BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • ad págs. 1246-1250
  • Pablo

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Pablo
  • Ayuda para entender la Biblia
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • PERSECUCIÓN, CONVERSIÓN Y COMIENZO DE SU MINISTERIO
  • PRIMER VIAJE MISIONAL
  • LA CUESTIÓN DE LA CIRCUNCISIÓN
  • SEGUNDO VIAJE MISIONAL
  • TERCER VIAJE MISIONAL
  • ARRESTO
  • PRIMER Y SEGUNDO ENCIERRO EN PRISIÓN EN ROMA
  • UN EJEMPLO DIGNO DE IMITAR
  • NO FUE UNO DE LOS DOCE
  • Pablo
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
  • Pablo, apóstol a las naciones
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
  • La cualidad probada de nuestra fe es causa de alabanza y honra
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1976
  • Libro bíblico número 44: Hechos
    “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa”
Ver más
Ayuda para entender la Biblia
ad págs. 1246-1250

PABLO

(posiblemente: “Pequeño”).

Israelita de la tribu de Benjamín y apóstol de Jesucristo. (Efe. 1:1; Fili. 3:5.) Aunque quizás tuviese desde su infancia tanto el nombre hebreo Saulo como el romano Pablo (Hech. 9:17; 2 Ped. 3:15), puede que escogiera llamarse por su nombre romano en vista de su comisión de declarar las buenas nuevas a los no judíos. (Hech. 9:15; Gál. 2:7, 8.)

Pablo nació en Tarso, prominente ciudad de Cilicia. (Hech. 21:39; 22:3.) Sus padres eran hebreos, probablemente de la rama farisaica del judaísmo. (Hech. 23:6; Fili. 3:5.) Era ciudadano romano de nacimiento (Hech. 22:28), tal vez debido a que Julio César le había concedido la ciudadanía a su padre por servicios prestados durante la guerra egipcia. Debió aprender de su padre el oficio de hacer tiendas de campaña. (Hech. 18:3.) Después recibió instrucción del sabio fariseo Gamaliel en Jerusalén, lo que da a entender que Pablo era de una familia importante. (Hech. 22:3; 5:34.) Estaba versado en, al menos, los idiomas griego y hebreo. (Hech. 21:37-40.) Para el tiempo de sus viajes misionales no estaba casado (1 Cor. 7:8); en Jerusalén vivían una hermana y un sobrino suyos. (Hech. 23:16-22.)

El apóstol Pablo tuvo el privilegio de escribir la mayor parte de los libros de las Escrituras Griegas Cristianas. Recibió visiones sobrenaturales (2 Cor. 12:1-5) y, por la acción del espíritu santo, pudo hablar muchas lenguas extranjeras. (1 Cor. 14:18.)

PERSECUCIÓN, CONVERSIÓN Y COMIENZO DE SU MINISTERIO

La primera vez que el registro bíblico hace mención de Saulo o Pablo lo describe como el “joven” a cuyos pies dejaron sus prendas exteriores de vestir los falsos testigos que apedrearon al discípulo cristiano Esteban. (Hech. 6:13; 7:58.) Pablo aprobó el asesinato de Esteban y debido a su celo, mal dirigido por la tradición, inició una campaña de persecución violenta contra los seguidores de Cristo. Cuando se les iba a ejecutar, votaba en su contra; cuando se les juzgaba en las sinagogas, trataba de obligarles a retractarse. Además de a Jerusalén, extendió su persecución a otras ciudades y hasta consiguió autorización escrita del sumo sacerdote para buscar a los discípulos de Cristo incluso en Damasco, Siria—muy al norte—y traerlos atados a Jerusalén, probablemente para que fueran juzgados por el Sanedrín. (Hech. 8:1, 3; 9:1, 2; 26:10, 11; Gál. 1:13, 14.)

