El mérito rescatador de Jesucristo
“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, el cual se dio a sí mismo como rescate correspondiente para gente de toda clase.”—1 Tim. 2:5, 6, NM, margen.
1. ¿Cómo se destaca Jesucristo en la historia del mundo?
JESUCRISTO de Nazaret subió de su nacimiento en un pesebre a un puesto de importancia vital para el género humano. Ningún otro individuo desde la creación de Adán ha hecho una impresión tan indeleble en las páginas de la historia, ni ha habido otra persona que haya sido tan universalmente el tema de controversia. Un sinnúmero de otros hombres ha descendido a la muerte como mártires por causas que a ellos les parecían dignas de su devoción completa, pero en ningún otro caso se ha atribuído a dicho martirio el papel de salvador. Jesucristo se destaca en la historia mundial como el único cuya muerte se dice que lo capacitó para obrar como Redentor de la humanidad. Tan singular es su puesto que un devoto discípulo suyo se sintió obligado a decir: “No hay salvación en ningún otro, porque no hay otro nombre bajo el cielo que se haya dado entre los hombres mediante el cual hayamos de ser salvos.” (Hech. 4:12, NM) Seguramente ninguna eficacia tal se atribuye a la muerte de algún otro hombre.
2, 3. ¿Qué opiniones contrastantes hay acerca de él, impulsando a qué preguntas vitales?
2 No obstante, a pesar de la confesión extensa en la cristiandad de que Jesucristo es el Rescatador de la humanidad caída, hay mucho falso concepto tocante al papel que él desempeña en los propósitos del Dios Todopoderoso. Aun entre los que profe san creer en él realmente hay alarmante incredulidad en cuanto al mérito de su vida dada como rescate. Luego, claro está, hay millones que, aunque reconocen la prominencia de él en la historia judía, no atribuyen nada espectacular a su vida o muerte más allá de su devoción a ciertos principios que él consideró buenos. Sin embargo, en contraste, aun antes de que Cristo apareciera, “otros hombres fueron atormentados porque rehusaban aceptar la liberación por algún rescate, para que pudieran alcanzar una resurrección mejor” mediante la promesa antigua de Dios de enviar una “simiente” que suministraría una liberación eterna del pecado y muerte.—Heb. 11:35; Mat. 20:28; 2 Tim. 2:8-10, NM.
3 Sobre la base de lo que la Biblia enseña, ¿cuál es el puesto de Jesucristo en el magnífico arreglo que Jehová ha hecho de las cosas para establecer un mundo completamente nuevo? ¿Sólo se le debe considerar como una figura legendaria de ideales nobles que nos puso un espléndido ejemplo de vida moral? O ¿debemos considerarlo como aquel que derramó su sangre vital en sacrificio para comprar mediante rescate los derechos a la vida que Adán perdió por rebelión, y de esta manera hacer posible que los hombres al fin vivan para siempre? La respuesta correcta a estas preguntas es vital para toda persona que vive hoy.
4. ¿Cómo fue diferente la aparición de Cristo a la de cualquier otro hombre?
4 Es importante apreciar que Jesucristo no se presentó de repente sobre la escena humana y se proclamó como salvador. Él no simplemente fué un hombre de dones extraordinarios y agudeza mental que dejó una impresión imborrable en la civilización por razón de su actividad vigorosa, como otros hombres lo han hecho con variados grados de buen éxito de vez en cuando. ¡De ninguna manera! Más bien, su aparición fué singularmente diferente, porque su venida fué predicha con largos siglos de anticipación. Hombres de entendimiento piadoso esperaban la aparición de un salvador del género humano debido a la promesa que Jehová hizo en el Edén concerniente a la venida de una “simiente” de justicia.—Gén. 3:15; Gál. 3:19, NM.
5. ¿Cómo es traída a nuestra atención aquí la promesa a Abrahán?
