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TEMPLO

(heb. heh·kjál, “templo; palacio”; gr. hi·e·rón, “templo”; na·ós, “santuario; una morada [específicamente, de un dios]; templo”). En las Escrituras se describen templos literales, templos vistos en visión y templos simbólicos, siendo los principales: 1) el de Salomón, 2) el de Zorobabel, 3) el de Herodes el Grande, 4) el templo que Ezequiel vio en visión y 5) el templo espiritual.

EL TEMPLO DE SALOMÓN

El rey David deseaba de todo corazón edificar una casa para Jehová donde colocar el arca del pacto, que para entonces estaba morando “en medio de telas de tienda”. A Jehová le agradó la proposición de David, pero le dijo que debido a que él había derramado mucha sangre en guerras, el privilegio de hacer ese edificio lo tendría su hijo (Salomón). Esto no quería decir que Dios no aprobaba las guerras que David había peleado a favor de Su nombre y de Su pueblo, pero el templo tenía que ser edificado pacíficamente y por un hombre de paz que prefiguraría a Jesucristo, el Gran Edificador del Templo y Príncipe de Paz. (2 Sam. 7:1-16; 1 Rey. 5:3-5; 8:17; 1 Cró. 17:1-14; 22:6-10.)

Trabajadores

Siguiendo el plano arquitectónico que David había recibido por inspiración, el rey Salomón empezó a edificar el templo en el año cuarto de su reinado (1034 a. E.C.), en el segundo mes, Ziv. (1 Rey. 6:1; 1 Cró. 28:11-19.) A cambio de trigo, cebada, aceite y vino, Hiram, el rey de Tiro, le proporcionó maderas del Líbano y trabajadores diestros en la madera y la piedra, además de un experto especial, llamado también Hiram, cuyo padre era tirio y su madre una israelita de la tribu de Neftalí. Este hombre era un excelente artesano que trabajaba el oro, la plata, el cobre, el hierro, la madera, la piedra y diferentes telas. (1 Rey. 5:8-11, 18; 7:13, 14, 40, 45; 2 Cró. 2:13-16.)

Al organizar el trabajo, Salomón reclutó 30.000 hombres de Israel y los envió al Líbano en turnos de 10.000 al mes, permitiéndoles una estancia de dos meses en sus respectivos hogares entre cada turno. (1 Rey. 5:13, 14.) Para llevar las cargas reclutó a 70.000 hombres de entre los “residentes forasteros” del país, y como cortadores, a 80.000. (1 Rey. 5:15; 9:20, 21; 2 Cró. 2:2.) Como capataces sobre el trabajo Salomón nombró a 550 hombres, y a 3.300 como ayudantes. (1 Rey. 5:16; 9:22, 23.) De estos, probablemente 250 eran israelitas y 3.600 eran “residentes forasteros” en Israel. (2 Cró. 2:17, 18.)

La longitud del “codo” utilizado

En la siguiente consideración sobre las medidas de los tres templos, el de Salomón, el de Zorobabel y el de Herodes, estas se calcularán sobre la base del codo de 44,4 cm. Sin embargo, es posible que ellos utilizaran un codo más largo, de unos 51,8 cm. (Compárese con 2 Crónicas 3:3 [que menciona una “longitud en codos por la medida anterior”, siendo esta quizás una medida más larga que el codo que llegó a usarse comúnmente] y con Ezequiel 40:5; véase CODO.)

Plano y materiales

El templo era una estructura espléndida, y para construirlo se siguió el plano general del tabernáculo. El Santo y el Santísimo eran de las mismas proporciones, pero sus dimensiones interiores eran dos veces mayores que las de sus correspondientes del tabernáculo. El Santo era de 40 codos (17 ,8 m.) de largo por 20 codos (8,9 m.) de ancho y lo mismo de alto. El Santísimo tenía forma cúbica y sus lados medían 20 codos. (1 Rey. 6:20; 2 Cró. 3:8.) Además, había cámaras del techo cuya altura era de unos 10 codos (4,4 m.) ya que el edificio tenía 30 codos de alto (casi 13,3 m.). (1 Rey. 6:2; 1 Cró. 28:11.) En sus inmediaciones también había otras construcciones, con almacenes, comedores, etc. (1 Rey. 6:4-6, 10.)