Al acercarse a Damasco, Cristo se le reveló en una luz brillante y le comisionó para que fuese servidor y testigo de las cosas que había visto y aún estaba por ver. Aunque los que estaban con Pablo también cayeron al suelo debido a esta manifestación y oyeron el sonido de alguien que hablaba, sólo Pablo entendió las palabras y fue cegado, necesitando que lo llevasen de la mano hasta Damasco. (Hech. 9:3-8; 22:6-11; 26:12-18.) Durante tres días no comió ni bebió. Ya en Damasco, mientras oraba en la casa de cierto Judas, Pablo vio en una visión al discípulo cristiano Ananías que venía y le restauraba la vista. Cuando la visión se hizo realidad, Pablo fue bautizado, recibió espíritu santo, comió y cobró fuerzas. (Hech. 9:9-19.)

En Hechos 9:20-25 se explica que Pablo pasó tiempo con los discípulos de Damasco e “inmediatamente” empezó a predicar en las sinagogas de esa ciudad. Luego, describe su actividad de predicar hasta que fue obligado a dejar Damasco debido a un compló contra su vida. Por otro lado, la carta de Pablo a los Gálatas habla de que, después de su conversión, fue a Arabia para más tarde, regresar a Damasco. (Gál. 1:15-17.) No se sabe exactamente cuándo tuvo lugar este viaje a Arabia.

Puede que Pablo fuera a Arabia justo después de su conversión para meditar sobre lo que Dios esperaba de él. En tal caso, el que el relato de Hechos diga que Pablo empezó su predicación “inmediatamente” podría significar inmediatamente después de regresar a Damasco y asociarse con los discípulos. Por otro lado, lo que Pablo dice en Gálatas 1:17 es que no subió inmediatamente a Jerusalén; que el único lugar aparte de Damasco donde estuvo durante aquel período inicial fue Arabia. De modo que el viaje a Arabia no tuvo por qué producirse inmediatamente después de su conversión. Puede que Pablo pasara primero algunos días en Damasco y en seguida renunciara públicamente de su anterior oposición a la congregación cristiana, expresando su fe en Cristo en las sinagogas. Es posible que hiciera su viaje a Arabia (cuyo verdadero propósito no se revela) después de esos primeros días y que al regresar, continuara su predicación en Damasco con tal fuerza que sus opositores buscaran darle muerte. En lugar de contradecirse, los dos relatos se complementan; la única duda es el orden exacto de los acontecimientos.

Al llegar a Jerusalén (quizás en 36 E.C.; es posible que los tres años mencionados en Gálatas 1:18 signifiquen parte de tres años), Pablo se encontró con que los hermanos no creían que él fuese un discípulo. Sin embargo, “Bernabé vino en socorro de él y lo condujo a los apóstoles”, al parecer Pedro y “Santiago el hermano del Señor”. (Santiago, aunque no era de los doce, podía ser llamado apóstol porque lo era de la congregación de Jerusalén.) Pablo se quedó con Cefas (Pedro) por quince días. Mientras estuvo en Jerusalén, Pablo habló intrépidamente en el nombre de Jesús. Cuando los hermanos se enteraron de que por esta causa los judíos de habla griega intentaban matar a Pablo, “lo llevaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso”. (Hech. 9:26-30; Gál. 1:18-21.)

Pablo experimentó (posiblemente alrededor del año 41 E.C.) una visión sobrenatural tan real que no supo si había sido arrebatado al “tercer cielo” en el cuerpo o fuera del cuerpo. Al parecer, el “tercer cielo” se refiere al grado superlativo de arrobamiento en el que vio la visión. (2 Cor. 12:1-4.)

Más tarde, Bernabé llevó a Saulo de Tarso a Antioquía para que ayudara en la obra entre las personas de habla griega. Alrededor del año 46 E.C., después de un año de trabajo en Antioquía, Pablo y Bernabé fueron enviados por la congregación a Jerusalén con una ministración de socorro para los hermanos de aquel lugar. (Hech. 11:22-30.) Acompañados por Juan Marcos, regresaron a Antioquía. (Hech. 12:25.) Después de eso, el espíritu santo indicó que Pablo y Bernabé fuesen apartados para un trabajo especial. (Hech. 13:1, 2.)

