Aguantando hasta el fin
EL CAMINO que conduce a la vida no es fácil. No es para los que desean proceder de la manera que requiere el menor esfuerzo. Los que son amigos sólo en tiempo propicio no durarán mucho sobre él. Es un camino transitado, no por los muchos, sino por los pocos: “Entren por la puerta angosta; porque ancho y espacioso es el camino que conduce a la destrucción, y muchos son los que entran por él; mientras que angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la vida, y pocos son los que lo hallan.”—Mat. 7:13, 14, NW.
Para entrar en el camino que conduce a la vida tenemos que dedicarnos al servicio de Jehová Dios y luego continuar en él a pesar de toda la oposición que el mundo y el Diablo puedan traer contra nosotros. Como Jesús declaró: “El que haya perseverado hasta el fin es el que será salvo.”—Mat. 24:13, NW.
Después de dedicarnos no tenemos más opción en el asunto. Habiendo puesto la mano en el arado ni siquiera podemos mirar atrás con ansia. (Luc. 9:62) Por lo contrario, tenemos que mirar adelante y avanzar hacia adelante, asiéndonos con anhelo de todo privilegio de servicio que se nos extiende, considerándolo como una oportunidad para demostrar nuestro amor a Dios y nuestro aprecio por lo que él ha hecho en favor nuestro. Y al aceptar estos privilegios de servicio, tenemos que resolvernos a persistir en ellos a pesar de todos los esfuerzos del Diablo por desviarnos. Hay peligro en dar un solo paso hacia atrás. Uno de esos pasos conduce a otro, y pronto nos hallamos de nuevo en el mundo, sobre el camino ancho que conduce a la destrucción.
Debido a razones sabias y amorosas Jehová Dios ha arreglado que los que están en su servicio tengan que pasar por la prueba de aguante. Entre otras cosas, se necesita tiempo para demostrar que nuestra integridad es inquebrantable, para probar que es verdad lo que dijimos cuando nos dedicamos al servicio de Dios. Si desmayamos y perdemos la esperanza sólo porque el tiempo quizás se extienda un poco más de lo que en un tiempo pensamos, con más persecuciones, Dios no nos considerará dignos de la vida eterna. Por eso se nos aconseja: “Porque ustedes tienen necesidad de aguante, para que, después que hayan hecho la voluntad de Dios, reciban el cumplimiento de la promesa.”—Heb. 10:36, NW.
EJEMPLO DE AGUANTE DE JEHOVÁ
Jehová Dios nos ha ayudado a aguantar hasta el tiempo presente y él puede y continuará haciéndolo hasta el fin de la prueba de aguante si nosotros usamos las provisiones contenidas en su Palabra, la Biblia. No sólo contiene ésta ejemplos sorprendentes de aguante y amonestación directa en cuanto a lo que necesitamos si queremos aguantar, sino que para estimularnos a aguantar también indica los frutos del aguante.
El mayor y primer ejemplo de aguante registrado en la Palabra de Dios, por más extraña que les parezca la idea a algunos, es el ejemplo proporcionado por Jehová Dios mismo.
Jehová no estaba obligado a darnos este ejemplo de aguante, como si él no pudiera ayudarse a sí mismo, sino que él escogió hacerlo por su propio albedrío. En vez de quejarnos, como algunos lo hacen, diciendo: “¿Por qué ha permitido Dios toda esta iniquidad?”, sería mucho más apropiado que tales criaturas preguntaran: “¿Por qué ha aguantado Dios, sí, sufrido, si así lo quiere expresar, toda esa iniquidad por los pasados seis mil años?” Él, quien de todas las personas en el universo ha sido el menos merecedor de falsedad y reproche, aunque su poder ilimitado podría haber sofocado plena y repentinamente toda dicha rebelión en cualquier tiempo que quisiera.
