¿Pueden los cristianos cambiar al mundo?
LA MAYOR parte de los cristianos profesos está convencida de que los seguidores de Cristo tienen que tratar de cambiar a este viejo mundo, que tienen que tratar de ‘hacerlo un lugar digno de la venida de Cristo a él.’ Sinceramente creen que les toca a ellos efectuar el cumplimiento de la oración de Jesús de que la voluntad de Dios sea hecha en la tierra como se hace en el cielo. Con este fin tratan de introducir a Dios y Cristo en los gobiernos mundanos, tratan de hacer las guerras menos devastadoras y mortíferas o eliminarlas del todo, y se esfuerzan por convertir a todos los paganos a la cristiandad.
Los tales en nada se desaniman por la magnitud de la tarea que yace ante ellos sino que insisten en que su modo de hacerle frente al problema de vencer las desigualdades presentes es práctico, de acuerdo con la realidad. Consideran a los testigos de Jehová, los cuales rehusan participar en tales esfuerzos para cambiar a este viejo mundo, como derrotistas, como desertores, y a su actividad como impráctica y contraria a la realidad.
Pero en lo que toca a los testigos de Jehová no es un asunto de desertar, no es un caso de derrotismo. Jamás trataron de cambiar a este viejo mundo, y por eso no se les puede acusar de abandonar esa tarea. Ni son derrotistas, rehusando emprender la tarea sólo debido a su magnitud. Los siervos de Jehová están acostumbrados a asignaciones de gran magnitud. ¡Qué tarea emprendió Noé: edificar un arca o cajón lo bastante grande para acomodar a ocho personas y cientos de animales por un año entero! ¡Qué trabajo intentó Moisés: conducir dos millones de esclavos fuera de Egipto y a la Tierra Prometida! ¡Qué asignación recibió el puñado de seguidores de Jesús: hacer discípulos de gente de todas las naciones y hacer que las buenas nuevas del reino de Dios fueran predicadas por todo el mundo!
Pero cambiar a este viejo mundo—los siervos de Jehová de hoy no emprenderán esa tarea. ¿Por qué no? Porque, en primer lugar, no hallan en ninguna parte de las Escrituras el que se les haya dado dicha comisión a ellos. La porfía y persistencia pueden ayudarlos a ganar sólo si sus esfuerzos están en armonía con los propósitos de Dios. Sólo para una asignación dada por Dios pueden esperar que Dios les dé la sabiduría, fuerza y protección necesarias para efectuarla. A los cristianos no se les manda cambiar al mundo, sino solamente hacer discípulos de gente de todas las naciones y predicar el todo el mundo con el propósito de dar un testimonio.—Mat. 24:14; 28:19, 20.
En segundo lugar, los testigos de Jehová no tratan de cambiar a este viejo mundo, porque está bajo el dominio de Satanás el Diablo. Él es el dios de este sistema de cosas y éste yace en su poder. Ellos saben que no pueden cambiarlo a él ni pueden echarlo fuera de ese dominio. (2 Cor. 4:4; 1 Juan 5:19) El tratar de hacerlo sería sumamente desacorde con la realidad.
Una tercera razón por la que los testigos de Jehová no tratan de cambiar a este viejo mundo es que no es posible reformarlo. Está apanalado con corrupción, así como estuvo el mundo del día de Noé. Es semejante a un vestido apolillado sobre el cual ningún remiendo nuevo puede durar. Ama al placer más que a Dios y no puede cambiar sus costumbres malas así como un etíope no puede cambiar su piel o un leopardo sus manchas. El tratar de cambiarlo sería sumamente impráctico.—Mat. 9:16; Jer. 13:23.
Puesto que este viejo mundo no puede ser reformado, Dios lo ha condenado a la destrucción, una cuarta razón por la que los cristianos no deben tratar de cambiarlo. Sus cielos y tierra están “guardados para fuego y se están reservando para el día de juicio y de la destrucción de hombres impíos.” “Porque Jehová tiene indignación contra todas las naciones, e ira ardiente contra toda la hueste de ellas.”—2 Ped. 3:7, NM; Isa. 34:2.
El tratar de reformar o remendar este viejo sistema de cosas sería suponer que los juicios de Dios contra el mundo no son justos, que deberíamos hacer que los cambiara. Dicha actitud, aunque pueda ser tan bien intencionada como fué el esfuerzo de Abrahán para hacer que Dios no destruyera a Sodoma y Gomorra, no tendrá más éxito que el esfuerzo de él. Por eso a todos los amadores de la justicia que aprecian el don de vida eterna se les manda huir de este viejo mundo: “Salgan de ella, pueblo mío, si no quieren participar con ella en sus pecados, y si no quieren recibir parte de sus plagas.” El permanecer con este viejo sistema de cosas es aprobar su iniquidad, y por eso merecer la destrucción que viene sobre él. Tal curso sería sumamente desacorde con la realidad.—Apo. 18:4, NM; Gén. 18:26-32.
Sí, ¡qué insensatez habría sido para Noé interesarse en tratar de cambiar ese mundo antediluviano en vez de concentrarse en edificar su barco mientras daba la amonestación de Dios! ¡Si hubiera hecho eso habría perecido en el Diluvio y nosotros no estaríamos aquí hoy! Lo mismo es cierto concerniente a Lot. Si hubiera insistido en tratar de hacer que aquellos sodomitas se apartaran de sus caminos inicuos y hubiera demorado su huída habría sido “arrebatado en la iniquidad de la ciudad.” Jesús trazó un paralelo entre los días de Noé y Lot y nuestro día y recalcó la necesidad de tener urgencia al separarnos de este viejo sistema de cosas.—Mat. 24:15-20; Luc. 17:26-30.
Además, nótese que aun si todos los esfuerzos de las personas bien intencionadas de todas las naciones tuvieran éxito, efectuando gobierno honrado y paz entre las naciones, eso no podría siquiera comenzar a compararse con lo que el reino de Dios puede traer y traerá. Ese reino no sólo asegura paz eterna y el fin de toda opresión, sino que también efectuará el fin del dolor, el pesar, la enfermedad y la muerte, traerá de vuelta a las personas amadas de la tumba, y, sobre todo, tendrá éxito en unir a todos los que vivan en la adoración del solo Dios verdadero, Jehová. ¡Seguramente todo eso está infinitamente más allá del poder y sabiduría de los hombres, para que ellos puedan realizarlo mediante sus propios esfuerzos!—Salmo 72; Isa. 11:9; Hech. 24:15; Apo. 21:4.
¿Qué, entonces, es más práctico y de acuerdo con la realidad que el mensaje que se le lleva a la gente concerniente a este maravilloso reino y la necesidad de ponerse de parte de él antes de que sea demasiado tarde? Los que se ponen de parte de él disfrutan aun ahora de un goce anticipado de las bendiciones de ese nuevo mundo, porque mediante el llegar a ser parte de la sociedad del Nuevo Mundo se asocian con una organización de personas que está libre de ambición egoísta y corrupción, que no conoce división a causa de raza, color o idioma, y que obviamente tiene la bendición de Dios sobre ella.
Dios no ha comisionado a los cristianos a cambiar este mundo, sino sólo a dar testimonio a él; no podemos cambiarlo así como no podemos cambiar al Diablo, y a causa de que no puede ser reformado, Dios lo ha condenado a la destrucción. Nuestra única seguridad yace en separarnos de sus planes y cifrar nuestra esperanza en el justo nuevo mundo de Dios, el cual nuevo mundo será tanto más superior a cualquier cosa que el hombre pueda lograr como los cielos son más altos que la tierra.