Los materiales utilizados fueron básicamente piedra y madera. Los suelos de estos cuartos estaban revestidos de madera de enebro, las paredes interiores eran de cedro “con entalladuras grabadas de querubines y figuras de palmeras y grabados de flores” y las paredes y el techo estaban completamente revestidos de oro. (1 Rey. 6:15, 18, 21, 22, 29.) Las puertas del Santo (en la entrada del templo) estaban hechas de enebro, talladas y revestidas de hoja de oro. (1 Rey. 6:34, 35.) Unas puertas de madera de árbol oleífero, talladas de igual manera y revestidas de oro, comunicaban el Santo con el Santísimo. Prescindiendo de cuál fuese la posición exacta de estas puertas, seguía habiendo una cortina entre ambos compartimientos al igual que en el tabernáculo. (Compárese con 2 Crónicas 3:14.) En el Santísimo había dos gigantescos querubines de madera de árbol oleífero, revestidos de oro, y debajo de sus alas se colocó el Arca. (1 Rey. 6:23-28, 31-33; 8:6; véase QUERUBÍN.)

Todos los utensilios del Lugar Santo eran de oro: el altar del incienso, la mesa del pan de la proposición, los diez candelabros y todos sus accesorios. Junto a la entrada del Lugar Santo (el primer compartimiento) se elevaban dos columnas de cobre, llamadas “Jakín” y “Boaz”. (1 Rey. 7:15-22, 48-50; véase BOAZ, II.) El patio estaba hecho de piedra de excelente calidad y de madera de cedro (1 Rey. 6:36), mientras que los enseres del patio, es decir: el altar de los sacrificios, el gran “mar fundido”, las diez carretillas para las palanganas de agua así como los otros utensilios, eran de cobre. (1 Rey. 7:23-47.)

Una característica sobresaliente de la construcción de este templo fue que toda la piedra se cortó en la cantera con la suficiente precisión como para no tener que ser retocada luego: “En cuanto a martillos y hachas o cualesquiera instrumentos de hierro, no se oyeron en la casa mientras estaba siendo edificada”. (1 Rey. 6:7.) La obra se completó en siete años y medio (desde la primavera de 1034 a. E.C. hasta el otoño [Bul, el octavo mes] de 1027 a. E.C.). (1 Rey. 6:1, 38.)

Inauguración

El séptimo mes, Etanim, del duodécimo año de su reinado (1026 a. E.C.), Salomón congregó a los hombres de Israel en Jerusalén para la inauguración del templo y la fiesta de las cabañas. Se trajo el tabernáculo con su mobiliario santo e introdujeron el arca del pacto en el Santísimo. Entonces la nube de Jehová llenó el templo. A continuación Salomón bendijo a Jehová y a la congregación de Israel y, de pie sobre una plataforma especial delante del altar de cobre de los sacrificios, ofreció una larga oración de alabanza a Jehová pidiendo su bondad amorosa y misericordia a favor de aquellos, tanto israelitas como extranjeros, que se volvieran a Él para temerle y servirle. Se ofreció un grandioso sacrificio de 22.000 reses vacunas y 120.000 ovejas. La inauguración duró siete días, y la fiesta de las cabañas otros siete días más, después de lo cual, el día 23 del mes, Salomón envió al pueblo a casa gozoso y agradecido por la bondad y generosidad de Jehová. (1 Rey., cap. 8; 2 Cró. 5:1-7:10.) Este templo existió hasta el año 607 a. E.C., cuando fue destruido por el ejército babilonio bajo el rey Nabucodonosor. (2 Rey. 25:9; 2 Cró. 36:19; Jer. 52:13.)

