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  • EN ISRAEL
  • LA VISITA DEL REY SAÚL A UNA MÉDIUM
  • EL PODER DE JESÚS SOBRE LOS DEMONIOS
  • Refuta la falsa acusación de los fariseos
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Ayuda para entender la Biblia
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ESPIRITISMO

Creencia o doctrina de que los espíritus de los difuntos sobreviven a la muerte del cuerpo físico y pueden comunicarse con los vivos, haciéndolo especialmente por medio de una persona (un médium) que es particularmente susceptible a su influencia; espiritualismo. Tanto la Biblia como la historia revelan que el espiritismo existía desde tiempos muy remotos. La religión egipcia estaba impregnada de esta doctrina. (Isa. 19:3.) Y la religión de Babilonia (cuya ciudad también era el principal centro religioso de Asiria) era espiritista. (Isa. 47:12, 13.)

La palabra griega para “espiritismo” es far·ma·kéi·a. El Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, de W. E. Vine (tomo 2, pág. 189), dice en cuanto a esta palabra: “(Cp. el término castellano, farmacia, etc.) significaba primariamente la utilización de medicina, fármacos, encantamientos; después, envenenamiento; luego, hechicería, Gá 5:20, ‘hechicerías’, mencionadas como una de las obras de la carne. Ver también Ap 9:21; 18:23. En la LXX, Ex 7:11, 22; 8:7, 18; Is 47:9, 12. En la hechicería, la utilización de drogas, tanto si eran sencillas como si eran potentes, iba generalmente acompañada de encantamientos e invocaciones a poderes ocultos, de la aplicación de diversos amuletos, etc., todo ello con la pretensión de proteger al paciente de la atención y del poder de los demonios, pero en realidad para impresionar al paciente con los misteriosos recursos y poderes del hechicero”.

SU FUENTE

Un rasgo sobresaliente del espiritismo es la pretensión de poder establecer una comunicación con los muertos. Como los muertos “no tienen conciencia de nada en absoluto”, la comunicación con esas personas muertas es totalmente imposible. (Ecl. 9:5.) La ley que Dios dio a Israel prohibía el que alguien preguntase a los muertos, y calificaba la práctica de espiritismo como un pecado capital. (Lev. 19:31; 20:6, 27; Deu. 18:9-12; compárese con Isaías 8:19.) Y en las Escrituras Griegas Cristianas se dice que los que practican espiritismo “no heredarán el reino de Dios”. ( Gál. 5:20, 21; Rev. 21:8.) En consecuencia, se infiere que cualquier supuesta comunicación con personas muertas, si no es una mentira deliberada por parte del que lo afirma, tiene que ser de una fuente maligna, fuente que está en oposición a Jehová Dios.

La Biblia indica claramente que esta fuente maligna son los espíritus inicuos, los demonios. (Véanse DEMONIO; POSESIÓN DEMONÍACA.) Una situación que viene al caso es la de “cierta sirvienta” en la ciudad de Filipos. Ella solía suministrar a sus amos mucha ganancia mediante “el arte de la predicción”, una de las prácticas relacionadas con el espiritismo. (Deu. 18:11.) El relato dice claramente que la fuente de sus predicciones no era Dios, sino un “demonio de adivinación”, un espíritu inicuo. Por consiguiente, cuando el apóstol Pablo expulsó al espíritu inicuo, esta muchacha perdió sus poderes de predicción. (Hech. 16:16-19.)

EN ISRAEL

Aunque Dios había promulgado leyes específicas en contra del espiritismo, los médium espiritistas aparecían de vez en cuando en la tierra de Israel. Probablemente eran extranjeros que habían venido al país o personas a quienes los israelitas no habían dado muerte. El rey Saúl los eliminó del país durante su reinado, pero más tarde, probablemente para finales de su gobernación, volvieron a aparecer algunos médium espiritistas. Saúl demostró cuánto se había alejado de Dios cuando fue a consultar ‘en En-dor una mujer que es perita en mediación espiritista’. (1 Sam. 28:3, 7-10.)

LA VISITA DEL REY SAÚL A UNA MÉDIUM

Para cuando Saúl fue a la médium, Jehová le había retirado hacía algún tiempo Su espíritu, y ya no respondía sus preguntas ni mediante sueños ni mediante el Urim (utilizado por el sumo sacerdote), ni mediante los profetas. (1 Sam. 28:6.) Dios ya no quería tener nada que ver con él; y el profeta Samuel no había visto a Saúl por un largo período de tiempo, desde antes de ungir a David como rey. Por lo tanto, no sería razonable pensar que Samuel, aun si estuviera vivo, volviera ahora para dar consejo a Saúl. Y ciertamente Dios no haría que Samuel, a quien no había enviado en vida para hablar con Saúl, volviese ahora de los muertos para hablar con él. (1 Sam. 15:35.)

