La bendita familia de Dios
LA SANTIDAD de la familia humana está siendo violada, burlada y escarnecida como nunca antes. Los padres son infieles a los hijos. Los hijos son desobedientes a los padres. Las relaciones matrimoniales son inseguras. Los hogares se destruyen debido a separaciones y divorcios. Como resultado las esperanzas para paz y seguridad son echadas por tierra y se desvanece la condición gozosa de amor, gozo y prosperidad. La pena, el chasco y el desaliento ensombrecen a muchos hogares hoy en día. En vista de tales condiciones terribles es bueno considerar el destino bendito de la familia grande y feliz de Dios sobre la cual Jehová mismo preside como Cabeza y Padre. Aunque el enemigo afuera los ataca por todos lados, la bendita familia de Dios se mantiene unida en el vínculo perfecto de paz y unidad.
No hay nadie en todo el universo, en milenios pasados o en las interminables edades venideras, que se compare con el Padre celestial. Es el único cuyo nombre es Jehová. Un Dios de propósito es él. Desde la eternidad hasta la eternidad, sin principio y sin fin, esta gran Primera Causa es el Creador del cielo y la tierra y todas las cosas en ellos, visibles e invisibles, animadas e inanimadas. La misma vida de sus hijos depende de esta Fuente de Vida. Ellos son el barro; él es el Alfarero. Su gloria y majestad son ilimitadas; sus cualidades, supremamente perfectas; su personalidad, completamente amorosa. En sabiduría él es insuperable, en justicia es incomparable, en amor es infinito, en poder es ilimitado. Ahora con atributos como éstos ¿qué padre humano, por favor dígalo, puede compararse con Jehová?—Éxo. 3:14, 15; Sal. 90:2; Isa. 40:12-18, 21-26; Sal. 36:9; Rom. 9:21; Deu. 32:4.
Y sin embargo, a pesar de la posición elevada del Padre celestial, él está muy cerca de sus hijos. Escucha el clamor más leve de sus pequeñuelos. Sus oídos están abiertos constantemente a las oraciones y peticiones de los que propiamente pueden dirigirse a él como “Padre nuestro”. (Sal. 34:15; Mat. 6:9) “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las piden?” “Verdaderamente les digo, Si ustedes le piden al Padre cualquier cosa él se la dará en mi nombre,” es lo que nos asegura Jesús, el Hijo Ungido de Dios. (Mat. 7:11; Juan 16:23, NM) Todo don bueno y perfecto es del gran Padre, Jehová.—Sant. 1:17.
Jehová Dios es el Gran Maestro de sus hijos devotos, y a los tales él da su ley para su guía e instrucción. (Isa. 54:13; Juan 6:45) Como cabeza de su familia este Legislador justo establece las reglas que gobiernan la familia entera, y si hay que reprender a algunos, el Señor se encarga de eso también, como está escrito: “‘Hijo mío, no tengas en poco la disciplina de Jehová, ni desfallezcas cuando seas corregido por él; porque a quien ama Jehová él disciplina, de hecho él azota a todo el que recibe como hijo.’ Además, tuvimos padres que fueron de nuestra carne para disciplinarnos y los respetábamos. ¿No nos hemos de someter más al Padre de nuestra vida espiritual y vivir? Porque ellos por algunos días nos disciplinaban de acuerdo con lo que les parecía bien, pero él lo hace para nuestro beneficio para que podamos participar de su santidad.”—Heb. 12:5, 6, 9, 10, NM.
Benditos también de otras maneras, los miembros de esta familia feliz hallan en su Padre a uno que está plenamente capacitado para defenderlos de todos sus enemigos. Como la sombra protectora de una gallina sobre sus polluelos, así también es la sombra de la mano poderosa de Jehová sobre sus pequeñuelos. (Sal. 17:8; 36:7; 57:1; 63:7; 91:1; Isa. 51:16) Sus brazos eternos los sostienen. (Deu. 33:26, 27) Una ayuda que nunca falta en todo tiempo de necesidad, así es el siempre vigilante Jehová para sus hijos. “Dios es nuestro refugio y fortaleza; socorro muy bien experimentado en las angustias. Por tanto no temeremos.”—Sal. 46:1, 2; 54:4; 121:2; Isa. 50:7-9.
Un Padre fiel, un Padre verídico que no puede mentir, un Padre guardador de pactos hasta las generaciones milésimas así es el Padre celestial. (Dan. 9:4; 2 Tes. 3:3; Heb. 6:18) Más aún, Jehová es misericordioso sin medida, lleno de compasión y perdón para sus hijos que son débiles, mansos y compasivos hacia los esclavizados, oprimidos, cansados y tristes de corazón. Verdaderamente el “Padre de las misericordias y Dios de toda consolación” es Jehová para con los de su familia.—2 Cor.1:3, 4.
Teniendo un Padre tan maravilloso como éste, su familia es amonestada para que lo honre y lo obedezca, escuche su consejo e instrucciones, y tema hacer cualquier cosa en violación de sus mandamientos. “Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que Jehová tu Dios te da.” (Éxo. 20:12) “¡Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no deseches la ley de tu madre!”—Pro. 1:8.
