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  • w57 15/2 págs. 99-100
  • Detenga lo malo, comience lo bueno

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  • Detenga lo malo, comience lo bueno
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1957
w57 15/2 págs. 99-100

Detenga lo malo, comience lo bueno

EL MODO de detener un ciclo vicioso de maldad es romperlo con lo bueno. Mientras se reciba al mal con el mal y el odio saque el odio y la violencia fomente la violencia en resarcimiento, el remolino de la iniquidad girará más y más rápido y los que estén en él serán atrapados y hundidos. Así como se requiere un hombre físicamente poderoso para nadar contra un remolino, se requiere uno espiritualmente fuerte para oponerse a un ciclo de maldad mediante el hacer lo bueno. Es más que una medida de hombradía; es una medida de semejanza a Dios.

Jesús así lo dijo: “Han oído que fué dicho: ‘Debes amar a tu prójimo y odiar a tu enemigo.’ Sin embargo, yo les digo: Sigan amando a sus enemigos y orando por aquellos que los persiguen; para que prueben ustedes que son hijos de su Padre que está en los cielos, ya que él hace que su sol se levante sobre gente inicua y buena y hace que llueva sobre gente justa e injusta. Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa tienen? ¿no hacen también la misma cosa los recaudadores de impuestos? Y si ustedes saludan sólo a sus hermanos, ¿qué cosa extraordinaria hacen? ¿No hace la misma cosa la gente de las naciones? Ustedes deben en efecto ser completos, como su Padre celestial es completo.”—Mat. 5:43-48, NM.

El apóstol Pablo dijo a los cristianos de Roma: “No devuelvan mal por mal a nadie.” Él dió consejo parecido a los de Tesalónica: “Vean que nadie devuelva daño por daño a alguna otra persona.” Esto es fácil de predicar pero difícil de practicar, pero Pablo hizo ambas cosas: lo practicó y lo predicó: “Cuando se nos está injuriando, bendecimos; cuando se nos está persiguiendo, lo soportamos; cuando se nos está calumniando, rogamos.”—Rom. 12:17; 1 Tes. 5:15; 1 Cor. 4:12, 13, NM.

Jesús poseía este alto grado de semejanza a Dios, y se nos dice que lo tomemos como modelo para seguirlo: “Cuando él estuvo siendo vilipendiado, él no recurrió a vilipendiar a su vez. Cuando él estuvo sufriendo, él no recurrió a amenazar, sino que siguió encomendándose al que juzga justamente. De hecho, ustedes fueron llamados a este curso, porque hasta Cristo sufrió por ustedes, dejándoles un modelo para que siguieran cuidadosamente sus pisadas.”—1 Ped. 2:23, 21, NM.

La práctica usual entre los hombres es la de tratar bien a los que tratan bien a uno, respetar a los que respetan a uno, enojarse con los que están enojados con uno, herir a los que hieren a uno. El hacer esto es dejar que otros lo formen a usted, determinen su conducta, hagan que usted sea lo que es. En realidad, ellos hacen que usted sea lo que ellos son, haciendo que usted adopte la imagen pecaminosa de ellos. Si usted tiene altas normas de conducta, ¿por qué abandonarlas para adoptar las bajas normas de otros? ¿Por qué dejar que la maldad de otros sea más fuerte que la bondad de usted? El permitir que esto pase es negarse a sí mismo, negar lo que usted sostiene, los principios que usted acaricia. Copie a Jesús, que permanece fiel siendo lo que es, inalterado por las debilidades de los que lo rodean: “Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.”—2 Tim. 2:13, NM.

Si usted es lo suficientemente fuerte como para detener un ciclo de maldad con lo bueno, tal vez comience un ciclo de bien. “La respuesta suave aparta el enojo.” Esta respuesta suave no proviene de la debilidad de usted, sino que emana de su fuerza, y el iracundo siente esta verdad. Puesto que tantas personas pagan con la misma moneda, el romper usted el ciclo con lo bueno lo cambia de lo malo a lo bueno. “El alma generosa engordará, y el que riega será él mismo regado.” “Echa tu pan sobre la haz de las aguas; que después de muchos días lo hallarás.” Quizás se requiera algún tiempo antes que la bondad de usted produzca una cosecha de bien de parte de otros. No se puede sembrar semilla un día y cosechar trigo el próximo. No obstante, “cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará; por lo tanto, no desistamos de hacer lo que es recto, porque segaremos al tiempo debido si no nos rendimos.”—Pro. 15:1; 11:25; Ecl. 11:1; Gál. 6:7, 9, NM.

Jehová Dios sembró amor hacia el género humano, y él siega amor de parte de los que no son insensibles a su bondad. Dios creó la tierra sobre la cual vivimos, el aire que respiramos, las plantas y los animales que comemos, y el agua que bebemos. Muchos dan por sentado todo esto, nunca dándole las gracias. Ellos trabajan, ganan dinero, compran su alimento, de modo que ¿por qué darle las gracias a Dios por ello? Así razonan. El labrador puede sembrar semilla y regarla y cultivarla, pero no puede hacer que crezca: “Ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que lo hace crecer.” Si uno se remonta al origen de sus bendiciones pronto descubre que es Dios. Esto es ineludiblemente cierto, tanto para personas buenas como para malas.—1 Cor. 3:7, NM.

Pero las personas malas rehusan reconocer su deuda para con Dios. El amor que Dios siembra hacia ellas cae en tierra estéril y todo lo que resulta es indiferencia o incredulidad. Pero es diferente con personas agradecidas, con cristianos. El derramamiento del amor de Dios hace que uno corresponda amorosamente: “En cuanto a nosotros, amamos, porque él primeramente nos amó a nosotros.” El rasgo más vital del amor de Dios es su provisión de Jesús el Rescate: “El amor consiste en esto, no que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio propiciatorio para nuestros pecados.” Verdaderamente pocos muestran una reacción apropiada frente a esta provisión amorosa mediante el amar activamente a Dios: “Esto es lo que el amor de Dios quiere decir, que observemos sus mandamientos.”—1 Juan 4:19, 10; 5:3, NM.

De manera que destruya un ciclo de maldad por medio de hacer lo bueno. “No te dejes vencer por el mal, sino que sigue venciendo el mal con el bien.” Y corresponda a la bondad que otros expresen. Especialmente corresponda, con obediencia amorosa, al amor que Dios derrama sobre nosotros.—Rom. 12:21, NM.

Sembrad, en beneficio vuestro, para justicia; segad conforme a la misericordia de Dios. ¡Haced vuestro barbecho; porque es ya tiempo de buscar a Jehová, hasta que venga, y llueva justicia sobre vosotros!—Ose. 10:12.

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