CODORNIZ
(heb. seláw; seláyw).
La palabra hebrea seláw corresponde con los términos árabe y arameo para “codorniz” (salway). La codorniz es un ave pequeña de cuerpo rechoncho y de unos 20 cm. de longitud. Esta ave pasa la mayor parte del tiempo en el suelo y sus colores apagados, entre los que predomina el marrón, con matices amarillentos, blancos y negros, se confunden con los de la tierra.
La codorniz que se describe en la Biblia probablemente es la especie Coturnix coturnix, un ave migratoria que en la primavera deja el interior de África para dirigirse al norte, hacia el mes de marzo llega a Egipto y, más tarde, atraviesa Arabia y Palestina, regresando de nuevo a África cuando se aproxima el invierno. La codorniz viaja en grandes bandadas, haciendo sus migraciones en etapas y a menudo volando durante la noche. Sus alas le permiten volar a bastante velocidad, aunque no por largas distancias. Debido a que sus cuerpos son pesados para la fuerza de sus alas, a veces llegan a su destino exhaustas. Esta es la razón por la cual las codornices vuelan a favor del viento y acostumbran a hacerlo a altitudes bastante bajas.
La primera mención que se hace de esta ave en el registro bíblico es en conexión con la primavera (Éxo. 16:1), tiempo en el que viaja hacia el norte. En esa época del año los israelitas estaban en el desierto de Sin, en la península del Sinaí, y se quejaban a causa del alimento. En respuesta, Jehová le aseguró a Moisés que “entre las dos tardes” comerían carne y que por la mañana quedarían satisfechos con pan. (Vs. 12.) Aquel anochecer “las codornices empezaron a subir y a cubrir el campamento”, mientras que por la mañana apareció el maná sobre el suelo. (Vss. 13-15; Sal. 105:40.) Aproximadamente un año más tarde, probablemente en primavera, los israelitas volvieron a quejarse debido a que su dieta se limitaba al maná. Como consecuencia, Jehová predijo que comerían carne por “un mes de días”, hasta que les repugnase. (Núm. 11:4, 18-23.) Luego Dios hizo que un viento del SE. impeliese a las codornices desde el mar y las hiciese “caer sobre el campamento”, extendiéndose “lo mismo que los granos de arena” sobre una amplia zona de varios kilómetros alrededor del perímetro del campamento. (Núm. 11:31; Sal. 78:25-28.)
La expresión “como dos codos [aproximadamente 90 cm.] sobre la superficie de la tierra”, ha sido explicada de diferentes maneras. (Núm. 11:31.) Hay quien considera que las codornices cayeron al suelo y que en algunos lugares estaban amontonadas hasta esa altura (90 cm.). Otros —objetando que de haber quedado amontonadas así una gran cantidad de ellas habría muerto y por lo tanto no hubieran sido aptas para el consumo— entienden que lo que el texto quiere decir es que las codornices volaban a esa altura (90 cm.) del suelo, lo que facilitaría el que los israelitas las abatieran y capturaran. Expresando una idea similar, la Versión de los Setenta dice: “Todo alrededor del campamento, a unos dos codos del suelo”, y la Vulgata: “Todo alrededor del campamento, y estaban volando en el aire a dos codos de altura del suelo”.
Los israelitas pasaron un día y medio recogiendo codornices; “el que menos juntó, recogió diez homeres [unos 2.200 litros]”. (Núm. 11:32.) En vista de los “seiscientos mil hombres de a pie” mencionados por Moisés (vs. 21), la cantidad de codornices recogidas debió ascender a muchos millones. Por consiguiente, no se trataba simplemente de una migración normal, sino de una poderosa demostración del poder divino. La cantidad recogida fue demasiado grande para comerla entonces; de modo que los israelitas “siguieron tendiéndolas extensamente para sí todo en derredor del campamento”. (Vs. 32.) Es posible que esto fuese con el propósito de secar la carne de las codornices degolladas con el fin de preservarlas para consumo posterior. Esta operación era similar a la práctica egipcia antigua, descrita por Heródoto, de salar el pescado y luego ponerlo a secar al sol.