Uniendo nuestras alabanzas universalmente
1. ¿Qué curso mundano no hace falta para aprender a alabarlo a él?
SUPÓNGASE ahora, habiéndose considerado los hechos anteriores que tienen que ver con la importancia de alabar a Dios en este fin del mundo, que usted sinceramente desea buscar a Dios y esforzarse por la salvación y las bendiciones que él ha prometido. ¿Qué hará usted? ¿Se inscribirá usted en un seminario religioso y emprenderá un curso de estudio difícil, consumiendo años de tiempo, para prepararse para servir a Dios de una manera que merezca su salvación? ¿Es preciso que primero produzca usted un certificado significando grandes alcances educativos en las escuelas de este mundo antes de poder esperar hacer confesión de alabanza a Dios? Si así es, entonces no muchos hombres podrían esperar manifestarse aptos para la salvación que Dios promete. Y si sólo unos cuantos son capaces y aptos para cantar las alabanzas de Dios de la manera correcta, entonces ¿cómo podemos entender estas palabras de Jesús? “Y este evangelio del reino será predicado en toda la tierra habitada, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.” (Mat. 24:14) ¿Cómo sería posible que tal testimonio se diera a todas las naciones en esta misma generación, como dijo Jesús que se haría, a menos que hubiera muchas, muchas personas que cantaran las alabanzas de Dios? No, tal elevado alcance educativo mundano no le hace falta para que usted sirva a Dios. Por eso es posible que Jehová llame una “grande muchedumbre” de entre todas las naciones en estos postreros días.
2, 3. ¿Cómo fué ejemplificado esto en el caso de Jesús?
2 Consultando el relato bíblico hallamos que Jesús mismo no había estudiado a los pies de Gamaliel, doctor en leyes en Jerusalén, ni tampoco hay relato que diga que haya tenido educación extendida en algún colegio o escuela como requisito previo para comenzar la obra de predicar que Dios su Padre había ordenado para él. Jehová Dios sabía lo que le hacía falta a la gente: le hacía falta la verdad respecto a Dios y su reino de salvación. Le hacía falta este mensaje en una forma pura y sin mezcla, sin embellecimientos mundanos, no obscurecido por la sabiduría del hombre. De modo que cuando Jesús se presentó en la sinagoga en Nazaret no era conocido a la gente como erudito doctor en teología, ni como doctor en letras, sino que era conocido como carpintero, hijo de carpintero. Eso no impidió que Jesús declarara su intención de alabar a Dios, haciéndose predicador de la Palabra de Jehová, ¿verdad? De veras que no, porque tomó las Sagradas Escrituras y leyó su comisión del libro del profeta Isaías: “El espíritu del Señor [Jehová] está sobre mí, porque me ha ungido para proclamar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado para publicar libertad a los cautivos, y el recobro de la vista a los ciegos; para dar libertad a los oprimidos; para proclamar una era de aceptación con el Señor.”—Luc. 4:16-21, Diaglotón (en inglés).
3 Sí, causó conmoción entre la gente el que Jesús hiciera esto, sobre todo porque sabían que no era apto conforme a las normas de los hombres en aquel tiempo. “Y maravillábanse los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, sin habérsele nunca enseñado?” (Juan 7:15) Quizá Jesús no era erudito en toda la sabiduría de su tiempo, pero sí tenía la verdad, que es la Palabra de Dios. (Juan 17:17) Él sabía que la verdad era lo que haría libre a la gente y la capacitaría a tomar parte en alabar a Dios para la salvación, y de esta verdad de la Palabra de Dios él se había llenado el corazón. (Juan 8:32) De modo que Jesús no podía dejar de hacer lo que sabía que era para el bien más elevado de la humanidad y, de mayor importancia, para la eterna gloria de Dios y la vindicación del nombre de Jehová. El deseo de alabar a Dios era como fuego que ardía dentro de él y no podía quedarse callado. Jeremías se sentía de la misma manera, pues dijo: “Pero su palabra fué en mi corazón como fuego consumidor, encerrado en mis huesos; me cansé pues de refrenarme; no pude callar.” (Jer. 20:9) Jesús no se esforzó por retener su alabanza. Más bien, conforme está escrito, “Y aconteció después, que viajaba por toda ciudad y aldea, publicando y proclamando las buenas nuevas del reino de Dios; y los doce estaban con él.”—Luc. 8:1, Diaglotón (en inglés).
4. ¿Cómo fué ejemplificado esto en el caso de los apóstoles?
