar los asuntos nacionales: eran los “príncipes [sa·rím; “jefes” VP]” de esas naciones. (Gén. 50:7; Núm. 22:4, 7, 8, 13-15; Sal. 105:17, 21, 22; compárese con Josué 9:3-6, 11.)
De la misma manera, las expresiones: “ancianos de Israel”, “ancianos de la asamblea”, “ancianos de mi pueblo” y “ancianos del país”, se utilizan en este sentido oficial, y no aplican individualmente a cada hombre de edad avanzada de la nación de Israel. (Núm. 16:25; Lev. 4:15; 1 Sam. 15:30; 1 Rey. 20:7, 8.) En los relativamente pocos casos donde aparece zeqe·ním (“ancianos”) sin ninguna palabra calificativa hay que contar con el contexto para determinar si aplica simplemente a varones ancianos o a los que tienen un puesto oficial de jefes.
ANCIANOS DE ISRAEL
Ya antes del éxodo el pueblo tenía miembros representativos, sus “ancianos”, los cuales les presentaban los asuntos, actuaban como sus voceros y llegaban a ciertas decisiones. A Moisés se le dijo que cuando regresara a Egipto presentara su comisión a estos “ancianos”, y ellos, o al menos los principales, le acompañaron cuando él se presentó ante el faraón. (Éxo. 3:16, 18.) Obviamente esto no incluía a todos los hombres israelitas de edad avanzada. (Compárese con Éxodo 12:21; 18:12.) Para ilustrar la distinción entre el sentido físico y el oficial tenemos el mandato de Dios a Moisés: “Reúneme setenta hombres de los ancianos de Israel, de quienes de veras conozcas que son ancianos del pueblo y oficiales suyos”, con el fin de que Dios pudiera tomar algo del espíritu que estaba sobre Moisés y colocarlo sobre los setenta. (Núm. 11:16, 17, 24, 25.) Cuando Moisés, como representante de Dios, presentó el pacto de la Ley a la nación, fueron los “ancianos” oficiales los que representaron al pueblo a la hora de entrar en esa relación de pacto con Jehová. (Éxo. 19:3-8.) Setenta de tales “ancianos” —junto con Moisés, Aarón, Nadab y Abihú— fueron testigos oculares de una visión de la gloria de Jehová con respecto a la inauguración de ese pacto. (Éxo. 24:1-11; Deu. 5:23.)
Las referencias a “todo Israel, a sus ancianos y sus cabezas y sus jueces y sus oficiales” (Jos. 23:2; 24:1), “a los ancianos de Israel y a todos los cabezas de las tribus, los principales de las casas paternas” (2 Cró. 5:2), no significa que los “cabezas”, “jueces”, “oficiales” y “principales” fuesen otros aparte de los “ancianos”, más bien indica que los que fueron denominados de esa manera específica desempeñaban cargos singulares dentro del cuerpo de los ancianos. (Compárese con Éxodo 18:24-27; 2 Reyes 19:2.)
Algunos de los deberes de los “ancianos” estaban bosquejados en el pacto de la Ley; ellos actuaban como un cuerpo de superintendentes para sus comunidades respectivas, proveyendo jueces y oficiales para administrar justicia y mantener la paz, el buen orden y la salud espiritual de la comunidad. (Deu. 16:18-20; 19:12; 21:2-7, 19, 20; 22:15; 25:7-9; 27:1; 31:9; compárese con Rut 4:1-11; 1 Samuel 16:4, 5.) Al igual que los reyes y sacerdotes de Israel, los “ancianos” en general resultaron ser infieles en su responsabilidad para con Dios y el pueblo. (1 Rey. 21:8-14; Isa. 9:15, 16; Eze. 7:26; 14:1-3.)
