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  • Los cristianos primitivos bajo el gobierno romano

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  • Los cristianos primitivos bajo el gobierno romano
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
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  • SERVIR A DIOS O AL ESTADO, ¿A CUÁL?
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
w53 1/9 págs. 524-528

Los cristianos primitivos bajo el gobierno romano

SATANÁS es el dios y gobernante principesco de este mundo y las masas de la humanidad se encuentran en cautiverio a su organización opresiva. El reino de Cristo, por otra parte, no es de este mundo. Sus discípulos no son parte de él, aunque permanecen en él como embajadores del nuevo mundo de Jehová. (2 Cor. 4:4; Juan 15:19; 18:36; Sant. 4:4) Como cristianos verdaderos tienen una vocación especial, se les da una comisión divina, y tienen el espíritu activador y santo de Dios sobre ellos para llevar a cabo la obra de hacer discípulos de gente de todas las naciones. (Mat. 28:19, NM) Los cristianos primitivos fueron fieles a esta comisión, aunque esto los hizo impopulares, objetos de odio, blancos de persecución.

Había sólo 120 en este grupito de cristianos al principio. Pero en menos de dos meses, en el Pentecostés, 3,000 más fueron añadidos. Luego el número saltó a 5,000. La obra aumentó, el campo de actividad se ensanchó abarcando más territorio, y a pesar de violenta persecución por parte de los judíos ortodoxos los testigos de Dios “andaban por todas partes, predicando la palabra”. (Hech. 1:15; 2:41; 4:4; 8:4) Los apóstoles y otros viajaban de puerto en puerto, y por tierra usaban el famoso sistema de carreteras militares romanas.1 En las ciudades principales establecieron congregaciones, y era desde dichos centros que el mensaje del Reino se llevaba a las áreas rurales. Además de lo que Plinio, Clemens Romanus y Justino Mártir han escrito, Orígenes expresamente dice “que muchos [cristianos] se habían propuesto no sólo ir por sus ciudades, sino también por las aldeas y haciendas”.2

Al principio los cristianos primitivos escribían cartas; ¡pero qué cartas! “Si pudieron escribir cartas como éstas,” observa el Dr. Goodspeed, “¿qué clase de sermones supone usted que predicaron? ¡Con razón el evangelio se difundió tan rápidamente en el mundo griego!”3 Los apóstoles escribían para la gente común y por consiguiente en el popular griego koini, no el clásico, y sus cartas se circulaban por todas partes. (Col. 4:16; 1 Tes. 5:27) Dándose cuenta de la importancia de los libros, los cristianos primitivos no sólo coleccionaron y publicaron las cartas de Pablo, Pedro, Juan, Santiago y Judas, sino que también publicaron la historia de los apóstoles escrita por Lucas, y los “Cuatro Evangelios” en forma de códice, un método de encuadernación que los cristianos hicieron popular. (2 Tim. 4:13) El estilo literario de los relatos del evangelio es tan superior que “ninguna clase de literatura religiosa lo ha igualado en atracción y fuerza”.3 En el transcurso del tiempo esa primitiva sociedad bíblica no incorporada de cristianos se ocupó de traducir la Biblia a otros idiomas—siríaco, cóptico, latín, etc. 3

EL IMPACTO SOBRE EL MUNDO PAGANO

A medida que el joven cristianismo en su vigor y fuerza se esparció por el imperio romano, chocó con muchas extrañas teorías, filosofías y costumbres religiosas. También se topó de frente con las ideologías de los círculos oficiales romanos. A los paganos adoradores de demonios que reverenciaban una hueste de diferentes dioses les parecía verdaderamente muy extraño que estas personas llamadas cristianas creyeran que sólo había un solo Dios vivo y verdadero, el único cuyo nombre es Jehová.4 A los ojos paganos parecía raro que estos siervos de Dios no tuvieran templos imponentes. “Tenemos que recordar que por casi tres siglos los cristianos no tuvieron ningún edificio eclesiástico. Se reunían en casas particulares que tenían habitaciones lo suficientemente grandes para dar cabida a sus reuniones.”3, 2

