Hipocresía del mundo, celo cristiano
HONDO en los corazones de casi todos los hombres yace el conocimiento desconcertante de que la cristiandad religiosa está saturada de hipocresía. Pero raras veces penetra el análisis franco sacando esta verdad a la superficie, raras veces saca el examen investigador este hecho haciéndolo destacar de modo que penetre en una conciencia endurecida.
¿Ha leído usted bastante de la Biblia para estar enterado del sermón del monte pronunciado por Cristo? ¿de sus otras enseñanzas? ¿de su proceder en cuanto a los líderes mundanos religiosos y políticos? ¿y de la sencilla vida de fe y la valiente muerte de integridad de los apóstoles y discípulos que se esforzaron por copiar a Cristo como su modelo? Entonces usted debe saber que Cristo no fué militarista, político, religioso ortodoxo, financiero, ni ningún revolucionario rojo que buscara derrocar el gobierno de César. Él honró la Palabra de Dios, la defendió, la enseñó, y murió fiel a ella. Tanto él como sus seguidores estuvieron en el mundo, pero declararon que ellos mismos no formaban parte de él. Ellos no fueron hipócritas.
Es lo mismo hoy día. Y a veces líderes religiosos y otros ven estos hechos, y con honradez loable los declaran. Tal fué el caso con el obispo Austin Pardue de la diócesis episcopal protestante de Pittsburgo, cuando habló el 7 de agosto de 1950, como sigue:
“Nosotros los cristianos de hoy somos trágicamente indignos. Pero permítasenos una palabra a los que se consideran a sí mismos justos y que señalan nuestra hipocresía; siempre podemos hacer lugar para más hipócritas y cordialmente los invitamos a que vengan y se unan con nosotros. Nuestra hipocresía no es deliberada, sino conveniente. La enfermedad maligna de nuestras denominaciones norteamericanas ortodoxas proviene de los ácidos corroedores de incredulidad que han menoscabado nuestras convicciones hasta tal punto que mucha de nuestra religión ha venido a ser asunto de mera costumbre y tradición.
“Por una parte, el destructivo juicio crítico textual de la Biblia ha venido a ser tan universal que muchos de nosotros ministros modernos apenas sabemos lo que creemos. Por otra parte, hemos venido a ser tales adoradores de cultos e ideas estereotipadas intelectuales que no nos atrevemos a creer por más tiempo en los poderes sobrenaturales de oración y sacramento. El sectarismo ortodoxo frecuentemente considera con desprecio superior muchos de los desarrollos recientes de grupos fundamentalistas bíblicos que en su totalidad están creciendo más aprisa que cualesquier otras organizaciones religiosas en los Estados Unidos. La mayoría de estas personas son probablemente como el tipo de gente sencilla que primero siguió a Jesús, y ahora están hallando esperanza e irresistible convicción entre estos nuevos vástagos de la fe cristiana.
“Hace sólo una semana que los testigos de Jehová llenaron el estadio Yanqui con 70,000 personas para una asamblea religiosa de todo el día bajo el sol tórrido de julio. Muy a menudo miramos estas reuniones evangelistas y las despedimos de la mente con el término despreciativo, ‘sentimentalismo.’ Las escarnecemos como si nos consideráramos superiores, contándonos entre la gente de la clase media intelectual, demasiado apartados de la simplicidad para expresar nuestros sentimientos. Es imposible tener cristianismo vital sin algún fervor emocionante. El día del Pentecostés no fué una reunión intelectual fría, sino fué alimentada con el fuego del espíritu santo. Estuvo llena de acción, convicción y honradez emocionante natural.”—El Times de Nueva York, del 7 de agosto de 1950.
Una de las evidencias identificadoras de los verdaderos cristianos es la persecución que arrostran debido a su celo en la predicación. Este hecho fué observado por el Alabama Baptist, del 14 de septiembre de 1950, cuando dijo editorialmente:
“Por todo el mundo oímos de la persecución de esta secta. En nuestro propio país, en Wyanet, Ill., recientemente una de sus reuniones fué disuelta por un grupo que prendió fuego a neumáticos de automóvil y los hizo rodar a través de su congregación al aire libre. Los testigos de Jehová hicieron demanda por daños y perjuicios en los tribunales pero el jurado no les rindió un fallo favorable. En Kennett, Mo., un esfuerzo para disolver una de las reuniones de los testigos de Jehová se frustró por la presencia de la policía y policías estatales y guardias nacionales. Cerca de 150 personas estaban en esa muchedumbre. En la zona soviética de Alemania mil testigos han sido encarcelados.
“Aunque nosotros no apoyamos todo lo que éstos creen, ciertamente condenamos a los que buscan estorbar el derecho de asamblea pública y expresión libre. Estos elementos que se oponen a los testigos de Jehová atacarían igual de pronto a los bautistas. Nosotros juzgamos los actos de personas de esta clase como enteramente antiamericanos y contrarios a nuestra creencia en la libertad de adoración. De seguro la única causa para su ataque es porque éstos tienen una creencia celosa en sus doctrinas de la Biblia. Por lo menos podemos decir esto a favor de ellos, que son el único grupo en nuestro país que es tan celoso en sus creencias y prácticas que está resistiendo hasta persecución. Proclamamos vergüenza sobre los que persiguen a cualquier grupo cristiano mientras cumplan con las leyes de nuestro país y no se propasen de sus derechos bajo la constitución.”
Este editorial declaró con exactitud que la causa de la persecución contra los testigos de Jehová era su predicación de las doctrinas bíblicas, pero pocos perseguidores honradamente admitirán eso, ya que más bien vestirán sus chusmas con la vestidura patriótica, diciendo que los testigos son sediciosos o comunistas. Pero sobre este punto observe lo siguiente del Herald de Nassau, del 7 de octubre de 1950, intitulado “Los testigos de Jehová vistos en nueva luz”:
“Los testigos de Jehová han figurado prominentemente en la publicidad nacional en los Estados Unidos últimamente, particularmente durante la presente semana cuando la CBC, el Resumen Mundial de Noticias y Lowell Thomas han estado relatando acerca de las actividades de los testigos en la Alemania oriental donde los comunistas los han estado encarcelando y acusándolos de espionaje norteamericano a trochemoche. Hay algo en esta clase de noticias que no armoniza con las acusaciones arrojadas previamente contra los testigos de ser comunistas. Porque si ellos pertenecen a la calaña comunista, entonces deben ser muy malos comunistas—bastante malos para ser perseguidos y enviados a la cárcel por aquellos a quienes se dice que sirven. Nosotros naturalmente supondríamos que si los testigos de Jehová son comunistas, recibirían mejor trato por parte de los comunistas, porque es bien sabido en todo el mundo que aun el Diablo está anuente a recompensar a sus fieles seguidores. Por lo tanto parece que ahora estamos moralmente más obligados a renovar algunas de nuestras nociones concebidas muy precipitadamente concerniente a los testigos de Jehová y el comunismo.”
Las acusaciones falsas de sedición y enseñanza revolucionaria fueron descuidadamente arrojadas contra Jesús y sus primeros discípulos, así que no debe sorprender que las mismas acusaciones falsas se dirijan a los que siguen en sus pisadas hoy en día.—Lucas 23:2; Hechos 17:5-8; 24:5.