4 Y, ¿qué hay de los doce que estaban con él? Ellos, también, vinieron a ser alabadores de Dios, predicando su Palabra y hablando de sus buenas obras. Buscaban la salvación de Dios, tal como nosotros la buscamos ahora en estos postreros días cuando está tan cerca. ¿Cómo se hicieron ellos aptos para alabar a Dios? No pasaron años preparándose para hablarles a otros acerca del glorioso evangelio del Reino. Con la excepción de Pablo, no eran hombres de educación mundana, pero eso no les impidió que confesaran con la boca. Por ejemplo, consideremos a Pedro y Juan. Aunque no eran instruídos conforme a las normas del día, alababan a Dios con tanto poder al declarar su camino de salvación que causaron gran maravilla entre los funcionarios elevados de Jerusalén. “Y viendo ellos el denuedo de Pedro y de Juan, y percibiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y al fin los reconocían, que eran de los que habían estado con Jesús.” Aunque los consideraban ser “hombres sin letras y del vulgo”, éstos tenían el corazón lleno del deseo de alabar a Dios por lo que habían oído a Jesús decir. “De la abundancia del corazón habla la boca”; de modo que hablaban palabras de alabanza para Jehová. Muchos otros que oyeron la verdad de los labios de estos primeros cristianos se agregaron a ellos, y juntos formaron una gran compañía de predicadores del evangelio. Tenían un tesoro de conocimiento respecto a Dios y a su reino, y sacaron cosas buenas a favor de toda la gente. Porque “el hombre bueno, de su buen tesoro saca cosas buenas; y el hombre malo, de su mal tesoro saca cosas malas. . . . Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”. (Mat. 12:34-37) Estaban separados de los escribas y fariseos religiosos que Jesús condenó como los que traían el mal sobre la gente.—Mateo 23.
5. ¿Cuáles son los requisitos para poder predicar y alabar?
5 De modo que ni la educación ni la falta de educación puede evitar que alguien le cante alabanzas a Dios; ni determina su posición social o monetaria la aptitud de uno para predicar. Tiene que tener corazón sincero, deseando la verdad y la justicia. Eso no quiere decir que no es necesario que el hombre hoy en día estudie la Palabra de Dios, porque tal como los discípulos tenían que aprender lo que les enseñaba Jesús, asimismo nosotros hoy en día tenemos que aprender lo que enseña la Biblia. Sería imposible contestar a cualquier hombre respecto a las obras de Dios y la esperanza que tiene usted en las promesas de Dios a menos que se aplicara usted al estudio de lo que Dios ha escrito respecto a sí mismo. Usted siempre debe de estar dispuesto para dar una respuesta acerca de su esperanza y así infundir fe en otros. (1 Ped. 3:15) Pablo amonestó a Timoteo sobre este punto, diciendo: “Procura con diligencia presentarte ante Dios como ministro aprobado, obrero que no tiene de qué avergonzarse, manejando acertadamente la palabra de la verdad.” (2 Tim. 2:15) Timoteo tenía que estar equipado, y nosotros tenemos que estar equipados hoy en día.
6. ¿Por qué es necesario el estudio?
6 La boca no puede hablar cosas buenas de alabanza a Dios a menos que el corazón esté listo para proporcionar el mensaje desde su abundancia. De modo, pues, que “el corazón del justo estudia para contestar”. (Pro. 15:28, V. I. A.) ¡Estudie, pues! Eso es lo que tiene que hacer para servir a Dios de la manera correcta; y al aprender usted tiene que poner su conocimiento a trabajar, hablando a otros. Esto fortalecerá su fe, “la base de cosas esperadas, la convicción de cosas no vistas,” y estará mejor capacitado para recomendarles a otros las buenas obras de Dios. Mediante el estudio personal conseguirá usted discernimiento de la omnipotencia de Dios; se enterará de sus maravillosas obras en los tiempos pasados a favor de los hombres de buena voluntad, y verá usted lo que él promete para este día y para el nuevo mundo que ya se ha acercado. Pablo dice que “la fe viene del oír, y el oír es por medio de la palabra de Dios”. (Rom. 10:17) De modo que tiene usted que estudiar la Palabra de Dios, lo cual no requiere más habilidad que la de oír y leer en su propia lengua natal.