Además, los cristianos no tenían estatuas o capillas famosas. “El uso de imágenes,” afirma Neander, “originalmente era bastante ajeno a la adoración y las Iglesias cristianas, y así permaneció durante todo este período. La mezcla del arte y la religión, y el uso de imágenes para esta última les parecía una práctica pagana a los primeros cristianos.”2 Los cristianos no tenían formalismo imponente o sacerdocio pagado.5 “En la iglesia apostólica la predicación y la enseñanza no se limitaba a determinada clase, sino que todo converso podía proclamar el evangelio a los incrédulos, y todo cristiano que tenía el don podía orar y enseñar y exhortar en la congregación.”6

Los cristianos proclamaban que Cristo era su salvador, en vez del emperador. Aun sus enseñanzas bíblicas concernientes a tales cosas como el matrimonio, pureza en todas las cosas, honradez y justicia, conducta pacífica entre unos y otros, aguante paciente de persecución violenta, así como la práctica del amor, la misericordia y el perdón1—todas estas cosas eran consideradas por los paganos incrédulos como “trastornando el mundo habitado”.

Tertuliano dice cómo los paganos comían sangre humana—a veces para sellar un pacto, a veces como señal de iniciación, a veces como remedio para la epilepsia. ¡Pero los cristianos no! Dice Tertuliano: “Que su error se ruborice delante de los cristianos, porque nosotros no incluimos ni siquiera sangre de animales en nuestra dieta natural. Por esa razón nos abstenemos de cosas estranguladas o que mueren de sí mismas, para que de ninguna manera seamos contaminados por la sangre, aun si está escondida en la carne. Finalmente, cuando ustedes están probando a los cristianos, ustedes les ofrecen embutidos llenos de sangre; ustedes saben muy bien, por supuesto, que entre ellos eso está prohibido; pero ustedes quieren hacerlos entrar en transgresión.”7

“Los cristianos primitivos, que trataban de guardarse de la idolatría, eran considerados como individuos muy antisociales. Jamás se veían en fiestas o diversiones públicas. No querían unirse a las diversiones del circo o el anfiteatro.”8, 9,·10 Y ¿por qué no? Cipriano, quien vivió en ese entonces, da otras razones además del asunto de idolatría pública: “Un combate de gladiadores se halla en preparación, a fin de gratificar con sangre la sed de ojos crueles. Un hombre es ejecutado para placer de los hombres, el asesinato viene a ser una profesión, y el crimen no sólo se practica, sino que hasta se enseña.”2

Las agencias romanas mentían en contra de los cristianos, para incitar a la gente y al gobierno contra ellos.2 A menudo ocurrían estallidos de violencia por chusmas y los cristianos sufrían terribles daños y hasta muerte.8

SERVIR A DIOS O AL ESTADO, ¿A CUÁL?

Era el mismo punto en cuestión de siempre: ¿a quién adorarían y obedecerían los siervos de Dios? Uno no puede servir a dos amos, declaró Cristo. Los cristianos verdaderos jamás contemporizan en este punto en cuestión. (Mat. 6:24; Hech. 4:19, 20) Así como rehusaron aclamar a Hítler en tiempos modernos, así también hace diecinueve siglos rehusaron saludar, postrarse o quemar incienso a la imagen de César.8 “Roma gradualmente había llegado a estar llena de gente que patrocinaba cultos extraños, quienes al pedírseles que lo hicieran juraban al espíritu divino del emperador. Los cristianos, sin embargo, fuertes en su fe, no prestaban tal juramento de lealtad. Y porque no juraban a lo que hoy consideraríamos como análogo a la BANDERA, se les consideraba políticamente peligrosos.”11

Esos hombres de Dios sabían que el “derecho divino de los reyes” sólo es un mito, que la bandera o emblema del estado no era símbolo de salvación y por consiguiente no podían jurar a ella. No obstante, eran leales y obedientes al estado en todos los asuntos que no pertenecían a la adoración.12 Cristo les prohibió ser rebeldes en contra del estado. “Devuelvan las cosas de César a César, pero las cosas de Dios a Dios,” él les mandó, y eso es lo que hicieron. (Mar. 12:17, NM) Dice Justino Mártir: “Pagamos impuestos y derechos aduanales más escrupulosamente que todos los hombres, a los que están designados por ustedes, como él nos enseñó a hacerlo. (Mat. 22:21) Por consiguiente adoramos únicamente a Dios solo, mientras que al mismo tiempo les servimos a ustedes anuentemente en todo otro respecto.”2 Sobre este mismo asunto Tertuliano declaró: “La imagen de César, que está en las monedas, debe darse a César, y la imagen de Dios que está en el hombre, debe darse a Dios; por lo tanto tú tienes que dar el dinero, en verdad, a César, pero darte tú mismo a Dios; porque ¿qué quedará para Dios, si todo pertenece a César?”2

