BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • ad págs. 1558-1561
  • Soberanía

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Soberanía
  • Ayuda para entender la Biblia
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • LA SOBERANÍA DE JEHOVÁ
  • GOBERNANTES TERRESTRES
  • EL REINO DEL HIJO DE DIOS
  • LA SOBERANÍA DE JEHOVÁ ES DESAFIADA
  • Lo que Dios quiere de los que le sirven
  • No se desarrolló amor y aprecio
  • El punto en cuestión
  • El árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo
  • Los siervos de Dios son acusados de egoísmo
  • Era vital zanjar la cuestión
  • Una cuestión moral
  • El alcance de la cuestión
  • Jesucristo el Vindicador de Dios
  • Otros vindicadores
  • Soberanía
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
  • Apreciando a Jehová Dios y a Jesucristo y lo que han hecho por nosotros
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1971
  • La soberanía y la integridad
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1960
  • La belleza de la soberanía de Jehová
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1978
Ver más
Ayuda para entender la Biblia
ad págs. 1558-1561

SOBERANÍA

Supremacía en gobernación o poder; el dominio o gobernación de un señor, rey, emperador u otra persona en una posición semejante; el poder que, en definitiva, determina el gobierno de un estado. En las Escrituras Hebreas aparece con frecuencia la palabra ’Adho·náy, y más de doscientas veces la expresión ’Adho·náy Yeho·wíh. ’Adho·náy es una forma plural de ’a·dhóhn: “señor”, “amo”. Otra forma plural, ’adho·nim, puede aplicarse a hombres simplemente como pluralidad: “señores”, “amos”. Pero el término ’Adho·náy siempre se utiliza en las Escrituras con referencia a Dios, utilizándose el plural para denotar excelencia o majestad. Los traductores lo vierten más frecuentemente como “Señor”. Cuando aparece con el nombre de Dios (’Adho·náy Yeho·wíh), como por ejemplo en el Salmo 73:28, la expresión se traduce “El Señor” (BJ, NBE, SA), “Señor y Dios” (VP), “Jehová el Señor” (Mod, Val), “Adonay Yahveh” (CI), “Señor Soberano Jehová” (NM). Aunque la versión Moffatt (en inglés) utiliza la palabra “soberano” en Salmos 47:9; 138:5 y 150:2, no lo hace como traducción de ’Adho·náy.

La palabra griega de·spó·tes significa alguien que tiene “posesión absoluta y poder sin control alguno”. (Véase el Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, de Vine, bajo “Señor” y bajo “Amo”.) Se traduce “señor”, “amo” y “dueño”. Cuando se utiliza para dirigirse directamente a Dios, se vierte “Señor” (NC, CI y otras), “Dominador” (RH, en Revelación 6:10), “Dueño” (BJ, en Revelación 6:10), “Señor Soberano” (NM) en Lucas 2:29, Hechos 4:24 y Revelación 6:10. En este último texto, la Versión Popular, la Nueva Biblia Española y El Nuevo Testamento de P. Besson dicen “Soberano”, y la Versión Moderna, “Soberano nuestro”. También, la Versión Valera vierte “Soberano Señor” en Lucas 2:29.

Así, aunque los textos hebreos y griegos no tienen una palabra específica para “soberano”, las palabras ’Adho·náy y de·spó·tes comunican esta idea cuando las Escrituras hacen referencia a Jehová Dios, denotando la excelencia de su señorío.

LA SOBERANÍA DE JEHOVÁ

Jehová Dios es Soberano del universo (“¡Él está por encima de todo!” [Sal. 47:10, VP]; “Él está muy alto en su ascenso” [Sal. 47:9, NM]) debido a ser el Creador, y por causa de su Divinidad y su supremacía como el Todopoderoso. (Gén. 17:1; Éxo. 6:3; Rev. 16:14.) Él es el Dueño de todas las cosas y la Fuente de toda autoridad y poder, el Gobernante Supremo de todos los gobiernos. (Sal. 24:1; Isa. 40:21-23; Rev. 4:11; 11:15.) El salmista cantó en cuanto a Él: “Jehová mismo ha establecido firmemente su trono en los cielos mismos; y sobre toda cosa su propia gobernación real ha tenido la dominación”. (Sal. 103:19; 145:13.) Los discípulos de Jesús oraron dirigiéndose a Dios: “Señor Soberano, tú eres Aquel que hizo el cielo y la tierra”. (Hech. 4:24, NM; Besson.) Para la nación de Israel, Dios mismo constituyó las tres ramas del gobierno: la judicial, la legislativa y la ejecutiva. El profeta Isaías dijo: “Jehová es nuestro Juez, Jehová es nuestro Dador de Estatutos, Jehová es nuestro Rey; él mismo nos salvará”. (Isa. 33:22.) Moisés da una notable descripción de Dios como Soberano en Deuteronomio 10:17.

