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  • Simeón realiza el deseo de su corazón
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1951
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1951
w51 15/7 pág. 443

Simeón realiza el deseo de su corazón

EN EL Edén Dios predijo la venida de Aquel que quebrantaría la cabeza de la serpiente. Después, a Abrahán, Dios le identificó Aquél como el que habría de bendecir a todas las familias de la tierra. Bajo inspiración el nieto de Abrahán, Jacob, en su lecho de muerte, predijo la venida de Aquél, Shiloh, a quien se congregarían los pueblos. Moisés predijo la venida de Aquél, y que sería un profeta mayor que él mismo. David, rey y poeta, cantó de las glorias de Su reino. Isaías predijo que nacería de una virgen, y Miqueas registró que nacería en Belén. Tales son sólo algunas de las muchas profecías que señalaron hacia Aquel a quien los judíos se referían comúnmente como el Mesías, el Hijo de David.

Estas profecías tenían ahora centenares de años, sí, una de ellas como cuatro mil años. Los israelitas habían visto un cautiverio de setenta años en Babilonia junto con la desolación completa de su tierra amada y desde entonces habían sufrido quinientos años más de sujeción a gobernantes gentiles. Sin embargo, ¡ningún Mesías!, ¡ningún Hijo de David! Cómo anhelaban y oraban los fieles judíos temerosos de Dios por su venida—Aquel que restauraría a Israel, que lo libertaría del yugo molesto gentil; Aquel que habría de bendecir a todas las familias de la tierra.

Entre tales judíos justos y reverentes que anhelaban y oraban por la venida del Mesías estaba un antiguo siervo fiel de Jehová cuyo nombre era Simeón y que vivía en Jerusalén. Dios había colocado en él su espíritu santo y lo recompensó con la revelación de que no vería la muerte sin antes haber visto a aquel que habría de ser el Cristo de Jehová. Días, meses, años pasaban, Simeón envejecía, no le quedaba mucho tiempo para vivir. ¿Cuándo vería a éste?

Entonces un día, hacia el fin de 2 a. de J.C., una pareja joven vino con un bebé al templo procedente de Belén en Judá. El espíritu santo le reveló que éste era el día que él esperaba y lo impulsó a ir al templo, y allí vería a aquel de quien todos los profetas habían escrito. Apresurándose tanto como su cuerpo anciano se lo permite, llega al templo y ve a José, a María y al niño. ¡Con qué gozo toma Simeón al niño Jesús en los brazos! ¡Este era Aquel que sería el Mesías prometido, el Hijo de David! Aunque él estaba demasiado viejo para esperar ver a Este cumplir su misión terrestre, sin embargo para él, verlo como un bebé, darse cuenta de que la salvación para Israel estaba tan cerca, que Dios de nuevo había recordado y visitado a su pueblo, que todo lo que había sido escrito con respecto a él por los profetas al fin empezaba ahora a tener cumplimiento—¡qué éxtasis debe haber traído todo esto al anciano Simeón! Ahora estaba contento con dormir en la muerte hasta la consumación del fin, hasta que Dios lo hiciera salir en la resurrección. Alzando su voz en alabanza a Dios lo oímos decir: “Ahora, Soberano Señor, estás dejando ir libre en paz a tu siervo de acuerdo con tu declaración; porque mis ojos han visto tu medio de salvación que has preparado a la vista de todos los pueblos, una luz para quitar el velo de las naciones y una gloria de tu pueblo Israel.”—Luc. 2:27-33, NM.

¡Vea cómo se le ilumina el rostro ahora cuando bendice a José, el padre adoptivo, y a María, la madre de Jesús! Entonces su rostro demuda de repente, cuando, al dirigir sus observaciones directamente a María, añade: “¡Mira! éste es puesto para la caída y el levantamiento de muchos en Israel y para señal en contra de quien se hable (sí, una espada larga atravesará tu propia alma), a fin de que los razonamientos de muchos corazones sean descubiertos.”—Luc. 2:34, 35, NM.

Bajo la influencia del espíritu santo Simeón estaba aplicando aquí varias profecías a Jesús. Vea Isaías 52:10; 40:5; 42:6; 49:6; 8:14, 18. Las Escrituras cristianas y los acontecimientos físicos desde entonces han confirmado el hecho de que el Mesías, Cristo Jesús, es en verdad la luz de las naciones, El que quita el velo de tinieblas de los rostros de los hombres y El que les trae salvación.

Tenemos buena razón para creer que pronto Simeón mismo participará de las bendiciones que él predijo que Cristo Jesús traería a los pueblos. (Apo. 11:17, 18) ¡Con qué gozo participará de sus privilegios en el nuevo mundo bajo el rey de Jehová, el Hijo de David

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