“Los cristianos primitivos estuvieron listos a morir por su fe. Rehusaron adorar a los dioses de los romanos paganos. Puesto que creían en la paz, rehusaban servir en los ejércitos imperiales de Roma.”13 A los romanos los “que objetaban al servicio militar parecían inútiles al estado”,9 pero eso no cambió el punto de vista de Dios en cuanto al asunto, y, después de todo, eso es lo que valía.

Esos cristianos no objetaron o estorbaron el que César reclutara paganos para su ejército. En verdad, él tenía perfecto derecho para hacerlo, porque ellos eran parte de este viejo mundo. Pero cuando César pedía que los ministros de Dios, que eran del reino de Jehová y no eran parte del mundo del Diablo, pelearan batallas del viejo mundo, eso era un asunto enteramente diferente. Por eso el argumento aparentemente plausible de tales personas como Celso (un escritor latino del segundo siglo) sólo es palabras vacías. “¿No los castiga justamente el emperador?” preguntó Celso, “porque si todos hicieran como ustedes, el emperador sería dejado solo, nadie lo defendería, los más salvajes bárbaros se apoderarían del mundo, y no permanecería un solo vestigio de sabiduría verdadera, ni siquiera de su religión, entre la humanidad; pues no se imaginen que su Todopoderoso Dios descendería del cielo para pelear por nosotros.”2, 12

PERSECUCIÓN POR CAUSA DE LA JUSTICIA

“Si me han perseguido a mí,” amonestó Jesús, “a vosotros también os perseguirán . . . todo esto harán con vosotros a causa de mi nombre.” (Mat. 5:10, 11; Luc. 21:12; Juan 15:20, 21) Y así fué. “Parece conclusivo, de la carta de Plinio y del rescripto de Trajano, que los cristianos podían ser castigados por el nomen solo, o la mera profesión del cristianismo, aparte de la especificación o prueba de crímenes definidos.”1 En todas partes se hablaba en contra de ellos.—Hech. 28:22.

Los cristianos en aquellos días primitivos eran el objeto de ataques por eruditos literarios tales como Luciano, Celso, Porfirio, Hiérocles, y, como ya se mencionó, a menudo fueron atacados y golpeados por el populacho dirigido erradamente.14 Pero en muchos otros casos los elementos gobernantes fueron responsables de esto. Desorganizaban sus reuniones cristianas; quemaban sus Biblias; les quitaban sus privilegios de ciudadanos romanos; los echaban en la cárcel; y a veces los quemaban en la hoguera o los estiraban en el potro de tormento o los arrojaban a la arena para ser despedazados por animales salvajes. “Todo refinamiento de tormento se practicaba. El paganismo, luchando por su existencia, hizo uso de todo medio para desarraigar una secta que era despreciada y temida.”8

Algunos historiadores15 han discutido sobre el porqué el pueblo de Dios fué marcado con especialidad y perseguido desmesuradamente, pero cuando uno ve el punto en cuestión es bastante sencillo entender eso. Una carta dirigida a Diognetus, quien vivió a principios del segundo siglo, dice: “Los cristianos no están separados de los demás hombres, ya sea en su morada terrestre, ni por idioma, ni costumbres; jamás habitan pueblos separados, no usan habla peculiar, ningún modo singular de vida.—Habitan en los pueblos de los griegos, o de los bárbaros, tal como la casualidad les haya asignado su morada, y puesto que siguen las costumbres del país con respecto a ropa, alimentos, y otros asuntos parecidos, manifiestan una disposición y conducta que son maravillosas y notables a todos los hombres. Obedecen las leyes existentes, más aun, triunfan sobre las leyes por su propia conducta.”2

De modo que la persecución no se debía a que los cristianos fueran fanáticos excéntricos. Eran personas comunes, corrientes, cuando se trataba de la vida cotidiana. (1 Cor. 1:26-29) Pero aun este hecho hizo que Celso los ridiculizara, quien “hace un asunto de mofa el que trabajadores, zapateros, agricultores, los más incultos y ridículos de los hombres, sean predicadores celosos del Evangelio”.2

