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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1956
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1956
w56 15/11 págs. 677-680

Adquiriendo y dando los pensamientos de Dios

Puesto que el hacedor es mayor que lo que él hace, el cerebro humano es superior a los pensamientos que produce. Y síguese que el Dios que hizo nuestro cerebro es mucho mayor que éste, y los pensamientos de él son más elevados que los nuestros.

LAS palabras son las balas que se usan en la guerra que se hace para conquistar la mente de los hombres, y se disparan de toda arma que hay en los arsenales de la propaganda. Golpean incesantemente en nuestros oídos y tratan de llenar nuestra mente de los pensamientos y promesas de los hombres. Vienen en oleadas incansables para anegar el cerebro y hacer que toda persona se conforme a sus objetivos, disolviendo y sacando de la mente como por lavado cualesquier pensamientos que contradigan su mensaje. Si logran inundar de continuo la mente no habrá espacio para otros pensamientos, tendrán que quedarse afuera. Esa es la estrategia del fuego sostenido de estas balas verbales, el propósito por el cual entran agitadas como el embate del océano. Y diferentes grupos disparan sobre nuestra mente con diferentes doctrinas, nos inundan con propagandas variadas.

Pero, ¿los pensamientos de quién son los correctos? ¿Los de quién contienen la sabiduría más elevada? ¿Las palabras de quién resultarán verídicas? ¿De quién son las promesas que se cumplirán? ¿Conoce usted a algún hombre que esté completamente libre de toda iniquidad, que sea enteramente justo? Jesús dijo: “Nadie es bueno, salvo uno, Dios.” Pablo citó: “No hay hombre justo, ni siquiera uno.” Por lo tanto la Biblia aconseja: “¡Deje el malo su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová!” ¿Por qué a Jehová Dios? Escuche: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos, dice Jehová. Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos que vuestros pensamientos. Porque de la manera que desciende la lluvia, y la nieve, del cielo, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la fecunda, y la hace producir, de modo que dé simiente al que siembra, y pan al que come; así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin fruto, sino que efectuará lo que yo quiero, y prosperará en aquello a que yo la envié.”—Mar. 10:18; Rom. 3:10, NM; Isa. 55:7-11.

Cuando Dios creó al hombre él le dió al hombre un cerebro capaz de pensar. Algunos pensamientos del hombre son hermosos y sabios y reflejan las maravillas del cerebro que es capaz de concebirlos. Pero Jehová hizo este cerebro. Es el producto de su pensamiento, sólo una diminuta reflexión de la sabiduría ilimitada de él. Los más excelsos pensamientos del hombre tienen siempre que estar a años luz de inferioridad de los pensamientos de Dios, así como la tierra está muy por debajo de las alturas incomprensibles de los cielos. Sólo un tonto vanidoso trataría de competir con los pensamientos de Dios. Más probabilidades tendría un saltamontes de sobrepujar en astucia a un hombre. Los pensamientos de Jehová son infalibles. Su palabra siempre es verdad, se cumple, nunca vuelve a él sin fruto. Su propósito expreso siempre se lleva a cabo, así como la lluvia y nieve que caen llevan a cabo su misión de regar la tierra para hacerla producir alimento para hombres y bestias.

Con el transcurso de cada año se hace más alto el basural de promesas quebrantadas y pensamientos erróneos de los hombres, pero “la palabra hablada por Jehová dura para siempre.” Por medio de adquirir los pensamientos de Dios podemos adquirir sabiduría que es más elevada y más confiable que la del hombre. Las palabras de Jehová nos guían en el camino correcto y podemos asirnos de ellas con confianza: “Las palabras de los sabios son como aguijones; y colecciones que se dan por un solo maestro son como clavos hincados por un acotillo.” En tiempos antiguos los aguijones, varas largas con punta de fierro, se usaban para hacer que los bueyes siguieran moviéndose en la dirección correcta. Las palabras sabias de Dios harán que nos sigamos moviendo en el camino correcto, y si nos extraviamos a caminos inicuos ellas picarán nuestra conciencia y nos harán cambiar nuestro rumbo. Cual clavos hincados a acotillo en una tabla, estas palabras sabias dadas por el solo verdadero Dios, Jehová, agarrarán bien y nos darán sostén, nos calmarán y nos estabilizarán. Jesús dijo que él no hablaba sus propios pensamientos, sino los de Dios, y que cualquiera que oyera y obedeciera esos dichos era como un hombre discreto que había edificado su casa sobre un fundamento de roca. Los hombres que rehusaran hacer esto estarían edificando sobre arena y cuando viniese la tempestad sus casas se desplomarían. Cualquier persona que edifique su esperanza sobre las promesas de los hombres edifica sobre la arena.—1 Ped. 1:25, NM; Ecl. 12:11, UTA.