7. De modo que con poco tiempo disponible, ¿qué hay que hacer?
7 Pero dice usted que tiene que trabajar en su colocación ocho horas al día, cinco o seis días a la semana, con sólo el fin de la semana y unas pocas noches libres para otra actividad que prefiera usted. Es verdad, y la mayor parte de la gente en toda nación tiene que hacer lo mismo. Sin embargo, a ellos y a usted se predica el glorioso evangelio de Cristo, y usted tiene la misma oportunidad de oír, creer y alabar a Dios para la salvación. Dios no yerra en hacer que el evangelio se le predique a usted y a personas parecidas en todo el mundo, porque hay gente en todo el mundo que alabará a Dios y será salva. Dios sabe que usted tiene los problemas de la vida que son comunes a todos los hombres y que, mediante el sudor de su frente, usted tiene que arrebatar de la tierra su subsistencia. Pero él sabe, también, que usted tiene bastante tiempo para oír su mensaje y obrar en armonía con él en darle la alabanza que se le debe; de otra manera no se ocuparía él en hacer que se predicara el evangelio. Por eso a los de corazón sincero en este mundo malo les da buen consejo, a saber: “Mirad, pues, diligentemente, cómo andáis; no como necios, sino como sabios; aprovechando cada oportunidad del bien hacer, porque los días son malos. Por lo cual no seáis insensatos, sino entended cuál sea la voluntad del Señor.” (Efe. 5:15-17) Es posible que usted dedique un poco de tiempo cada semana a la consideración de la Palabra de Dios según aplica a estos tiempos; y es posible que usted aparte algún tiempo para darle alabanza a Dios. Pero tiene que haber el deseo de su parte y la resolución de proceder de la manera que Dios aprueba, por la gracia de él.
8. ¿Cómo se confirma la posibilidad práctica de esto?
8 Lo práctico de esta conclusión se prueba por el relato de lo que los testigos ungidos de Jehová y de esa grande muchedumbre de personas ahora hacen para alabar a Jehová Dios en toda la tierra. La mayor parte de estas personas son precisamente como usted. Trabajan en fábricas, son labradores, hombres profesionales, jornaleros, artesanos peritos, amas de casa, en verdad, vienen de todas las clases. Muchos de ellos tienen familias que tienen que sostener y trabajan por su pan diario. Tienen tareas domésticas que hacer; se enferman de vez en cuando; a veces llegan a casa tarde de su trabajo; y muchas veces están cansados de las largas horas de trabajo que tienen que hacer para lograr una existencia razonablemente cómoda. Con todos los problemas de la vida a los que usted tiene que enfrentarse diariamente, ellos tienen que contender también; y sin embargo estudian la Palabra de Dios para conseguir mejor entendimiento, y dedican algún tiempo a cantar las alabanzas de Jehová. Ellos buscan la salvación que Dios ha prometido, con sus bendiciones eternas. Por eso entienden que no todos los esfuerzos de uno tienen que dedicarse a conseguir las comodidades en este presente mundo malo, ni debe uno de tratar de acumular tesoro como protección contra el futuro. Mientras trabajan por su sostén diario, tienen presente las palabras de Jesús: “No os alleguéis tesoros sobre la tierra, donde la polilla y el orín los consumen, y donde los ladrones los minan y hurtan: sino antes, allegaos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín consumen, y donde ladrones no minan, ni hurtan.” (Mat. 6:19, 20) Tratan de acumular estos tesoros con Dios en los cielos, alabándolo aquí en la tierra, con la seguridad de que tal tesoro celestial estará a su disposición en medida cabal.
¿CÓMO HACERLO?
9. ¿Cómo manifiesta el Anuario que sus testigos hicieron esto en 1949?
9 ¿Cómo alaban a Dios los testigos de Jehová y sus compañeros? Predicando el evangelio del Reino. Refiriéndonos al Anuario para 1950 (en inglés) hallamos el relato de una gran actividad mundial en ofrendar esta alabanza a Dios. Más de 317,000 diferentes individuos dedicaron aproximadamente 53,700,000 horas al servicio de predicar en 1949. Condujeron más de 167,000 estudios bíblicos gratuitamente en casa de la gente semanalmente, cantando las alabanzas de Dios a los que querían oír. Al andar de casa en casa animando a la gente a prestar atención al mensaje del evangelio, dejaron más de 15,000,000 de Biblias, libros y folletos con la gente, en docenas de idiomas. Adicionalmente, más de 13,000,000 de ejemplares de revistas que contienen las “buenas nuevas” fueron distribuídos por ellos entre personas que querían saber más acerca de este “tiempo del fin”, que introducirá al nuevo mundo de justicia. Hallaron que fué necesario hacer arreglos para más de 174,000 discursos públicos sobre la Biblia durante 1949 y anunciaron estas reuniones extensamente. El interés que manifestó la gente que oyó obligó a estos predicadores a revisitar las casas más de 15,800,000 veces durante el año. Toda esta obra se hizo en 104 diferentes naciones, colonias, islas del mar y territorios de naciones. ¿Cómo lo hicieron los testigos de Jehová? Yendo “por toda ciudad y aldea, publicando y proclamando las buenas nuevas del reino de Dios”, como lo hizo Jesús. Y note que la mayor parte de este trabajo se hizo por personas que tienen familias, colocaciones, y todas las demás responsabilidades que son comunes a todos los hombres. Pero apartaron un poco de tiempo cada semana para alabar a Dios, tratando de estar “llenos de los frutos de justicia, que son por medio de Jesucristo, para gloria y loor de Dios”.—Fili. 1:11.
