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PERSECUCIÓN

Esta palabra española se deriva de la latina persequi, “perseguir”, equivalente al verbo hebreo (ra·dháf) y al griego (di·ó·ko), que significan “seguir”, “cazar”, “perseguir”. Se puede definir la persecución, en especial, como hostigamiento o daño que se inflige deliberadamente a otros por causa de su condición social, origen racial o fe y creencias religiosas, con la finalidad —en este último caso— de erradicar tales creencias y evitar que se esparzan entre nuevos conversos.

La persecución toma diversas formas. Puede limitarse a abuso verbal, burla e insultos (2 Cró. 36:16; Hech. 19:9), o incluir presiones económicas (Rev. 13:16, 17), daño corporal (Mat. 27:29, 30; Hech. 5:40), encarcelamiento (Luc. 21:12; Hech. 16:22-24), odio y hasta muerte. (Mat. 24:9; Hech. 12:2.) Puede estar promovida por autoridades religiosas (Mar. 3:6; Hech. 24:1, 27) o efectuada por personas mal informadas (Gén. 21:8, 9; Gál. 4:29) e ignorantes (1 Tim. 1:13), o chusmas irrazonables y fanáticas. (Luc. 4:28, 29; Hech. 14:19; 17:5.) Pero a menudo estos grupos son solo los agentes de instigadores más poderosos y siniestros: las fuerzas espirituales inicuas en invisibilidad. (Efe. 6:11, 12.)

En la primera profecía Jehová Dios predijo la enemistad entre la “serpiente” y la “mujer” y entre sus respectivas ‘descendencias’. (Gén. 3:15.) En toda la Biblia se da testimonio del cumplimiento de esta profecía. Jesús identificó claramente a la serpiente como Satanás el Diablo y, al mismo tiempo, dijo a los que le perseguían que ellos procedían ‘de su padre el Diablo’, y por consiguiente eran parte de su “descendencia”. (Juan 8:37-59.) El libro de Revelación muestra que esta persecución continuaría hasta el tiempo en que Cristo tomara el poder de reinar, y aun después por algún tiempo más, pues cuando Satanás y sus ángeles son arrojados a la Tierra, el Dragón ‘persigue a la mujer, y se va para hacer guerra contra los restantes de su descendencia que obedecen a Dios y dan testimonio de Jesús’. (Rev. 12:7-17.)

HISTORIA

La historia de la persecución religiosa, según Jesús, se remonta hasta Caín el hijo de Adán. (Gén. 4:3-8; Mat. 23:34, 35.) Caín mató a su hermano Abel porque fue inducido por el “inicuo”, Satanás el Diablo. (1 Juan 3:12.) La cuestión implicada en la muerte de Abel se centró en torno a la adoración fiel a Jehová. (Heb. 11:4.) Job, un hombre de Dios cuyo nombre significa “Objeto de Hostilidad”, con el tiempo llegó a ser blanco de la persecución inicua instigada por Satanás. La esposa de Job y tres de sus amigos fueron simples instrumentos utilizados, consciente o inconscientemente, por ese archienemigo de Dios y del hombre. (Job 1:8-2:9; 19:22, 28.)

De vez en cuando los gobernantes de Judá e Israel le causaron gran sufrimiento a los representantes especiales de Dios. Por ejemplo, el rey Saúl hizo de David (‘el hombre agradable al corazón de Dios’ [Hech. 13:22]) el blanco principal de su odio. (1 Sam. 20:31-33; 23:15, 26; Sal. 142:6.) Durante la gobernación de Acab y Jezabel, muchos profetas de Jehová se vieron obligados a ocultarse como fugitivos y otros fueron muertos. (1 Rey. 18:13, 14; 19:10.) El rey Manasés derramó sangre inocente “en grandísima cantidad”. (2 Rey. 21:16.) El rey Jehoiaquim dio muerte a Uriya, “un hombre que estaba profetizando en el nombre de Jehová”. (Jer. 26:20-23.) Jeremías sufrió mucha persecución a manos de los oficiales gubernamentales. (Jer. 15:15; 17:18; 20:11; 37:15, 16; 38:4-6.) Debido a la infidelidad de su pueblo Israel, Jehová permitió que a veces otras naciones les persiguieran, aun hasta el punto de llevarles al cautiverio. (Deu. 30:7; Lam. 1:3.)

