TRANSFIGURACIÓN
Un acontecimiento milagroso ocurrido durante la vida terrestre de Jesucristo del cual fueron testigos Pedro, Santiago y Juan. (Mat. 17:1-9; Mar. 9:2-10; Luc. 9:28-36.) Mateo y Marcos dicen que en esta ocasión “su rostro [el de Jesús] resplandeció como el sol, y sus prendas de vestir exteriores se hicieron esplendorosas como la luz”, llegando a estar “mucho más blancas de lo que pudiera blanquearlas cualquier limpiador de ropa en la tierra”, y Lucas declara que “la apariencia de su rostro se hizo diferente”. La transfiguración ocurrió en una montaña, algún tiempo después de la Pascua de 32 E.C., pero bastante tiempo antes del último viaje de Jesús a Jerusalén. Probablemente aconteció de noche, puesto que los apóstoles “estaban cargados de sueño”. (Luc. 9:32.) Además, durante la noche el acontecimiento sería más vívido, y ellos sí pasaron la noche en la montaña, puesto que no fue sino hasta el día siguiente que descendieron. (Luc. 9:37.) Sin embargo, la Biblia no dice cuánto duró la transfiguración.
Antes de ascender a la montaña, Cristo había preguntado a todos sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que soy?” a lo cual Pedro contestó: “Tú eres el Cristo”. En ese momento Jesús les dijo que moriría y sería resucitado (Mar. 8:27-31), aunque también les prometió que algunos de sus discípulos ‘de ningún modo gustarían la muerte’ hasta que primero hubiesen visto “al Hijo del hombre viniendo en su reino”, o “el reino de Dios ya venido en poder”. (Mat. 16:28; Mar. 9:1.) Esta promesa fue cumplida “seis días después” (u “ocho” según Lucas, el cual aparentemente incluye el día de la promesa y el del cumplimiento) cuando Pedro, Santiago y Juan acompañaron a Jesús a una “montaña encumbrada” (Mat. 17:1; Mar. 9:2; Luc. 9:28) donde, mientras estaba orando, Jesús fue transfigurado delante de ellos.
LUGAR DONDE ACONTECIÓ LA TRANSFIGURACIÓN
Justo antes de la transfiguración, Jesús y sus discípulos se encontraban en la región de Cesarea de Filipo, el pueblo de Banias del día actual. (Mar. 8:27.) No es probable que Cristo y los apóstoles se marchasen de esas inmediaciones o de la región cuando fueron a la “montaña encumbrada”. (Mar. 9:2.) Por lo tanto, la transfiguración puede que haya tenido lugar en cualquier espolón del cercano monte Hermón.
SIGNIFICADO DEL ACONTECIMIENTO
Durante la transfiguración de Jesús, Moisés y Elías aparecieron también “con gloria”. (Luc. 9:30, 31.) Había sido profetizado que Jehová levantaría un profeta como Moisés, y esa promesa se cumplió en Cristo. (Deu. 18:15-19; Hech. 3:19-23.) Entre Moisés y Jesús hubo las siguientes similitudes: una matanza de niños al tiempo del nacimiento de ambos, aunque ellos personalmente fueron librados (Éxo. 1:20-2:10; Mat. 2:7-23), ambos experimentaron ayunos de cuarenta días de duración (Éxo. 24:18; 34:28; Deu. 9:18, 25; Mat. 4:1, 2), Dios los levantó a ambos para el bien de la adoración verdadera y para efectuar liberación (Éxo. 3:1-10; Hech. 7:30-37; 3:19-23), ambos recibieron de Dios el privilegio de mediar un pacto con Su pueblo (Éxo. 24:3-8; Heb. 8:3-6; 9:15) y ambos fueron usados por Jehová para engrandecer Su nombre. (Éxo. 9:13-16; Juan 12:28-30; 17:5, 6, 25, 26.)
Se profetizó también que Jehová enviaría a Elías el profeta, entre cuyas obras estuvo la de volver a personas de Israel al arrepentimiento verdadero. Juan el Bautista realizó esa clase de obra y sirvió como el precursor del Mesías, cumpliendo Malaquías 4:5, 6. (Mat. 11:11-15; Luc. 1:11-17.) Pero, puesto que la transfiguración aconteció después de la muerte de Juan el Bautista, el que Elías apareciese en ella indicó que habría una obra de restauración relacionada con el establecimiento del reino de Dios en las manos de Cristo.