10. ¿Mediante qué curso ayudan a la gente a estudiar? ¿Bajo qué condiciones?
10 Los testigos de Jehová, trabajando bajo la dirección de la Sociedad Watch Tówer, están preparados para ayudar a cualquier persona indagadora a estudiar la Biblia. Tienen un curso de estudio sistemático y ordenado en los asuntos de la Biblia, ideado para caber en la rutina ocupada del hombre o mujer que tiene que trabajar por su pan diario. Este curso de estudio se basa sobre un período de una hora cada semana, la hora que usted prefiera. En su propia casa en unos pocos meses puede usted conseguir más conocimiento de la Biblia y de su aplicación actual de lo que usted jamás soñó que podría conseguir en toda su vida. ¿Qué le cuesta? Absolutamente nada, además de su tiempo y el pequeño esfuerzo que haga. Sí, los testigos de Jehová, muchos de los cuales ellos mismos aprendieron las verdades de la Biblia de la mismísima manera, están dispuestos a ir a su casa una hora cada semana y ayudarle a usted a comprender lo que dice la Biblia y lo que significa hoy en día; y no le cobrarán ni un centavo por este servicio respecto al estudio de la Biblia. Esto está de acuerdo con la invitación que Dios mismo envía a todos: “El que oye, diga: ¡Ven! y el que tiene sed, ¡venga! ¡y el que quiera, tome del agua de la vida, de balde!” (Apo. 22:17) Además, cuando Jesús envió a los doce para predicar “El reino de los cielos se acerca” les recordó que no habían pagado nada por la verdad buena que recibieron de él. De modo que les dijo, “Gratis lo recibís, dadlo gratis.” Esto trae alabanza a Dios porque es una devoción altruísta para ayudar a otros a aprender acerca de Él.—Mat.10:7, 8, Nácar-Colunga.
11. ¿Qué conocimiento se consigue de esta manera? ¿Mediante qué arreglo de estudio?
11 Usan do un libro de texto provisto por la Sociedad Watch Tówer emprende usted un estudio de la Biblia conforme a un arreglo de temas. Dentro de un año habrá estudiado muchos temas. Sabrá de veras quién es Jehová Dios; por qué envió a su Hijo Cristo Jesús a la tierra y lo que hizo Jesús; cómo un querubín desobediente vino a ser Satanás el Diablo, opositor de Dios, y por qué trata de devorar a todos los hombres. El infierno, la “trinidad”, la vuelta del Señor, la resurrección, el fin del mundo, el día del juicio, imágenes, el sábado, la oración, el Reino, la “nueva tierra”, la consagración—todos éstos y muchos otros temas examinará usted en el curso de un año y entenderá lo que dice la Biblia sobre todos ellos. ¿Cuánto de esto ha aprendido usted mediante la religión en muchos años? Tendrá buen conocimiento básico de lo que enseña la Biblia, y habrá leído usted mismo los textos bíblicos de su propia Biblia. Ningún hombre le habrá engañado con fábulas ingeniosas, sino que usted habrá dividido correctamente la Palabra de la verdad. Todo su punto de vista de las condiciones mundanas cambiará y tendrá nueva esperanza, porque Dios ya le habrá revelado a usted mediante su Palabra la razón de las dificultades del día. Pero no estará usted satisfecho con detenerse aquí, porque querrá seguir aumentando su conocimiento y entendimiento. Se unirá al salmista en su oración a Dios, diciendo: “¡Hazme entender el camino de tus mandamientos, y hablaré de tus maravillas.”—Sal. 119:27, Ver. Val. Rev.
