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  • ¿Conoce usted la Versión del Rey Jaime?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1957
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1957
w57 1/10 págs. 581-584

¿Conoce usted la Versión del Rey Jaime?

¿Qué es lo que no sabe acerca de la Biblia del Rey Jaime la mayoría de los que usan esta traducción? ¿Saben los que se oponen a que sea cambiada la Versión del Rey Jaime que ésta ya ha sido cambiada de miles de maneras?

HACE poco, cuando una traducción moderna de la Biblia se dió a luz, un joven eclesiástico pensó aplastarla informando a su gente: “Si la Versión Autorizada era lo bastante buena para San Pablo, también lo es para mí.” Aparte del hecho de que el idioma inglés, por supuesto, ni siquiera existía en los días del apóstol Pablo, el incidente sirve para hacer destacar esta verdad: En el mundo de habla inglesa más personas usan y aceptan la Versión Autorizada o del Rey Jaime que cualquier otra traducción de la Biblia. De hecho, esta traducción se estima tan profundamente que muchas personas la veneran como la única Biblia verdadera.

¿Pero saben los que usan la Versión del Rey Jaime por qué, a pesar de la protesta de los eclesiásticos, siguen saliendo versiones modernas? ¿Saben por qué en un tiempo se oponía la gente a la misma Versión del Rey Jaime? ¿Saben qué documento iluminador probablemente falta en su propio ejemplar? En breve, ¿verdaderamente conocen la Versión del Rey Jaime?

Para conocer esta versión, o cualquier traducción de la Biblia, hay que saber por qué se escribió la Biblia. Jehová Dios, su Autor, hizo que se escribiera para revelarse a la humanidad y expresar su propósito. Quiso que tuviéramos Sus pensamientos, que conociéramos por qué existe el hombre y qué fin le espera a los inicuos y qué fin a los justos. Sí, Dios quiso que el hombre conociera a su Creador, Jehová.

El propósito de traducir la Biblia, entonces, es tomar estos pensamientos de Dios, escritos originalmente en hebreo, arameo y griego, y ponerlos en los idiomas comunes de hoy día. El traducir la Biblia hace de ella un libro vivo. Así que el cristiano verdadero lee la Biblia para conocer la voluntad de Dios, no para entretenerse con artificios retóricos o excelencia de estilo. Eso explica por qué se hizo la Biblia del Rey Jaime, en 1611.

ANTECEDENTES DE LA VERSIÓN AUTORIZADA

Aun más temprano, como aprendimos en el número anterior de La Atalaya, ya se habían hecho muchas traducciones de la Biblia en inglés. Algunas de éstas fueron las obras de Wiclef, Tyndale y Coverdale. Había la Biblia de Mateo de 1537, la Gran Biblia de 1539, la Biblia de Ginebra de 1560 y la Biblia de los Obispos de 1568.

La primera entre las llamadas “versiones autorizadas”—traducciones autorizadas por monarcas religiosos o grupos religiosos para uso en sus congregaciones religiosas—fué la Gran Biblia. La segunda entre las versiones autorizadas fué la Biblia de los Obispos. Esta traducción, sin embargo, no era muy progresiva en sus adelantos; hasta pasó por alto muchos adelantos hechos en traducciones anteriores. Además su fraseología no era tan sencilla y directa como lo era la de otras; de modo que la Biblia de Ginebra siguió siendo la favorita de la gente.

Treinta y cinco años después que apareció la segunda Biblia autorizada, el rey Jaime I ascendió al trono de Gran Bretaña. Desde que la armada de España había sido derrotada en 1588, prevalecía un período de paz y quietud relativas. Esto acrecentó los esfuerzos intelectuales. El mismo rey Jaime gozaba del estudio y de la traducción de la Biblia. Hasta escribió él un “Paráfrasis acerca de la Revelación de San Juan.” Aunque se interesaba en las Escrituras, el rey no dió origen a la idea de una tercera versión autorizada. ¿De dónde vino la idea?

Un día en 1604 se convocó la Conferencia de la Corte de Hampton. Presidía el rey Jaime. El rey escuchó las quejas de los puritanos. Las quejas, tratando de muchos temas, finalmente vinieron al asunto de la Biblia. Juan Reynolds, presidente puritano del Colegio de Corpus Christi, Oxford, propuso que se hiciera una nueva traducción de la Biblia. ¿Por qué? “Las que se permitían durante los reinados de Enrique octavo y Eduardo sexto,” dijo él, “estaban corruptas y no conformes a la verdad del Original.”

El rey no tomó ninguna acción inmediata. Pero la idea le gustó, y más tarde dió la orden de hacer esta traducción.

