DESIERTO
Las regiones desérticas constituyen el marco de muchos de los relatos bíblicos y a menudo se hace alusión a estas en declaraciones figurativas o metafóricas.
La nación de Israel, en su éxodo de Egipto, fue guiada por Dios al desierto situado junto al mar Rojo, y el faraón pensó que se hallaban desorientados. (Éxo. 13:18-20; 14:1-3.) Al otro lado del mar Rojo, y durante el resto de los cuarenta años, Israel pasó de un desierto a otro, entre los cuales estuvieron los de Sur, Sin, Sinaí, Parán y Zin (Éxo. 15:22; 16:1; 19:1; Núm. 10:12; 20:1), acampando a veces en oasis, como en Elim, con sus doce manantiales de agua y setenta palmeras (Éxo. 15:27), y en Qadés-barnea. (Núm. 13:26; Deu. 2:14.)
La Tierra Prometida, la cual formaba parte de la llamada “Media Luna Fértil”, se extendía como un brazo de tierra bien cultivada, limitada al oeste por el mar Mediterráneo, y al este y al sur por vastas regiones desérticas: el desierto siroarábigo y la península del Sinaí respectivamente. (Éxo. 23:31.) Dentro de los límites del país había desiertos más pequeños, por ejemplo, el de Dotán, justo al sur del valle de Jezreel, donde José fue echado en la cisterna por sus hermanos (Gén. 37:17, 22); el desierto de Judá, con ciertas secciones alrededor de las ciudades de Zif, Maón y En-guedí, desiertos en los cuales David buscó refugio de Saúl (Jue. 1:16; 1 Sam. 23:14, 24; 24:1); y regiones desérticas al lado oriental del Jordán, confluyendo con el desierto siroarábigo. (Núm. 21:13; Deu. 1:1; 4:43.) Gran parte del valle del Hundimiento (llamado actualmente “Ghor”), por el cual fluye el río Jordán, es básicamente tierra desértica.
PALABRAS HEBREAS UTILIZADAS
El término hebreo para desierto (midh·bár) parece tener una aplicación bastante amplia, pero en general se refiere a una tierra escasamente poblada, sin cultivar. (Jer. 2:2.) Algunos eruditos señalan la posibilidad de que midh·bár venga de una palabra raíz (da·vár) que significa “conducir”, y la relacionan con el acto de conducir rebaños a los pastos por la mañana y por la noche de nuevo a casa. La Biblia habla de “pastos del desierto” (Sal. 65:12; Jer. 23:10) y de pastorear manadas y rebaños en tales regiones. (Gén. 36:24; Exo. 3:1; 1 Sam. 17:28.) En el desierto podía haber cisternas (2 Cró. 26:10), casas y hasta algunas ciudades. (1 Rey. 2:34; Jos. 15:61, 62; Isa. 42:11.)
Aunque midh·bár a menudo designa simplemente tierras de matorrales y estepas de hierba, también puede aplicar a las regiones sin agua que pueden calificarse como verdaderos desiertos. Para designar zonas así más específicamente se utilizan otros términos hebreos, y a menudo se hace un paralelo poético entre estos y midh·bár. (Sal. 78:40; Jer. 50:12.)
La palabra yeschi·móhn denota un yermo natural o un desierto. (Sal. 68:7; Isa. 43:19, 20.) Al parecer es un término más fuerte que midh·bár, indicando mayor esterilidad, como en la expresión “desierto árido vacío, y aullador [yeschi·món]”. (Deu. 32:10.) Al utilizarse con el artículo definido, se refiere a zonas desérticas específicas. (Núm. 21:20; 1 Sam. 23:19, 24.)
ʽAra·váh (probablemente de ʽa·ráv, que significa “estar completamente seco como con calor”) describe partes áridas y estériles, como las del “otro lado del Jordán desde Jericó”. (Núm. 22:1.) Esas llanuras desérticas podían ser el resultado de destrucción forestal y falta de conservación y cultivo apropiado, o podían ser debidas a sequía prolongada, condiciones que convertirían el terreno productivo en yermos infructíferos. (Isa. 33:9; Jer. 51:43.) Con el artículo definido, la palabra hebrea también denota una parte específica de la Tierra Prometida. Otro término, tsi·yáh, describe cualquier “región árida” y se utiliza en paralelo con las palabras mencionadas anteriormente. (Sal. 72:9; 107:35.)
Incluso aquellas regiones que reciben el nombre de “desierto” en la Biblia pocas veces eran del tipo arenoso, como lo son ciertas partes del desierto del Sahara con sus dunas móviles. Por lo general eran llanuras áridas o semiáridas, mesetas rocosas o valles sin agua y desolados, cercados por montañas altas y cumbres peladas. (Job 30:3-7; Jer. 17:6; Eze. 19:13.)