En su posición soberana, Jehová tiene el derecho y la autoridad de delegar responsabilidades gubernativas. David fue hecho rey en Israel, y las Escrituras hablan del ‘reino de David’ como si fuese su reino. Pero David reconoció a Jehová como el Gran Gobernante Soberano, diciendo: “Tuya, oh Jehová, es la grandeza y el poderío y la hermosura y la excelencia y la dignidad; porque todo lo que hay en los cielos y en la tierra es tuyo. Tuyo es el reino, oh Jehová, Aquel que también te alzas como cabeza sobre todo”. (1 Cró. 29:11.)

GOBERNANTES TERRESTRES

Los gobernantes de las naciones de la Tierra ejercen su limitada gobernación por tolerancia o permiso del Señor Soberano Jehová. Los gobiernos políticos no reciben su autoridad de Dios, es decir, no efectúan su política debido a que Dios les haya concedido autoridad o poder, y eso se muestra en Revelación 13:1, 2, donde se dice que la bestia salvaje de siete cabezas y diez cuernos consigue “su poder y su trono y gran autoridad” del dragón, Satanás el Diablo. (Rev. 12:9; véanse AUTORIDADES SUPERIORES; BESTIAS SIMBÓLICAS.)

EL REINO DEL HIJO DE DIOS

Después del derrocamiento del último rey que se sentó en el “trono de Jehová” en Jerusalén (1 Cró. 29:23), el profeta Daniel recibió una visión que describía el nombramiento futuro del propio Hijo de Dios para servir como Rey. La posición de Jehová sobresale claramente cuando Él, como el Anciano de Días, concede la gobernación a su Hijo. El relato dice: “Seguí contemplando en las visiones de la noche, y, ¡pues vea!, con las nubes de los cielos sucedía que venía alguien como un hijo del hombre; y al Anciano de Días obtuvo acceso, y lo presentaron cerca, aun delante, de Aquel. Y a él fueron dados gobernación y dignidad y reino, para que los pueblos, grupos nacionales y lenguajes todos le sirvieran aun a él. Su gobernación es una gobernación de duración indefinida que no pasará, y su reino uno que no será reducido a ruinas”. (Dan. 7:13, 14.) Al comparar este texto con Mateo 26:63, 64 no queda ninguna duda de que el “hijo del hombre” mencionado en la visión de Daniel es Jesucristo. Él obtiene acceso a la presencia de Jehová y recibe gobernación. (Compárese con Salmos 2:8, 9; Mateo 28:18.)

LA SOBERANÍA DE JEHOVÁ ES DESAFIADA

Durante los seis mil años que según la cronología bíblica ha estado el hombre sobre la Tierra, ha existido iniquidad. Toda la humanidad ha ido muriendo, y los pecados y las transgresiones contra Dios se han multiplicado. (Rom. 5:12, 15, 16.) Como la Biblia indica que Dios le dio al hombre un comienzo perfecto, han surgido las siguientes preguntas: ¿Cómo empezaron el pecado, la imperfección y la iniquidad?, y ¿por qué ha permitido el Dios Todopoderoso que estas cosas continúen por siglos? Las respuestas tuvieron que ver con un desafío a la soberanía de Dios que hizo surgir una cuestión suprema relacionada con la humanidad.

Lo que Dios quiere de los que le sirven

Jehová Dios, por sus palabras y acciones, ha probado durante el transcurso de los siglos que Él es un Dios de amor y bondad inmerecida, que ejerce justicia y juicio perfectos, y que extiende misericordia a los que intentan servirle. (Éxo. 34:6, 7; Sal. 89:14; véanse JUSTICIA; MISERICORDIA.) Él ha expresado su bondad hasta a los desagradecidos e inicuos. (Mat. 5:45; Luc. 6:35; Rom. 5:8.) Él se deleita en el hecho de que su soberanía se administra con amor. (Jer. 9:24.)

