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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1956
w56 15/8 pág. 492

Aúllan los falsos pastores

LOS clérigos de la cristiandad se han arrogado el papel de pastores de sus rediles. Son negligentes en lo que toca a alimentar a sus ovejas, pero aúllan cuando observan a los verdaderos pastores de Jehová alimentar a los que son semejantes a ovejas, porque esto significa el asolamiento de sus dehesas. Una ilustración de esto es lo siguiente, que aconteció en un pueblo del estado de Nueva York durante los últimos meses de 1955.

La esposa había estado estudiando con los testigos de Jehová a intervalos por algún tiempo considerable, pero el esposo había estudiado sólo unas cuantas semanas, cuando escribieron a su pastor luterano indicándole que deseaban hacerse testigos de Jehová. Por consiguiente éste los visitó y por dos horas trató en vano de hacerles cambiar de parecer. A insistencia de él se hicieron arreglos para tener una reunión con los testigos y se argumentó el tema de la trinidad.

Al concluir la conversación el esposo dijo a su pastor: “Señor B————, la primera vuelta favorece a los testigos. Yo nunca supe lo que realmente era la trinidad, y ahora que me doy cuenta, veo que no tiene sentido.” Respondió el pastor: “Por supuesto que no tiene sentido. Pero cuando la Biblia no tiene sentido, nosotros no debemos tratar de tenerlo tampoco.”

Se convino en tener otra reunión a la semana siguiente y considerar el tema del infierno. Sin embargo, el clérigo llamó por teléfono más tarde indicando que no le sería posible cumplir con la cita, pero que vendría gustosamente la próxima semana trayendo consigo a un amigo. Mientras tanto, haciendo uso de una Cyclopedia luterana, los testigos se enteraron de lo que los teólogos luteranos realmente enseñan sobre varios tópicos religiosos. La semana siguiente llegó el pastor no sólo con un amigo, sino con dos, ambos clérigos también, y uno, aparentemente, de más autoridad que los otros.

Durante la consideración del tema del infierno surgió el punto de si es o no es literal el fuego del infierno. El que tenía más autoridad hizo hincapié en que sí lo era, y en que el infierno es un lugar caluroso. Cuando se le enseñó que la Cyclopedia luterana sostiene que el fuego no es literal se airó mucho y trató de negar que había dicho que realmente hace calor en el infierno.

Siguió una consideración sobre el fin del mundo. Los clérigos sostuvieron que el mundo sería destruido literalmente y como prueba citaron 2 Pedro 3:10. Puesto que los testigos habían descubierto que los dogmatistas luteranos no estaban de acuerdo sobre este punto, ya que algunos, como Gerhardt, Quenstedt y Calov, sostenían que la tierra sería destruida en forma literal, mientras que otros, inclusive Lutero mismo y Brenz, sostenían que solamente la forma de esta tierra desaparecería, se les preguntó a los clérigos a cuál de los dos grupos se inclinaban. “¡A Lutero, naturalmente!” fué la respuesta.

Cuando se les indicó que Lutero no creía que la tierra literal sería destruida y que había diversidad de opiniones entre los teólogos luteranos sobre el tema, insistieron en que su Cyclopedia no decía tales cosas, y al enseñárselas directamente trataron de tergiversar las declaraciones sencillas. Era claro que no se habían dado cuenta de este desacuerdo entre sus propios teólogos. Uno de ellos, perdiendo su calma, se inclinó sobre la mesa y gritó que era ridículo el que legos ignorantes les dijeran a ellos lo que ellos mismos creen, etc.

El esposo replicó diciendo que las creencias de los testigos de Jehová tienen más sentido. A lo cual uno de los clérigos respondió con desprecio: “Ustedes con sus pequeñas mentes estúpidas y ruines, tienen que poner todos los textos juntos a fin de que tengan sentido. Esa es la doctrina más estúpida y más ruin que he oído.”

En el transcurso de la discusión de aquella noche los clérigos dijeron que Dios estaba frustrado porque no todos van a ser salvados aunque él desearía que lo fueran. Cuando llegó la hora en que debían salir, el que aparentemente tenía más autoridad se levantó y dijo: “Lo único que quiero decir es que ésta ha sido la noche más repugnante y más desilusionadora de mi vida, y si yo hubiera sabido en qué iba a dar, nunca habría venido.” Después de unas palabras más sobre el tema del infierno los otros dos clérigos salieron también.

La pareja se regocijó de la victoria que la verdad había logrado. Desde ese incidente los dos se hallan constantemente ensanchando su participación en la predicación de las buenas nuevas del Reino y están alimentándose regularmente a la mesa de Jehová puesta para ellos en el Salón del Reino.

“¡Escuchad la voz del clamor de los pastores, y el aullido de los mayorales del rebaño; porque Jehová ha asolado su dehesa!” En verdad esas palabras proféticas de Jeremías, escritas hace unos veinticinco siglos, hallan su cumplimiento en nuestro día.—Jer. 25:36.

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