5 Aproximadamente 1,900 años antes del nacimiento de Cristo, Jehová confirmó con un juramento su promesa a Abrahán respecto a este Salvador, diciendo: “Serán bendecidas en tu simiente todas las naciones de la tierra; por cuanto has obedecido mi voz.” (Gén. 22:18) Abrahán v otros hombres fieles de épocas antiguas esperaron esta “simiente” y anhelaron las bendiciones que vendrían mediante ella. El apóstol Pablo quita toda duda en cuanto a la identidad de la “simiente” cuando dice: “Ahora las promesas se dieron a Abrahán y a su simiente. No dice: ‘Y a simientes,’ como si fuesen muchas, sino como una sola: ‘Y a tu simiente,’ que es Cristo.”—Gál. 3:16, NM.
6. ¿Qué demuestran respecto al Cristo las palabras de Moisés y la promesa a David?
6 Más de trescientos años después del día de Abrahán, Moisés habló a Israel acerca de este mismo salvador que vendría, diciendo que el que no le escuchara no viviría. (Den. 18:19; Lev. 23:29) Pedro confirma el hecho histórico de que Moisés predijo la venida del salvador, Cristo, diciendo: “De hecho, Moisés dijo: ‘Jehová Dios producirá para ustedes de entre sus hermanos un profeta semejante a mí. A él tienen que escuchar conforme a todas las cosas que les hable. Realmente, cualquier alma que no escuche a ese Profeta será completamente destruída de entre el pueblo.’” (Hech. 3:22, 23, NM) David fué un descendiente directo de Abrahán, y en cuanto a él Jehová repitió la promesa concerniente a un salvador unos seiscientos años antes de que Cristo apareciera. “He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré para David un Vástago justo, el cual reinará como rey . . . y ejecutará juicio y justicia en la tierra.”—Jer. 23:5; 33:15.
7. ¿Qué otras cosas proféticas fueron escritas concerniente a Jesucristo, y en cuanto a qué están de acuerdo todos los profetas?
7 Aproximadamente 150 años antes de que Jeremías escribiera en el Registro sagrado las supracitadas palabras, el profeta Isaías, sabiendo bien que el Redentor vendría mediante la línea de Abrahán y David, bajo inspiración escribió: “Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos es dado: y el dominio estará sobre su hombro; y se le darán por nombres suyos: Maravilloso, Consejero, Poderoso Dios, Padre del siglo eterno, Príncipe de Paz. Del aumento de su dominio y de su paz no habrá fin; se sentará sobre el trono de David y sobre su reino, para establecerlo, y para sustentarlo con juicio y justicia, desde ahora y para siempre.” (Isa. 9:6, 7) Se predijo que Belén sería el lugar de su nacimiento. (Miq. 5:2) De hecho, todos los profetas convinieron en que un redentor aparecería en la escena humana; y “de él todos los profetas dan testimonio, que todo el que pone fe en él obtiene perdón de pecados por medio de su nombre.”—Hech. 10:43, NM.
8. ¿Qué hechos demuestran que Juan no estuvo equivocado en la identificación que hizo de Jesús?
8 El profeta Isaías anticipadamente declaró notables detalles concerniente a Jesucristo, a saber, que sería despreciado, desechado, que sería un hombre de dolores y sabría de padecimientos; que su vida sería hecha una ofrenda por los pecados de muchos, que intercedería a favor del género humano, que cuando fuera oprimido y afligido no abriría la boca para quejarse sino que se sometería a su sacrificio semejante a una oveja que es conducida al matadero. Con razón Juan el Bautista, cuando vió a Jesús acercarse, exclamó en alta voz: “¡Vean, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29, NM; Isa. 53:3-9) Que Juan tenía razón al identificar a Jesús como el Redentor se asegura por el registro de la declaración que hizo el ángel treinta años antes, cuando esa poderosa criatura espiritual dijo a los pastores: “No teman, porque, ¡miren! les estoy declarando a ustedes las buenas nuevas de un gran gozo que toda la gente tendrá, porque les nació a ustedes hoy un Salvador, que es Cristo el Señor, en la ciudad de David.” (Luc. 2:10, 11, NM) Indiscutiblemente, Jesucristo no fué un salvador que se proclamó tal por su propia cuenta, sino que vino en cumplimiento de promesas hechas por Dios muchos siglos antes.