EL TEMPLO EDIFICADO POR ZOROBABEL

Sin embargo, según predijo el profeta de Jehová, Isaías, Dios escogió al rey Ciro de Persia para libertar a Israel de la opresión de Babilonia. (Isa. 45:1.) Jehová también animó a su pueblo a regresar a Jerusalén y reedificar el templo bajo el acaudillamiento de Zorobabel de la tribu de Judá. El pueblo llegó en 537 a. E.C., después de los setenta años de desolación predichos por Jeremías. (Esd. 1:1-6; 2:1, 2; Jer. 29:10.) Aunque fue mucho menos glorioso que el templo de Salomón, tuvo una existencia más dilatada —casi quinientos años—, desde 515 a. E.C. hasta finales del primer siglo antes de la era común. (El templo de Salomón estuvo en pie unos cuatrocientos veinte años, desde 1027 hasta 607 a. E.C.)

En el séptimo mes (Etanim o Tisri) del año 537 a. E.C. edificaron el altar y al año siguiente colocaron el fundamento del nuevo templo. Los reedificadores contrataron a sidonios y tirios para traer madera de cedro del Líbano como había hecho Salomón. (Esd. 3:7.) La edificación prosiguió durante unos quince años hasta que fue proscrita oficialmente por Persia como resultado de las acusaciones que los opositores de Judá, entre los que se destacaron los samaritanos, dirigieron al rey de Persia. (Esd., cap. 4.)

Los edificadores del templo se debilitaron, pero Jehová envió a sus profetas Ageo y Zacarías para reavivar sus esfuerzos, y en el segundo año de Darío I (520-519 a. E.C.) se promulgó un decreto para que se respetase la orden original de Ciro y en el que se mandaba que se proveyera dinero de la tesorería real para sufragar las necesidades de los edificadores y los sacerdotes. (Esd. 5:1, 2; 6:1-12.) La obra de edificación progresó rápidamente y la casa de Jehová se terminó el tercer día de Adar del sexto año de Darío (probablemente alrededor del 5-6 de marzo del año 515 a. E.C.). Entonces los judíos inauguraron el templo reedificado y celebraron la Pascua. (Esd. 6:13-22.)

Se sabe poco en cuanto a los detalles del plano arquitectónico de este segundo templo. La descripción del templo que el decreto de Ciro autorizó a edificar fue: “La altura de ella será de sesenta codos [26,7 m.], su anchura de sesenta codos, con tres órdenes de piedras rodadas a su lugar y un orden de maderas”, pero no se declara la longitud. (Esd. 6:3, 4.) Tenía comedores, almacenes y probablemente también disponía de cámaras del techo y otras construcciones, al igual que el templo de Salomón.

Este segundo templo no tenía el arca del pacto, ya que esta aparentemente había desaparecido antes de que Nabucodonosor saqueara el templo de Salomón en 607 a. E.C. Según el relato del libro apócrifo de 1 Macabeos (1:21-24, 57; 4:38, 44-51) solo había un candelabro en lugar de los diez que había en el templo de Salomón; también se menciona el altar de oro, la mesa del pan de la proposición, las vasijas y el altar de la ofrenda quemada, aunque este último era de piedra y no de cobre. Este altar, después de haber sido profanado por el rey Antíoco Epífanes (en 168 a. E.C.), fue reedificado con nuevas piedras bajo la dirección de Judas Macabeo. El registro de Nehemías revela que el templo de Zorobabel tenía almacenes y comedores. (Neh. 13:4, 5, 9.)

EL TEMPLO EDIFICADO POR HERODES

En las Escrituras no se dan muchos detalles sobre este templo, por lo que la principal fuente de información es Josefo, quien lo vio personalmente e informa sobre su construcción en La Guerra de los Judíos y Antigüedades Judías. La Mishna judía también suministra algunos detalles, y la arqueología otros. La descripción que se presenta a continuación se ha tomado de estas fuentes, aunque hay que tener en cuenta que algunas veces no son muy fidedignas.