ADQUIRIENDO LOS PENSAMIENTOS DE DIOS

Las obras creadas de Jehová declaran su gloria y poder y reflejan su sabiduría, pero no nos expresan los pensamientos o preceptos específicos de él. Tenemos que adquirir éstos de sus palabras registradas en la Biblia. ¿Recibirá usted esas palabras, las escuchará, tratará de entenderlas? “Hijo mío, ¡oh si tú recibieras mis palabras, y atesoraras mis mandamientos dentro de ti; de modo que hagas atento a la sabiduría tu oído, e inclines tu corazón hacia la inteligencia! Porque si clamares tras el entendimiento, y a la inteligencia levantares tu voz; si la buscares como a plata, y cavares por ella como por tesoros escondidos; entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca proceden la ciencia y la inteligencia. Para los rectos tiene guardada la sana razón; escudo es para los que andan en integridad.” De manera que tenemos que buscar y descubrir sus pensamientos por medio de estudiar la Biblia. El conocer y entender sus pensamientos defenderá nuestra mente de las propagandas “lava cerebros” de los mundanos.—Pro. 2:1-7.

Según piense el hombre, así es él. Un cambio en el modo de pensar cambia al hombre, pero ningún cambio aparente es genuino si permanece el mismo modo de pensar. Para servir a Jehová hay que echar fuera los pensamientos de los hombres que contradigan los pensamientos de Dios. Cualquier conversión fuera de esto es sólo fingimiento superficial. “Deben despojarse de la vieja personalidad que se conforma a su manera de proceder anterior,” dijo Pablo, añadiendo: “[Sean] renovados en la fuerza que impulsa su mente.” Lo que nos renueva es un conocimiento acertado de los pensamientos de Dios: “Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas, y vístanse con la nueva personalidad, la cual por medio de conocimiento acertado está siendo renovada.” Ya no somos formados por pensamientos y propaganda mundanos: “Dejen de amoldarse a este sistema de cosas, mas transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para sí mismos la buena y la aceptable y la completa voluntad de Dios.”—Efe. 4:22, 23; Col. 3:9, 10; Rom. 12:2, NM.

Note la admonición, “Prueben para sí mismos.” Si por medio de la Biblia usted puede probar para sí mismo los pensamientos de Dios que usted ha adoptado, ningún “lavado” ideológico del cerebro los barrerá de su mente. No es suficiente que usted sepa lo que cree; sepa por qué lo cree. El U.S. News & World Report, del 24 de febrero de 1956, publicó una entrevista con un mayor de ejército sobre el tema: “¿Por qué cedieron muchos soldados norteamericanos cautivos?” Él dijo que, asombrosamente, una tercera parte de todos los prisioneros estadounidenses había llegado a aprobar a los comunistas o a ser colaboradora de ellos durante su estada en los campos de prisión comunistas. La razón que él dió para esto fué que ellos no tenían un conocimiento cabal de los principios democráticos y carecían de lealtades y convicciones verdaderas basadas en entendimiento profundo. Cuando se le preguntó acerca de los que tenían convicciones religiosas, él dijo que si esas convicciones eran profundas y parte de la vida diaria de los hombres ellos podían resistir con éxito, pero si su religión era una “religión de las trincheras” adoptada en el campo de batalla durante una intensa experiencia o crisis emocional no los sostenía a través de un largo período de tiempo. No era realmente parte de ellos. Tiene que ser “un código moral activo, en funcionamiento, práctico, significativo, propio de ellos, no solamente un manojo de ideas abstractas, sino una manera de vivir entre otros.”

Un artículo en Times Magazine, de Nueva York, del 9 de mayo de 1954, consideró las técnicas “lava cerebros” de los comunistas y concluyó: “Hay sólo una forma de inmunización contra el ataque totalitario a las convicciones humanas.” Se mostró que el tener profundas convicciones y entendimiento cabal de la creencia de uno es la única manera. De otra suerte, dijo el artículo, usted “llegará a ser víctima fácil y voluntaria, aullando con los lobos en los bosques.” Jesús habló acerca de lobos en piel de oveja que por medio de propagandas mentirosas tratan de robar a los hombres su fe en Dios, y Apocalipsis 16:14 (NM) habla acerca de las mentiras de Satanás y su organización que se usan para juntar a los hombres en una lucha contra Dios: “Estas son, de hecho, expresiones inspiradas por los demonios y obran señales, y ellas salen a los reyes de toda la tierra habitada, para juntarlos a la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso.” De modo que para resistir las propagandas “lava cerebros” de Satanás y su sistema mundial, tenemos que estudiar cabalmente la Palabra de Dios, adquirir sus pensamientos y aplicarlos en nuestra vida cotidiana.