En verdad, difícilmente tienen derecho a quejarse los humanos imperfectos. ¿No perdieron nuestros primeros padres el derecho a la existencia de toda su prole? y por eso ¿no es verdad que la manifestación de Dios de aguantar la iniquidad ha resultado en demostrar misericordia a todos nosotros? Porque “Dios, aunque teniendo la voluntad de demostrar su ira y dar a conocer su poder, toleró con mucha longanimidad vasos de ira hechos dignos de destrucción, a fin de dar a conocer las riquezas de su gloria sobre vasos de misericordia”. (Rom. 9:22, 23, NW) Y es especialmente cierto que tocante a nuestro día el aguante paciente de Dios significa salvación para muchas de sus criaturas.—2 Ped. 3:9, 15.
Aunque de este modo el aguante de Dios ha resultado en que se manifieste misericordia a muchos de la humanidad caída, ése no ha sido su principal o primer propósito al manifestarlo. Satanás el Diablo, habiendo logrado desviar a nuestros primeros padres, falsamente hizo el cargo de que Dios no podía poner sobre la tierra hombres y mujeres que permanecieran fieles a él bajo premura y tentación. Jehová sabía que esa acusación ruin era falsa, pero para demostrar ese hecho a otros tenía que dar a Satanás el Diablo libertad para que tratara de probar su acusación. Sin embargo, cuando Dios haya demostrado indiscutiblemente la falsedad de la acusación de Satanás y después que haya demostrado plenamente su supremacía produciendo su reino prometido a pesar de todos los esfuerzos de Satanás y sus huestes para impedirlo, entonces Dios expresará la ira que ha refrenado todo este tiempo. Entonces, al fin, su aguante terminará.
Y con el tiempo ¿qué tendrá Jehová Dios para mostrar por haber ejercido tal aguante? Tendrá una familia real de criaturas divinas en el cielo, compuesta de 144,000 miembros, y como cabeza de ella estará su Hijo primogénito, Cristo Jesús; y una raza humana recobrada y perfeccionada en la tierra paradisíaca, siendo todos herederos de la vida eterna. Seguramente que entonces será evidente a todos que el aguante de la iniquidad por parte de Dios estuvo plenamente justificado.
OTROS EJEMPLOS DE AGUANTE
El siguiente gran ejemplo de aguante que la Biblia tiene para nosotros es el del Hijo de Jehová, Cristo Jesús. Y ¡qué ejemplo nos puso! Con razón se nos amonesta, “Corramos con aguante la carrera que es puesta delante de nosotros, mientras miramos atentamente al caudillo y perfeccionador de nuestra fe, Jesús. Por el gozo que fué puesto delante de él aguantó el madero de tormento, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios. Sí, consideren atentamente a aquel que ha aguantado tal habla contraria de pecadores en contra de los intereses de ellos mismos, para que no se vayan a cansar y se rindan en su alma.”—Heb. 12:1-3, NW.
Considere también el ejemplo de Abrahán, concerniente a quien Pablo nos dice: “Mas nosotros deseamos que cada uno de ustedes manifieste la misma diligencia para que tengan la plena seguridad de la esperanza hasta el fin, para que no se vayan a hacer indolentes, sino que sean imitadores de aquellos que por medio de la fe y la paciencia heredan las promesas. Porque . . . después que Abrahán hubo manifestado paciencia, él obtuvo esta promesa.”—Heb. 6:11-15, NW.
Abrahán tenía 75 años cuando Dios primero le llamó. Tenía alrededor de 125 años cuando Dios confirmó su promesa a él con un juramento debido a que Abrahán estaba dispuesto a ofrecer su hijo amado Isaac, que en ese tiempo tenía unos 25 años. Y luego Abrahán viajó por esa tierra como extranjero por otros cincuenta años, para morir a la edad de 175 años. ¿Hemos nosotros perseverado en el servicio de Dios por 100 años?—Gén. 22:1-18; Sal. 105:9-15; Heb. 11:8-19.