12. ¿Qué resultado tiene en nosotros tal conocimiento conseguido y apreciado?
12 Hallará usted que no podrá evitar decirles a otros las buenas nuevas que usted ha aprendido. Llenan su corazón y arden dentro de usted, y recibe gran gozo de hablar la verdad a sus amigos y vecinos; En verdad, “más bienaventurado es dar que recibir,” de modo que usted querrá seguir el ejemplo de Cristo Jesús, diciendo públicamente que “el reino se ha acercado”. Hasta con su conocimiento, que a usted le parezca limitado, se sentirá como el profeta Isaías, que dijo, “El Señor, Yahveh, me ha dado lengua apta para enseñar.” (Isa. 50:4, Bover-Cantera) Usted querrá enseñar a otros para que ellos alaben a Dios también. El profeta Zacarías supo de antemano lo que usted y otros igual que usted harían en estos postreros días, y por eso declaró: “Estas son las cosas que habéis de hacer: Hablad cada cual verdad con su prójimo.” (Zac. 8:16) Y usted estará haciendo eso, seguro en el conocimiento de que es la manera aprobada de alabar a Dios y que usted tiene su favor y bendición. Ahora usted está cumpliendo activamente el propósito principal del cristianismo, que es el de dar testimonio a favor de Jehová y de su reino mediante Jesús el Mesías. Debido a su recién hallada visión de Dios y de su reino mediante su Cristo, “se regocijará vuestro corazón, y ninguno os quitará vuestro gozo.”—Juan 16:22.
EN ASOCIACIÓN ÚTIL
13. ¿Por qué recae en nosotros la responsabilidad de asociarnos?
13 Otras responsabilidades caen sobre los que emprenden la alabanza del nombre de Dios. Individualmente, cada uno tiene para con Dios la obligación de usar su lengua para cantarles las alabanzas de Dios a otros. Pero, porque ahora es parte de la familia de Dios del “pueblo escogido” a quien Jehová concede su espíritu y bendición en su fiel servicio a Él, el nuevo publicador del Reino no ha de separarse de otros que adoran a Dios de igual manera. En los días de Cristo Jesús y los apóstoles la verdad se extendió sobre una región extensa del mundo que se conocía entonces, como resultado de su predicación. Mucha gente oyó, creyó, ejerció fe y comenzó a tomar parte en ofrendar alabanza a Dios, tal como lo hacen hoy en día. Porque estos creyentes estaban en un mundo generalmente hostil a la verdad, eran unidos naturalmente sobre la base de su creencia y fe común. De modo que hallamos que los primeros cristianos estaban asociados en congregaciones o compañías, que la Biblia llama “iglesias”.—Apo. 1:4; 1 Cor. 16:1.
14. ¿Cómo se manifestó en la iglesia al principio esta necesidad de asociarse?
14 La prueba manifiesta que los primeros alabadores de Dios estaban asociados juntos en estas “iglesias” o grupos, y las “iglesias” estaban en comunicación con la central en Jerusalén, donde había muchos de los apóstoles y hermanos mayores. De igual manera todos los testigos de Jehová en todo el mundo hoy en día tienen comunicación con la central mediante la asociación con las congregaciones locales. Esta asociación juntos es muy benéfica para el individuo y tiene la bendición de Dios, porque leemos respecto al ministerio de Pablo y Timoteo: “Y según pasaban por las ciudades, entregaban a los hermanos para que los guardasen, los decretos que habían sido acordados por los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalem. Así pues las iglesias se fortalecieron en la fe, y se aumentaron en número de día en día.” (Hech. 16:4, 5) Además, Dios lo consideró deseable hacer que cartas enteras de las Escrituras griegas se dirigieran a diferentes iglesias o congregaciones, dando instrucción, amonestación y corrección a todo el grupo de adoradores. De modo que las congregaciones recibieron el ánimo y la ayuda que el cuerpo de la central podía proporcionar, y esto las fortaleció en la fe y las ayudó a fomentar un aumento entre los alabadores asociados.
15. ¿Por qué no nos conviene pasar por alto tal asociación?