CONDICIONES DESÉRTICAS
Los viajeros fatigados que atravesaban las sendas trilladas (Jer. 12:12) podían buscar sombra bajo las ramas largas y delgadas de una retama (1 Rey. 19:4, 5), o bajo un enebro de apariencia sombría (Jer. 48:6), o junto al tronco torcido de un tamarisco, con su follaje de aspecto plumoso formado por pequeñas hojas perennes. (Gén. 21:33.) Las águilas y otras aves de rapiña revoloteaban a gran altura en los cielos sin nubes (Deu. 32:10, 11), mientras que las ‘víboras cornudas’ y las ‘culebras veloces’ se deslizaban sobre las rocas y debajo de los matorrales, las lagartijas se escabullían y los grandes varanos se movían pesadamente sobre sus patas cortas y fuertes. (Lev. 11:30; Sal. 140:3; Isa. 34:15.) Las cabras monteses aparecían sobre los peñascos rocosos (1 Sam. 24:2), los asnos salvajes, las cebras, los camellos y los avestruces buscaban alimento entre la escasa vegetación y hasta se podían ver pelícanos y puercos espinos. (Job 24:5; 39:5, 6; Jer. 2:24; Lam. 4:3; Sof. 2:13, 14.) Por la noche, el aullido de los chacales y los lobos se aunaba al ululato de los búhos o al grito ruidoso de los chotacabras, lo cual aumentaba aún más la sensación de soledad y desamparo. (Isa. 34:11-15; Jer. 5:6.) Los que pasaban la noche en una región desértica normalmente se sentían poco seguros. (Compárese con Ezequiel 34:25.)
EL DESIERTO EN LAS ESCRITURAS GRIEGAS CRISTIANAS
Aquí el término griego é·re·mos corresponde de manera general con la palabra midh·bár. (Luc. 15:4.) Describe el marco desértico de la predicación de Juan el Bautista (Mat. 3:1), los “desiertos” por los que vagaron hombres de fe de tiempos precristianos (Heb. 11:38) y los lugares solitarios a los cuales cierto hombre endemoniado fue impelido. (Luc. 8:27-29.) Jesús, después de ser bautizado, ayunó y fue tentado por Satanás en una región desértica. (Mat. 4:1; compárese con Levítico 16:20-22.) Durante su ministerio Jesús se retiró a veces al desierto para orar. (Luc. 5:16.) Sin embargo, él les aseguró a sus discípulos que su presencia no se produciría en algún desierto solitario. (Mat. 24:26.) El desierto todavía tenía sus propios peligros particulares cuando el apóstol Pablo hizo sus viajes misionales. (2 Cor. 11:26; compárese con Hechos 21:38.)
USOS FIGURATIVOS
Las regiones desérticas, caracterizadas por estar poco habitadas y por consiguiente poco atendidas y cultivadas, se utilizaban para describir los resultados destructivos de una invasión enemiga. Debido a la infidelidad de Judá, los ejércitos de Babilonia convertirían ‘sus ciudades santas en un desierto, Sión en un verdadero desierto, Jerusalén en un yermo desolado’ (Isa. 64:10), aun sus huertos y campos cultivados llegarían a tener la apariencia de un desierto. (Jer. 4:26; 9:10-12.) Sus gobernantes principescos, que habían sido como majestuosos cedros de un bosque, serían talados. (Jer. 22:6, 7; compárese con Ezequiel 17:1-4, 12, 13.) Por otro lado, en retribución por su odio y oposición al reino de Dios, las naciones enemigas, como Babilonia, Egipto, Edom y otras, tenían que experimentar una experiencia similar. Especialmente se señaló a Babilonia como la que llegaría a ser “un desierto falto de agua y una llanura desértica”, deshabitada, olvidada en su desolación. (Jer. 50:12-16; Joel 3:19; Sof. 2:9, 10.)
En contraste, la restauración de Judá después del exilio de setenta años sería como si se convirtiera un desierto en un jardín edénico, con huertos fructíferos y campos productivos, regados por arroyos y ríos, cubierto de cañas, árboles frondosos y flores, todo lo cual haría que pareciese que la tierra se regocijaba. (Isa. 35:1, 2; 51:3.)
Individuos
Las referencias similares a individuos muestran que tales profecías aplican principalmente de una manera espiritual más bien que literal. Así, el que confía en los hombres más bien que en Jehová se asemeja a un árbol solitario en una llanura desértica, sin ninguna esperanza de ‘ver el bien’. Pero el que confía en Jehová es como “árbol plantado junto a las aguas”, fructífero, exuberante, seguro. (Jer. 17:5-8.) Estos contrastes también ayudan a conseguir un cuadro mental de lo que constituía una región desértica.
“Desierto del mar”
El “desierto [midh·bár] del mar” mencionado en Isaías 21:1 ha sido interpretado por algunos comentaristas como una expresión que se refiere a la parte meridional de la antigua Babilonia. Cuando los ríos Éufrates y Tigris se desbordaban cada año, esta región llegaba a ser como un ‘mar desierto’. La Versión de los Setenta griega omite de este texto la expresión “del mar”, y el Rollo del mar Muerto de Isaías puede traducirse “palabra [da·bhár] del mar”.
En Revelación
En el libro de Revelación el término “desierto” se utiliza en un sentido doble: para representar la soledad y el refugio de los atacantes en el caso de la mujer simbólica que da a luz al niño varón real (Rev. 12:6, 14) y para representar el lugar de residencia de las bestias salvajes en el caso de la mujer simbólica “Babilonia la Grande” que cabalga sobre la bestia salvaje de siete cabezas. (Rev. 17:3-6, 12-14.)