9. ¿Cómo confirman los apóstoles la verdad de que Jesús fue enviado?
9 El apóstol Juan respalda este punto de vista con la declaración franca de que fué Dios quien envió a Jesús. “Porque Dios amó tanto al mundo que dió a su Hijo unigénito, para que todo aquel que ejerza fe en él no sea destruído sino tenga vida eterna.” (Juan 3:16, NM) Jesús, pues, no fué un mortal común a quien Jehová seleccionó para usarlo a fin de suministrar un rescate, sino que, con buena razón, fué uno que vino directamente del propio dominio celestial de Dios con el propósito específico de vindicar el nombre del Padre y suministrar un rescate. La existencia prehumana de Jesús se remontaba hasta antes de que el género humano o aun la tierra misma tuvieran principio. (Juan 1:1-3; Pro. 8:22-36) Sus discípulos apreciaron la gran expresión de amor de Jehová al enviar a su Hijo. Supieron que Jesucristo no era un simple hombre como ellos, y no demostraron ninguna vacilación en cuanto a declararlo. (Mat. 16:16, NM) “En esto el amor de Dios fué hecho manifiesto en nuestro caso, porque Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que consiguiésemos la vida por medio de él. . . . nosotros mismos hemos con templado y estamos dando testimonio de que el Padre ha enviado a su Hijo como Salvador del mundo.”—1 Juan 4:9, 14, NM.
10. ¿Cómo los conducen al error respecto a Cristo las conclusiones falsas de algunos religiosos?
10 Pero hay algunos hombres religiosos que niegan que Jesús fué hijo de Dios y que vino en la carne mediante el efectuar Jehová la milagrosa transferencia de su hijo al vientre de una virgen judía, María. En vez de eso enseñan la teoría de la encarnación, diciendo que Jesús realmente fué Dios mismo, quien revistió su cuerpo espiritual con una cubierta de carne, como algunos ángeles lo hicieron al aparecer a Abrahán, Lot y otros. (Gén. 18:1, 2; 19:1; Jue. 13:9-11, 16) Los trinitarios se hallan envueltos en el mismo razonamiento falso, dado que ellos creen que Dios y Cristo son idénticos. Esta doctrina errónea necesariamente conduce a todavía otras conclusiones erróneas. Por ejemplo, esta teoría tiene que asumir que el cansancio y sufrimiento de Jesús sólo fueron fingidos, porque ninguna criatura espiritual puede cansarse y sufrir. No puede menos que conducir a la conclusión de que sus oraciones eran fingidas, dado que sólo estaba orándose a sí mismo después de todo, y que lo hizo simplemente por la impresión profunda que eso hizo en sus discípulos y otros. (Juan 17, NM) Siguiendo todavía más lejos en el mismo camino de error habría de concluirse, sobre la base de la premisa original, que la muerte de Cristo sólo fué una apariencia de muerte, porque Dios, siendo inmortal, realmente no puede morir; ¡por consiguiente no hubo ninguna muerte verdadera ni derramamiento verdadero de sangre como rescate para el género humano!
11, 12. ¿Qué otras opiniones sostienen los líderes religiosos?
11 Estrechamente semejantes a este razonamiento arriesgado son las conclusiones de los que creen en la “teoría de la influencia moral.” Sostienen que la única misión de Cristo fué revelar el amor de Dios de manera tan conmovedora que ablandara el corazón e indujera a los hombres a desechar el pecado. (Theology at the Dawn of the Twentieth Century [La teología al comienzo del siglo veinte], pág. 261) “Hablando estrictamente,” ellos dicen, “la muerte de Cristo no era. necesaria para la salvación humana.”