PRIMER VIAJE MISIONAL

Siguiendo la dirección del espíritu, Pablo empezó su primer viaje misional junto con Bernabé y con Juan Marcos como servidor (47-48 E.C.). Embarcándose en Seleucia, el puerto de Antioquía, navegaron hacia Chipre. Comenzaron “a publicar la palabra de Dios” en las sinagogas de Salamina, en la costa oriental de Chipre. Cruzando la isla, llegaron a Pafos, en la costa occidental. En este lugar, el hechicero Elimas procuró oponerse al testimonio dado al procónsul Sergio Paulo. Entonces, Pablo hizo que Elimas fuese herido temporalmente con ceguera. Atónito por lo que había sucedido, Sergio Paulo se hizo creyente. (Hech. 13:4-12.)

En Pafos, Pablo y sus compañeros zarparon hacia Asia Menor. Al llegar a Perga, en la provincia romana de Panfilia, Juan Marcos regresó a Jerusalén. Pero Pablo y Bernabé se dirigieron hacia el norte, a Antioquía, en Pisidia. Aunque en esa ciudad hallaron gran interés, finalmente fueron echados de ella por instigación de los judíos. (Hech. 13:13-50.) Sin desanimarse, viajaron hacia el SE., a Iconio, donde los judíos también incitaron a las muchedumbres contra ellos. Enterados de que intentaban apedrearlos, Pablo y Bernabé huyeron a Listra, en la región de Licaonia. Después que Pablo sanó a un hombre cojo de nacimiento, el pueblo de Listra creyó que Pablo y Bernabé eran dioses que se habían encarnado. Pero, más tarde, unos judíos de Iconio y de Antioquía de Pisidia volvieron a las muchedumbres en contra de Pablo logrando que lo apedrearan y, creyéndole muerto, arrastraran su cuerpo fuera de la ciudad. Sin embargo, cuando sus compañeros cristianos lo rodearon, Pablo se levantó y entró en Listra. Al día siguiente, él y Bernabé partieron hacia Derbe. Después de hacer un buen número de discípulos en Derbe, regresaron a Listra, Iconio y Antioquía (de Pisidia), fortaleciendo y estimulando a los hermanos, al tiempo que hacían nombramientos de ancianos para servir en las congregaciones establecidas en estos lugares. Más tarde predicaron en Perga y, luego, se embarcaron en el puerto de Atalia hacia Antioquía de Siria. (Hech. 13:51-14:28.)

LA CUESTIÓN DE LA CIRCUNCISIÓN

Ciertos hombres de Judea vinieron a Antioquía (en 49 E.C.), afirmando que los no judíos tenían que ser circuncidados en conformidad con la ley mosaica para poder alcanzar la salvación. Pablo y Bernabé no estuvieron de acuerdo con esto. No obstante, aunque Pablo era un apóstol, no asumió la responsabilidad de zanjar el asunto por su propia autoridad. Acompañado por Bernabé, Tito y otros, fue a Jerusalén para plantear el asunto ante los apóstoles y los ancianos de la congregación. Se decidió que no se requería la circuncisión de los creyentes gentiles, aunque sí deberían mantenerse libres de idolatría, comer y beber sangre e inmoralidad sexual. Además de preparar una carta exponiendo esta decisión, los hermanos de la congregación de Jerusalén enviaron a Judas y Silas como sus representantes para aclarar el asunto en Antioquía. También, en una consideración con Pedro (Cefas), Juan y el discípulo Santiago, se concordó en que Pablo y Bernabé continuaran predicando a los gentiles incircuncisos. (Hech. 15:1-29; Gál. 2:1-10.)