El hecho de que Jehová no aprobaría la acción de Saúl ni cooperaría de ninguna manera con ella se muestra por su posterior declaración a través de Isaías: “Y en caso de que les digan: ‘Recurran a los médium espiritistas o a los que tienen espíritu de predicción, que están chirriando y profiriendo expresiones en voz baja’, ¿no es a su Dios a quien debe recurrir cualquier pueblo? ¿Debe recurrirse a personas muertas en pro de personas vivas? ¡A la ley y a la atestación!”. (Isa. 8:19, 20.)

Por lo tanto, cuando el relato dice: “Cuando la mujer vio a ‘Samuel’ se puso a gritar a voz en cuello”, obviamente describe el suceso desde la óptica de la médium, la cual estaba engañada por el espíritu que se hizo pasar por Samuel. (1 Sam. 28:12.) A Saúl le aplicaba el principio expresado por el apóstol Pablo: “Así como no aprobaron el tener a Dios en conocimiento exacto, Dios los entregó a un estado mental desaprobado, para que hicieran las cosas que no son apropiadas [...]. Aunque estos conocen muy bien el justo decreto de Dios, que los que practican tales cosas son merecedores de muerte, no solo siguen haciéndolas, sino que también consienten a los que las practican”. (Rom. 1:28-32.)

El Biblical Commentary on the Books of Samuel, de los profesores C. F. Keil y F. Delitzsch (pág. 265), hace referencia a la Versión de los Setenta en 1 Crónicas 10:13, que añade las palabras “y Samuel el profeta le respondió”. (Bagster [en inglés].) El Commentary apoya lo que dan a entender estas palabras no inspiradas de la Versión de los Setenta, pero añade: “Sin embargo, los padres, reformadores y teólogos cristianos primitivos, con muy pocas excepciones, entendieron que no hubo una verdadera aparición de Samuel, sino solo imaginaria. Según la explicación dada por Ephraem Syrus, una aparente imagen de Samuel se presentó ante la vista de Saúl por medio de artes demoníacas. Lutero y Calvino adoptaron el mismo punto de vista y los teólogos protestantes primitivos concordaron con ellos al considerar la aparición como nada más que un espectro diabólico, un fantasma, o espectro diabólico con la forma de Samuel, y lo que dijo Samuel como nada más que una revelación diabólica hecha por permiso divino, en la cual la verdad estaba mezclada con la falsedad”.

EL PODER DE JESÚS SOBRE LOS DEMONIOS

Cuando Jesús estuvo en la Tierra demostró que era el Mesías, el Ungido de Dios, al expulsar los demonios de las personas poseídas. Para ello no se valió de ningún ritual especial o sesión de espiritismo ni de ninguna forma de magia. Simplemente mandó a los demonios que saliesen y ellos obedecieron su voz. Aun sin quererlo, los demonios fueron obligados a reconocer su autoridad (Mat. 8:29-34; Mar. 5:7-13; Luc. 8:28-33), tal como Satanás reconoció la autoridad de Jehová cuando le permitió afligir a Job para probarle pero le ordenó que no lo matase. (Job 2:6, 7.) Además, Jesús lo hizo sin ganancia personal. (Mat. 8:16, 28-32; Mar. 1:34; 3:11, 12; Luc. 4:41.)

Refuta la falsa acusación de los fariseos

Los fariseos, enemigos de Jesús, después de una de estas curaciones le acusaron diciendo: “Este no expulsa a los demonios sino por medio de Beelzebub, el gobernante de los demonios”. Pero el relato dice: “Conociendo sus pensamientos, él les dijo: ‘Todo reino dividido contra sí mismo viene a parar en desolación, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no permanecerá en pie. Así mismo, si Satanás expulsa a Satanás, ha llegado a estar dividido contra sí mismo; entonces, ¿cómo podrá estar en pie su reino? Además, si yo expulso a los demonios por medio de Beelzebub, ¿por medio de quién los expulsan los hijos de ustedes? Por eso, ellos serán sus jueces’”. (Mat. 12:22-27.)