En una ocasión (La Guerra de los Judíos, Libro I, cap. XXI, sec. 1), Josefo dice que Herodes reedificó el templo en el año decimosexto de su reinado, pero en Antigüedades Judías (Libro XV, cap. XI, sec. 1), dice que fue en el año decimoctavo. Esta última fecha es la que normalmente aceptan los eruditos, aunque no se sabe con certeza cuándo comenzó el reinado de Herodes, ni cómo hizo Josefo este cálculo. El santuario en sí se edificó en dieciocho meses, pero la construcción de los patios y demás anexos se extendió por ocho años. Cuando ciertos judíos se acercaron a Jesucristo en el año 30 E.C., diciendo: “Este templo fue edificado en cuarenta y seis años” (Juan 2:20), parece que se referían al trabajo que aún seguía efectuándose en el complejo del templo. No se terminó completamente hasta unos seis años antes de su destrucción en 70 E.C.

Debido al odio y la falta de confianza que los judíos le tenían a Herodes, no le permitieron reedificar el templo hasta que tuvo todo preparado para el nuevo edificio. Por la misma razón no consideraron este como un tercer templo sino como una reconstrucción, y solo se referían al primer y segundo templo (el de Salomón y el de Zorobabel).

En cuanto a las medidas que Josefo menciona, el Dictionary of the Bible de Smith (Boston, 1889, vol. IV, pág. 3203) dice: “Sus dimensiones en planta son tan minuciosamente exactas que casi sospechamos que tenía ante sus ojos, cuando escribía, algún plano del edificio preparado en el departamento del intendente general del ejército de Tito. Pero hay un extraño contraste con sus dimensiones en alzado, las cuales, casi sin excepción, se puede comprobar que son exageradas, y generalmente hasta dobladas. No obstante, como todos los edificios fueron derribados durante el sitio, era imposible culparle de error con respecto a las alturas”.

Columnatas y puertas

Josefo escribe que Herodes duplicó el tamaño del recinto del templo, fortificando las laderas del monte Moria con grandes muros de piedra y nivelando una zona de 400 codos (178 m.) en cuadro en la cima de la montaña. En la periferia había columnatas y, al igual que los anteriores, el templo estaba orientado hacia el este. A lo largo del lado oriental estaba la columnata de Salomón, que consistía en tres hileras de columnas de mármol. Un día de invierno, ciertos judíos se acercaron a Jesús en ese lugar preguntándole si él era el Cristo. (Juan 10:22-24.) Al norte y al oeste también había columnatas, aunque un tanto eclipsadas por la columnata Real que daba al sur y que consistía en cuatro filas de columnas corintias, 162 en total, con tres grandes pasillos. Las columnas tenían una circunferencia tan grande que se necesitaban tres hombres con los brazos extendidos para rodear una de ellas, y eran mucho más altas que las de las otras columnatas.

Había ocho o diez puertas para entrar al recinto del templo: cuatro o cinco al oeste, dos o tres al sur, una al este y otra al norte. Al haber estas puertas, el primer atrio, el Atrio de los Gentiles, servía también como vía pública, ya que los viajeros preferían cruzarlo en lugar de circundar el recinto del templo.

Atrio de los Gentiles

Las columnatas rodeaban el Atrio de los Gentiles, que era una amplia zona llamada así porque se permitía la entrada a los gentiles. En dos ocasiones, una vez al principio y otra vez al final de su ministerio terrestre, Jesús expulsó de este atrio a los que habían convertido la casa de su Padre en una casa de mercancías. (Juan 2:13-17; Mat. 21:12, 13; Mar. 11:15-18.)