12 No sorprende, entonces, hallar a un líder religioso muy prominente decir esto respecto al rescate: “Naturalmente que no creo en el Nacimiento Virgen, o en esa anticuada doctrina substitutiva de la Expiación; y no conozco a ningún ministro cristiano inteligente que lo crea. La dificultad con estos fundamentalistas es que ellos suponen que a menos que uno convenga con ellos en su arreglo doctrinal, no puede creer en las profundas, substanciales y eternas verdades del evangelio cristiano que transforman las vidas de los hombres, y son la única esperanza que se deriva de la operación salvadora de Cristo en este mundo.”a Incluídos en esta clase de hombres están los que ridiculizan la muerte de Jesucristo cómo necesaria para suministrar un rescate porque, como ellos dicen, se necesita un asesinato para cumplir la voluntad de Dios.
13. ¿Cómo demuestran ellos que no creen en el rescate, lo cual los coloca en una clase descrita por Pedro?
13 Por eso hallamos a hombres religiosos, aun líderes, que realmente niegan el mérito rescatador de Jesucristo. Sí, ellos hablan acerca de las “eternas verdades del evangelio cristiano,” pero a sus ojos los principios incluídos en los Diez Mandamientos más los nuevos mandamientos que Cristo enseñó, el amor a Dios, el amor al prójimo hasta morir por él—éstas son las cosas “que transforman las vidas de los hombres, y son la única esperanza que se deriva de la operación salvadora de Cristo en este mundo.” Por sus propias palabras y hechos no creen que la vida de Jesucristo, entregada en muerte sacrificatoria, realmente sirvió para abrirle el camino a la humanidad para que ésta consiguiera de nuevo esa perfección de carne y unidad con Dios que Adán primeo perdió por su pecado de rebelión. Ellos, en realidad, repudian a Cristo como su redentor y salvador, y no creen que el valor de su sangre derramada fue el precio pagado a Dios par volver a conseguir para la humanidad los derechos a la vida perdidos por Adán. Pretendiendo ser siervos de Dios, realmente son maestros falsos. Cuán exactamente los describe Pedro: “También habrá falsos maestros entre ustedes. Estos mismos introducirán calladamente sectas destructivas y hasta repudiarán al mismo dueño que los compró, trayendo sobre sí mismos destrucción acelerada.”—2 Ped. 2:1; 1 Cor.1:18, NM.
14. ¿Qué impacto total de verdad tiene que ser apreciado por las personas honradas?
14 Toda persona interesada en la vida tiene que apreciar todo el impacto de la verdad de que las Sagradas Escrituras son abrumadoramente específicas y definidas en dar a conocer que sólo mediante el mérito rescatador de Jesucristo le será posible a persona alguna alcanzar la salvación. Además, todo el que consiga la salvación tiene que cumplir con las condiciones del rescate y de esa manera llenar los requisitos conforme a las normas de Dios. En el análisis final, las filosofías de los hombres y todo el conocimiento mundano y razonamiento humano que puedan aplicar contra las Escrituras de nada servirán. La Palabra de Dios es segura, firme, y puede confiarse en ella como viniendo de aquel que tiene todo el conocimiento y quien posee todo el poder para respaldar su palabra y cumplirla. Correctamente nos dirigimos a él para una explicación del puesto de su Hijo en el propósito divino en lo que se relaciona a la salvación del género humano.
15. ¿Qué significa “rescatar,” y por qué está toda la raza humana en necesidad de ello?