Su continuidad
La dirección por parte de un cuerpo de “ancianos” continuó a lo largo de toda la historia de la nación, incluso durante el exilio en Babilonia y después de regresar a Judá. (Jer. 29:1; Esd. 6:7; 10:7, 8, 14.) Cuando Jesús estuvo en la Tierra, había “ancianos” (pre·sbý·te·roi) que atendían asuntos públicos, tanto en las ciudades (Luc. 7:3-5) como a escala nacional. Fue la “asamblea de ancianos” (pre·sby·té·ri·on) de Jerusalén la que constituyó una importante fuente de oposición a la predicación de Jesús y sus discípulos. (Mat. 16:21; 21:23; Hech. 4:5, 8, 23; 22:5; 25:14-16.) Por otra parte, cuando se habla de ‘los ancianos y los principales sacerdotes y los escribas’ no significa que los principales sacerdotes y los escribas no fuesen también “ancianos”, sino que, en este caso, se hace especial mención del puesto ocupado por algunos de ellos. En Jerusalén, el Sanedrín o tribunal supremo judío que juzgó a Jesús (Mar. 15:1; Luc. 22:52, 66) y a Esteban (Hech. 6:12-15) estaba formado por ancianos, principales sacerdotes y escribas.
“ANCIANOS” DEL ISRAEL ESPIRITUAL
Partiendo de esta base, no es difícil entender las referencias a “ancianos” (pre·sbý·te·roi) de la congregación cristiana. Al igual que en el Israel carnal, en el Israel espiritual los “ancianos” eran los responsables de dirigir la congregación, y tal como sucede con el término za·qén en las Escrituras Hebreas, así también en las Escrituras Griegas Cristianas el sentido del término pre·sbý·te·ros (“anciano”) depende del contexto. En unos cuantos casos se utiliza el término en contraste con hombres más jóvenes o en paralelo con mujeres de edad avanzada, sin ningún indicio de que implique un puesto de responsabilidad en la congregación. Por lo tanto, en este caso se refiere simplemente a hombres de edad madura. (Hech. 2:17, 18; 1 Tim. 5:1, 2.) También se utiliza para referirse a “hombres de tiempos antiguos”. (Heb. 11:2.) Sin embargo, en la inmensa mayoría de los casos se usa en un sentido gubernamental, describiendo el cargo o puesto de los que dirigen la congregación.
Por consiguiente, en algunos textos se llama a los “·ancianos” e·pí·sko·poi o “superintendentes” (“obispos”, NC). Así, Pablo utilizó este término al hablar a los “ancianos” de una congregación (la de Éfeso) y también lo aplicó a estos en su carta a Tito. (Hech. 20:17, 28; Tito 1:5, 7.) De modo que los dos términos se refieren al mismo puesto: pre·sbý·te·ros indica las cualidades maduras del que ha sido nombrado, y e·pí·sko·pos, los deberes propios del nombramiento.
Los requisitos para ocupar el puesto
Es evidente que en el Israel carnal los “ancianos” eran hombres de edad. (Compárese con 1 Reyes 12:6-13; Isaías 3:4, 5.) Así también, los “ancianos” o “superintendentes” del Israel espiritual no eran simples muchachos, como se manifiesta por la referencia del apóstol en cuanto a que estos tuvieran esposas e hijos. (1 Tim. 3:2, 4, 5; Tito 1:5, 6; compárese también con 1 Pedro 5:5.) No obstante, la edad física no era el factor único y principal, como se ve por los otros requisitos enunciados (1 Tim. 3:2-7; Tito 1:6-9), ni tampoco se estipulaba ninguna edad específica. Timoteo, quien tuvo que ver con el nombramiento de “ancianos”, obviamente también fue reconocido como tal, aunque era comparativamente joven según el punto de vista de aquellos días. (1 Tim. 4:12.)
La madurez espiritual era el punto de partida, pues solo los que la tuviesen estaban en camino de ser “ancianos” en la nueva nación espiritual, según el modelo establecido por los “ancianos” del Israel carnal. En la congregación cristiana primitiva había muchos que, espiritualmente, eran “pequeñuelos en Cristo” y todavía no estaban “plenamente desarrollados en facultades de entendimiento”. Es posible que tuvieran conocimiento de las enseñanzas básicas relacionadas con el arrepentimiento de obras muertas, la fe para con Dios, los bautismos, la imposición de las manos, la resurrección y el juicio eterno, pero todavía no reunían los requisitos para servir como maestros de otros en la congregación. (1 Cor. 3:1, 2; 14:20; Heb. 5:10-14; 6:1, 2; compárese con Efesios 4:11-16.) Además de haber alcanzado la madurez espiritual, la capacidad para enseñar, exhortar y censurar evidentemente desempeñaba un papel vital para que uno fuese reconocido como “anciano” en la congregación. (1 Tim. 3:2; Tito 1:9.) Como “pastores”, los “ancianos” serían principalmente responsables de alimentar al rebaño de manera espiritual, así como de cuidar a los que estuvieran espiritualmente enfermos y proteger a las ovejas contra la invasión de elementos lobunos. (Hech. 20:28-35; Sant. 5:14, 15; 1 Ped. 5:2-4.)