A los fariseos se les obligó a reconocer que se necesitaba poder sobrehumano para expulsar los demonios. Sin embargo, querían impedir que las personas creyesen en Jesús. Por lo tanto atribuyeron su poder al Diablo. Entonces Jesús les hizo ver la consecuencia de su argumento mostrando lo que sería el resultado lógico de tal modo de razonar. Les dijo que si él fuese un agente del Diablo, deshaciendo lo que Satanás hacía, entonces Satanás estaba trabajando contra sí mismo (cosa que no haría ningún rey humano), y pronto caería. Además, él llamó la atención a los “hijos”, o discípulos de ellos, que también afirmaban expulsar demonios. Si el argumento de los fariseos era válido, que el que expulsaba demonios lo hacía con el poder de Satanás, entonces los propios discípulos de ellos estaban obrando bajo este poder, algo que los fariseos, naturalmente, no estaban dispuestos a admitir. Jesús dijo que aquellos propios “hijos”, por lo tanto, eran jueces que les condenaban a ellos y a su argumento. Luego Jesús dijo: “Pero si es por medio del espíritu de Dios como yo expulso a los demonios, el reino de Dios verdaderamente los ha alcanzado”. (Mat. 12:28.)

Lo que Jesucristo dijo en cuanto a expulsar demonios no implicaba que los “hijos” de los fariseos y todos los demás que afirmaban expulsar demonios eran necesariamente instrumentos de Dios. Jesús explicó que habría personas que preguntarían: “‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre ejecutamos muchas obras poderosas?’. Y sin embargo, entonces les confesaré: ¡Nunca los conocí! Apártense de mí, obradores del desafuero”. (Mat. 7:22, 23.) No siendo discípulos verdaderos de Jesucristo, tales obradores del desafuero serían hijos del Diablo. (Compárese con Juan 8:44; 1 Juan 3:10.) Por consiguiente, cualquiera de ellos que afirmase expulsar demonios, no sería instrumento de Dios, sino agente del Diablo. Al usar a algunos como exorcistas, incluso haciéndolo en el nombre de Jesús (compárese con el intento de los siete hijos de Esceva en Hechos 19:13-16), Satanás no estaría dividido contra sí mismo. Más bien, por esta aparente buena obra de liberar a los poseídos por demonios, Satanás estaría transformándose en un “ángel de luz”, aumentando por ello su poder e influencia sobre los engañados. (2 Cor. 11:14; véase INJURIA.)

UNA OBRA DE LA CARNE

Aunque los practicantes de espiritismo pudieran pensar que es una ‘práctica espiritual’, la Palabra de Dios no lo llama una obra del espíritu ni parte de su fruto, sino una obra de la carne. Obsérvense las cosas detestables con las que se le clasifica: “Fornicación, inmundicia, conducta relajada, idolatría, práctica de espiritismo [literalmente, “droguería”], enemistades, contiendas, celos, arrebatos de cólera, altercaciones, divisiones, sectas, envidias, borracheras, diversiones estrepitosas, y cosas semejantes a estas”. Apela a los deseos de la carne pecaminosa, no a los valores del espíritu, y el apóstol advierte que “los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. (Gál. 5:19-21, Kingdom Interlinear Translation.)

LAS ARTES MÁGICAS

Las artes mágicas están relacionadas con el espiritismo. En Éfeso muchos creyeron en la predicación de Pablo, y “buen número de los que habían practicado artes mágicas juntaron sus libros y los quemaron delante de todos”. ( Hech. 19:19. ) La palabra griega para ‘arte mágica’ es pe·ri·er·gos, literalmente: “un trabajo alrededor”, y de ahí, “curiosidad”, es decir, las artes de aquellos que se entremeten en las cosas prohibidas con la ayuda de espíritus malignos. (Kingdom Interlinear Translation; Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, de Vine, tomo 2, pág. 350.)

UNA PROFECÍA CONTRA JERUSALÉN

En una declaración formal contra Jerusalén por su infidelidad, Jehová dijo: “Y tienes que ser rebajada de modo que hables desde la tierra misma, y como desde el polvo tu decir sonará bajo. Y cual médium espiritista tu voz tiene que llegar a ser aun desde la tierra, y desde el polvo chirriará tu propio decir”. (Isa. 29:4.) Estas palabras tenían que ver con el tiempo en que los enemigos vendrían contra Jerusalén y la reducirían a una condición muy baja, como aplastada contra el suelo. Por consiguiente, sin importar qué fuese lo que dijeran los habitantes de Jerusalén, lo proferirían desde una condición sumamente baja y degradada. Su habla sería como si de un médium espiritista se tratase, expresándose de tal manera que parecería que un sonido suave, lento, bajo, mitigado y débil subiera del polvo de la tierra. Sin embargo, como muestra Isaías 29:5-8, Jerusalén iba a ser liberada.

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