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  • Ningún “don de lenguas” hoy en día
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1956
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1956
w56 15/1 págs. 37-39

Ningún “don de lenguas” hoy en día

¿Con qué propósitos se dió el don pentecostal de lenguas? ¿Imparte todavía el don de lenguas el espíritu santo de Dios, y nos es preciso poder hablar en lenguas para probar que hemos recibido el espíritu santo? ¿Qué dice la Biblia?

EL LUGAR era un cuarto superior en Jerusalén. Estaban presentes 120 de los seguidores de Cristo, incluyendo a sus apóstoles, sus hermanastros y su madre. El tiempo era el día de Pentecostés de 33 d. de J.C., aproximadamente el 20 de mayo, según nuestro calendario. Diez días habían pasado desde que se vió a Jesús ascender al cielo. “De repente provino del cielo un ruido exactamente igual al de una brisa impetuosa y fuerte, y llenó toda la casa donde se hallaban sentados. Y lenguas como si fueran de fuego se hicieron visibles y fueron distribuídas a ellos, y una se asentó sobre cada uno de ellos, y todos fueron llenados de espíritu santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas.”—Hech. 2:1-4, NM.

En ese tiempo, debido a la fiesta de Pentecostés, “había habitando en Jerusalén judíos, hombres reverentes, procedentes de toda nación de las que hay bajo el cielo. De modo que, cuando ocurrió este sonido, la multitud se juntó y se azoraron, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua” “las cosas magníficas de Dios.” Pedro, como vocero, explicó a los judíos atónitos el significado de este milagro, que era en cumplimiento de Joel 2:28, 29 respecto a que Jehová derramaría de su espíritu sobre toda clase de carne.—Hech. 2:5-18, NM.

Unos tres años y medio más tarde el hablar en lenguas acompañó al derramamiento del espíritu santo sobre Cornelio y los de su casa mientras Pedro les predicaba. Años más tarde un incidente parecido se efectuó después que Pablo había predicado a algunos en Éfeso. ¿Establecen estos tres casos, los únicos mencionados en las Escrituras, en que el don de lenguas acompañó la recepción del espíritu santo, una regla fija e inflexible de que todos los que han recibido el espíritu santo podrán hablar en lenguas?

Entre un número considerable de las sectas menores en los Estados Unidos, particularmente aquellas que se llaman “Pentecostales,” se da mucho énfasis al hablar en lenguas. Por eso respecto a la secta de las Asambleas Generales de Dios, cuyo número de miembros pasa de un cuarto de millón en los Estados Unidos, se nos dice que “son especialmente insistentes en la enseñanza del don de lenguas en seguida del bautismo por el espíritu; ningún ministro que dudara de este don podría ser reconocido como tal entre este grupo.”—Handbook of Denominations.

EL PROPÓSITO DEL DON DE LENGUAS

Jehová Dios había dado a Moisés poder para efectuar milagros para establecer su autenticidad como profeta de Dios. Sobre la misma base Cristo Jesús había probado que era profeta de Jehová, tal como él dijo a sus críticos. “Aun si no me creen a mí, crean a las obras.” ¿Qué, entonces, podría ser más lógico que el que los seguidores inmediatos de Jesús pudiesen hacer lo mismo? Por lo tanto ellos también efectuaron milagros, sanaron a los enfermos, resucitaron a los muertos, etc. El don de lenguas fué sólo uno de los muchos dones del espíritu que los apóstoles y primeros discípulos poseyeron que los ayudaron a demostrar que ellos realmente eran verdaderos seguidores del Hijo de Dios y que ellos tenían la religión correcta y verdadera.—Juan 10:38, NM.

El don de lenguas, sin embargo, tuvo otro propósito, un propósito muy práctico. Especialmente en el día de Pentecostés, por medio del don de lenguas ellos pudieron testificar a judíos procedentes de muchos diferentes países y que no entendían el arameo, la lengua nativa. ¡Con razón tres mil de ellos aceptaron el cristianismo ese día!

Hoy en día, no obstante, ni una ni la otra de estas dos razones es válida. Ya que el cristianismo ha demostrado su origen divino, no hay más necesidad de milagros. Incidentalmente, tomemos nota de que aunque algunos pretendan poseer el don de curación no hay absolutamente ninguna semejanza entre la curación que Jesús y sus apóstoles llevaron a cabo y la que pretende hacerse hoy en día. En ese tiempo todo el que venía a Jesús o a los apóstoles era sanado, hoy en día sólo unos pocos que son la excepción pueden sostener que han sido ayudados. Además, allá en aquel tiempo hasta se resucitaba muertos. Y en adición a eso, hoy en día tenemos la Biblia en más de 1,125 idiomas y “estas buenas nuevas del reino” se están predicando en más de cien diferentes lenguas.

La verdad es que el hablar en lenguas desempeñó un papel de menor cuantía en el ministerio cristiano primitivo. No leemos ni palabra acerca de que Jesús mismo haya hablado en lenguas, ni de que se haya mandado a sus seguidores que lo hicieran o que lo hayan hecho mientras él estaba con ellos. Puesto que el ministerio de ellos era principalmente a los judíos, no había necesidad de lenguas. De modo que no se incluye el hablar en lenguas en las instrucciones que dió Jesús cuando partió: “Vayan pues y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo, enseñándoles que observen todas las cosas que yo les he mandado.”—Mat. 28:19, 20, NM.