Pero antes que pudiera producirse la versión había mucho trabajo que hacer. El rey, apoyando el proyecto vigorosamente, aprobó una lista de unos cincuenta eruditos para que sirvieran de traductores. ¿Cómo había de hacerse la versión? No había de ser una traducción del Original, sino más bien una revisión de las versiones que se usaban en ese entonces. Esto se hace patente de las instrucciones que el rey Jaime dió a los traductores. Estas eran: “Ha de seguirse la Biblia de los Obispos, alterándola tan poco como lo permita el Original. Y estas traducciones se usarán cuando estén más de acuerdo con el texto que lo que está la Biblia de los Obispos—a saber, las de Tyndale, Mateo, Coverdale, Whitchurch, y Ginebra.”

A paso lento salió una nueva traducción. Por fin en 1611 se dió a luz la primera edición de la Versión Autorizada en una prensa londinense. En honor al rey se le llamó la Biblia del Rey Jaime. Los traductores habían trabajado por años, usando básicamente el texto heredado de Tyndale y Coverdale y añadiendo sus propias mejoras. Estas se concentraban particularmente en la selección de palabras y el acrecentamiento de la calidad rítmica del texto. El resultado fué una versión que era superior a sus predecesoras en cuanto a exactitud de traducción y refinamiento de estilo literario. ¿Se regocijó la gente ahora que le era posible conseguir los pensamientos de Dios con más exactitud?

OPOSICIÓN A LA VERSIÓN AUTORIZADA

Mucho antes de que la nueva versión saliera de la prensa la oposición a ella había crecido. ¿Por qué? La gente se había familiarizado con las versiones que tenía; prefería quedarse con lo que le era familiar. Estas muchas personas habían perdido de vista el hecho de que los verdaderos cristianos leen las Escrituras, no por su efecto literario, sino porque éstas son útiles “para enseñar, para reprender, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente, completamente equipado para toda buena obra.” De modo que la gente, estando acostumbrada a la Biblia de Ginebra y no teniendo presente el propósito de las Escrituras, miró con desagrado la nueva Versión del Rey Jaime. El hecho de que contuviera cambios valiosos en comparación con traducciones anteriores poco le importaba.—2 Tim. 3:16, 17.

De casi todas partes llovía oposición contra la Biblia del Rey Jaime. La crítica a menudo era severa. Broughton, erudito de hebreo que vivió en ese tiempo, le escribió al rey Jaime que él “preferiría que caballos salvajes lo desgarraran más bien que permitir que se le impusiera a la iglesia una versión de esta clase.”

Los traductores, que no ignoraban que la gente prefería quedarse con lo que le había llegado a ser familiar, sabían que su obra había desencadenado una tormenta. Trataron de calmar a la gente. Escribieron un “Prólogo de los traductores” para explicar por qué se hizo la Versión del Rey Jaime. La Encyclopedia Americana dice que este escrito fué “un prólogo muy iluminador que describe las miras de los traductores, el cual desafortunadamente se omite en las impresiones comunes de la Biblia.” Por eso, aunque casi todas las Versiones Autorizadas hoy en día contienen una larga dedicación al rey Jaime, omiten el prólogo. El haber incluído éste hubiese acabado con muchas ideas erróneas en cuanto al propósito de la revisión. El lector aprendería que se esperaba oposición fuerte:

“Las bocas de muchos hombres han estado abiertas un buen tiempo (y todavía no se cierran) con discursos acerca de la Traducción en preparación ya por tanto tiempo . . . : y preguntan cuál será el motivo, cuál la necesidad de emplearla.”

El lector se enteraría de que la Versión del Rey Jaime fué una revisión de obras anteriores que se hizo con la esperanza modesta de alcanzar mejora y sin ninguna idea de finalidad: “Verdaderamente (buen lector cristiano) nosotros desde el principio nunca pensamos que nos sería necesario hacer una nueva traducción, ni aun convertir una mala en una buena, . . . sino hacer mejor una que ya era buena, o hacer de muchas buenas, una buena principal, a la cual no se le pudiera hacer acepción justamente; eso ha sido nuestro empeño, eso nuestra meta.”

Con el transcurso del tiempo el clamor se sosegó, y la Versión del Rey Jaime prevaleció sobre la Biblia de Ginebra. Durante más de dos siglos y medio no se hizo ninguna otra traducción de la Biblia que se llamara “autorizada” en inglés. Poco extraña el que muchas personas comenzaran a creer que la Biblia del rey Jaime era la única Biblia verdadera. Semejantes a muchas personas que en un tiempo se opusieron a cambio alguno en la Biblia de Ginebra, muchas personas hoy en día se oponen a cambio alguno en la Biblia del rey Jaime. Se oponen a las traducciones modernas posiblemente con el mismo vigor con que en un tiempo se le hizo oposición a la misma Versión del Rey Jaime. Dicen que no quieren que se hagan cambios en la hermosa Biblia del Rey Jaime. ¿Se basa este punto de vista en cimientos sólidos?