15 Lo que era verdad en los días de los apóstoles es más verdad en este tiempo al ver nosotros el día de la angustia del Armagedón acercarse rápidamente. Hoy en día al que quiere servir a Dios aceptamente no le conviene pasar por alto la amonestación en Hebreos 10:25 (Una Tradu. Amer. [en inglés]): “No dejemos de reunirnos, como es la costumbre de algunos, sino alentándonos los unos a los otros, y tanto más cuanto ven que se va acercando el gran Día.” Le complace a Dios que nos reunamos para el estudio unido de su Palabra y para la actividad combinada en el servicio del campo, y su bendición se ve en el gran aumento en el número de personas que lo alaban en toda nación. No nos conviene ausentarnos de las reuniones de los testigos de Jehová donde nuestros hermanos reciben instrucción y hacen los planes para su alabanza organizada. Es patente que el favor de Dios está sobre la actividad en grupo y los arreglos para el estudio de La Atalaya, la reunión de servicio y el curso en el ministerio teocrático, que se celebran cada semana en los Salones del Reino de los testigos de Jehová por dondequiera en toda la tierra. Cada uno tiene la responsabilidad de contribuir algo a estas reuniones para el bien general de la congregación y para su propio bienestar espiritual. El dejar de tener parte en estas actividades de la congregación cuando nos son disponibles indica falta de aprecio del arreglo de Dios para ayudarnos a mantener nuestra alabanza a él, así asegurándonos la salvación. Tal descuido puede conducir a peores desprecios de nuestra parte y al fin podemos caer de entre las filas de adoradores.
16. ¿Cómo tenemos que cargar con nuestra responsabilidad? ¿En comparación con quién?
16 Al trabajar con una congregación, cooperando en hacer la obra en el campo de predicar, “cada cual cargará con su propia responsabilidad.” (Gál. 6:5) Es decir, cada publicador del mensaje del Reino es responsable directamente al Gran Juez por la obra que hace o que no hace en la congregación y con ella. Dios exige “servicio razonable” de alabanza de cada uno, el cual el individuo debe de rendir conforme a un programa conveniente. Si, por la gracia de Dios, puede hacer mucho en el servicio del Reino, no comparará su hoja de servicios con la de otra persona que quizá pueda hacer menos, valiéndose de la ocasión como oportunidad de jactarse entre sus hermanos. Se dará cuenta de que “cada hombre debe de probar su propia obra, y luego la satisfacción que tenga será con referencia a sí mismo, y no en comparación con alguien más”. (Gál. 6:4, Una Tradu. Amer. [en inglés]) Si es preciso compararse usted con otros, tome a Jesús como su regla de medida y vea como se alinea con su ejemplo. Eso eliminará cualquier espíritu de competición de la congregación y el decaimiento, inferioridad o desánimo subsiguiente que suele venirles a los que, por una razón u otra, pueden rendir menos servicio que otros. Para la verdadera satisfacción de su servicio, tiene que seguir el consejo espiritual que Pablo les dió a los colosenses, a saber: “Cuanto hiciereis, obradlo de corazón, como para el Señor, y no para los hombres; sabiendo que de parte del Señor recibiréis el galardón de la herencia; . . . Porque el que obra mal, recibirá otra vez el mal que ha hecho.”—Col. 3:23-25; 1 Cor. 10:31.
17. ¿Cómo podemos llevar las cargas los unos de los otros, y las de los débiles?
17 Aunque cada uno tiene que llevar su propia carga ante Dios, al mismo tiempo tiene responsabilidad para con otros en la congregación que tienen la misma fe y que también se esfuerzan por alabar a Dios. Pablo indica esto al decir, “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.” Esto manifiesta que, al alabar a Dios nosotros mismos, no podemos olvidarnos de los que están asociados con nosotros en correr la carrera de la fe. Si tenemos presente primero la vindicación del nombre de Jehová y su soberanía universal, entonces apreciaremos que el servicio fiel y constante de nuestros colaboradores contribuirá tanto hacia el honrar el nombre de Jehová como lo hará nuestra propia confesión de alabanza. Inversamente el fracaso de cualquiera traerá vituperio sobre la causa de Dios. De modo que si somos fuertes en el Señor y en el poder de su fortaleza y llevamos nuestras propias cargas bien, quizá también estando mejor dispuestos materialmente para hacer esto, tenemos que cumplir una obligación para con los que tengan más dificultad en continuar con nosotros en el servicio de Dios. Porque somos fuertes, no podemos impacientarnos con aquéllos entre nosotros que sean débiles, ni podemos hacerlos a un lado como si fueran de poca importancia en el arreglo de Dios. Si lo hacemos, entonces nos portamos directamente contrario a la instrucción que dió el Señor mediante el apóstol Pablo. Dice él: “Nosotros pues que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los que son débiles, y no complacernos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo, en cuanto a lo que es bueno, para edificación suya. Porque ni aun Cristo complacióse a sí mismo; antes bien, según está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban cayeron sobre mí. Porque cuanto fué escrito anteriormente, para nuestra enseñanza fué escrito.”—Rom. 15:1-4.