Algún tiempo después, Pedro fue personalmente a Antioquía de Siria y se asoció con los cristianos gentiles. Pero cuando llegaron ciertos judíos de Jerusalén, Pedro, probablemente dejándose llevar por el temor a los hombres, se separó de los no judíos, obrando así en contra de la dirección del espíritu que indicaba que las distinciones carnales no contaban para Dios. Incluso Bernabé fue extraviado. Al notar esto, Pablo valerosamente censuró a Pedro delante de todos, ya que su comportamiento era perjudicial para el progreso del cristianismo. (Gál. 2:11-14.)

SEGUNDO VIAJE MISIONAL

Posteriormente, Pablo y Bernabé planearon visitar a los hermanos en las ciudades donde habían predicado durante su primer viaje misional. Debido a una disputa en cuanto a si deberían llevar consigo a Juan Marcos, en vista de que este les había abandonado durante su primer viaje, Pablo y Bernabé se separaron. Por lo tanto, Pablo escogió a Silas (Silvano) y, pasando por Siria, entró en Asia Menor. En Listra, invitó al joven Timoteo a que le acompañara y lo circuncidó. (Hech. 15:36-16:3.) Aunque la circuncisión no era un requisito cristiano, si Timoteo—en parte judío—hubiese permanecido incircunciso, esto sin duda hubiese predispuesto a los judíos en contra de la predicación de Pablo. Por lo tanto, quitando este posible obstáculo, Pablo actuó en armonía con lo que él más tarde escribió a los Corintios: “A los judíos me hice como judío”. (1 Cor. 9:20.)

Una noche, en Troas, junto al mar Egeo, Pablo tuvo una visión de un macedonio que le suplicaba: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”. Llegando a la conclusión de que esta era la voluntad de Dios, Pablo y sus compañeros misioneros, acompañados por el médico Lucas, zarparon hacia Macedonia, a Europa. En Filipos, la principal ciudad de Macedonia, Lidia y su casa se hicieron creyentes. El que Pablo hiciese que una muchacha perdiera sus poderes de predicción al expulsarle un demonio resultó en que fuese encarcelado junto con Silas. No obstante, un terremoto los libertó y el carcelero y su casa se hicieron cristianos. Pablo, apelando a su ciudadanía romana, exigió que los magistrados civiles vinieran personalmente para sacarle a él y a Silas de la prisión. Después de animar a los hermanos, Pablo y sus compañeros viajaron a través de Anfípolis y Apolonia hacia Tesalónica. Allí se formó una congregación de creyentes. Sin embargo, unos judíos celosos levantaron una chusma contra Pablo. Por esta razón los hermanos lo enviaron con Silas a Berea. En este lugar, muchos se hicieron creyentes, pero las dificultades que provocaron los judíos de Tesalónica obligaron a Pablo a partir. (Hech. 16:8-17:14.)

Los hermanos llevaron al apóstol a Atenas. Su predicación en la plaza del mercado resultó en que se le condujera al Areópago. Impresionados por su defensa, Dionisia, uno de los jueces del tribunal del Areópago, y otros abrazaron el cristianismo. (Hech. 17:15-34.) Luego, Pablo fue a Corinto, donde se alojó con un matrimonio judío, Aquila y Priscila, y trabajó con ellos haciendo tiendas de campaña. Al parecer fue desde allí desde donde Pablo escribió sus dos cartas a los Tesalonicenses. Después de enseñar en Corinto por año y medio y establecer una congregación, fue acusado por los judíos ante Galión. Pero Galión declaró sin lugar el caso. (Hech. 18:1-17.) Más tarde, Pablo se embarcó hacia Cesarea, deteniéndose primero en Éfeso, donde predicó. Desde Cesarea el apóstol “subió y saludó a la congregación”, refiriéndose sin duda a la de Jerusalén, y entonces fue a Antioquía de Siria. (Hech. 18:18-22.) Quizás desde Antioquía escribió su carta a los Gálatas.