Durante la transfiguración, Jesús, Moisés y Elías hablaron acerca de “la partida [una forma de la palabra griega é·xo·dos] de él que él [Cristo] estaba destinado a cumplir en Jerusalén”. (Luc. 9:31.) Este é·xo·dos, éxodo o “partida” implicaba tanto la muerte de Cristo como su subsiguiente resurrección a vida como espíritu.
Algunos críticos han tratado de clasificar la transfiguración como simplemente un sueño. Sin embargo, no sería lógico que Pedro, Santiago y Juan hubiesen tenido exactamente el mismo sueño. Jesús mismo llamó a lo que aconteció, una “visión” (Mat. 17:9), pero no una mera ilusión. Cristo estaba realmente allí, aunque Moisés y Elías, que estaban muertos, no estaban literalmente presentes. Fueron representados en visión. La palabra griega que se usó para “visión” en Mateo 17:9 es hó·ra·ma, que significa “la cosa vista: una visión; un espectáculo; una vista”. No implica algo irreal como si los observadores estuviesen equivocados. Tampoco eran inconscientes de lo que ocurrió, puesto que estaban completamente despiertos cuando fueron testigos de la transfiguración. Ellos realmente veían y oían con sus ojos y oídos literales lo que estaba sucediendo en ese momento. (Luc. 9:32.)
Mientras que Moisés y Elías estaban siendo separados de Jesús, Pedro, que “no se daba cuenta de lo que decía”, sugirió que se erigiesen tres tiendas, una para Jesús, otra para Moisés y otra para Elías. (Luc. 9:33.) Pero mientras el apóstol hablaba se formó una nube (Luc. 9:34), al parecer (como en el caso de la tienda de reunión en el desierto) para simbolizar la presencia de Jehová allí en la montaña de la transfiguración. (Éxo. 40:34-38.) De la nube se oyó la voz de Jehová, diciendo: “Este es mi Hijo, el que ha sido escogido. Escúchenle”. (Luc. 9:35.) Años más tarde Pedro identificó la voz celestial de la transfiguración como la de “Dios el Padre”. (2 Ped. 1:17, 18.) En la transfiguración, Moisés y Elías representaron respectivamente la Ley y los Profetas, todo lo cual señalaba a Cristo y se cumplía en él. Mientras que en el pasado Dios había hablado por medio de los profetas, en esa ocasión indicó que lo haría por medio de su Hijo. (Gál. 3:24; Heb. 1:1-3.)
El apóstol Pedro consideró la transfiguración como una confirmación maravillosa de la palabra profética, y al haber sido un testigo ocular de la magnificencia de Cristo pudo familiarizar a sus lectores con “el poder y la presencia de nuestro Señor Jesucristo”. (2 Ped. 1:16, 19.) El apóstol había experimentado el cumplimiento de la promesa de Cristo de que algunos de sus seguidores ‘de ningún modo gustarían la muerte hasta que primero viesen el reino de Dios ya venido en poder’. (Mar. 9:1.) El apóstol Juan puede que también haya aludido a la transfiguración en Juan 1:14.
Jesús dijo a sus tres apóstoles: “No digan a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre sea levantado de entre los muertos”. (Mat. 17:9.) Ellos no dijeron a nadie lo que habían visto, aparentemente ni siquiera a los otros apóstoles. (Luc. 9:36.) Mientras descendían de la montaña, los tres apóstoles “entre sí trataban acerca de lo que quería decir esto de levantarse de entre los muertos” que Jesús les había comentado. (Mar. 9:10.) Una enseñanza religiosa judía común era que Elías debía aparecer antes de la resurrección de los muertos, lo cual inauguraría el reinado del Mesías. Por lo tanto, los apóstoles preguntaron: “¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías tiene que venir primero?”. Jesús les aseguró que Elías había venido y ellos percibieron que hablaba de Juan el Bautista. (Mat. 17:10-13.)
Parece que la transfiguración sirvió para fortalecer a Cristo para sus sufrimientos y muerte, y al mismo tiempo también alentó y fortaleció la fe de sus seguidores. Mostró que Jesús tenía la aprobación de Dios y fue una vista por anticipado de su gloria y poder del Reino en el futuro. Presagiaba la presencia de Cristo, cuando su autoridad real sería completa.