Practicando el amor verdadero todos los días
PARA practicar el amor verdadero todos los días ante todo tenemos que adquirir conocimiento de Jehová Dios.a ¿Por qué? Porque “Dios es amor.” El amor fué lo que lo hizo crearnos al principio y el amor fué lo que lo hizo entregar para el bien nuestro el tesoro más querido de su corazón: “Dios amó tanto al mundo que dió a su Hijo unigénito.”—1 Juan 4:8; Juan 3:16, NM.
Dios dió a Adán y Eva el don o la capacidad de amar, pero, debido a egoísmo, ellos impidieron su desarrollo y desde entonces “la inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud.” Para ayudarnos a practicar el amor verdadero todos los días Dios nos dió su libro que enseña a amar y cuyas páginas están llenas de amor. Considerando todo lo que Dios ha hecho para nosotros, es muy adecuado que nos mande amarlo a él y también a nuestro prójimo. Pero nuestro amor debe ser sincero y no hipócrita.—Gén. 8:21; Rom. 12:9, NM.
Practicamos el amor verdadero cuando ‘sustentamos con palabras al cansado,’ también cuando hacemos “declaración pública de nuestra esperanza,” cuando nos reunimos para ‘considerarnos unos a otros para incitar al amor y obras rectas.’ Y cuando predicamos las buenas nuevas del Reino de casa en casa, en las calles, en los hogares y siempre que se presenta la oportunidad. A veces el practicar el amor verdadero quiere decir seguir el consejo: “Mejor es la reprensión franca que el amor oculto.” Pero con afabilidad y tacto.—Isa. 50:4; Pro. 15:23; Heb. 10:23-25, NM; Pro. 27:5.
Pero el amor verdadero no se limita a palabras. Igual que la fe, el amor sin obras está muerto. “Cualquiera que tiene los recursos de este mundo para el sostén de la vida y contempla a su hermano pasando necesidad y sin embargo le cierra la puerta de sus tiernas compasiones, ¿de qué manera permanece el amor de Dios en él?”—Sant. 2:17; 1 Juan 3:17, 18, NM.
Además, el practicar el amor verdadero todos los días quiere decir ayudar a los que atienden a nuestras necesidades materiales para que ellos tengan más tiempo para los intereses del Reino. Quiere decir tolerar las debilidades de nuestros hermanos, ayudándolos con paciencia a lograr madurez. Quiere decir no sólo asistir a las reuniones de congregación sino ser puntual, y hacer a otros sentirse bienvenidos y amados saludándolos amigablemente. También quiere decir estar alerta para entrenar a otros en la obra de predicar. Y practicamos el amor verdadero cuando rehusamos ‘llevar cuenta del daño,’ y podemos decir de las reprensiones: “Hiérame el justo; será para mí un favor; corríjame también; me será como ungüento para la cabeza.”—1 Cor. 13:5, NM; Sal. 141:5.
La batalla del Armagedón no cambiará milagrosamente las disposiciones faltas de amor, sino que las extirpará. Sólo el amor verdadero y los que lo practican sobrevivirán a esa batalla.
[Notas]
a Para detalles vea La Atalaya del 1 de febrero de 1955.