TERCER VIAJE MISIONAL

En su tercer viaje misional Pablo visitó de nuevo Éfeso, donde trabajó por unos tres años. Desde allí escribió su primera carta a los corintios y, al parecer, despachó a Tito para ayudar a estos cristianos. Después de que el platero Demetrio instigara un alboroto contra él, Pablo partió de Éfeso y se dirigió a Macedonia. Allí, después de recibir noticias de Corinto por medio de Tito, escribió su segunda carta a los Corintios. Pablo recibió una contribución de los hermanos de Macedonia y Acaya para los cristianos necesitados de Jerusalén y, antes de abandonar Europa, escribió su carta a los Romanos. (Hech. 19:1-20:4; Rom. 15:25, 26; 2 Cor. 2:12, 13; 7:5-7.)

En camino a Jerusalén, Pablo discursó en Troas y resucitó a Eutico, que había sufrido un accidente mortal. También paró en Mileto, donde se encontró con los superintendentes de la congregación de Éfeso, repasó el ministerio que él había efectuado en el distrito de Asia y les animó a imitar su ejemplo. (Hech. 20:6-38.)

ARRESTO

Según Pablo iba viajando, unos profetas cristianos le predijeron las cadenas que le esperaban en Jerusalén. (Hech. 21:4-14; compárese con 20:22, 23.) Sus profecías se cumplieron. Mientras Pablo estaba en el templo para limpiarse ceremonialmente, algunos judíos de Asia agitaron una chusma violenta contra él, pero los soldados romanos rescataron al apóstol. (Hech. 21:26-33.) Al subir las escaleras hacia el cuartel de los soldados se le dio permiso para dirigirse a los judíos. Tan pronto como mencionó su comisión de predicar a los gentiles estalló de nuevo la violencia. (Hech. 21:34-22:22.) Dentro del cuartel, en un esfuerzo por averiguar la naturaleza de su culpa, se preparó a Pablo para la flagelación. El apóstol evitó ser flagelado al alegar que era ciudadano romano. Al día siguiente el caso de Pablo fue sometido al Sanedrín. Al parecer, dándose cuenta de que no iba a recibir una audiencia imparcial, Pablo trató de enfrentar a fariseos y saduceos basando su juicio en la cuestión de la resurrección. Como creía en la resurrección y era “hijo de fariseos”, se identificó a sí mismo como fariseo y así logró poner a los saduceos—que no creían en la resurrección—y a los fariseos unos contra otros. (Hech. 22:23-23:10.)

Una conspiración contra el prisionero Pablo hizo necesario trasladarlo de Jerusalén a Cesarea. Unos días después, el sumo sacerdote Ananías, algunos de los ancianos judíos y el orador Tértulo vinieron a Cesarea para presentar su caso contra Pablo ante el gobernador Félix, acusándole de promover sedición e intentar profanar el templo. El apóstol mostró que las acusaciones de que era objeto no tenían fundamento. Pero Félix, buscando un soborno, mantuvo a Pablo bajo custodia por dos años. Cuando Félix fue reemplazado por Festo, los judíos volvieron a acusar a Pablo. La causa fue vista de nuevo en Cesarea y el apóstol apeló a César para evitar que el juicio pasara a Jerusalén. Más tarde, después de exponer los hechos ante el rey Herodes Agripa II, Pablo fue enviado a Roma junto con otros prisioneros. (Hech. 23:12-27:1.)