Roma realmente no tuvo mejores súbditos, porque los cristianos rendían más genuino respeto al gobierno y la ley y el orden que cualesquier otros, aunque eran clasificados como ciudadanos indeseables.16 En prueba, Tertuliano llamó a los magistrados para que testificaran que entre los que diariamente eran culpables de asesinato, seducción, robo, etc., los criminales eran paganos, no cristianos. Cierto, las cárceles estaban llenas de cristianos, pero la única acusación en contra de ellos era la de ser cristianos.17 Todos los hechos probaban que los fieles siervos de Jehová bajo el gobierno de Roma eran “un grupo de hombres del carácter más inofensivo e innocuo, quienes jamás abrigaban un deseo o pensamiento que fuera hostil al bienestar del estado”.18

¿No es extraño que tales personas buenas fueran odiadas y perseguidas tan despiadadamente? Aquí está la razón, explica Tertuliano: “Ellos no rinden honores vanos, ni falsos, ni insensatos al emperador” y rehusan entregarse a las desenfrenadas fiestas de los paganos.5 Los romanos eran tolerantes a todo el que se postrara y adorara al estado totalitario y a su dios hecho por los hombres, el emperador deificado.18 Aun a los judíos les iba bastante bien por transigir en el punto en cuestión.1 “Pero la conducta de los cristianos,” Mosheim nos dice, “era todo lo contrario de esto: porque, haciendo a un lado toda clase de temor, vigorosamente se esforzaban por hacer que los romanos renunciaran a sus vanas y necias supersticiones, y continuamente estaban instando a los ciudadanos a desistir y abolir esos ritos sagrados.”18 “Su evangelio no era un misterio secreto, esotérico, sino algo que debía proclamarse sobre los tejados de las casas, y ellos se propusieron poner en efecto el antiguo lema de los profetas, ‘Publiquen buenas nuevas.’”3

LISTA DE AUTORIDADES CITADAS EN ESTE ARTÍCULO

1. El cristianismo y el gobierno romano, por E. G. Hardy, reimpresión de 1925 de la edición de 1894, págs. 122, 130, 95, 18, 19.

2. La historia de la religión e iglesia cristianas durante los tres primeros siglos, por Augusto Neander, traducida del alemán al inglés por Enrique Juan Rose, segunda edición, 1848, págs. 46, 182, 183, 162, 52, 159, 160, 52, 53,40, 41.

3. El cristianismo va a la prensa, por Edgar J. Góodspeed, págs. 11, 36, 76, 14, 75.

4. La decadencia y la caída del imperio romano, por Eduardo Gibbon, edición de la Biblioteca Moderna, tomo 1, cap. 16, págs. 450, 451.

5. Libro de información sobre la historia romana, por Dana C. Munro, 1904, pág. 170.

6. Historia de la iglesia cristiana, por Felipe Schaff, tomo 2, pág. 124.

7. Apologética de Tertuliano, traducida por T. R. Glóver, IX, 9-15.

8. La civilización europea primitiva, por Hutton Wébster, 1933, págs. 132, 233, 333, 334.

9. Una historia de Roma, por Jorge Willis Botsford, 1901, pág. 263.

10. La historia de la Europa medioeval, por Lynn Thórndike, 1917, pág. 64.

11. El libro de la cultura, por Ethel Rose Péyser, 1934, pág. 549.

12. Una historia breve de Roma, por Guglielmo Ferrero y Corrado Barbagallo, 1919, págs. 280, 382.

13. Del viejo mundo al nuevo, por Eugenio A. Cólligan y Máxwell F. Littwin, 1932, pág. 88.

14. Enciclopedia de literatura bíblica, teológica, y eclesiástica, por McClíntock y Strong, 1871, tomo 2, pág. 271.

15. El mundo antiguo, por Willis Mason West, 1913, pág. 538, 539.

16. Historia de Europa, por Jaime H. Bréasted, 1920, pág. 272.

17. Historia de la iglesia cristiana, por Enrique C. Sheldon, 1894, tomo 1, pág. 180.

18. Comentarios históricos sobre el estado del cristianismo, por Juan Láurence von Mosheim, traducidos del alemán al inglés por Roberto S. Vidal y editados por Jaime Múrdock, 1853, tomo 1, págs. 129, 130.

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