El discípulo Santiago también nos presenta ejemplos de aguante. “Hermanos, tomen como dechado de sufrir el mal y ejercer la paciencia a los profetas, que hablaron en el nombre de Jehová. ¡Miren! nosotros pronunciamos felices a los que han manifestado aguante. Ustedes han oído del aguante de Job y se han dado cuenta del resultado que dió Jehová, que Jehová es muy tierno en afección y compasivo.” (Sant. 5:10, 11, NW) No sólo con propósitos históricos se nos dió el registro de esos fieles, sino para que algunos en este siglo veinte también fueran ayudados a apoyar la soberanía de Jehová. Si aguantamos como ellos lo hicieron, nosotros también podemos ser considerados “felices”.
Ni pasaríamos por alto el ejemplo que el apóstol Pablo nos dió. Él no buscó una liberación temprana del ministerio debido a los trabajos y experiencias penosas. Él no se retiró pensionado, sino que siguió aun cuando fué anciano. (File. 9) Él desempeñó los deberes de un apóstol con “todo aguante, y mediante señales y maravillas y poderosas obras”.—2 Cor. 12:12, NW.
Ninguna dificultad fué demasiado grande para que Pablo la aguantara por causa del ministerio. “De ningún modo estamos dando causa alguna para tropiezo, para que no se halle falta en nuestro ministerio; sino de toda manera nos recomendamos como ministros de Dios, por aguante de mucho, por tribulaciones, por casos de necesidad, por dificultades, por golpizas, por prisiones, por desórdenes, por trabajos, por desvelos, por veces sin alimento, por pureza, por conocimiento, por longanimidad, por bondad, por espíritu santo, por amor libre de hipocresía, por el habla verídica, por el poder de Dios; por medio de las armas de justicia para ofensiva y defensiva, por medio de gloria y deshonra, por medio de mal informe y buen informe; como engañadores y sin embargo veraces, como siendo desconocidos y sin embargo siendo reconocidos, como muriendo y empero, ¡miren! vivimos, como disciplinados y empero no entregados a la muerte, como afligidos pero siempre regocijándonos, como pobres pero enriqueciendo a muchos, como no teniendo nada y sin embargo poseyendo todas las cosas.” (2 Cor. 6:3-10, NW) ¿Hemos aguantado tantas cosas como Pablo?
OTRAS AYUDAS PARA EL AGUANTE
En ocasiones de fatiga quizás preguntemos, ¿Cómo nos levantaremos y duraremos en esta prueba de aguante? ¿Cómo? Amando a Dios con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerza, así es cómo. Si tenemos amor lo manifestaremos guardando sus mandamientos. Porque “el amor es sufrido y servicial. . . . Soporta todas las cosas, cree todas las cosas, tiene esperanza en todas las cosas, aguanta todas las cosas. El amor nunca se acaba”. (1 Cor. 13:4, 7, 8; 1 Juan 5:3, NW) A menos que sea por amor que aguantamos, nuestro aguante no sólo será de corta duración sino que no valdrá para con Dios. Pero si es por amor que soportamos las aflicciones y cargas, podremos continuar, y no sólo continuaremos, sino que tendrá el efecto de profundizar nuestro amor para con Dios.
El amor a Dios nos ayudará a evitar los lazos a que el amor al dinero nos conducirá, lo cual haría imposible que perseveráramos en la verdad. “Porque el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales, y esforzándose para lograr este amor algunos han sido desviados de la fe y se han acribillado con muchos dolores. Por otra parte, tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas. Pero sigue tras la justicia, la devoción piadosa, la fe, el amor, el aguante, mansedumbre de disposición.”—1 Tim. 6:10, 11, NW.
Además, el conocimiento de la verdad y el espíritu santo nos darán fuerza para aguantar. Una persona que tiene conocimiento de Jehová Dios y del gran punto en cuestión concerniente a su nombre y soberanía es fuerte. Nos sirve como una fuente de fortaleza secreta el saber por causa de quién tenemos el privilegio de aguantar dificultades ·y persecución. “Andar dignos de Jehová a fin de agradarle plenamente según van llevando fruto en toda buena obra y aumentando en el conocimiento acertado de Dios, siendo hechos poderosos con todo poder al grado de su fuerza gloriosa para que puedan aguantar plenamente y ser sufridos con gozo.” (Col. 1:10, 11, NW) Y teniendo el espíritu santo de Dios sobre nosotros para compensar nuestras debilidades somos hechos todavía más fuertes al mantenernos en el servicio de Dios con la correcta actitud mental.