PRIMER Y SEGUNDO ENCIERRO EN PRISIÓN EN ROMA

En el camino, Pablo y los que estaban con él naufragaron en la isla de Malta. Después de pasar allí el invierno, finalmente llegaron a Roma, donde a Pablo se le permitió alquilar una casa para alojarse, aunque custodiado por un soldado. Poco después de su llegada Pablo organizó una reunión con los hombres prominentes de los judíos, algunos de los cuales se hicieron creyentes. Por dos años, de 59 a 61 E.C., el apóstol continuó predicando a todos los que venían a él. (Hech. 27:2-28:31.) En ese tiempo él también escribió sus cartas a los Efesios (4:1; 6:20), a los Filipenses (1:7, 12-14), a los Colosenses (4:18), a Filemón (vs. 9) y, probablemente también, a los Hebreos. Parece que César Nerón declaró a Pablo inocente y lo dejó en libertad. Es probable que Pablo reanudara su labor misional en asociación con Timoteo y Tito. Después de haber dejado a Timoteo en Éfeso y a Tito en Creta, Pablo, al parecer desde Macedonia, les escribió cartas relacionadas con sus responsabilidades. (1 Tim. 1:3; Tito 1:5.) No se sabe si antes de su última estancia en prisión en Roma el apóstol llegó hasta España. (Rom. 15:24.) Durante esa reclusión (65 E.C.) Pablo escribió su segunda carta a Timoteo, en la que dio a entender que su muerte era inminente. (2 Tim. 4:8.) Es probable que Pablo sufriera una muerte de mártir bajo Nerón en el año 66 E.C.

UN EJEMPLO DIGNO DE IMITAR

En vista de que siguió fielmente el ejemplo de Cristo, el apóstol Pablo pudo decir: “Háganse imitadores de mí”. (1 Cor. 4:16; 11:1; Fili. 3:17.) Pablo estaba presto a seguir la dirección del espíritu de Dios. (Hech. 13:2-5; 16:9, 10.) Él no era un vendedor ambulante de la Palabra de Dios, sino que habló movido por sinceridad. (2 Cor. 2:17.) Aunque era una persona instruida, Pablo no intentó impresionar a otros con su habla (1 Cor. 2:1-5) ni procuró agradar a los hombres. (Gál. 1:10.) No insistió en sus derechos, sino que se adaptó a las personas a quienes predicó y tuvo cuidado de no hacer tropezar a otros. (1 Cor. 9:19-26; 2 Cor. 6:3.)

En el transcurso de su ministerio Pablo se esforzó celosamente: viajó miles de kilómetros por mar y tierra y estableció muchas congregaciones en Europa y Asia Menor. Por lo tanto, no necesitó cartas de recomendación escritas con tinta, sino que podía señalar a cartas vivas, personas que habían llegado a ser creyentes debido a su labor. (2 Cor. 3:1-3.) No obstante, él reconoció humildemente que era un esclavo (Fili. 1:1) bajo la obligación de declarar las buenas nuevas. (1 Cor. 9:16.) No se atribuyó el crédito, sino que dio toda la honra a Dios como Aquel que había sido responsable del crecimiento (1 Cor. 3:5-9) y que le había capacitado adecuadamente para el ministerio. (2 Cor. 3:5, 6.) El apóstol tuvo en gran estima su ministerio, lo glorificó y reconoció que era una expresión de la misericordia de Dios y de su Hijo. (Rom. 11:13; 2 Cor. 4:1; 1 Tim. 1:12, 13.) Le escribió a Timoteo: “La razón por la cual se me mostró misericordia fue para que, por medio de mí como el caso más notable, Cristo Jesús demostrara toda su gran paciencia como muestra de los que van a cifrar su fe en él para vida eterna”. (1 Tim. 1:16.)

Debido a que había perseguido a los cristianos, Pablo no se consideró digno de ser llamado apóstol y reconoció que lo era solo por la bondad inmerecida de Dios. Deseoso de que esta bondad inmerecida no se le hubiera extendido en vano, Pablo trabajó más que los otros apóstoles. No obstante, reconoció que pudo efectuar su ministerio sólo por la bondad inmerecida de Dios. (1 Cor. 15:9, 10.) Dijo: “Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder”. (Fili. 4:13.) Aguantó mucho y no se quejó. Su “espina en la carne” (2 Cor. 12:7) pudo haber sido un defecto de visión u otra enfermedad. (Compárese con Hechos 23:1-5; Gálatas 4:15; 6:11.)