BIBLIA DEL REY JAIME YA CAMBIADA

Aunque sorprenda a muchas personas saberlo, la Biblia del Rey Jaime ya ha sido cambiada; hoy día nadie lee la Versión del Rey Jaime en su forma original. Al explicar a qué se debe esto, el libro The Bible in Its Ancient and English Versions dice: “Casi toda edición, desde el mismo principio, introducía correcciones y cambios y adiciones no autorizados, a menudo añadiendo nuevos errores en el proceso. La edición de 1613 tiene más de trescientos textos que leen de manera diferente a la de 1611. . . . Fué en el siglo dieciocho, sin embargo, que los cambios principales se hicieron. . . . Se examinaron y comprobaron las acotaciones, se agregaron más de 30,000 nuevas acotaciones, se hizo una revisión cabal de los resúmenes de capítulos y encabezamientos de página consecutivos, se alteró la puntuación, haciéndola uniforme en conformidad con la práctica moderna, se eliminaron errores textuales, se modificó y redujo considerablemente el uso de mayúsculas, y se hizo una revisión cabal en cuanto a la forma de ciertas clases de palabras.”

¡Tantos cambios se han hecho, muchos de éstos en la manera de leerse los pasajes, que el Comité de Versiones (1851-56) de la Sociedad Bíblica Americana encontró 24,000 variaciones en seis diferentes ediciones de la Versión del Rey Jaime!

¿Qué hay, entonces de las objeciones que levantan las personas que dicen que no quieren que se cambie la Biblia del Rey Jaime? Puesto que la Versión del Rey Jaime ya ha sido cambiada, esas objeciones yacen sobre cimientos desmoronados. Si estas personas no quieren que la cambien, entonces ¿por qué usan, en lugar de un ejemplar de la edición de 1611, una edición que ha sido cambiada? Usan una edición del día actual de la Biblia del Rey Jaime porque es mucho más fácil leerla. Aprecian, tal vez sin que se den cuenta de ello, las mejoras hechas en las ediciones posteriores. No les gustan la ortografía y puntuación raras de la edición de 1611. De modo que la mejora, cuando hace falta, se aprecia, aun por los que dicen que están opuestos a que se haga cambio alguno en la traducción del Rey Jaime.

Es esta misma mejora la que las traducciones modernas proveen por medio de ir al mismo paso que el idioma cambiante, esto con el propósito de hacer que la Palabra de Dios sea clara, fácil de entender, viva.

AUTORIDAD REAL—¿ALGO NECESARIO O BENEFICIOSO?

Una de las razones principales por la cual se acepta tan extensamente la Versión Autorizada es su autoridad real. Cabe poca duda de que, si un rey no hubiera autorizado esta versión, no se le veneraría hoy en día como si hubiera venido directamente de Dios. ¿Concede beneficios especiales a una traducción esta autoridad real? ¿Hay que tenerla?

No, Dios mismo autoriza a sus siervos dedicados a traducir su Palabra a lenguaje fácil de entender. El hecho de que el rey Jaime autorizó una traducción de la Biblia no hace que ésta sea la versión exclusiva que el Autor de la Biblia original aprueba para el uso de sus siervos en cierto idioma en particular. De hecho, la autorización real, en lugar de producir grandes beneficios, ha acarreado desventajas serias.

El rey Jaime promulgó ciertas reglas de procedimiento. Los traductores las siguieron. Una de estas reglas fué que “las antiguas palabras eclesiásticas [habían] de retenerse.” Así, los traductores estuvieron obligados a apegarse a la Biblia de los Obispos en cuanto al uso de ciertas palabras eclesiásticas, representaran o no estas palabras una traducción acertada de la Biblia original. Por ejemplo, la palabra eclesiástica “obispo” aparece en la Versión del Rey Jaime, aunque la palabra original, traducida correctamente, sencillamente significa “sobreveedor.”

En muchos respectos las creencias del rey Jaime afectaron adversamente la traducción de la Biblia que lleva su nombre. Los traductores, sintiéndose obligados hasta cierto grado a favorecer al rey, se vieron compelidos a desfigurar la traducción con las nociones del rey acerca de la predestinación y los derechos de los reyes, así como también con otras ideas del rey.

Esto se da a ver por el hecho de que algunos de los traductores se quejaron de que no podían proceder según su propio juicio, siendo restringidos por “razones del estado.” El resultado: la Versión del Rey Jaime no es un reflejo verdadero de lo que pensaban que era correcto los traductores de la versión. Sobre todo, le falta mucho para ser un fiel reflejo de los pensamientos de Jehová Dios, como éstos aparecen en la Biblia original.

El obtener los pensamientos de Dios es la cosa vital. El pensar de otro modo es un engaño mortífero. Dijo Jesús: “Esto significa vida eterna, el que ellos adquieran conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú has enviado, Jesucristo.”—Juan 17:3.

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