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  • Ministros de las buenas nuevas a su puerta
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1952
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1952
w52 1/9 págs. 515-516

Ministros de las buenas nuevas a su puerta

¡BUENAS nuevas a su puerta! Esto es lo que Jesucristo profetizó para estos tiempos críticos. “¡Mira! yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oyere mi voz y abriera la puerta, yo entraré a su casa y cenaré con él, y él conmigo.” Los verdaderos ministros cristianos se acercan a la gente de modo semejante “porque hasta Cristo sufrió por ustedes, dejándoles un modelo para que siguieran cuidadosamente sus pisadas”.—Apo. 3:20; 1 Ped. 2:21, NM.

¿Quiénes son los ministros de buenas nuevas? Jesús predijo los ayes y malas nuevas sin paralelo de hoy, pero simultáneamente dijo: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada con el propósito de dar un testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin consumado.” (Mat. 24:14, NM) Necesariamente, los testigos del nacimiento del reino de Jehová mediante Cristo serían testigos de Jehová. Algunos querrán que dejemos a las más de 250 sectas de la cristiandad declarar el mensaje. Pero ¿cómo pueden ellas, cuando ridiculizan el que sea oportuno, persiguen a sus predicadores, y enseñan doctrinas antibíblicas en su lugar? Y ¿cuántos lo oirían si lo mantuvieran dentro de los confines de las cuatro paredes de una catedral sectaria ortodoxa o algún edificio que llaman “iglesia”? En los Estados Unidos, las estadísticas de 1950, que fueron consideradas altas, revelaron que sólo cincuenta y siete por ciento de la población estaba matriculada como miembros de alguna iglesia. Esto deja a unos 65,000,000 de personas sin contarse, y cuando las que asisten a la iglesia sólo muy irregularmente se incluyen, es seguro decir que de setenta a cien millones de personas en sólo ese país no se alcanzan adecuadamente. Pero todos los que tienen necesidad espiritual en toda la tierra tienen púlpitos listos y en espera de que un ministro llegue, suba a él y les predique. ¿Increíble? No, ¡estos púlpitos son su propia puerta a la calle!

No hay razón para que los modernistas sorprendidos expresen asombro por la aparición de los ministros de Dios a su puerta. Jehová comisionó a sus profetas precristianos para ese estilo de predicación. Al fiel Isaías se le dijo que persistiera en ella hasta que la localidad de su actividad estuviera desolada, “hasta que las ciudades queden desoladas, por falta de habitantes; y las casas, por no haber hombre en ellas.” Un mensaje poderoso dado por medio de Ezequiel resonó “junto a las paredes y a las puertas de sus casas”. Luego, con buena autoridad, Jesús envió a sus seguidores primitivos a las casas con un mensaje que dividiría a los moradores, añadiendo: “Si la casa lo merece, que la paz que ustedes le deseen venga sobre ella.” Y él personalmente tomó la delantera, “de ciudad en ciudad y de aldea en aldea, predicando y declarando las buenas nuevas del reino de Dios.”—Isa. 6:11; Eze. 33:30, NC; Mat. 10:11-13; Luc. 8:1, NM.

En su obra de testimonio general Jesús visitó las casas de “hombres de toda clase”, para “buscar y salvar lo que estaba perdido”. Él mismo se invitó a la casa de Zaqueo y, después que ese recaudador principal de impuestos había aceptado su mensaje, dijo: “Este día ha venido la salvación a esta casa.” En la casa de cierto gobernante hizo volver de la muerte a su hija. Envió órdenes al domicilio de un oficial del ejército para sanar a su esclavo. Una “mujer llamada Marta lo recibió en la casa como invitado”, donde Jesús encontró que su hermana María tenía mucho interés en su mensaje, porque ella “se sentó a los pies del Señor y se quedó escuchando su palabra”. Aquí Jesús dijo que la ansiedad de Marta por cosas materiales era en vano, probando que las provisiones espirituales que él servía eran siempre el propósito motivador de sus visitas.—Luc. 19:5-10; Mat. 9:23-26; Luc. 7:2-10; 10:38-42, NM.

Por eso parecería que la obra de casa en casa es lo que se quiso decir cuando de nuevo, después del derrame del espíritu santo en la fiesta del Pentecostés, en 33 d. de J.C., se describió que los discípulos perseveraban “unánimes en asistir al Templo y en el partimiento del pan de casa en casa”. (Hech. 2:46, HA) Sabemos que los seguidores de Jesús ensancharon el ministerio en casas particulares a límites maravillosos después de la muerte y resurrección de Jesús. A pesar de que las autoridades les advirtieran que cesaran, “todos los días en el templo y de casa en casa continuaban sin parar enseñando y declarando las buenas nuevas acerca del Cristo, Jesús.” (Hech. 5:42, NM) Pablo dice qué deseoso estaba de desempeñar su apostolado de manera concienzuda. Note los medios que él usó para asegurar esto: “Yo no me retraje de decirles cosa alguna que fuera de provecho ni de enseñarles públicamente y de casa en casa.”—Hech. 20:20, NM.

¡Cuán natural en vista de todo esto que, con la inmensa tarea de predicar las buenas nuevas del reino por toda la tierra en este complejo mundo moderno, la organización de Dios se apoye tan fuertemente en el ministerio de puerta en puerta que data de mucho tiempo y es bíblico! Difícil como es la tarea aun con esta ayuda, sería imposible sin ella. Todavía existen problemas que vencer para hacer esta obra eficazmente. Ahora consideraremos precisamente cómo vencerlos.

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