FACILITANDO NUESTRA ALABANZA UNIDA
18. En nuestra asociación, ¿por cuál espíritu tenemos que ser guiados? ¿Cómo?
18 Esto quiere decir, en verdad, que en nuestra asociación juntos como grupo del pueblo de Dios no nos regimos por las normas ni por el espíritu que rige a los que están fuera de la fe en el mundo. El mundo funciona sobre el principio del egoísmo, y el hombre es aclamado por sus alcances, no importa a quién dañe u ofenda en el proceso. “La supervivencia del más apto” es el lema de este mundo malo, y de modo que en su lucha por llegar a la cima los hombres del mundo se muerden y se devoran los unos a los otros, altercan y riñen, se entregan a reyertas y rivalidades mordaces. A menudo asumen la actitud de que “el fin justifica los medios” y oprimen a todo lo que les estorbe el paso. No es así entre el pueblo de Dios, sin embargo, porque saben que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. (Gál. 5:21) Cualquiera que trate de alabar a Jehová tiene que ser guiado por el espíritu de Dios. “Digo pues: Andad según el espíritu, y no cumpliréis los deseos de la carne. Porque la carne codicia contra el espíritu, y el espíritu contra la carne; pues que éstos son contrarios entre sí; de modo que no podéis hacer las cosas que quisiereis.” (Gál. 5:16, 17) Siendo guiados por el espíritu de Dios, sus siervos en su asociación los unos con los otros tienen que andar por el espíritu y manifestar los frutos del espíritu. “Mas el fruto del espíritu es amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza: contra tales cosas no hay ley.” (Gál. 5:22, 23) No hay ley que prohiba que el cristiano superabunde en estos frutos buenos del espíritu, y el hacerlo bendice a aquéllos con quienes se asocia. Eso quiere decir que no se portará inmoralmente, emborrachándose, entregándose a los placeres en exceso como lo hace el mundo en general, sino que sobriamente dará primera atención a las cosas espirituales.
19. ¿Por qué no hemos de ser quisquillosos, sentidos, listos para desquitarnos?
19 Confiando en la dirección del espíritu de Dios no nos portaremos pendencieramente en la compañía del pueblo de Dios. No es bueno ser tan quisquillosos y sentidos que consideremos toda palabra o expresión como ataque contra nuestra persona y tratemos de desquitarnos. No debemos de permitir que el prejuicio crezca en nosotros contra otro hermano o hermana en la organización de la compañía, de modo que no podamos hablarle u oírle hablar sin ser desequilibrados adversamente hasta el grado de cerrar la mente a las cosas buenas de la Palabra de Dios que él imparta a la congregación relativo a nuestro servicio mutuo. Esto tendrá la tendencia de agriar nuestra disposición mental y torcer nuestros pensamientos, y el trastorno mental que resultará no nos permitirá sacar el provecho de las reuniones a que asistamos. En vez de fijar la mente en las cosas importantes del servicio de Dios, sucede que nos olvidamos del servicio unido y darnos la preferencia a las inclinaciones personales egoístas. Hay peligro, también, de que esta actitud, como desarrollo canceroso, se extienda a otros de la congregación y así inflija daño espiritual a otros además de nosotros mismos. Tenemos que esforzarnos por contrarrestar tales inclinaciones imperfectas, ejerciendo el amor y la longanimidad.
20. ¿Por qué no deleitarnos sino tratar de ayudar a los que han tomado paso falso?
20 Siendo guiados por el espíritu de Dios nunca nos engreiremos, ni nos ensoberbeceremos ni nos hincharemos, creyendo que hayamos progresado hasta el punto donde sea imposible cometer un pecado o ser vencidos por el adversario. “El que piensa que está firme, mire que no caiga.” (1 Cor. 10:12) Dándonos cuenta de que todos estamos sujetos a la tentación, no sentiremos ninguna satisfacción interna respecto al paso falso de otro hermano en la congregación. Teniendo amor, bondad y templanza, estaremos ansiosos por ayudar a ese hermano a levantarse de su condición desafortunada. No aumentaremos su carga yendo a otros en la congregación y diciéndoles en secreto precisamente cuáles son sus dificultades y aquello en lo que ha errado; no lo haremos si lo amamos y queremos ayudarle como una de las “ovejas” de Dios. Trataremos de imaginarnos a nosotros mismos en la misma posición y luego nos portaremos para con él como quisiéramos que otros nos trataran si nosotros cometiéramos el mismo error. Esta es la substancia del consejo del apóstol en Gálatas 6:1: “Si alguno fuere sobrecogido en cualquiera transgresión, vosotros que sois espirituales, restaurad al tal en espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.”