Había que pasar por varios atrios para llegar al edificio central, que era el santuario en sí. Cada uno de esos sucesivos atrios tenía un mayor grado de santidad. Al cruzar el Atrio de los Gentiles, había un muro de tres codos de alto (1,3 m.) con espacios abiertos para pasar. En su parte superior había grandes piedras que llevaban una advertencia en griego y en latín. La inscripción en griego decía (según una traducción): “Que ningún extranjero entre a la parte de adentro de la barrera y de la cerca que rodea al santuario. A cualquiera que entre se le impondrá la pena de muerte”. (Westminster Dictionary of the Bible, págs. 596, 597.) Cuando el apóstol Pablo fue atacado en el templo por una chusma, se debió a que los judíos rumoreaban que había introducido un gentil dentro de la zona prohibida. Aunque cuando Pablo dijo que Cristo “destruyó el muro” que separaba a los judíos de los gentiles, estaba hablando en términos simbólicos, esa expresión nos recuerda aquel muro literal. (Efe. 2:14; Hech. 21:20-32.)

Atrio de las Mujeres

El Atrio de la Mujeres estaba catorce gradas más arriba, y en él podían entrar las mujeres para adorar. Entre otras cosas, en el Atrio de las Mujeres estaban las arcas de la tesorería, y fue estando cerca de una de ellas que Jesús encomió a la viuda por dar todo lo que poseía. (Luc. 21:1-4.) En este atrio también había varias construcciones.

Atrio de Israel y Atrio de los Sacerdotes

Quince grandes gradas semicirculares llevaban al Atrio de Israel, al que podían entrar los hombres que estuvieran ceremonialmente limpios, y en el muro exterior de este atrio había almacenes.

Luego venía el Atrio de los Sacerdotes, que correspondía con el patio del tabernáculo. En él estaba el altar, construido de piedras no labradas. Según la Mishna, tenía una base de 32 codos (14,2 m.) en cuadro, aunque Josefo dice que era mayor, y para subir a ese altar los sacerdotes utilizaban una superficie inclinada. La Mishna también habla de un “mar de bronce”. Al igual que el Atrio de las Mujeres, este atrio también disponía de diversas construcciones.

El edificio del templo

Como en los otros casos, el templo en sí consistía principalmente de dos compartimientos: el Lugar Santo y el Santísimo. El suelo de este edificio estaba doce gradas por encima del Atrio de los Sacerdotes, y tal como en el templo de Salomón, a los lados de este edificio también se construyeron cuartos. La entrada estaba cerrada por puertas de oro, cada una de 55 codos (24 m.) de alto y 16 codos (7 m.) de ancho. La parte delantera del edificio era más ancha que la trasera, con alas o “estribaciones” que salían 20 codos por cada lado. El interior del Lugar Santo tenía 40 codos (18 m.) de longitud y 20 codos (9 m.) de anchura. Al parecer, también tenía 40 codos de altura y había un cuarto superior tanto sobre el Santo como sobre el Santísimo. En el Lugar Santo estaba el candelabro, la mesa del pan de la proposición y el altar del incienso, todo ello de oro.

La entrada al Santísimo estaba cerrada por una gruesa cortina, o velo, hermosamente adornada. Cuando Jesús murió, esta cortina se rasgó en dos de arriba abajo, con lo que se pudo ver que el arca del pacto ya no estaba en el Santísimo. En lugar del Arca había una losa de piedra sobre la que el sumo sacerdote salpicaba la sangre en el Día de Expiación. (Mat. 27:51; Heb. 6:19; 10:20.) Este cuarto medía 20 codos de largo y 20 codos de ancho.

Durante el sitio romano de Jerusalén en el año 70 E.C. los judíos utilizaron la zona del templo como una ciudadela o fortaleza. Ellos mismos incendiaron las columnatas, aunque fue un soldado romano quien, contraviniendo el deseo del comandante romano Tito, incendió el templo, cumpliendo de este modo las palabras de Jesús con respecto a los edificios del templo: “De ningún modo se dejará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada”. (Mat. 24:2.)