Otra ayuda para el aguante es el gozo. “El gozo de Jehová os da esfuerzo.” (Neh. 8:10) Cualquier cosa que se sufra por causa de traer honra al nombre de Dios y sostener su causa es razón de gozo. Por eso leemos que los apóstoles, después que fueron golpeados, “salieron de delante del Sinedrio, regocijándose porque habían sido tenidos por dignos de ser afrentados por causa de su nombre.” Su regocijo tanto contrarrestó el sufrimiento y la vergüenza que sin interrupción continuaron enseñando y predicando las buenas nuevas. (Hech. 5:40-42, NW) Podemos hacer lo mismo si no fijamos la mente en los sufrimientos físicos y el pesar mental de los reproches sino más bien en las razones por las que debemos estar gozosos.
La esperanza es otro factor que nos ayudará a aguantar. Sin duda es debido a que nuestra esperanza nos da fortaleza para aguantar que el Diablo ha hecho que su mundo la ridiculice tanto. Esta esperanza desempeña una parte importante hacia nuestra salvación al fin, porque nos mantiene fieles a nuestro curso de servir a Jehová y nos hace cobrar ánimo en medio de las aflicciones. El tener esta esperanza nos ayuda a aguantar y, a la inversa, el aguantar fortalece nuestra esperanza. (Rom. 15:4) “Porque nosotros fuimos salvados en esta esperanza; pero esperanza que se ve no es esperanza, porque cuando un hombre ve una cosa, ¿la espera? Pero si esperamos lo que no vemos, seguimos esperándolo con aguante.”—Rom. 8:24, 25, NW.
Debido a esta esperanza podremos aguantar la persecución. El mundo se maravilla de la manera en que los testigos de Jehová parecen “prosperar con la persecución”. Eso se debe a que el mundo no entiende o aprecia lo que el apóstol Pablo llama a nuestra atención en Romanos 5:2-5 (NW): “Regocijémonos, basados en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo eso, sino que regocijémonos mientras estemos en tribulaciones, dado que sabemos que la tribulación produce aguante; el aguante, a su vez, una condición aprobada; la condición aprobada, a su vez, esperanza, y la esperanza no conduce a la desilusión; porque el amor de Dios ha sido derramado dentro de nuestro corazón por medio del espíritu santo que nos fué dado.”
Para aguantar también se requiere dominio propio. Tenemos que mantenernos en línea como buenos soldados de Cristo Jesús. Los hombres que se esfuerzan por obtener recompensas transitorias ejercen dominio propio; cuánto más debemos ejercerlo nosotros que tenemos como meta el premio de la vida eterna. (1 Cor. 9:25) Que el dominio propio y el aguante van juntos para adquirir esa devoción piadosa que nos asegurará la aprobación de Dios y la salvación consiguiente es evidente de las palabras del apóstol Pedro: “Por esta misma razón, mediante el contribuir ustedes correspondientemente todo esfuerzo concienzudo, proporcionen a su fe virtud, a su virtud conocimiento, a su conocimiento dominio propio, a su dominio propio aguante, a su aguante devoción piadosa.”—2 Ped. 1:5, 6, NW.
La parábola del sembrador dió énfasis a otra necesidad o requisito para nuestro aguante, el de fe y la correcta condición de corazón. La semilla que cayó sobre la capa peñascosa o terreno pedregoso se secó cuando el calor le pegó. Igualmente, si nuestro corazón es pedregoso, es decir, egoísta y le falta fe, no podremos aguantar el calor de la persecución. Por eso Pablo nos amonesta: “Tengan cuidado, hermanos, no sea que se desarrolle en alguno de ustedes un corazón inicuo falto de fe por apartarse del Dios vivo.” (Heb. 3:12, NW) Luego Pablo continúa manifestando cómo nuestro corazón puede endurecerse por el poder engañoso del pecado.