Estructura y autoridad gubernamentales
Después de la muerte de Jesús, los apóstoles permanecieron en Jerusalén, como posiblemente lo hicieron muchos de los 70 discípulos seleccionados por Jesús (si no todos). Todos ellos debieron estar allí en el Pentecostés, cuando fue derramado el espíritu santo sobre unos 120, entre los cuales había algunas mujeres. (Hech. 1:1-4, 14, 15; 2:1-4.) Antes de ese acontecimiento ya se había tomado acción para reemplazar al infiel Judas, de manera que la cantidad de 12 apóstoles fue restablecida, siendo tomado el sustituto probablemente de entre los 70 discípulos que Jesús seleccionó. (Hech. 1:21, 22.) Por lo tanto, la nueva nación del Israel espiritual empezó de modo parecido al Israel carnal y sus 12 cabezas tribuales.
En el día del Pentecostés, los apóstoles actuaron como un cuerpo en el cual Pedro sirvió de vocero por medio de la operación del espíritu derramado de Dios. (Hech. 2:14, 37-42.) Es evidente que ellos eran “ancianos” en el sentido espiritual en virtud de su temprana e íntima asociación con Jesús. Los que llegaron a ser creyentes reconocían que los apóstoles tenían autoridad para gobernar en la nueva nación bajo Cristo (Hech. 2:42; 4:32-37; 5:1-11) y hacer nombramientos para puestos de servicio, ya fuera directamente como cuerpo o por medio de representantes, siendo el apóstol Pablo un ejemplo sobresaliente. (Hech. 6:1-6; 14:19-23.) No se sabe si otros participarían con los apóstoles en servir como un cuerpo gobernante de “ancianos” durante este período inicial. Sin embargo, para cuando surgió la cuestión de la circuncisión, los “ancianos” se reunieron en asamblea junto con los apóstoles para considerar el asunto. Su decisión fue dada a conocer a las congregaciones en todas partes y fue aceptada como autorizada. (Hech. 15:1-31; 16:1-5.) Por consiguiente, tal como algunos sirvieron como “ancianos” de toda la nación de Israel, es evidente que estos “ancianos” junto con los apóstoles formaron un cuerpo gobernante para la entera congregación cristiana en todos los países. Posteriormente, Pablo fue a Jerusalén y se encontró con Santiago y “todos los ancianos”, les relató los resultados de su obra y recibió consejo sobre ciertos asuntos. (Hech. 21:15-26.)
Pablo y Pedro, como “ancianos” con autoridad apostólica, a veces ejercieron superintendencia sobre otros “ancianos” en ciertas congregaciones (compárese con 1 Corintios 4:18-21; 5:1-5, 9-13; Filipenses 1:1; 2:12; 1 Pedro 1:1; 5:1-5), lo mismo que el apóstol Juan y los discípulos Santiago y Judas, los cuales escribieron cartas a las congregaciones. Pablo asignó a Timoteo y a Tito para representarle en ciertos lugares. (1 Cor. 4:17; Fili. 2:19, 20; 1 Tim. 1:3, 4; 5:1-21; Tito 1:5.) En muchos casos, estos hombres trataban con congregaciones de creyentes recientemente establecidas; la comisión de Tito era ‘corregir las cosas que eran defectuosas [“carecían” o “faltaban”]’ en las congregaciones de Creta.