Hubo otras ocasiones en las que la persecución violenta, legalizada por un decreto gubernamental, se desató sobre los que mantenían integridad a Jehová, como los tres hebreos que fueron arrojados al horno ardiente, y Daniel que fue echado a los leones. (Dan. 3:13-20; 6:4-17.) Durante el reinado del rey persa Asuero, hubo un estallido de violencia y persecución contra los judíos en general, y en particular contra Mardoqueo, por instigación del inicuo Hamán el agaguita. (Est. 3:1-12; 5:14.)

Otras fuentes de persecución pueden provenir de ex compañeros (1 Ped. 4:4) o amigos y vecinos de la misma ciudad. (Jer. 1:1; 11:21.) Jesús dijo que los parientes cercanos, miembros de la propia casa, serían a veces perseguidores feroces de los que creyeran en él. (Mat. 10:21, 35, 36.)

Sin embargo, los principales instigadores humanos de la persecución religiosa han sido los promotores de la religión falsa. Así ocurrió en el caso de Jeremías. (Jer. 26:11.) El apóstol Pablo también pasó por esta experiencia. (Hech. 13:6-8; 19:23-29.) En el caso de Jesús, leemos que “los sacerdotes principales y los fariseos reunieron el Sanedrín y [...] Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: ‘[...] No raciocinan que les es de provecho a ustedes que un solo hombre muera en el interés del pueblo, y no que la nación entera sea destruida.’ [...] Por eso, desde aquel día entraron en consejo para matarlo [a Jesús]”. (Juan 11:47-53.) Antes que Jesús finalmente muriera en el madero de tormento sufrió de otras maneras severa persecución a manos de hombres impíos que apoyaban a los líderes religiosos, quienes estaban resueltos a eliminar a Cristo. (Mat. 26:67; 27:1, 2, 26-31, 38-44.)

LA PERSECUCIÓN DE LOS CRISTIANOS

La persecución de los fieles siervos de Jehová no finalizó con la muerte de Jesús. De hecho, el Hijo de Dios predijo que continuaría. (Mat. 10:22, 23; 23:34, 35; Juan 15:20; 16:2.) Y así resultó ser. Poco después del Pentecostés del año 33 E.C., hubo arrestos, amenazas y golpizas. (Hech. 4:1-3, 21; 5:17, 18.) Luego, Esteban fue arrestado y apedreado hasta morir. (Hech. 7:52-60; véase también Hebreos 11:36, 37.) El asesinato de Esteban fue seguido por una oleada de persecuciones, encabezadas en parte por Saulo de Tarso, que resultó en dispersar la congregación de Jerusalén, con lo que la actividad de predicar las buenas nuevas se extendió. (Hech. 8:1-4; 9:1, 2.) Más tarde, Herodes Agripa I hizo matar con la espada a Santiago el hermano de Juan, y probablemente hubiese hecho lo mismo con Pedro si el ángel de Jehová no lo hubiese rescatado milagrosamente durante la noche. (Hech. 12:1-11.)

Al convertirse al cristianismo, Saulo el perseguidor llegó a ser Pablo el perseguido, como él mismo dijo, por bondad inmerecida de Jehová. Esto ocurrió cuando por fin comprendió que estaba luchando contra el Señor mismo. (Hech. 9:4, 5; 22:4, 7, 8; 26:11, 14, 15; 1 Cor. 15:9; Gál. 1:13, 23; Fili. 3:6.) El relato de su ministerio y sus posteriores viajes habla de cómo Pablo, a su vez, experimentó mucha persecución a manos de los enemigos del cristianismo. (Hech. 13:50; 2 Cor. 6:3-5; 11:23-25; Gál. 5:11; 2 Tim. 3:10, 11.)