15 “Rescatar” significa “redimir de cautiverio, esclavitud, castigo o cosa semejante, pagando un precio; comprar de servidumbre; librar, como de pecado, su castigo, o cosa semejante; ser el Redentor de.” (New International Dictionary de Wébster, 2da edición) Que la humanidad desde el Edén ha estado en servidumbre al pecado y su castigo, la muerte, es un hecho reconocido. “¡He aquí, en iniquidad nací yo, y en pecado me concibió mi madre!,” dijo David. (Sal. 51:5) Esa confesión de servidumbre no aplicó únicamente a David mismo, porque Pablo confirma que esto es cierto de toda la raza humana, cuando dice: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo y la muerte por medio del pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado.” (Rom. 5:12, NM) La entera raza humana ha estado y está en servidumbre, esclavitud, lo que resulta en muerte, y necesita un Rescatador para efectuar liberación si la libertad plena del Edén en su perfección ha de realizarse alguna vez de nuevo.—Heb. 2:15, NM.
16. ¿Sobre qué condiciones pudiera recobrarse el hombre del castigo de muerte que trajo el pecado?
16 La muerte viene al hombre justamente, mediante la operación de las leyes justas y perfectas de Jehová. No fué injusticia de parte de Dios, pues el hombre mismo se acarreó esta esclavitud con su castigo de muerte. En armonía con la justicia, Dios pudiera haber permitido que la muerte reinara sobre los hombres durante todo el tiempo por venir, pero su gran cualidad de amor y misericordia lo impulsa a suministrar una salida para los hombres que se inclinan hacia la justicia. Al ejercer su misericordia, sin embargo, Jehová no puede desatender o pasar por alto la justicia del castigo que el juicio de muerte falló contra el hombre. “Vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie”—esto expresa las condiciones y principios bajo los cuales Dios siempre ha operado. (Éxo. 21:23, 24) Consecuentemente lo que Jehová había decretado como el castigo por el pecado de la humanidad, a saber, la muerte, sólo podía ser levantado mediante el pago de un rescate o precio correspondiente. Si pudiese encontrarse a uno que quisiera y pudiera pagar este rescate, cumpliendo así la ley justa de Jehová, entonces Su misericordia podría extenderse hacia la humanidad. Jesucristo era el que quería y podía comprar al hombre y librarlo de su servidumbre.
17. ¿Cómo se demuestra el gran amor de Dios en este respecto?
17 Que fué el amor y misericordia de Jehová lo que impulsó a Cristo a suministrar el pago de un rescate se demuestra plenamente en Juan 3:16 (NM): “Porque Dios amó tanto al mundo que dió a su Hijo unigénito, para que todo aquel que ejerza fe en él no sea destruído sino tenga vida eterna.” Fué una acción iniciada por Dios, y fué acompañada por la buena voluntad de su Hijo, que se mostró listo para cumplir con las condiciones de la justicia en cuanto a pagar el rescate. “En esto el amor de Dios fué hecho manifiesto en nuestro caso, porque Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que consiguiésemos la vida por medio de él. El amor consiste en esto, no que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio propiciatorio para nuestros pecados.” (1 Juan 4:9, 10, NM) Jesucristo quiso pagar el precio rescatador, por amor a Jehová y al hombre caído.
18. ¿Fué el requisito de un rescate algo nuevo para Dios?
18 No fué cosa nueva para Jehová el exigir así un pago rescatador. Simplemente siguió el mismo principio fundamental en que se basó en sus tratos con Israel como el Rescatador o Redentor de esa nación. Él dijo de sí mismo: “Porque yo soy Jehová tu Dios, el Santo de Israel, Salvador tuyo: yo dí a Egipto por tu rescate, y a Etiopía y a Sabá en lugar de ti. Desde que fuiste precioso en mi vista, has sido honorable, y yo te he amado; por tanto daré hombres en lugar de ti, y pueblos por tu vida.” (Isa. 43:3, 4) Los estatutos del pacto de la ley dado a Israel hicieron provisión para el pago de un rescate como redención por la vida de una persona en ciertas clases de delitos. La capitación de medio siclo por cada hebreo se consideró como rescate para hacer propiciación por su vida. (Éxo. 21:28-32; 30:12-16) La ofrenda anual de un novillo y de un macho cabrío por los pecados del pueblo servía como expiación o rescate que Jehová reconocía y aceptaba.—Lev. 4:1-35; 5:1-19; 16:1-31; Pro. 21:18.