Por ello, la clase de personas que Él desea en su universo son personas que le sirvan por amor a Él y a sus excelentes cualidades. Tienen que amar primero a Dios y después a su prójimo. (Mat. 22:37-39.) Tienen que amar la soberanía de Jehová; SOBERANÍA tienen que desearla y preferirla sobre cualquier otra. (Sal. 84:10.) Tienen que ser personas que, aun si les fuera posible llegar a ser independientes, escogerían Su soberanía porque saben que Su gobernación es mucho más sabia, más justa y mejor que cualquier otra. (Isa. 55:8-11; Jer. 10:23; Rom. 7:18.) Tales personas no sirven a Dios simplemente por temor de su omnipotencia ni por razones egoístas, sino por amor a Su justicia, derecho y sabiduría y debido a que conocen la grandeza y la bondad amorosa de Jehová. (Sal. 97:10; 119:104, 128, 163.) Junto con el apóstol Pablo exclaman: “¡Oh la profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán inescrutables son sus juicios e ininvestigables sus caminos! Porque ‘¿quién ha llegado a conocer la mente de Jehová, o quién se ha hecho su consejero?’. O, ‘¿Quién le ha dado primero, para que tenga que pagársele?’. Porque procedentes de él y por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria para siempre. Amén”. (Rom. 11:33-36.)

Tales personas llegan a conocer a Dios, y el conocerle realmente implica amarle y apegarse a su soberanía. (1 Juan 3:6; 4:8.) Jesús, quien conocía a su Padre mejor que nadie, dijo: “Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre, y nadie conoce plenamente al Hijo sino el Padre, ni conoce nadie plenamente al Padre sino el Hijo, y cualquiera a quien el Hijo quiera revelarlo”. (Mat. 11:27.)

No se desarrolló amor y aprecio

Por consiguiente, cuando se lanzó el desafío a la soberanía de Jehová, este vino de alguien que, aunque disfrutaba de los beneficios de la soberanía de Dios, no apreció ni desarrolló su conocimiento de Dios y por ello su amor a Él no se hizo más profundo. Este fue una criatura espíritu de Dios, un ángel. Cuando la pareja humana, Adán y Eva, fue puesta sobre la Tierra, dicho ángel vio una oportunidad de atacar la soberanía de Dios. Primero intentaría desviar a Eva de la sumisión a la soberanía de Dios, y luego a Adán, y lo logró. Su deseo era establecer una soberanía rival. (Véase PECADO.)

El punto en cuestión

¿Qué se estaba desafiando aquí? ¿Quién fue criticado y difamado por este desafío del ángel que más tarde se llamó Satanás el Diablo, y cuyo desafío Adán apoyó mediante su acción rebelde? ¿Era el hecho de la supremacía de Jehová, la existencia de su soberanía? ¿Estaba la soberanía de Dios en peligro? No, pues Jehová tiene autoridad y poder supremos, y nadie, ni en el cielo ni en la Tierra, puede quitárselos de su mano. (Rom. 9:19.) Por lo tanto, el desafío tiene que haber sido en cuanto lo correcto, merecido y justo de la soberanía de Dios, si su soberanía la ejercía de una manera digna, justa y para los mejores intereses de sus súbditos, o no. Prueba de esto está en la manera de dirigirse a Eva: “¿Es realmente el caso que Dios ha dicho que ustedes no deben comer de todo árbol del jardín?”. Con esas palabras la serpiente insinuó que tal cosa era inaceptable, que Dios era indebidamente restrictivo, que retenía algo que la pareja humana merecía legítimamente. (Gén. 3:1.)

El árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo

Al tomar del fruto del “árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo” Adán y Eva expresaron su rebelión. El Creador, como Soberano Universal, estaba en su pleno derecho de promulgar la ley con respecto al árbol, pues Adán, siendo una persona creada, y no un soberano, tenía limitaciones y necesitaba reconocer este hecho. Para que hubiera paz y armonía universal, sobre todas las criaturas dotadas de raciocinio recaería la responsabilidad de reconocer y apoyar la soberanía del Creador. Adán demostraría que reconocía este hecho si se refrenaba de comer el fruto de aquel árbol. Como padre en perspectiva de una Tierra llena de personas, tenía que demostrar ser obediente y leal hasta en lo más mínimo. El principio implicado era: “La persona fiel en lo mínimo es fiel también en lo mucho, y la persona injusta en lo mínimo es injusta también en lo mucho”. (Luc. 16:10.) Adán tenía la capacidad de mostrar esa obediencia perfecta. Es evidente que no había nada intrínsecamente malo en el fruto del árbol en sí. (La cosa prohibida no eran las relaciones sexuales, pues Dios había mandado a la pareja que ‘llenasen la tierra’. [Gén. 1:28.] Era el fruto de un árbol literal, como dice la Biblia.) Lo que estaba representado por el árbol se expresa bien en la nota al pie de la página que aparece en Génesis 2:17 en la Biblia de Jerusalén: “Esta ‘ciencia’ [conocimiento] es un privilegio que Dios se reserva y que el hombre usurpará por el pecado, [Génesis] 3:5, 22. No es, pues, ni la omnisciencia, que el hombre caído no posee, ni el discernimiento moral, que ya poseía el hombre inocente y que Dios no niega a su criatura racional. Es la facultad de decidir uno por sí mismo lo que es bueno y lo que es malo, y de obrar en consecuencia: una reclamación de autonomía moral, por la que el hombre no se conforma con su condición de criatura. El primer pecado ha sido un atentado a la soberanía de Dios, un pecado de orgullo”.