LA MADRE ORGANIZACIÓN
Las Escrituras identifican a la “mujer” de Dios como su organización universal; y como en la familia humana, así también en la familia de Dios, la madre desempeña una parte importante. “Pero la Jerusalén que está arriba es libre, y ella es nuestra madre. Porque está escrito: ‘Regocíjate, tú mujer estéril que no produces hijos; prorrumpe y clama en voz alta, tú mujer que no tienes dolores de parto; porque los hijos de la mujer desolada son más numerosos que los de aquella que tiene el esposo.’”—Gál. 4:26, 27, NM.
El apóstol Pablo estaba citando aquí de la profecía de Isaías que dice cómo la organización de Dios estaba sin hijos por mucho tiempo. Entonces en su vejez produce no sólo la “simiente” prometida, Cristo Jesús, como Sara dió a luz a Isaac, sino también tantos hijos más que tiene que agrandar su lugar de habitación en todo lado. Esto es porque el gran Padre ha hecho a su organización muy fructífera. “Porque marido tuyo es tu Hacedor, Jehová de los Ejércitos es su nombre; y tu Redentor es el Santo de Israel: Dios de toda la tierra será llamado. Porque Jehová te ha vuelto a llamar como a una mujer dejada, y afligida de espíritu; y como a una mujer, casada joven, cuando haya sido desechada, dice tu Dios.”—Isa. 54:1-6; Sal. 113:9.
Esta profecía habla de la condición bendita de expansión y prosperidad gozada ahora por la entera familia teocrática. Otros textos de la Biblia hablan de las provisiones generosas hechas para la familia. El Padre es el gran Proveedor del alimento espiritual, y él comisiona a su organización con el deber de preparar y servir este “alimento a su tiempo” sostenedor de la vida. La mesa es del Señor, él se sienta a la cabeza, y los hijos sentados a la mesa son atendidos y servidos y ayudados por la madre organización.—Mat. 24:45; Sal. 23:5; Isa. 25:6.
Los hijos de Dios en la tierra viven en un mundo delincuente, aunque no son parte de él. (Juan 17:11, 14) Por lo tanto necesitan guía y dirección maternales con el fin de evitar el mezclarse con esta generación sexualmente enloquecida que vive en estos peligrosos “postreros días”. (2 Tim. 3:1-5, 14-17) Como resultado, se les ordena a los hijos de Dios que honren y respeten a sus padres espirituales y escuchen y obedezcan las instrucciones del Señor que vienen a ellos por medio de la madre organización.—Deu. 5:16.
DEBERES Y OBLIGACIONES DE LOS HIJOS
Nadie conseguirá vida del Padre eterno Jehová a menos que tenga la disposición mansa y enseñable de un niño. Cristo Jesús, el “hermano mayor” en la familia de Dios, ilustró esto en sus discursos. “De modo que, llamando a sí a un niñito, lo colocó en medio de ellos y dijo: ‘Verdaderamente les digo, a no ser que se vuelvan y vengan a ser como niñitos de ninguna manera entrarán en el reino de los cielos.’”—Mat. 18:2-4; 19:14, NM.
Esta voluntad para aprender semejante a la de un niño se requiere de todos los hijos en la familia de Jehová, y hay muchos. Algunos de los hijos llegarán a ser miembros del ‘cuerpo de Cristo, la iglesia’, y vivir como criaturas espirituales en los cielos. (Col. 1:18; 1 Cor. 12:27) A los que alcanzarán la gloria celestial escriben los apóstoles: “¡Mirad, qué manera de amor nos ha dado el Padre, para que seamos nosotros llamados hijos de Dios!” “El espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios; y si hijos, luego herederos; herederos de Dios, y coherederos con Cristo.” (1 Juan 3:1, 2; Rom. 8:15-17) Sobre el “resto” de tales hijos e hijas el espíritu santo de Dios es derramado de una manera especial.—Joel 2:28; Hech. 2:17.
Además de estos hijos espirituales que “serán sacerdotes de Dios y del Cristo, y reinarán con éste mil años” hay muchos otros hijos en este arreglo de familia. (Apo. 20:6; Juan 10:16} Estos, como hijos terrestres de Cristo Jesús el Padre Eterno, vivirán eternamente en la tierra paradisíaca. (Isa. 9:6) Ellos también son alimentados de la mesa generosa y rebosante del Señor. Ellos también son nutridos y cuidados por la madre organización. Ellos también tienen la disposición mansa y enseñable tan necesaria para escapar la destrucción y conseguir la vida.—Sof. 2:3.