Tal como cada ciudad en Israel tenía sus “ancianos” que dirigían y juzgaban, así cada ciudad-congregación del Israel espiritual tenía su cuerpo de “ancianos” o “superintendentes”, a los que regularmente se les menciona en plural. Algunos ejemplos son: Jerusalén (Hech. 11:30; 15:4, 6; 21:18), Éfeso (Hech. 20:17, 28), Filipos (Fili. 1:1) y el caso de la ‘imposición de las manos’ sobre Timoteo. (1 Tim. 4:14.)
Los “ancianos”, como superintendentes de la congregación, ‘presidían’ sobre sus hermanos. (Rom. 12:8; 1 Tes. 5:12-15; 1 Tim. 3:4, 5; 5:17.) Cada reunión de congregación debió ser dirigida por uno o más de ellos, de manera que todo pudiera efectuarse “decentemente y por arreglo”, es decir, con buen orden. (1 Cor. 14:26-32, 39, 40.) Es posible que también se haya utilizado un presidente en las reuniones del cuerpo de superintendentes de la congregación a fin de asegurar el orden y la eficacia de las consideraciones.
El nombramiento y la tenencia del cargo
Según el registro bíblico, Pablo, Bernabé, Tito y Timoteo participaron en los nombramientos para los puestos de “ancianos” en las congregaciones. (Hech. 14:21-23; 1 Tim. 5:22; Tito 1:5.) No hay registro de que las congregaciones hiciesen tales nombramientos independientemente. Tampoco se menciona nada en cuanto a cierto plazo o período de tiempo asignado para que un “anciano” permaneciera en su puesto. Ya que el nombramiento era un reconocimiento de las cualidades espirituales de la persona, al parecer los “ancianos” continuaban siendo reconocidos como tales mientras no demostrasen ser infieles.
“DIGNOS DE DOBLE HONRA”
Pablo escribió a Timoteo: “Que los ancianos que presiden excelentemente sean tenidos por dignos de doble honra [“doble remuneración”, BJ; “doble reconocimiento”, LT], especialmente los que trabajan duro en hablar y enseñar”. (1 Tim. 5:17.) En vista del siguiente versículo (18), y también de la anterior explicación en cuanto a honrar a las viudas por medio de ayudarlas materialmente (vss. 3-16), esta “doble honra” incluiría consideración y también remuneración de manera material.
“VEINTICUATRO ANCIANOS”
En el libro de Revelación el término pre·sbý·te·roi se aplica unas doce veces a criaturas espíritus. El entorno, la vestimenta y las acciones de estas dan un indicio de su identidad.
El apóstol Juan tuvo una visión del trono de Jehová en el cielo, rodeado de veinticuatro tronos inferiores sobre los cuales estaban sentados veinticuatro ancianos vestidos de prendas exteriores de vestir blancas y con coronas de oro sobre sus cabezas. (Rev. 4:1-4.) A medida que continuaba la visión, Juan no solo vio a los veinticuatro ancianos cayendo repetidas veces delante del trono de Jehová en adoración, sino que también los observó tomando parte activa en los diversos rasgos de la visión según esta progresaba. (Rev. 4:9-11; 5:4-14; 7:9-17; 14:3; 19:4.) Especialmente los contempló participando en la proclamación del Reino, especificando que Jehová había tomado su gran poder y había empezado a gobernar como Rey. (Rev. 11:15-18.)
Al ser judío, Juan estaba familiarizado con el hecho de que los “ancianos de Israel” representaban y hablaban por la entera nación. (Éxo. 3:16, 18; 19:7.) De la misma manera, los “ancianos” cristianos pueden representar a la entera congregación del Israel espiritual. Según esta regla, los veinticuatro ancianos sentados sobre tronos alrededor de Dios muy bien podrían representar al entero cuerpo de cristianos ungidos, quienes, al resultar fieles hasta la muerte, reciben la prometida recompensa de una resurrección celestial junto con tronos cerca del de Jehová. (Compárese con Revelación 3:21.) El número veinticuatro también es significativo, pues esta era la cantidad de divisiones en las que el rey David distribuyó a los sacerdotes para servir en el templo de Jerusalén. Y la congregación cristiana tiene que ser un “sacerdocio real”. (1 Cró. 24:1-19; Luc. 1:5-23, 57-66; 1 Ped. 2:9; Rev. 20:6; véase SUPERINTENDENTE.)