Los siervos de Dios son acusados de egoísmo

Una expresión posterior de esta cuestión se halla en la declaración de Satanás a Dios en cuanto a su siervo fiel Job. Satanás dijo: “¿Ha temido Job a Dios por nada? ¿No has puesto tú mismo un seto protector alrededor de él y alrededor de su casa y alrededor de todo lo que tiene en todo el derredor? La obra de sus manos has bendecido, y su ganado mismo se ha extendido en la tierra. Pero, para variar, sírvete alargar tu mano, y toca todo lo que tiene, y ve si no te maldice en tu mismísima cara”. Después, Satanás de nuevo presentó la siguiente acusación: “Piel en el interés de piel, y todo lo que el hombre tiene lo dará en el interés de su alma”. (Job 1:9-11; 2:4.) Con ello Satanás acusaba a Job de no estar en armonía con Dios de corazón, que servía obedientemente a Dios solo debido a motivos egoístas, por lucro. Satanás calumnió a Dios en cuanto a su soberanía, y a los siervos de Dios en cuanto a su integridad a esa soberanía. Para todos los efectos él dijo que no habría ningún hombre sobre la Tierra que mantuviese integridad a la soberanía de Jehová si a él, Satanás, se le permitiera ponerle a prueba.

Jehová aceptó el desafío. Pero no fue debido a que dudara de la justicia de su propia soberanía. Él no necesitaba que se le probase nada. Fue debido al amor que sentía por sus criaturas inteligentes que Él permitió tiempo para que se analizara esta cuestión. Dios permitió que los hombres experimentaran una prueba bajo Satanás ante todo el universo. Dio a sus criaturas el privilegio de demostrar que el Diablo es un mentiroso, y de quitar la calumnia que manchaba, no solo del nombre de Dios, sino también el suyo propio. Satanás, en su actitud egotista, fue ‘entregado a un estado mental desaprobado’. Su propia forma de pensar al abordar a Eva había sido totalmente contradictoria. (Rom. 1:28.) Como estaba acusando a Dios de ejercer su soberanía de manera injusta y no equitativa, y al mismo tiempo es evidente que contaba con la imparcialidad de Dios, al parecer él pensó que Dios se consideraría obligado a dejarle vivir si él demostraba su acusación con respecto a la infidelidad de las criaturas de Dios.

Era vital zanjar la cuestión

El que se zanjara la cuestión en realidad era un asunto vital para todos los vivientes en lo que respecta a su relación con la soberanía de Dios. Pues, una vez resuelta, nunca se necesitaría probar la cuestión de nuevo. Jehová deseaba que se dieran a conocer en detalle los pormenores relacionados con dicha cuestión, para que todos pudieran entenderla cabalmente. La acción que Dios tomó engendra confianza en su inmutabilidad, realza su soberanía, la hace aún más deseable y la deja firmemente establecida en la mente de todos los que la escogen. (Compárese con Malaquías 3:6.)

Una cuestión moral

De modo que no se trata de una cuestión de poder o fuerza; principalmente es una cuestión moral. Sin embargo, debido a que Dios es invisible, y debido a que Satanás ha hecho todo esfuerzo por cegar la mente de los hombres, a veces se ha puesto en duda el poder de Jehová, o incluso su existencia. (1 Juan 5:19; Rev. 12:9.) Los hombres han interpretado mal la razón por la que Dios ha ejercido paciencia y bondad, y se han vuelto más rebeldes. (Ecl. 8:11; 2 Ped. 3:9.) Debido a ello, el servir a Dios con integridad ha requerido ejercer fe y experimentar sufrimiento. (Heb. 11:6, 35-38.) No obstante, Jehová se propone dar a conocer a todos su soberanía. En Egipto le dijo al faraón: “En realidad, por esta causa te he mantenido en existencia, a fin de mostrarte mi poder y para que mi nombre sea declarado en toda la tierra”. (Éxo. 9:16.) De igual manera, Dios ha permitido un tiempo para que tanto este mundo como su dios, Satanás el Diablo, existan y desarrollen su iniquidad, y también ha fijado un tiempo para su destrucción. (2 Cor. 4:4; 2 Ped. 3:7.) La oración profética del salmista fue: “Para que la gente sepa que tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra”. (Sal. 83:18.) Jehová mismo había jurado: “Ante mí toda rodilla se doblará, a mí toda lengua jurará, y dirá: ‘De seguro en Jehová hay plena justicia y fuerza’”. (Isa. 45:23, 24.)

