Dando a conocer las buenas nuevas en una sinagoga judía
Relata su experiencia uno del cuerpo de trabajadores en las oficinas principales de la Sociedad Watch Tówer
MIENTRAS servía a la congregación de Pittsfield (Massachusetts) [el año pasado], al siervo auxiliar de congregación, a su esposa y a mí se nos invitó a asistir a una sinagoga judía con el propósito de contestar preguntas acerca de los testigos de Jehová en una de sus clases que estudiaba las diferentes religiones.
Puntualmente a las diez llegamos a la sinagoga, un edificio recién construído y de diseño moderno que está a sólo tres manzanas del Salón del Reino y en la misma calle. El instructor de la clase nos recibió cordialmente y a su vez nos presentó al rabino que estaba a cargo de la sinagoga. La recepción agradable nos hizo sentir cómodos inmediatamente. Después de unas cuantas palabras nos llevaron a la sala de clase, donde había de verificarse la entrevista. El salón era grande. A un lado de la pieza había una biblioteca de libros y Biblias selectos. En el centro de la pieza había una mesa de forma rectangular con la revista Look del 28 de julio de 1953 sobre ella. Tomamos asiento en el extremo más lejano de la mesa. Puesto que los estudiantes no estaban presentes todavía, el instructor tomó unos minutos para decirnos lo que estaban haciendo en su clase. Dijo que la semana anterior habían hablado acerca de los testigos de Jehová, usando lo que la revista Look decía acerca de ellos como base para su consideración del tema. Puesto que habían surgido muchas preguntas que ninguno de los presentes podía contestar autoritativamente, les pareció mejor invitar a un testigo de Jehová a la sinagoga y de esta manera conseguir directamente las respuestas a sus preguntas.
Para este momento la clase entró. Un grupo de jóvenes avivados, enérgicos e inteligentes, cuyas edades variaban entre quince y diecinueve años. Después que se sentaron alrededor de la mesa—había unos diecisiete de ellos—el instructor brevemente dió a conocer el propósito que teníamos para estar allí y nos dijo que usáramos el tiempo que quedaba. En sus palabras: “La clase es suya.”
Dijimos a los de la clase que entendíamos que ellos tenían muchas preguntas y que haríamos lo mejor posible para contestarlas. Parecía que nadie quería ser el primero en empezar. El instructor de la clase pronto habló y dijo: “Quizás ustedes [hablando a nosotros] tengan una pregunta que quieran hacernos.” La clase pensó que eso sería una buena idea para poner las cosas en movimiento. Dijimos que sí teníamos una pregunta y que habíamos tratado de encontrar la respuesta por algún tiempo pero no habíamos tenido éxito completo. Estaban ansiosos de saber cuál era la pregunta. De modo que preguntamos: “¿Podrían decirnos el origen de la ‘estrella de David’ o del ‘escudo de David’?” Los de la clase inmediatamente se miraron unos a otros interrogativamente. Era bastante obvio que ninguno de ellos sabía la respuesta.
El instructor habló y dijo: “Ustedes no esperaban conseguir la respuesta a esa pregunta aquí, ¿verdad?” Contestamos: “¿A qué lugar más apropiado podríamos ir que a una sinagoga judía para la respuesta, sobre todo cuando la sinagoga usa el símbolo?” El instructor se detuvo a pensar y dijo que no sabía exactamente cuál era el origen de la estrella pero que él pensaba que había originado con la mitología y quería saber si nosotros habíamos encontrado la misma cosa en nuestra búsqueda. Dijimos que sí. Pero hallábamos difícil entender por qué los judíos aceptaban este símbolo pagano, especialmente cuando Jehová estrictamente les prohibió tener cosa alguna que ver con las prácticas paganas y sus símbolos. A esto el instructor respondió que él no creía que David había conocido la “estrella de David.” Convenimos con él. No lo creíamos nosotros tampoco. De hecho, estábamos bastante seguros de que David no tuvo nada que ver con el símbolo y no sabía nada acerca de él.
Después de este breve intercambio la clase parecía haberse retirado a un silencio aun más profundo. Así que pensamos en una manera de hacerlos sentirse más cómodos. Les contaríamos acerca de los testigos de Jehová, lo que ellos creen, quiénes son y lo que predican, etc., después de lo cual ellos sin duda tendrían preguntas. Ellos se sonrieron e hicieron señas de aprobación con la cabeza.
Empezamos nuestro discurso improvisado mediante el mostrarles que los testigos de Jehová son gente de todo oficio y ocupación, que lo que ellos enseñan y creen se asemeja mucho a lo que los profetas antiguos enseñaron y creyeron. Los profetas antiguos creyeron que Jehová era el solo y único Dios verdadero; también los testigos de Jehová creen eso. Tal como los profetas de Jehová creyeron que Jehová era el gran Dios de Propósito con un propósito definitivo para su pueblo, así creen los testigos de Jehová. Tal como los profetas judíos creyeron y proclamaron unos nuevos cielos y una tierra nueva como el propósito de Jehová, así creen y proclaman los testigos de Jehová. Citando casi exclusivamente de las Escrituras hebreas, mostramos a la clase que el propósito de Jehová es hacer de esta tierra nuestra un glorioso escabel para los pies de Jehová. Dado que Jehová declaró que éste es su propósito, su Palabra no volvería a él sin fruto.—Isa. 46:11; 55:9-11; 60:13; 65:17; 66:1.