19. ¿Cómo es cosa difícil el pago de un rescate?
19 En el caso del hombre, el rescate que Dios exigía para restaurar la perfección y vida eterna no podía pagarse con plata, oro y otras cosas preciosas, ni mediante la sangre de animales, pues estos pagos no corresponderían o serían iguales a la vida perfecta que Adán perdió para toda la humanidad. (1 Ped. 1:18, 19, NM) A “todos los habitantes del mundo . . . así los de humilde como los de encumbrada condición” el Salmo 49 indica que el hombre jamás puede dar a Dios un rescate por su vida, “porque la redención de su alma [vida, NC] es costosa, y no se logrará jamás.” Resulta, entonces, que a menos que Jehová suministrara el medio de pagar el rescate correspondiente, jamás habría un recobro del pecado y muerte. Dios hizo esta provisión concediendo a su Hijo unigénito el privilegios de entregar una vida humana perfecta en sacrificio.—Gal. 4:4, 5, NM.
20. ¿Cuál fué la actitud de Cristo tocante a este proceder sacrificatorio trazado para él?
20 Jehová no tuvo que forzar a su Hijo a emprender este proceder sacrificatorio, sino que Jesús quiso hacerlo voluntariamente y lo prosiguió cuando percibió que era la voluntad de su Padre. Dice Pablo concerniente a él: “No dió consideración a un arrebatamiento, a saber, que debía ser igual a Dios. No, sino que se despojó a sí mismo y tomó la forma de un esclavo y vino a estar en la semejanza de los hombres. Más que eso, cuando se halló en forma de hombre, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento.” (Fili. 2:6-8, NM) Jesús mismo confirma su propia disposición a entregar su vida en sacrificio, diciendo: “Por esto es que el Padre me ama, porque yo entrego mi alma [vida], a fin de que vuelva a recibirla. Nadie me la ha quitado, sino que la entrego de mi propia iniciativa.” (Juan 10:17, 18, NM, margen) Como el cordero sacrifica torio de Dios, Jesucristo avanzó constante, voluntaria y resueltamente hacia su sacrificio en el madero de tormento, con la apreciación plena de la habilidad que esto le daría para suministrar el rescate para la humanidad creyente.—Isa. 53:7.
21. ¿Cómo en su bondad amorosa suministró Jehová una base para creer en el rescate de Jesucristo?
21 Sin duda fué en un tiempo distante antes de su venida milagrosa a la tierra que Jesús en su existencia prehumana expresó su buena disposición a suministrar el rescate. Tiene que haber sido así, porque mediante Abrahán, mucho antes del advenimiento terrestre de Jesús, Jehová ilustró cómo daría a su Hijo en sacrificio, y cómo ese Hijo de su propio albedrío entregaría su vida. (Gén. 22:1-19) En seguida de esta representación profética por Abrahán, Jehová hizo la promesa de que “serán bendecidas en tu simiente todas las naciones de la tierra,” la cual “simiente” Pablo identificó como el Cristo. Por eso Dios estaba demostrando que, en un tiempo determinado del futuro desde el día de Abrahán, su propio Hijo amado vendría para hacer el gran sacrificio. En su Palabra escrita. Jehová estaba colocando un fundamento para que hombres inclinados hacia la justicia pudieran cifrar su esperanza en este gran acontecimiento y las bendiciones indecibles que éste les haría posible. Se estaba estableciendo un registro digno de confianza mediante el cual los hombres podrían identificar al que suministra el rescate para ellos. (Pro. 8:22-36; Juan 8:58, NM) Una gran liberación estaba ahora a la vista, pero con toda certeza vendría mediante el rescate de Jesucristo.
[Notas]
a El Christian Beacon, 9 de mayo de 1946, vol. XI, núm. 13 (Harry Emerson Fósdick).