Como humano imperfecto, Pablo experimentó un conflicto continuo entre su mente y su carne pecaminosa. (Rom. 7:21-24.) Pero él no cedió. Dijo: “Aporreo mi cuerpo y lo conduzco como a esclavo, para que, después de haber predicado a otros, yo mismo no llegue a ser desaprobado de algún modo”. (1 Cor. 9:27.) Pablo siempre tuvo presente el glorioso premio de la vida inmortal en los cielos. Consideró que todo sufrimiento carecía de importancia en comparación con la gloria que recibiría como recompensa por su fidelidad. (Rom. 8:18; Fili. 3:6-14.) Por consiguiente, poco antes de morir, Pablo pudo escribir: “He peleado la excelente pelea, he corrido la carrera hasta terminarla, he observado la fe. De este tiempo en adelante me está reservada la corona de la justicia”. (2 Tim. 4:7, 8.)

Siendo un apóstol inspirado, Pablo ejerció su autoridad para dar disposiciones y órdenes (1 Cor. 14:37; 16:1; Col. 4:10; 1 Tes. 4:2, 11; compárese con 1 Timoteo 4:11), pero prefirió apelar a los hermanos sobre la base del amor, suplicándoles por “las compasiones de Dios” y por “la apacibilidad y bondad del Cristo”. (Rom. 12:1; 2 Cor. 6:11-13; 8:8; 10:1; File. 8, 9.) Fue amable con ellos, les tuvo tierno cariño y les exhortó y consoló como un padre. (1 Tes. 2:7, 8, 11, 12.) Aunque tenía el derecho de recibir apoyo material de los hermanos, escogió trabajar con sus manos para no ser una carga costosa. (Hech. 20:33-35; 1 Cor. 9:18; 1 Tes. 2:6, 9.) Como resultado, se forjó una estrecha relación de cariño fraternal entre Pablo y aquellos a quienes ministraba. Los superintendentes de la congregación de Éfeso sintieron gran pesar y prorrumpieron en lágrimas al saber que posiblemente no contemplarían más su rostro. (Hech. 20:37, 38.) Pablo estaba muy interesado en el bienestar espiritual de los compañeros cristianos y deseaba hacer cuanto pudiera para ayudarlos a conseguir su herencia celestial. (Rom. 1:11; 15:15, 16; Col. 2:1, 2.) Los recordaba continuamente en sus oraciones (Rom. 1:8, 9; 2 Cor. 13:7; Efe. 3:14-19; Fili. 1:3-5, 9-11; Col. 1:3, 9-12; 1 Tes. 1:2, 3; 2 Tes. 1:3) y solicitaba que ellos también orasen por él. (Rom. 15:30-32; 2 Cor. 1:11.) La fe de sus compañeros cristianos le fue una fuente de estímulo. (Rom. 1:12.) Por otra parte, Pablo siempre defendió las normas justas y no dudó en corregir ni siquiera a otro apóstol cuyo proceder afectaba a las buenas nuevas. (1 Cor. 5:1-13; Gál. 2:11-14.)

NO FUE UNO DE LOS DOCE

Aunque Pablo estaba convencido de su condición de apóstol, y tenía pruebas de ello, nunca se incluyó entre “los doce”. Antes del Pentecostés, a instancias de la exhortación bíblica de Pedro, la asamblea cristiana había buscado un sustituto para el infiel Judas Iscariote. Posiblemente por el voto de los miembros varones de la asamblea (Pedro se había dirigido a los “varones, hermanos” [Hech. 1:16]), se escogió a dos discípulos como candidatos. Luego oraron a Jehová Dios (compárese Hechos 1:24 con 1 Samuel 16:7; Hechos 15:7, 8) para que Él eligiera al que debía reemplazar al apóstol infiel. Después de su oración echaron suertes y “la suerte cayó sobre Matías”. (Hech. 1:15-26; compárese con Proverbios 16:33.)

No hay razón para dudar de la elección divina de Matías. Pero también es cierto que Pablo, una vez convertido, gozó de gran relevancia y su trabajo excedió al de los demás apóstoles. (1 Cor. 15:9, 10.) Él fue un ‘apóstol [enviado] a las naciones’. (Hech. 9:4-6, 15.)

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • Español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir