La Biblia y la ciencia médica
MUCHOS cristianos profesos piensan que tienen la obligación de presentar disculpas por lo que ellos llaman los detalles no científicos de la Biblia. Pero la realidad es que mientras más científica se hace la ciencia, más armoniza con la Biblia.
Por ejemplo, la ley mosaica declaró que sólo los animales que tuvieran la pata dividida en dos uñas y rumiaran deberían comerse, y también había reglas acerca de aves y peces. Los estudios recientes han demostrado que el cerdo está sujeto a la triquinosis; el conejo a la tularemia; ciertos peces a las tenias. El comer sangre se prohibió por razones espirituales, pero aun desde el punto de vista de la salud es bueno evitarlo debido a tales peligros como la septicemia y los parásitos.—Gén. 9:4; Lev. 3:17; 7:26; 17:10, 11, 14; 19:26; Hech. 15:19, 20, 28, 29; 21:25.
Hoy los testigos de Jehová creen que esta prohibición incluiría la transfusión de sangre. La ciencia está aprendiendo más y más de los peligros que le vienen a la salud por medio de las transfusiones de sangre. La sangre transfundida ha esparcido enfermedades como la sífilis, el paludismo y especialmente la hepatitis de suero. En un informe se alega que el 25 por ciento de los gravemente heridos en Corea fué infectado de hepatitis de suero por transfusiones. Ahora la ciencia está hallando sustitutos de la sangre que no diseminan enfermedades ni violan la ley de Dios. Además, en muchos casos se ha encontrado que son más eficaces que la sangre entera o el plasma, salvando vidas donde la sangre no dió resultado. También, la sangre de distintas personas es diferente, así como son diferentes las impresiones digitales. Por eso es imposible hacer una clasificación exacta de la sangre. Las grandes diferencias matan, y nadie puede decir autoritativamente qué efectos posteriores se producen por las diferencias más pequeñas.
Tocante a esto se publicó este informe en el Sunday Journal de Providencia del 17 de mayo de 1953: “De ahora en adelante el ejército usará dextrana, una sustancia hecha de azúcar, en vez de plasma de sangre, para todas las exigencias en casa y allende los mares, se supo anoche. Una autorizada fuente médica del ejército, que pidió que no se le citara por su nombre, dijo que ‘un cambio completo’ al sustituto del plasma se ha puesto en efecto, después de pruebas ‘totalmente convincentes’ de la dextrana. . . . Este oficial dijo que un factor principal en el cambio a dextrana fué que el uso de plasma envuelve un ‘gran riesgo’ de producir una enfermedad conocida como hepatitis de suero—enfermedad semejante a la icteria. No todo el plasma lleva este riesgo, él recalcó, pero añadió que la dextrana está enteramente libre del riesgo. ‘Hemos comenzado a llenar todos los pedidos de campos nacionales y de allende los mares con dextrana en vez de plasma.’”
Ciertamente Jehová Dios sabía lo que hacía cuando prohibió el uso de la sangre, y el conocimiento creciente no puede menos que vindicarlo más y más.