La persecución de los cristianos por las autoridades del imperio romano desde los días de Nerón en adelante está bien documentada en la historia seglar. Las acusaciones fueron diversas, pero el objetivo parecía ser siempre el mismo: la supresión del cristianismo.

LA ACTITUD APROPIADA HACIA LA PERSECUCIÓN

Si uno guarda los mandamientos de Dios como cristiano es imposible que se escape de la persecución, pues “todos los que desean vivir con devoción piadosa en asociación con Cristo Jesús también serán perseguidos”. (2 Tim. 3:12.) Sin embargo, los verdaderos cristianos pueden aguantar todo tipo de persecución inicua y aún mantener una actitud feliz, libre de malicia y odio hacia sus perseguidores. Esto es debido a que entienden las cuestiones que están implicadas: de qué fuente proviene la persecución y por qué se permite. En lugar de desconcertarse y preocuparse por tales experiencias, se regocijan de poder participar con Cristo en la prueba de lealtad bajo persecución. (1 Ped. 4:12-14.)

Sin embargo, el cristiano debe estar seguro de que sufre realmente por una causa justa. El relato bíblico, y su espíritu, deja claro que el cristiano nunca debe sufrir persecución por inmiscuirse en política, conspiraciones, ni en ningún tipo de actividad delictiva. Haciendo especial hincapié en esto, el apóstol exhorta: “Mantengan excelente su conducta entre las naciones, para que, en la cosa de que hablan contra ustedes como de malhechores, ellos, como resultado de las obras excelentes de ustedes, de las cuales son testigos oculares, glorifiquen a Dios en el día para la inspección por él”. (1 Ped. 2:11, 12.) A esto añadió el consejo de la sujeción a funcionarios gubernamentales, amos de esclavos y esposos, citando el ejemplo de Cristo Jesús como el modelo que debía ser imitado. (1 Ped. 2:13-25; 3:1-6.) Un cristiano podía sentirse feliz si sufría por causa de la justicia (1 Ped. 3:13, 14), pero nunca debería sufrir “como asesino, o ladrón, o malhechor, o como entremetido en asuntos ajenos”. (1 Ped. 4:15, 16.)

Los cristianos también valoran el premio que les espera a los que aguantan. Con respecto a esta recompensa, Jesús declaró: “Felices son los que han sido perseguidos por causa de la justicia, puesto que a ellos pertenece el reino de los cielos”. (Mat. 5:10.) Por consiguiente, la actitud mental del cristiano es importante si ha de mantener la fidelidad bajo presión u oposición. (Fili. 2:5-8; Heb. 12:2; véanse también 2 Corintios 12:10; 2 Tesalonicenses 1:4; 1 Pedro 2:21-23.)

La actitud cristiana hacia los perseguidores mismos es también un factor importante. El amar uno a sus enemigos y bendecir a los que se oponen ayuda a que una persona aguante. (Mat. 5:44; Rom. 12:14; 1 Cor. 4:12, 13.) El cristiano también es consciente de lo siguiente: a cualquiera que deje casa y parientes por causa del reino de los cielos se le promete el céntuplo, pero junto “con persecuciones”. (Mar. 10:29, 30.) Es cierto que no todo el que oye las buenas nuevas del Reino resistirá el calor de la persecución, y puede que algunos intenten esquivar cuestiones conflictivas para evitar problemas. (Mat. 13:21; Gál. 6:12.) Pero es mejor confiar en el poder de Jehová y orar, como lo hizo David para ser librado de los perseguidores, sabiendo que Jehová no dejará a sus siervos sin ayuda. Entonces se podrá decir junto con el apóstol: “Estamos saliendo completamente victoriosos mediante el que nos amó”. (Sal. 7:1; 2 Cor. 4:9, 10; Rom. 8:35-37.)

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