Se trazó el propósito de Jehová desde el jardín del Edén hasta nuestro día, mostrando la razón por el pecado, la enfermedad, el pesar y la muerte. El grupo entero parecía asirse de cada palabra, inclusive el instructor. Se señaló que la gloriosa tierra que Jehová prometió y de la cual escribieron los profetas ha de llegar en nuestro día, y los únicos que proclaman estas buenas nuevas a la humanidad son los testigos de Jehová. La gente hoy, se les dijo, en realidad está escogiendo o la vida o la muerte por la actitud que manifieste al mensaje del Reino; que éste es un mensaje de esperanza, un mensaje feliz, un mensaje de vida para todos los que quieran escuchar; que este mensaje significa todo para los jóvenes que están por enfrentarse a la vida, porque les da razones lógicas en explicación de las condiciones del mundo y les ofrece la más brillante esperanza que la humanidad jamás pudiera concebir—la esperanza de vivir para siempre bajo un gobierno perfecto, en condiciones perfectas, en paz, prosperidad y felicidad eternas. Esta era la esperanza para los que estaban reunidos allí. Podían conseguirla con solamente escogerla.
Después de esta consideración de treinta y cinco minutos de los propósitos de Jehová la reunión fué dejada abierta para que se hicieran preguntas. Esta vez había muchas manos levantadas por todos lados. La primera pregunta fué: “¿Cómo podemos probar que Cristo vino y empezó su dominio en el año 1914?” En rápida sucesión habían de seguir tales preguntas como éstas: ¿Por qué se oponen a saludar la bandera los testigos de Jehová? ¿Qué tienen ellos en contra de la transfusión de sangre? ¿Bautizan los testigos de Jehová? ¿cómo? ¿Cuántos años tiene que tener uno antes que pueda ser bautizado? ¿antes que pueda ser testigo de Jehová? ¿Cómo funciona la organización de los testigos de Jehová? ¿Cómo les fué posible celebrar una enorme asamblea internacional como la que tuvieron en el estadio Yanqui del 19 al 26 de julio de 1953? ¿Creen los testigos de Jehová en una trinidad? ¿un purgatorio? ¿Qué creen ellos acerca del cielo, el infierno y la resurrección? ¿Celebran ellos la Navidad? ¿cumpleaños?
Al principio los estudiantes levantaban la mano y esperaban que se les llamara para hablar, pero la consideración de los asuntos se puso tan animada que se sintieron libres para hablar sin vacilación. Era realmente maravilloso presenciar cómo ofrecían comentarios, y su expresión y entusiasmo. Hicieron preguntas inteligentes y ni una sola vez durante toda la sesión mostraron alguna señal de antagonismo o prejuicio. Su deseo de participar en la discusión era algo loable y sobresaliente. Y aceptaron las respuestas que se dieron a sus preguntas sin ninguna muestra de resentimiento o disgusto.
Quisieron saber si los testigos de Jehová llevan algo puesto para distinguirse del resto del mundo. Se les dijo que el celo de los testigos de Jehová por la verdad, por su religión, su deseo vehemente de alabar a Jehová y dar a conocer su nombre, los distingue del resto del mundo. Quisieron saber si usamos imágenes, cómo las juntas de reclutamiento tratan a los testigos de Jehová, si celebramos la pascua y qué pensamos acerca del sábado.
De cuando en cuando un comentario producía una ola de sorpresa en la clase. Por ejemplo: Les asombró el que nosotros celebremos el Memorial el 14 de nisán y cómo guardamos esa fecha. Casi todos ellos quedaron profundamente sorprendidos al saber que no celebramos la pascua de Navidad, no creemos en una trinidad y que no creemos en un fuego infernal. Quisieron saber por qué había sólo 144,000 escogidos para ser coherederos con Cristo en los cielos, y si esto no probaba parcial a Dios. Otro preguntó si en la resurrección el hombre tendría conveniencias tales como las que tenemos hoy, radio, televisión, etc. Del otro lado de la mesa vino otra pregunta: “¿Creen los testigos de Jehová que de todas las religiones ellos son los únicos que tienen razón?” ¿Cómo explicamos el nacimiento virginal mencionado en Isaías 7:14? Se hicieron muchísimas otras preguntas.
La discusión había de durar solamente una hora según entendía yo, pero después de la primera hora·1as preguntas todavía venían copiosamente. Al pasar una hora y media y dos horas la clase aun no mostraba señas de aflojar el paso o querer suspender la discusión. Seguían levantándose manos por todos lados de la mesa. Es dudoso que haya habido alguno de ellos que no hiciera más de una pregunta. Casi todos hicieron cinco o seis. Sus ojos brillaban. Parecían estar gozando cabalmente de esta experiencia con nosotros. Pasadas casi dos horas y media se llevó la sesión a su clausura. El tratado “¿Quiénes son los testigos de Jehová?” se distribuyó a ellos. El grupo expresó cuán gran gozo le había sido tenernos allí. Algunas de las niñas se reunieron alrededor de la hermana y le hicieron más preguntas. Literalmente tuvimos que abrirnos paso hacia fuera. Moviendo la mano en adiós salimos de la sinagoga.
Al andar calle arriba no podíamos menos que sentirnos alborozados. ¡Habíamos pasado un tiempo tan maravilloso! Pensamos, también, que esta experiencia debiera enseñarnos a estar “siempre listos para hacer una defensa ante todo aquel que les demande una razón de la esperanza que hay en ustedes, pero haciéndolo junto con un genio apacible y respeto profundo.”—1 Ped. 3:15, NM.