En contraste directo con esa clase de corazón está la clase de corazón de “tierra buena” que retiene la verdad y produce “fruto con aguante”, algunos a treinta por uno, algunos a sesenta por uno y algunos a ciento por uno.—Luc. 8:15; Mar. 4:20, NW.
FRUTOS DEL AGUANTE
Nunca debemos pensar que es una pérdida de tiempo soportar la prueba de aguante, porque mientras continuamos y soportamos cosas que nos prueban se efectúan cambios en nosotros; y si sufrimos estas pruebas con el correcto estado de ánimo y corazón, el cambio será favorable, resultando en la aprobación de Dios. Por lo tanto es algo por lo cual estar contentos, no tristes. “Considérenlo todo gozo, mis hermanos,” escribe Santiago, “cuando se encuentren frente a diferentes pruebas, sabiendo como ustedes lo saben que esta cualidad probada de su fe produce aguante. Pero que el aguante tenga completa su obra, para que sean cabales e íntegros en todo respecto, sin ser deficientes en nada.”—Sant. 1:2-4, NW.
De esas palabras de Santiago es evidente que la prueba de aguante no terminará rápidamente sino que tendremos prueba tras prueba que siempre nos harán ejercer las cualidades correctas y despertarán nuevas en nosotros, mientras nos apoyamos fuertemente en Dios para sabiduría y dirección. Pero mediante el continuar así obtendremos una experiencia en muchos aspectos y un entendimiento cabal de cómo enfrentarnos a las cosas y somos madurados y perfeccionados en obediencia y en confianza en Dios. Al hacerlo así demostraremos nuestra confiabilidad ante Dios y vendremos a estar entre aquellos de cuya integridad Jehová puede estar seguro por toda la eternidad. Si apreciamos ese hecho no retrocederemos frente a pruebas de aguante sino que consistentemente entraremos en ellas con todo lo que tenemos, confiados de que con el apoyo de Dios podemos salir victoriosos.
También hay otra razón vital para aguantar—esto sirve para la salvación de otros, tanto en que predicamos las buenas nuevas de salvación a otros como en que nosotros mismos ponemos un ejemplo en la constancia. Como Pablo lo expresó: “Por este motivo sigo aguantando todas las cosas por causa de los escogidos, para que ellos, también, obtengan la salvación que hay en unión con Cristo Jesús.”—1 Tim. 4:16; 2 Tim. 2:10, NW.
Viendo, entonces, que otros están en posición de sacar provecho de nuestro aguante constante en el servicio de Dios, estamos bajo la obligación adicional de seguir adelante, sin nunca volver atrás. Si volvemos atrás no nos ayudaremos a nosotros mismos ni a nadie más a la salvación. Pero mediante el continuar en el servicio de Jehová como sus ministros, a pesar de lo que tengamos que afrontar o soportar, nos mantenemos en línea para la salvación así como también ayudamos a otros en el camino a la salvación, mediante nuestra predicación a ellos y mediante nuestro ejemplo.—2 Tes. 1:4.
La promesa de Dios de vida eterna en su nuevo mundo es segura. Las muchas bendiciones de servir a Dios al tiempo presente las tenemos con nosotros. El hecho de que la obra de predicar las buenas nuevas se extienda un poco más de lo que en un tiempo pensamos no debe disminuir nuestro celo y entusiasmo. De modo que, hasta que veamos a los carros de guerra de Jehová ponerse en acción contra la organización visible de Satanás y la hagan lamer el polvo de la derrota, que no haya una vuelta atrás de nuestra parte, sino más bien aguante fiel en nuestros puestos de servicio—para la vindicación del nombre de Jehová, para la salvación de otros, para nuestra propia salvación.—Isa. 21:8, 9.