EL TEMPLO DE EZEQUIEL

En el año 593 a. E.C., año decimocuarto después de la destrucción de Jerusalén y del templo de Salomón, el profeta y sacerdote Ezequiel, transportado en una visión a la cima elevada de una montaña, contempló un gran templo de Jehová. (Eze. 40:1, 2.) Para humillar a los judíos exiliados y hacer que se arrepintieran, y sin duda también con el fin de consolar a los fieles, se le mandó a Ezequiel que relatase a la “casa de Israel” todo lo que vio (40:4; 43:10, 11). La visión fue muy detallada con las medidas. Las unidades de medida utilizadas fueron la “caña” (caña larga: 3,1 m.) y el “codo” (codo largo: 51,8 cm.) (40:5). Debido a la precisión de las medidas hay quien cree que el templo de la visión tuvo que servir de modelo para el templo que construyó Zorobabel después del exilio. Sin embargo, esto no puede probarse. Es más, la superficie del templo de la visión y sus atrios era de unos 500 codos largos (259 m.) en cuadro, mientras que la zona del monte Moria, donde fue edificado el templo verdadero, era mucho más pequeña. También se dice que había un muro de una caña (3,1 m.) de alto que rodeaba el patio exterior (40:5).

Pasos de entrada y comedores

Había seis enormes pasos de entrada, tres construidos en los muros exteriores y tres en los interiores. Estos daban al norte, al este y al sur, y cada puerta interior estaba en línea con su correspondiente puerta exterior. (Eze. 40:6, 8, 10, 11, 20, 22-24, 27, 32, 35.) Dentro del muro exterior estaba el “pavimento inferior” que tenía 50 codos (25,9 m.) de ancho, “exactamente la longitud” de los pasos de entrada (40:18, 21). Allí estaban situados 30 comedores, probablemente para que las personas comieran sus sacrificios de comunión (40:17). En las cuatro esquinas de este patio exterior había lugares donde los sacerdotes cocían, tal como lo requería la Ley, las partes de los sacrificios que correspondían a los que presentaban la ofrenda, quienes luego las tomaban en los comedores provistos para ello (46:21-24).

Los sacerdotes disponían de otros comedores separados y ubicados más cerca del templo. Había dos comedores para los cantores del templo situados en el patio interior, al lado de los imponentes pasos de entrada interiores. (Eze. 40:38, 44-46.) Asimismo, había conjuntos de comedores para el uso exclusivo de los sacerdotes ubicados al norte y al sur del santuario (42:1-12) y, además de servir de comedores, servían para que los sacerdotes se cambiaran sus prendas de vestir de lino utilizadas en el servicio del templo antes de pasar al patio exterior (42:13, 14). “En ambos lados traseros” de los dos conjuntos de comedores, hacia el oeste, estaban los lugares donde los sacerdotes cocían las ofrendas para ellos mismos, parecidos a los que había en el patio exterior y que se usaban para el pueblo (46:19, 20).

Patio exterior y patio interior

Pasando desde el patio exterior por uno de los tres pasos de entrada interiores (al este, al norte y al sur) se llegaba al patio interior, que estaba a 150 codos (77,7 m.) del límite exterior del recinto. El patio interior tenía 200 codos (103,6 m.) de ancho. Al parecer había 100 codos desde la parte interior del paso de entrada exterior hasta el patio interior, y siendo que el paso exterior medía 50 codos de longitud, el patio exterior habría de tener 500 codos de lado. (Eze. 40:19, 23, 27.) En el patio interior estaba el altar. (43:13-17; véase ALTAR [El altar del templo de Ezequiel].)

El edificio del santuario

El primer cuarto del santuario medía 40 codos (20,7 m.) de largo y 20 codos (10,4 m.) de ancho, y disponía de una entrada que tenía dos puertas de dos hojas cada una. (Eze. 41:23, 24.) Dentro estaba la “mesa que está delante de Jehová”, que era un altar de madera (41:21, 22).