21. ¿Cómo evitamos perturbar a la compañía por males personales?
21 Supóngase que un hermano comete un mal de alguna clase contra nosotros, quizá sin darse cuenta de ello. ¿Qué hemos de hacer? ¿Hemos de tener rencor y ser inflexibles en nuestra actitud, esperando que él venga abatido penitente a nuestros pies? ¿Insistiremos en una disculpa pública antes de que tratemos de hacer algo para reconciliarnos? No; nosotros podemos ir a él y arreglar el desacuerdo privadamente, evitando la publicidad que quizá lo avergüence. En espíritu de mansedumbre nos dirigiremos a él de la manera que Jesús mandó, esforzándonos por decidir la cosa con el menor disturbio posible. Si él no quiere oírnos, entonces podemos dirigirnos a los miembros representativos de la congregación para que ellos, calladamente y en espíritu de mansedumbre, reconvengan al que nos ha ofendido. (Mat. 18:15-17) No debemos de permitirnos olvidar el bien y la felicidad general de la congregación, y nuestros esfuerzos por resolver cualquier disputa deben de hacerse teniendo presente primero la paz y la unidad de la compañía, para que el servicio de alabanza a Dios no sea impedido. De esta manera tratamos de resguardar la organización de Dios, y al mismo tiempo retener a los que son nuestros hermanos, y no sólo predicar a otros fuera de la organización para traer a estos nuevos al redil de Dios. Todo esto nos impone una carga, pero tenemos que estar dispuestos a llevarla para ayudar a otros con la de ellos.
22. ¿Por qué debemos de ser misericordiosos y también no abusar de la misericordia de otros?
22 Tenemos que recordar que Jesús no se mimó, sino que ‘puso su vida por sus amigos’. Ciertamente andaba por el espíritu de Dios cuando altruístamente tomó nuestra gran carga de pecado, mientras que al mismo tiempo aguantaba los vituperios que caían sobre Dios. Reflejaba para nosotros la gran misericordia que Dios mismo ejerce, y así alababa a Jehová Dios. Nosotros tenemos que estar dispuestos a extender la misma misericordia a nuestros hermanos que cometen faltas y se equivocan. No olvide la ley divina: “Bienaventurados los misericordiosos; porque ellos alcanzarán misericordia.” (Mat. 5:7) Nosotros vamos a equivocarnos, también, alguna vez, y querremos perdón y restauración “en espíritu de mansedumbre”. Pero siempre tenemos que tratar de manifestar mejora, de otra manera tal misericordia se desperdicia en nosotros.
23. ¿Por qué tenemos que alabar a Dios durante este intervalo antes del Armagedón?
23 Hoy en día todos nosotros que hemos oído la verdad, por la misericordia y bondad amorosa de Dios, tenemos que tener presente constantemente el hecho de que Jehová permite este breve intervalo de tiempo entre la entronización de su Rey y el principio violento de la guerra del Armagedón para que “este evangelio del reino” se predique. Y a han pasado treinta y seis años y la oportunidad de alabar a Dios se hace más fugaz con cada año que pasa. Urgentemente cae sobre nosotros el mandato con más y más fuerza: “¡Alabad a Yah! ¡alabad a Dios en el Santuario! ¡alabadle en el firmamento de su poder! ¡alabadle por sus poderosos hechos! ¡alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza! . . . ¡Todo lo que tiene aliento alabe a Jehová! ¡Aleluya!” (Sal. 150:1-6, margen) Esta no es invitación local de alabar a Dios; es una exhortación universal a toda la creación a que tome parte en cantar las alabanzas de Jehová. Todos los hombres que conocen a Jehová tienen que alabarlo ahora, para que la mayor oportunidad se proporcione a otros de buena voluntad para enterarse de él y tomar parte en alabarlo. Todo instrumento disponible tiene que usarse para expresar las glorias de Jehová. Nadie debe de esquivarse de su privilegio de tener parte en el coro de “Aleluya”, pues la única creación que sobrevivirá hasta toda la eternidad será la que le rinde alabanza sin cesar a Jehová en este “día de Jehová” y para siempre, más allá de su terrible culminación.