Zacarías y Elisabet, ancianos padres de Juan el Bautista
HAY ciertas ocasiones cuando parece que Jehová se tarda en dar sus bendiciones y recompensas, pero a los que continúan sirviéndole fielmente a pesar de tal demora aparente, él los recompensa ricamente a su debido tiempo. Tal fué el caso con Zacarías el sacerdote anciano y su esposa Elisabet. “Ambos eran justos delante de Dios, andando irreprensiblemente en todos los mandamientos y estatutos del Señor.” Sin embargo, aunque Jehová había prometido que bendeciría a los hijos de Israel con prole si le servían fielmente, y que los niños eran su recompensa, estos dos fieles siervos no tenían hijos y ambos ya estaban bien avanzados en años.—Luc. 1:6, 7; Lev. 26:9; Sal. 127:3.
Entonces un día cuando Zacarías servía como sacerdote, al entrar en el santuario para ofrecer incienso “apareció el ángel de Jehová, estando de pie al lado derecho del altar de incienso. Pero Zacarías se inquietó por la escena, y cayó temor sobre él. Sin embargo, el ángel le dijo: ‘No temas, Zacarías, porque tu súplica ha tenido aceptación, y tu esposa Elisabet será la madre de un hijo tuyo, y haz de llamarlo Juan. Y tendrás gozo y gran regocijo, y muchos se regocijarán por su nacimiento; porque él será grande delante de Jehová. . . . También él irá delante de él con el espíritu y poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos y los desobedientes a la sabiduría práctica de los justos, para alistar para Jehová un pueblo preparado.’”—Luc. 1:11-17, NM.
En contestación a la pregunta de Zacarías de cómo podría efectuarse tal cosa, puesto que tanto él como su esposa eran ancianos, el ángel dijo: “Yo soy Gabriel, quien permanece cerca delante de Dios, y fuí enviado para hablar contigo y declararte las buenas nuevas de estas cosas. Pero, ¡mira! estarás callado y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no creíste mis palabras.”—Luc. 1:18-20, NM.
En realización de la promesa de Jehová, antes de mucho tiempo Elisabet tuvo razón para regocijarse porque su reproche de esterilidad se le quitaba. Tres meses antes del nacimiento del niño fué visitada por su prima María, quien acababa de ser notificada por el ángel Gabriel de que iba a ser la madre del Hijo de Dios. Inspirada por el espíritu santo, Elisabet le dijo: “¡Bendita eres entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre! ¿A qué se debe que tenga este privilegio, de que venga a mí la madre de mi Señor? . . . Feliz, también, es ella que creyó porque habrá una ejecución completa de las cosas habladas a ella procedentes de Jehová.”—Luc. 1:24, 25, 39-45, NM.
Al debido tiempo nació el niño, y al octavo día fué circuncidado y llamado Juan. Entonces la lengua de Zacarías fué soltada y comenzó a hablar, bendiciendo a Dios. Lleno del espíritu santo profetizó:
“Niñito, serás llamado profeta del Altísimo, porque tú harás obra de precursor delante de Jehová para preparar sus caminos, para dar conocimiento de salvación a su pueblo mediante el perdón de sus pecados.”—Luc. 1:76, 77, NM.
Sí, Zacarías y Elisabet fueron ampliamente recompensados por su obediencia y porque esperaron con paciencia en el Señor. Tuvieron el privilegio de ser los padres de Juan el Bautista, concerniente a quien dijo Jesús que nadie nacido de mujeres era mayor que él; tuvieron el privilegio de educarlo en la disciplina y amonestación del Señor; y ambos tuvieron el privilegio de declarar profecías relacionadas con los propósitos de Jehová Dios bajo la influencia del espíritu santo; y todos estos privilegios los gozaron en su vejez.