En este día tenebroso y sombrío es muy fácil distinguir entre los que son hijos del “Padre de las luces” y los otros que son del mundo. “Vosotros sois hijos de la luz e hijos del día; nosotros no somos de la noche, ni de las tinieblas. No durmamos, pues, como los demás, sino velemos, y seamos sobrios.” (1 Tes. 5:5, 6; Efe. 5:8, 9) Estos hijos de Dios están despiertos, en la atalaya elevada, sonando la alarma de la tormenta del Armagedón que se aproxima. Toda la cristiandad reconoce a este pueblo favorecido como los testigos de Jehová, porque ellos toman el nombre de su Padre, y, como sus embajadores, publican y declaran sus propósitos por toda la tierra. En un sentido muy verdadero ellos son “para señales y para maravillas” a esta generación perversa.—Isa. 8:18, margen.
No hay problema en cuanto a si un individuo es o no es hijo de Dios y miembro de su familia amada, porque Juan dice: “En esto son manifiestos los hijos de Dios y los hijos del diablo: Aquel que no obra justicia, no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano. Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos los unos a los otros. Hijitos míos, no amemos de palabra ni de la lengua, sino de obra y en verdad.” (1 Juan 3:10, 11, 18; 4:20, 21) Tal amor y devoción implícitos, amor por Dios y amor por todo hermano y hermana, es la cualidad característica que hace resaltar a la familia de Dios como separada y distinta de las organizaciones de este odioso viejo mundo.
CUIDANDO A LOS NIÑOS DE LA FAMILIA
No todos los hijos en esta gran familia de Dios son de la misma edad. Algunos son bastante viejos, algunos más jóvenes, y otros sólo son niños que deben ser atendidos y cuidados por los hermanos y hermanas más maduros. Cuando se halla alguno de estos jóvenes buscando la verdad, un publicador del mensaje del Reino regresa y estudia la Biblia con él. Como “niños recién nacidos” en la verdad, estos jovencitos deben ser alimentados al principio con la sencilla ‘leche sincera de la verdad’. (1 Ped. 2:2; 1 Cor. 3:2) Debe ejercerse cuidado para ver que no se sofoquen con alguna doctrina muy avanzada, difícil y complicada. Creciendo más fuertes, pueden alimentarse de los asuntos maduros del Señor.
Después de jugar en los charcos lodosos sectarios estos niños tienen que ser bañados con el agua pura de la verdad para quitarles las manchas de la religión demoníaca. (Juan 3:5; 15:3; Efe. 5:26; Heb. 10:22) Entonces deben ser vestidos de ropa que los identifique como quienes pertenecen a la organización limpia de Dios.
Estos jóvenes en la verdad no deben permanecer siempre como niños sin desarrollo e impotentes, necesitando atención constante de los miembros maduros de la familia. Deben crecer, y mostrar progreso en aprender los métodos del nuevo mundo. Pablo, al condenar a algunos en su día porque no demostraron crecimiento espiritual, escribió: “Aunque deberían ser maestros en vista del tiempo, necesitan ustedes de nuevo alguien que les enseñe desde el comienzo los principios elementales de los manifiestos sagrados de Dios, y ustedes han venido a ser como los que necesitan leche, no alimento sólido. Porque cualquiera que participa de leche no está familiarizado con la palabra de justicia, porque es un niño. Pero el alimento sólido es para las personas maduras, para los que por medio del uso tienen las facultades perceptivas ejercitadas para discernir así lo bueno como lo malo.” Deberían haber hecho a un lado las “cosas características de niño” y crecido.—Heb. 5:12-14; 1 Cor. 13:11, NM.
Es por lo tanto el privilegio bendito de los miembros mayores de la familia de Dios ayudar a estos jóvenes a desarrollarse y crecer en conocimiento, sabiduría y entendimiento. Se necesita mucho entrenamiento e instrucción en las sendas correctas de Jehová. Estos niños jóvenes deben aprender a la mesa del Señor cómo extraer las verdades de la preciosa Palabra de Dios mediante el concurrir a los estudios. Deben aprender a caminar yendo de casa en casa en la obra de testimonio. El aprender a hablar es fácil cuando empiezan a hablarles a otros acerca del reino glorioso de Dios. Su educación del nuevo mundo se mejora grandemente por medio de asistir a la escuela del ministerio teocrático efectuada cada semana en los Salones del Reino de los testigos de Jehová. Deben mejorar su lectura. (1 Tim. 4:13) Lo hallarán útil escribir claramente.—Deu. 6:9; 11:20.
¡Verdaderamente la expansión de la gran familia de Dios se está efectuando en todo lado! Por millares están viniendo los amadores de la justicia bajo el cuidado paternal de Jehová Dios y su organización teocrática, como se muestra por las cifras verdaderas. Esta familia no hace frente a ninguna escasez de viviendas. Ninguna escasez de alimento plaga a la familia del Señor. ¡Y qué ambiente bendito y feliz reina! Ninguna dificultad entre la familia. Ninguna negligencia paternal de los hijos. Ninguna delincuencia juvenil. En cambio, paz y unidad, prosperidad y contento, gozo y alegría, habitan aquí continuamente, todo para la alabanza y honor y gloria del Dios y Padre eterno, el único cuyo nombre es Jehová.