Los muros exteriores del santuario tenían incorporadas en ellos “cámaras laterales” de cuatro codos (2 m.) de ancho. Había tres pisos de cámaras laterales que cubrían el muro occidental, el septentrional y el meridional, un total de 30 cámaras por piso. (Eze. 41:5, 6.) Para subir los tres pisos existía un “pasaje de caracol” en el lado norte y otro en el lado sur (41:7). En la parte trasera u occidental del templo, había una estructura situada al parecer longitudinalmente de norte a sur y llamada bin·yán, un ‘edificio que daba hacia el oeste’. (41:12). Aunque algunos eruditos han pensado que este edificio era el templo o santuario mismo, el libro de Ezequiel no respalda tal conclusión; el ‘edificio que daba hacia el oeste’ era de forma y de dimensiones diferentes a las del santuario, aunque sin duda tendría alguna relación con los servicios que se llevaban a cabo en el santuario. Puede que también haya habido uno o más edificios similares “hacia el oeste” del templo de Salomón. (Compárese con 2 Reyes 23:11 y 1 Crónicas 26:18.)

El Santísimo de este templo tenía la misma forma que el del templo de Salomón, y medía 20 codos en cuadro. En la visión Ezequiel vio la gloria de Jehová que venía desde el este, y que llenaba el templo. Jehová describió este templo como “el lugar de mi trono”. (Eze. 43:1-7.)

Muro exterior

Ezequiel describe un muro de 500 cañas (1.554 m.) de lado que rodeaba al templo. Algunos eruditos han entendido que este muro, que era “para hacer división entre lo que es santo y lo que es profano”, estaba a unos 600 m. del recinto. (Eze. 42:16-20.)

TEMPLO ESPIRITUAL

Dios no permitirá que el templo espiritual compuesto de “piedras vivas” sea profanado y sufra la consecuente desaprobación y abandono, como sucedió con los templos terrestres. (1 Ped. 2:5.) Pablo enfatiza la santidad de este templo espiritual y el peligro al que se enfrenta el que intenta profanarlo, diciendo: “¿No saben que ustedes son el templo de Dios, y que el espíritu de Dios mora en ustedes? Si alguien destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo, el cual son ustedes”. (1 Cor. 3:16, 17.) También dice que si un miembro del cuerpo de Cristo comete fornicación, deja de serlo para hacerse miembro de una ramera, o una carne con ella. Luego indica que los cristianos, como cuerpo, constituyen un “templo del espíritu santo” que es de Dios, y que ellos no se pertenecen a sí mismos al haber sido comprados por precio con el propósito de glorificar a Dios, el mismo propósito que tuvieron los templos literales. (1 Cor. 6:15-20.) Al excluir a los posibles profanadores y solo permitir como parte del templo a los que se mantengan justos, Jehová garantiza que el templo espiritual siempre será santo.

Jesucristo promete a los cristianos engendrados por espíritu que el vencedor, el que aguante fielmente hasta el fin, será hecho “columna en el templo de mi Dios, y ya no saldrá de este nunca”, lo cual significa que estarán permanentemente en ese templo espiritual en los cielos, donde está la Principal Piedra angular. Y también añade: “Sobre él escribiré el nombre de [...] la nueva Jerusalén que desciende del cielo desde mi Dios”. (Rev. 3:12.)

En la visión de la Revelación, Juan también vio a Jehová Dios entronizado en un entorno parecido al interior del templo de Salomón, y aunque Jehová no estuvo realmente entronizado en aquel templo, había allí una luz milagrosa suspendida sobre el arca del pacto. A diferencia de los diez candelabros que tenía el templo de Salomón, Juan sólo contempló siete en su visión. Por otra parte, el templo de Salomón tenía en el patio el gran “mar fundido” de cobre, y Juan también vio delante del trono, como si fuera un “mar vítreo semejante a cristal”. (Rev. 4:2-6; 2 Cró. 4:2, 7.)

En la Revelación se menciona varias veces el santuario del templo celestial y a Dios allí presente, rodeado de los santos ángeles, para juzgar. (Rev. 14:17; 15:5-8; 16:1, 17.) En una ocasión se ve el arca del pacto, lo cual muestra que Jehová Dios no había abandonado aquel templo celestial, como abandonó el templo de Herodes. Cuando la cortina del Santísimo se rasgó en dos al tiempo de morir Jesús, dejando ver que el Arca ya no estaba en aquel templo terrestre, quedó demostrado que Dios lo había abandonado. (Rev. 11:19; Mat. 27:51.)