DANDO LOS PENSAMIENTOS DE DIOS

Una de las palabras o mandatos de Dios es predicar sus pensamientos a otros. Tenemos que aplicar esto en nuestra vida. Esto nos ayudará a grabar sus pensamientos más profundamente en nuestra propia mente a medida que los comunicamos a otros. Y aunque el adquirir estos pensamientos de Dios haya traído mucha felicidad y contentamiento a nuestra mente, hallaremos que el dárselos a otros nos trae aun mayor felicidad, así como Pablo citó a Jesús como quien dijo: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.”—Hech. 20:35, NM.

Para predicar eficazmente nos es preciso tener un buen conocimiento de los pensamientos de Dios y tenemos que estudiar para presentarlos con fuerza y convicción. Nuestras palabras de predicación tienen que entrar en mentes llenas ya de las palabras de las propagandas mundanas, de los pensamientos de hombres mundanos. Nuestras palabras tienen que ser poderosas y convincentes para desalojar lo que ya está allí. Pablo dijo: “Las armas de nuestra guerra no son carnales, sino poderosas por parte de Dios para trastornar cosas fuertemente atrincheradas. Porque estamos trastornando razonamientos y toda cosa encumbrada que se ha levantado contra el conocimiento de Dios, y estamos trayendo todo pensamiento en cautiverio para hacerlo obediente al Cristo.” Las falsedades tienen que ser trastornadas antes de que las mentes puedan pensar los pensamientos de Dios y conformar sus ideas a las enseñanzas de Cristo Jesús.—2 Cor. 10:4, 5, NM.

Aunque estos pensamientos valen mucho más que plata u oro, es difícil regalarlos. Mediante su inundación de propaganda “el dios de este sistema de cosas ha cegado la mente de los incrédulos, para que la iluminación de las gloriosas buenas nuevas acerca del Cristo, que es la imagen de Dios, no penetre a través.” Por medio de sus asaltos a la mente Satanás piensa por millones de personas, implantando sus pensamientos en la mente de ellas y llenándoles el corazón de los caminos de él, pero haciéndolo tan sutilmente que ellas creen que estos pensamientos son suyos propios. Generalmente creemos lo que queremos creer, y una cosa que nos gusta creer es que pensamos por nosotros mismos. Por tanto no les es muy difícil a los propagandistas hábiles hacernos pensar que los pensamientos de ellos son los nuestros. Ellos plantan el pensamiento y lo nutren, pero lo hacen tan sutilmente que nosotros creemos que es nuestro propio pensamiento.—2 Cor. 4:4, NM.

“No seamos alcanzados por Satanás, porque no desconocemos sus intenciones.” Deberíamos conocer los artificios diestros de sus propagandistas. Son muchos, pero sólo mencionamos uno: el poner epítetos ofensivos a cualquier cosa a que ellos se oponen. Si uno es intelectual es un chiflado. Si le gusta la buena música está chapado a la antigua. Si tiene buenos modales es un afeminado. Si lee buenos libros es rata de biblioteca. Si toma seriamente su adoración verdadera es un fanático. Pero si livianamente pasa de largo las cosas mejores, no siendo excesivamente serio, es un buen muchacho. Pero el dejar que tal presión o influencia social nos obligue a seguir la dirección que ella quiere, el ser empujados y manejados por un temor de epítetos, sería mostrar patética inmadurez, incapacidad de pensar por nosotros mismos, una falta de convicciones inteligentes. Deberíamos conseguir para nosotros mismos conocimiento acertado, “a fin de que ya no seamos niños, aventados como por olas y llevados de aquí para allá por todo viento de enseñanza por medio de la trampería de los hombres, por medio de astucia en tramar el error.”—2 Cor. 2:11; Efe. 4:14, NM.

¿Por qué dejar que hombres astutos logren con engaños que usted acepte como suyos los pensamientos de ellos, sobre todo cuando esos mismos hombres han sido enlazados por Satanás y llenados de las sutilezas ponzoñosas de él y cual muñecos de ventrílocuo las charlan bajo su dirección invisible? ¿Por qué permitir que hombres engañados que están inconscientes de su propia esclavitud mental lo sometan a un “lavado de cerebros”? Los cerebros de millones de personas necesitan ser lavados, pero no con las propagandas políticas o religiosas de este sistema de cosas bajo Satanás. Más bien, todo el mundo necesita limpiezas regulares “con el baño de agua por medio de la palabra” de Jehová Dios, para adquirir los pensamientos de Él en vez de los del hombre o de Satanás. Entonces todos descansarán contentos en la sabiduría más elevada que hay: “La sabiduría que es de arriba ante todo es casta, después pacífica, razonable, lista para obedecer, llena de misericordia y buenos frutos, sin hacer distinciones parciales, ni ser hipócrita.”—Efe. 5:26; Sant. 3:17, NM.

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