“Pero,” pregunta el pentecostal, “¿qué hay acerca de Marcos 16:17, que dice: ‘Estas señales acompañarán a los que creyeren: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán en nuevas lenguas.’ No prueba eso que todos los seguidores de Cristo debieran poder hablar en lenguas?” Pero fijémonos en el contexto. Según ello los creyentes no sólo debieran poder hablar en lenguas sino que también debieran poder echar fuera demonios, poder manejar serpientes venenosas sin sufrir daño y beber pociones mortíferas sin sufrir mal.

Es verdad, hay algunos que sostienen que el espíritu santo hace posible que uno maneje serpientes venenosas sin que le hagan daño; por eso es que la prensa en los Estados Unidos cuenta periódicamente de algunos de estos descarriados que son picados y aun mueren de picaduras de serpientes en tales circunstancias. Ejemplos de esto son W. J. Palmer, de Johnson City, Tennessee, quien murió de picaduras de serpiente el 4 de octubre de 1953; J. Thomas, de Trenton, Georgia, quien murió de picaduras de serpiente el 15 de junio de 1954 y C. E. Canada, de Greenville, Carolina del Sur, que en agosto de 1953 sobrevivió una picadura de serpiente sólo porque aceptó inyecciones grandes de suero que los otros dos que murieron rehusaron.

La realidad es que los eruditos modernos de la Biblia están de acuerdo en que los últimos doce versículos que hablan acerca de lenguas y el no recibir daño de serpientes no fueron escritos por Marcos sino que fueron añadidos por otro. Según Goodspeed, el registro de Marcos “termina bruscamente al final de 16:8 en los dos mejores y más antiguos manuscritos, el Sinaítico y el Vaticano, y en unos cuantos otros.”—The Goodspeed Parallel New Testament.

LOS DONES CONTRA EL FRUTO DEL ESPÍRITU

Porque el don de lenguas fascinó a los cristianos corintios de una manera que estaba fuera de toda proporción con su valor, Pablo tuvo que aclararles el asunto, lo cual él hizo en su primera carta a ellos, y los capítulos 12 al 14 son las únicas otras referencias a las lenguas aparte de Los Hechos de los Apóstoles. Aun en ese tiempo no todos tenían el don de lenguas, porque Pablo escribió: “No todos son apóstoles, ¿verdad? No todos son profetas, ¿verdad? No todos son maestros, ¿verdad? No todos desempeñan obras poderosas, ¿verdad? No todos tienen dones de curaciones, ¿verdad? No todos hablan en lenguas, ¿verdad? No todos son traductores, ¿verdad?” Y fíjese en el orden, desde lo más importante, apóstoles, hasta lo menos importante, las lenguas y su interpretación.—1 Cor. 12:27-30, NM.

Continuando su argumento en el capítulo 13, Pablo muestra lo que realmente es importante: “Si hablo en las lenguas de los hombres y de los ángeles pero no tengo amor, he llegado a ser un pedazo de bronce que resuena o un címbalo que retiñe.” Y, relegando el don de lenguas a su lugar apropiado, Pablo declara en el capítulo siguiente: “El que habla en una lengua se edifica a sí mismo, pero el que profetiza edifica a una congregación. Ahora bien desearía que todos ustedes hablaran en lenguas, pero prefiero que profeticen. Realmente, el que profetiza es mayor que el que habla en lenguas, a no ser, de hecho, que traduzca, para que la congregación pueda recibir edificación.” “Le doy gracias a Dios, que yo hablo en más lenguas que ustedes. Sin embargo, en una congregación prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para que pueda también instruir a otros verbalmente, que diez mil palabras en cierta lengua. Hermanos, no sean niñitos en poderes de entendimiento.” “Las lenguas son para una señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos.”—1 Cor. 14:4-25, NM.

No hay duda acerca de ello, Pablo no dió gran importancia al don de lenguas. Él mostró que era de poco provecho a menos que lo que se dijera fuera traducido, y que el profetizar, queriendo decir en este caso explicar públicamente, era de mucho más provecho que cualquier don de lenguas.

Hoy en día la congregación cristiana ya no necesita el don de lenguas, pero sí necesita el fruto del espíritu, como manifiesta Pablo: “El amor nunca se acaba. Pero aunque haya dones de profecía, serán quitados; AUNQUE HAYA LENGUAS, CESARÁN.” “Cuando yo era niño, yo hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero ahora que he llegado a ser hombre, he dejado las cosas características de niño.” Claramente, los dones milagrosos que sirvieron a la congregación cristiana en su infancia no serían necesarios al llegar ésta a su madurez. Lo que parece ser hablar en lenguas hoy en día, llamado glosolalia, si no es producto del sentimentalismo o desequilibrio mental, es un caso en que “Satanás mismo sigue transformándose en un ángel de luz” para engañar.—1 Cor. 13:8, 11; 2 Cor. 11:14, NM.

Jesús dijo: “Por sus frutos ustedes los reconocerán.” Los frutos que sus verdaderos seguidores producen hoy en día son los de predicar “estas buenas nuevas del reino,” guardándose “sin mancha del mundo,” y “amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, gobierno de uno mismo.” Estos, y no el hablar en lenguas, identifican al verdadero ministro cristiano y manifiestan si él tiene el espíritu santo o no.—Mat. 7:16; 24:14; Sant. 1:27; Gál. 5:22, 23, NM.

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