Cuando Juan vio a la Nueva Jerusalén descender del cielo, dijo: “Y no vi en ella templo, porque Jehová Dios el Todopoderoso es su templo; también lo es el Cordero”. (Rev. 21:2, 22.) Puesto que tendrán libre acceso para presentarse delante del rostro de Jehová, los que componen la Nueva Jerusalén no necesitarán acercarse a Él por medio de un templo. (1 Juan 3:2; Rev. 22:3, 4.) Podrán rendirle servicio sagrado directamente bajo el sumo sacerdocio del Cordero, Jesucristo. Por esta razón, puede decirse que el Cordero comparte con Jehová su posición como templo de la Nueva Jerusalén.

UN IMPOSTOR

El apóstol Pablo, al advertir de la apostasía venidera, habló del “hombre del desafuero” y dijo: “De modo que se sienta en el templo del Dios, públicamente ostentando ser un dios”. (2 Tes. 2:3, 4.) Como este “hombre del desafuero” es un apóstata, un falso maestro, solo aparenta ser parte del templo espiritual. (Véase HOMBRE DEL DESAFUERO.) Por consiguiente, “se sienta en el templo del Dios”. Esto muestra que, a pesar de su ‘desafuero’, afirma ser cristiano.

USO ILUSTRATIVO

En una ocasión, cuando los judíos le pidieron a Jesús una señal, él respondió: “Derriben este templo, y en tres días lo levantaré”. Los judíos pensaban que estaba hablando del edificio del templo, pero el apóstol Juan explica: “Él hablaba acerca del templo de su cuerpo”. Cuando su Padre Jehová lo resucitó al tercer día de su muerte, los discípulos recordaron y entendieron este dicho y lo creyeron. (Juan 2:18-22; Mat. 27:40.) Él no fue resucitado con su cuerpo carnal, ya que este fue dado como sacrificio de rescate; sin embargo su cuerpo carnal no se corrompió, sino que Dios dispuso de él, como si se tratase de un sacrificio consumido sobre el altar. Al resucitar, Jesús seguía siendo la misma persona, con la misma personalidad y un nuevo cuerpo hecho para su nueva morada, los cielos espirituales. (Luc. 24:1-7; 1 Ped. 3:18; Mat. 20:28; Hech. 2:31; Heb. 13:8.)

[Ilustración de la página 1595]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

ZONA DEL TEMPLO-PALACIO DE JERUSALÉN (1027 a 607 a. E.C.) (Plano)

1 Santísimo

2 Santo

3 Pórtico

4 Jakín

5 Boaz

6 Altar de Cobre

7 Mar Fundido

8 Carretillas

9 Comedores

10 Plataforma de Cobre

11 Patio Interior

12 Gran Patio

13 Otro Patio

14 Casa del Rey

15 Calzada

16 Columnatas

17 Puerta del Este

18 Pórtico del Trono

19 Pórtico de las Columnas

20 Casa del Bosque del Líbano

21 (Sistema da Arriates)

[Ilustración de la página 1597]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

PLANO DEL TEMPLO DE HERODES

1. Santísimo

2. Santo

3. Altar de la ofrenda quemada

4. Mar fundido

5. Puerta interior del templo

Atrio de Israel

Atrio de las Mujeres

Barrera (Soreg)

Atrio exterior

Columnatas

Columnata del Norte

Columnata de Salomón

Columnata Real

Puerta Hermosa

Puerta

Valle de Tiropeón

Valle de Cedrón

Monte de los Olivos

Fortaleza Antonia (sitio aproximado)

Muro de la ciudad

[Ilustración de la página 1594]

ZONA DEL TEMPLO-PALACIO DE JERUSALÉN Como posiblemente se vio en los días de Salomón

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