El alcance de la cuestión

¿Cuál fue el alcance de la cuestión? Si el hombre podía ser inducido a pecar, y ya que el ángel rebelde había pecado, la cuestión llegaría a incluir a las criaturas celestiales de Dios, hasta a su Hijo unigénito, el que estaba más cerca de Jehová Dios. Este, que siempre hacía las cosas que le agradaban a su Padre, estaría muy ansioso de servir para la vindicación del nombre y la soberanía de Dios. (Juan 8:29; Heb. 1:9.) Dios le seleccionó para esta asignación, enviándole a la Tierra, donde nació como un varoncito de la virgen María. (Luc. 1:35.) Jesús fue perfecto y mantuvo su perfección y su condición intachable durante toda su vida, incluso aguantando una muerte deshonrosa. (Heb. 7:26.) Antes de su muerte dijo: “Ahora se somete a juicio a este mundo; ahora el gobernante de este mundo será echado fuera”. También: “Viene el gobernante del mundo. Y él no tiene dominio sobre mí”. (Juan 12:31; 14:30.) Como Satanás no pudo conseguir quebrantar la integridad de Cristo, el juicio fue que había fracasado y estaba listo para ser echado fuera. Jesús ‘venció al mundo’. (Juan 16:33.)

Jesucristo el Vindicador de Dios

Así, de una manera totalmente perfecta, Jesucristo demostró que el Diablo era un mentiroso y zanjó por completo la cuestión: ¿Habrá algún hombre que sea fiel a Dios bajo cualquier tentación o prueba que pudiera presentársele? Por lo tanto, el Dios Soberano lo nombró como el Ejecutor de sus propósitos, Aquel que sería utilizado para erradicar del universo la iniquidad e incluso al Diablo. Él ejercerá esta autoridad, y ‘toda rodilla se doblará y toda lengua reconocerá abiertamente que Jesucristo es Señor para la gloria de Dios el Padre’. (Fili. 2:5-11; Heb. 2:14; 1 Juan 3:8.)

En el dominio concedido al Hijo, este gobierna en el nombre de su Padre, ‘reduciendo a la nada’ todo gobierno y toda autoridad y poder que se opone a la soberanía de Jehová. El apóstol Pablo revela que Jesucristo después ofrece el máximo tributo a la soberanía de Jehová, pues, “cuando todas las cosas le hayan sido sujetadas, entonces el Hijo mismo también se sujetará a Aquel que le sujetó todas las cosas, para que Dios sea todas las cosas para con todos”. (1 Cor. 15:24-28.)

El libro de Revelación muestra que después que concluya el Reino de mil años de Cristo, en el cual él acabará con toda autoridad que intente rivalizar con la soberanía de Jehová, el Diablo será soltado por un corto período de tiempo. Él intentará revivir la cuestión, pero no se concederá mucho tiempo para aquello que ya está zanjado. Satanás y los que le siguen serán completamente aniquilados. (Rev. 20:7-10.)

Otros vindicadores

Aunque la fidelidad de Cristo probó que Dios ganó la cuestión, se permite que otros participen en servir a Dios en este asunto. Los efectos del proceder íntegro de Cristo, el cual incluyó su muerte sacrificatoria, están señalados así por el apóstol: “Mediante un solo acto de justificación el resultado a toda clase de hombres es el declararlos justos para vida”. (Rom. 5:18.) Cristo ha sido hecho Cabeza de un “cuerpo” o congregación (Col. 1:18) cuyos miembros participan en su muerte de integridad, y él está contento de que ellos participen con él como coherederos, como reyes asociados en su gobernación del Reino. (Luc. 22:28-30; Rom. 6:3-5; 8:17; Rev. 20:4, 6.) Hombres fieles de la antigüedad que estaban a la expectativa de esta provisión de Dios mantuvieron integridad aunque tenían un cuerpo imperfecto. (Heb. 11:13-16.) Y los otros muchos que finalmente doblarán las rodillas en reconocimiento de la Soberanía de Dios, también lo harán reconociendo de corazón lo justo y merecido de dicha Soberanía. Como cantó proféticamente el salmista: “Toda cosa que respira... alabe a Jah. ¡Alaben a Jah!”. (Sal. 150:6.)

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • Español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir